UN PUNTO DE DUDA
Nada me gusta más que ser impertinente. Meter el dedo en el ojo. Gritar que el rey está desnudo. Antonio Elorza es un historiador prestigioso. En el Babelia de hoy reseña El caso Casas Viejas, de Tano Ramos. No parece haber leído el libro que comenta ni tener idea muy clara de en qué consistieron los crímenes a los que se refiere. De haberlo hecho no terminaría con “un punto de duda” sobre la “bien probada” (¿en qué quedamos?) inocencia de Azaña.
Según Elorza, si Azaña no dio entonces esa orden, la de los famosos “tiros a la barriga”, “tal había sido su postura un año antes frente a otro levantamiento anarquista, el del Alto Llobregat”. Y cita para confirmarlo un pasaje de sus diarios: “Mostré mi resolución de proceder con toda rapidez y la mayor violencia a reprimir la rebelión. Como Fernando me oyó decir que se fusilaría a quien se cogiese con la armas en la mano, quiso discutir, pero yo no le dejé, y con mucha brusquedad le repliqué que no estaba dispuesto a que se comiesen la República. Todos los demás ministros aprobaron mi resolución”.
Pero no fue eso lo que ocurrió en Casas Viejas: allí se reprimió, sí, con toda dureza la rebelión anarquista y no quedó vivo ninguno de los que se refugiaron en la choza de Seisdedos. En un principio, a Azaña le informaron que tal era todo lo que había pasado. Y de ahí su primera respuesta a una interpelación en el Congreso: “En Casas Viejas ocurrió lo que tenía que ocurrir”. Pronto se supo que había ocurrido algo más, que el capitán Rojas, pacificada ya la aldea, mandó sacar de sus casas a todos los hombres que se encontraran, hubieran participado o no en la rebelión (la mayoría no), incluso a uno muy enfermo; los llevó con las manos atadas hasta la choza de Seisdedos, y allí mandó hacer fuego… Los que quedaron vivos fueron rematados poco después. La mayoría cayeron acribillados por la espalda, aunque se quiso hacer creer que murieron en enfrentamiento con la fuerza pública.
De ese crimen execrable, los anarquistas y las derechas de inmediato trataron de sacar rendimiento político acabando con Azaña, que era lo mismo que acabar con la República. Encontrar al culpable, ayudar a las víctimas (viudas, hijos) les importaba menos.
Han pasado ochenta años, Tano Ramos se ha esforzado en investigar la verdad, y Antonio Elorza aprovecha precisamente una reseña de su libro para seguir alimentando el estúpido bulo de los “tiros a la barriga”. Si esto es un historiador, que venga Dios y lo vea. Hasta Andrés Trapiello se muestra más riguroso.
Domingo, 10 de junio
CONTAR, CONTAR
La luz de la mañana asoma hermosamente sobre un techo de nubes negras. Estamos a punto, tras casi doce horas de vuelo, de descender sobre Pekín. Pero tras dar dos o tres vueltas, el avión asciende de nuevo y toma rumbo al norte. Al parecer, problemas meteorológicos –hay una gran tormenta sobre la ciudad— impiden aterrizar y hemos de dirigirnos a otro aeropuerto.
Una hora después, el avión se detiene en un lugar de nombre impronunciable, en medio de ninguna parte, en un fantasmagórico aeropuerto sin nadie. Somos los únicos en la pista.
No podemos salir. Hemos de permanecer en nuestros asientos hasta que autoricen el aterrizaje en Pekín.
Comienza a pasar el tiempo y lo más curioso es que nadie se impacienta, las azafatas siguen con la sonrisa de siempre, impolutas y maquinales, trayendo un vaso de agua o un té a quien se lo pide; de vez en cuando alguien se levanta para ir al baño. Se nota que viajan pocos españoles, nadie habla a gritos, nadie protesta, nadie se alborota. Solo yo comienzo a impacientarme, a sentir angustia.
Primero me da por pensar que estamos secuestrados, que lo de la tormenta es un bulo para mantener la calma, que en Pequín han perdido contacto con nuestro avión. Y como últimamente veo muchos documentales del canal Historia sobre extraterrestres, se me ocurre que aquel aeropuerto está en un lugar fuera del espacio-tiempo. Incluso esbozo el guión de una serie televisiva con esa historia. Siempre he tenido mucha facilidad para inventar tonterías.
Pero el tiempo pasa y no pasa nada y crece mi angustia. Para calmarla, hago lo que hago siempre en estos casos: me pongo a contar. Paseo por el pasillo y compruebo que en clase turística hay 57 filas y que todas tienen ocho asientos salvo las tres últimas, que solo tienen siete, que hay nueve asientos vacíos y dos baños ocupados. Tras averiguar el número exacto de viajeros, averiguo cuántos hombres hay y cuántas mujeres (los niños son cuatro, inverosímilmente tranquilos). De todo tomo nota mentalmente, como si llevara a cabo una operación importante secreta. Concluyo y el avión continúa detenido. Y todo el mundo con la misma calma, solo yo estoy a punto de gritar. Entonces me da por ponerme trascendental y pensar en mi vida, que es lo que siempre trato de evitar. Ya se sabe que, a debida distancia, cualquier vida es de pena. Hace años leí, en un texto de no sé qué filósofo antiguo, que la vida del hombre se dividía en siete décadas y que todo lo que viniera después es una propina. En cada una de esas décadas hay una función principal. Yo ya he entrado en la última, la que está destinada a pagar deudas. Saco mi cuaderno y pongo a hacer una lista de todos los deudores que recuerdo. Los primeros, y más importantes, han muerto, ¿cómo podría pagarles? Pero de pronto, cuando menos lo esperaba, el avión se ha puesto de nuevo en marcha. Cierro el cuaderno, abandono melancolías, y pronto me encuentro con Catarina Valdés, que, después de largas horas de espera, me recibe sonriente junto a uno de sus alumnos chinos y me da la bienvenida a Pekín. Estoy en la década de pagar deudas y arreglar los vidrios rotos, pero no dejo de recibir regalos.
Lunes, 11 de junio
MIRAR, NO TEORIZAR
Me alojo en el campus de la Universidad de Estudios Extranjeros. Frente a las ventanas de mi apartamento, en el piso bajo de la residencia, tengo un pequeño parque de altos árboles centenarios y solitarios paseantes. Como en el poema de Fray Luis, me despiertan cada mañana las aves “con su cantar suave, no aprendido”. De vez en cuando, sentado en un banco, me sorprende algún estudiante que recita su lección en voz baja y monocorde, como los escolares del poema de Machado.
Dentro del campus, con sus puertas indolentemente vigiladas por guardas casi niños, hay otro recinto cercado, los barracones de los obreros que construyen un nuevo edificio. También ellos tienen un arco de la entrada y banderolas que cuelgan de los muros, como toscas imitaciones de templos y palacios. Dos mundos, el de los bulliciosos estudiantes venidos de los más diversos lugares y el de estos casi esclavos, alejados de sus familias, que no hacen otra cosa que trabajar y dormitar.
Basta salir del campus, para estar en otro mundo ruidoso, oloroso y sucio, un mundo de fritangas, diminutas tiendas, coloridos puestos de fruta y sudorosas aglomeraciones. “Esta es la verdadera China”, me dice mi amiga Catarina. “Pues a mí, qué quieres que te diga, me recuerda mucho a Nueva York. Es como estar en Canal Street y alrededores”.
A mí la China que me parece más China es otra, nunca he sido muy partidario del pintoresquismo de la miseria. Ya sé que exagero un poco, pero espero que no demasiado, si digo que los barrios chinos tal como uno tópicamente se los imagina, van siendo una rareza en Pekín y que quizá algún día serán solo una curiosidad para turistas. Pero no por eso la ciudad se confunde con cualquier otra. Multitudes estresadas y atareadas en los grandes barrios de negocios, entre rascacielos que me recuerdan menos a Nueva York que los antihigiénicos mercadillos de Weicongcun, por un lado, y el taxista que se detiene, dice que no le apetece llevarnos, busca un rincón con algo de sombra en la acera y allí se sienta a fumar pachorrentamente un cigarrillo. Bajo el sol nos deja, tratando de conseguir otro taxi, mientras él se pierde en sus ensoñaciones contemplando las volutas de humo. Un discípulo de Confuncio, quizá. O solo un mal trabajador. Procuro mirar, anotar, no opinar. Pero no soy capaz de evitar la tentación de las apresuradas generalizaciones. Me gustan los símbolos. El taxista indolente, el estudiante que llega con su bicicleta al local en que desayuno (me gusta ver pasar la gente sentado tras la cristalera), pide un café, se lo bebe fuera y, cuando termina, arruga el vaso y en lugar de tirarlo al suelo, lleno de desperdicios, lo deja en la cesta de su bicicleta, sin duda para depositarlo más adelante en un contenedor de basura, y parte hacia sus ocupaciones. Los nuevos chinos piensan, como yo, que solo hay que conservar las tradiciones que merecen ser conservadas.
Martes, 12 de junio
SALDAR DEUDAS
Antes de mi primera charla, cuento una historia que he contado infinitas veces. La poesía la descubrí a los diez años, con un texto que ni siquiera sabía que era un poema. La profesora de Lengua, Sara Suárez Solís, nos hizo un dictado. Tras corregir la ortografía, pasamos a otra cosa. Ni siquiera mencionó al autor. Pero aquellas frases, que yo no entendía del todo, tenían un misterio y un fulgor distintos. Se me quedaron en la memoria. Durante más de veinte años vivieron anónimamente en mi memoria. Y por fin un día, al hojear impaciente un libro recién comprado me las encontré. Eran nada menos que un texto de Li Po en la versión de Marcela de Juan. Mis amigos están hartos de oírme recitar ese poema, como una especie de oración, antes de cualquier lectura. Almuzara creo que ya ha llegado a aprendérselo también de memoria. Lo dije en Nueva York y en Roma, también en Piedras Blancas y, hace unos días, en Sevilla. Y ahora lo recito ante los atentos ojos, muy abiertos, de los alumnos de la Universidad de Estudios Extranjeros. Sonrío porque ya sé qué deuda he venido a pagar a esta ciudad. Rodando por el azaroso camino de los siglos y las lenguas un poema llegó hasta el aula del instituto Carreño Miranda, en Avilés, para abrirle a un niño la puerta de un mundo inagotablemente maravilloso. Y medio siglo después ese niño lo devuelve al lugar de partida. He de hacer un esfuerzo para que no se me llenen los ojos de lágrimas, al repetir una vez más: “¿Cuánto podrá durar para nosotros / el disfrute del oro, la posesión del jade?”. Cuando al final del poema, lleno mi copa para vaciarla de un trago, se que he saldado una deuda. Pero todavía me quedan infinitas deudas que saldar.
Jueves, 14 de junio
YO, COMUNISTA
De sobra sé que no nací para diplomático. Pero a veces me paso. A la entrada de la Universidad, el año pasado colocaron una gran piedra con el lema escrito en grandes caracteres chinos y también en latín y en todas las otras lenguas que en ella se enseñan. La versión española a mí me gusta poco. Es la peor de todas, carece de cualquier elegancia epigráfica: “Una mente abierta a lo universal, / conocimiento concebido para ser aplicado”. A la salida de mi conferencia, se lo comento al decano. “Parece que lo ha redactado un funcionario sin sentido estético”. Él sonríe y no dice nada; luego sabré que ha sido a él a quien el año pasado le pidieron la versión. Pero no todo acaba ahí. Mientras cenamos pato laqueado en un restaurante tradicional (yo soy tan inhábil con los palillos que pronto me resigno una vez más al ayuno protocolario), acabo dando una conferencia sobre la situación política de China. Liú, el decano, que es un sabio bien humorado, me escucha sin perder un momento ni la paciencia ni la sonrisa. Al final me dice: “Tendrías que dar una charla ante el comité central del Partido. Estarían encantados de oírte. Piensas exactamente lo que piensan ellos. Que los occidentales quieren traer la democracia lo más pronto posible para hundir la economía China y así eliminar a su mayor competidor en estos tiempos de crisis”.
Llevo tres días en este país, ni siquiera sé utilizar los palillos y ya doy lecciones sobre cómo solucionar sus problemas. No tengo remedio.
Le mando este extracto de un texto; lo publique o no; que escribí ayer en francés; la parte en que se habla de chinos; y ya es casualidad que hablemos de chinos al mismo tiempo; aunque yo mal; que no veo yo bien en qué son comunistas, cuando vienen aquí y abren sus tiendas de comercio capitalista y de salida de productos de baja calidad fabricados allá con salarios "¿comunistas?" 30 veces inferiores a los nuestros. Ese "¿comunismo?" no es más que un proteccionismo plenamente capitalista ya, acompañado de una dictadura dura y nacionalista-patriótica al estilo personalista de Franco, pero sin el parapente falso del cristianismo-excusa.
ResponderEliminarIl arrive que le monde est ouvert économiquement et culturellement, que celui qui travaille le plus l´emportera, comme nous le constatons malheureusement avec la monoculture du matériel et du logiciel aux étatsunis (x/y-ware) où l´Europe, la pauvre, ne semble pouvoir rien y faire; est hors-jeu complètement. Mais il n´y a pas que les étatsuniens qui travaillent bien plus que nous: les chinois; qui de plus sont 4 fois plus nombreux que les européens. Lorsqu´ils nous envahissent (en Espagne, ils accaparent souvent plus de 30 % de la surface commerciale,pour la vente de bibelots, d´un quartier dans une ville; je le sais, j´habite dans un de ces quartiers; nous avons été variment envahis par des chinois, indiens américains, et autres étrangers, en trop grand nombre, chez nous au sud des Pyrénées; et ce n´est pas moi qui les autorise à venir - quelqu´un, si c´est le cas, a vilement menti à ce sujet-; il faut freiner cette inmigration excessive. Notez que je ne suis pas un adhérant d´un quelconque front national dans mon pays, que je sais critiquer aussi l´excès de nationalisme/patriotisme local; que j´aime la justice et la justice sociale; que je déteste les excès des riches nouveaux ou pas; les émoluments indécents de "grossesse" des PDG, et en cela Sarkozy avait bien tort de toujours vouloir montrer son haut niveau de vie et de dépenses en luxes. Mais une ethnie ou un pays étranger -à eux seuls- ne peut accaparer 20 % de l´activité commerciale d´un quartier; alors qu´il n´y a dans la ville que 20 % d´étrangers - et c´est déjá bien trop- parce que c´est du *racisme*, de leur part; pas de la notre. Pour comprendre bien cela, il suffit de considérer qu´il y a 20 % d´étrangers , mais de 20 pays/ethnies différentes. Chaque ethnie/pays a donc droit à 1 % de l´activité du travail et du commerce; mais pas plus. S´ils en prennent plus, ils sont en train de faire du racisme et de l´exclusion par rapport à tous les autres, y compris les autochtones européens. Notons également que ces chinois font du "dumping" social et du travail, en ne respectant pas, en Espagne du moins , la législation sur le temps de travail: ils font plus de 50 heures de travail par semaine, dans le secteur du commerce. Et pour finir, dans ma ville, de 400.000 habitants, Bilbao en Espagne, il n´y a que 1 restaurant allemand, 6 ou 7 Italiens, 0 restaurants Grecs, 1 restaurant semi-anglais (le chef est anglais; mais la cuisine est continentale et de van-garde, mais de chez nous); pas plus de 2 restaurants arabes (malgré notre proximité géographique avec le Maghreb); 2 restaurants mexicains (malgré les liens culturels et historiques évidents, et malgré l´utilisation de la même langue); 1 tout petit restaurant Péruvien; 0 restaurants Polonais; 0 restaurants Hongrois; 0 restaurants Tchèques ou Slovaques; 0 restaurants Australiens; 0 restaurants Etatsuniens; 0 restaurants Vietnamiens; Laotiens ou Cambodgiens; mais 20 ou plus restaurants chinois !
(1): Mais je défends le catholicisme.
Dos consuelos: no soy la única que hace el ridículo y espanta con sus maneras; hay gente más loca que yo, y con blog.
EliminarMenudos son los chinos. Un poco de cuidadito.
ResponderEliminarEn China se violan los derechos humanos, se tortura, se obliga a abortar y se impone la política natalista del hijo único. El país con " nuevas clases medias sui géneris ", en las grandes ciudades de rascacielos, fritangas y puestos de tiendas ambulantes, está volcado en la vorágine de la codicia y el enriquecimiento rápido. El nepotismo, la corrupción y las desigualdades ya monstruosas campean a sus anchas. Hay verdaderos esclavos laborales con sueldos misérrimos y sin derecho alguno, salvo el de ocupar un lecho mugriento y por un cuenco de arroz, pongamos el caso.
El romanticismo de la cultura tradicional milenaria china parece haberse desvanecido, después de unos meses en China, sometida a procesos de aceleración económica y de aglomeración poblacional descomunales.
Somos todos humanos y la vida continúa, en China:
masas humanas buscándose la vida entre rascacielos y barrios deshumanizados de negocios, capitalismo última generación dirigido por altos funcionarios comunistas, que se enriquecen con el poder totalitario impuesto,país de poetas, pintores, emperadores, dragones de la prosperidad y leones, budas mezclados con prácticas animistas y taoístas, Plaza Tian'nanmenn, donde la última gran revuelta estudiantil fue literalmente aplastada por tanques del ejército. China,con un gobierno maoístam, ahora puramente tecnocrático, que apoyó en su día totalmente a los jemeres rojos camboyanos, nación que aculturiza el Tibet, y tiene un ejército y un potencial armamentístico más que ingente, megagigantesco.
País de contrastes y falta de transparencia y democratización.
En realidad no sabemos nada de la China, nos llegan sus China Towns de pastiche y sus tiendas de todo a cien o a un euro, donde explotan a sus propios compatriotas y se duerme y come en el propio comercio, tras jornadas de más de 16 horas. ¡ Oh China, tierra de los antepasados Ming, los jarrones de porcelana, el Río Amarillo, la poesía y el Buda achinado !
He encontrado por azar las que podrían ser (hay dudas) las únicas imágenes conservadas de Fernando Pessoa, filmadas por Manoel de Oliveira en Porto en 1926. Aun con las dudas sobre la identidad (cosa tan pessoana, por otra parte), creo que puede valer la pena conocerlas: http://blog.umfernandopessoa.com/2009/11/fernando-pessoa-em-filme-de-manoel-de.html
ResponderEliminarJosé Cereijo
Asistimos a una farsa nauseabunda; da grima ver cómo algunos que persiguieron alevosamente al juez Garzón por destapar la trama corrupta Gürtel se rasgan las vestiduras porque este hombrecillo fatuo y amanerado haya dilapidado en farras unos miles de euros del erario público. La mayoría de los magistrados del Supremo, hasta hace cinco minutos, hacían denodados esfuerzo por tapar el despendole caribeño del jefecillo… Sólo la presión de la opinión pública hizo que cambiaran hipócritamente de actitud, para marcar unas distancias que, a buen seguro, serán milimétricas en muchos casos: digo que los abusos de Dívar no deben de ser los únicos de la Casa.
ResponderEliminarEra un poema ver ayer los esfuerzos de los prohombres y de las promujeres de la patria por aparentar una frialdad y un distanciamiento hostil con el desvalido juguete roto que es a día de hoy el otrora agasajado Dívar.
Qué duda cabe de que era urgente depurar el CGPJ y el Supremo de semejante elemento. Además, un fanático religioso no puede estar a los mandos de la Judicatura (lo puso Zapatero, ¿no?).
Pero… ¿se va a sanear con su salida la miasma de semejante pantano? Hay quienes aseguran que el sucesor in péctore es bastante peor que el defenestrado…
¿Hasta cuándo vamos a permitir que nos estén retrotrayendo a la Edad Media? ¿Volveremos a una sociedad de siervos y señores? ¿Montará la nueva (?) Inquisición sus piras en la plaza pública?
A los conspicuos que ayer fruncían el ceño ante el pequeño (dada la dimensión de lo afanado) presunto choricillo- malversador de caudales públicos, les recomendaría que guardaran algo de su santa indignación para los trincones millonarios, prevaricadores compulsivos, depredadores de animales en extinción y arteros defraudadores que comparten con ellos el hacer cotidiano.
Esto se tiene que caer; así no hay quien viva con decencia (y al paso que vamos aún sin decencia). Es como si tuviésemos sentado sobre la barriga a un gorila con porra y pistolón…, que terminará por asfixiarnos. A menos que le demos una patada en los cojones y nos levantemos del suelo, maltrechos pero dignos.
He dicho.
Tampoco hay que pasarse, amigo F. Lo que hacía Dívar, hasta ahora, era bastante habitual; a partir de ahora, va a serlo bastante menos. Hay que alegrarse porque se descubriera el chanchullo y tenga que irse avergonzado. Ahora el aire es un poco más limpio. Y no lo nombró Zapatero, se nombró por consenso (y salió rana, quién lo iba a decir).
ResponderEliminarJLGM
No obstante, Martín, siento compasión por este hombre: verse a su edad despreciado por los que le adulaban hasta hace poco; escarnecido por el matiz de sus -presuntas- relaciones amorosas; ridiculizado, él que venía de una estirpe de intocables...
ResponderEliminarY -ya digo- por un delito de menor cuantía que los que cometen a diario muchos de sus detractores de nuevo cuño.
Era patético verlo balbucear unas palabras tratando de justificar la ausencia del Rey en el acto protocolario, mientras el vástago real miraba al techo con displicencia, al borde de la sonrisa irónica.
Es humanamente explicable que trate de salvar su honor de magistrado con inconsistentes alegatos...
Un periodista, que ahora no sé identificar, decía que Dívar estaba "perplejo y desconcertado" porque no alcanzaba a entender que hubiese cometido delito por comportarse como entendía que tenía derecho a hacerlo, dada su calidad de "cuarta autoridad del Estado". Y es explicable tal mentalidad, viniendo de donde venía, tratando con quienes trataba... Un elocuente reflejo del privilegio y de los atavismos que arrastramos en este país que nos tocó en suerte.
No es bueno hablar sólo de justicia, que también la compasión es bueno que nos embargue, de cuando en cuando, el ánimo.
Sí, por los tontos hay que tener compasión. Porque si yo soy del opus o de cualquier otra organización católica integrista y no puedo reconocer en público que me gustan las personas de mi sexo lo menos que puedo hacer cuando caigo en la tentación es ser discreto y pagar con mi propio dinero. Espero que no sea verdad, pero cuentan que el "acompañante" de esos relajados fines de semana que cargaba al erario público era ¡un miembro de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado! Qué cosas. En una película de Berlanga resultaría inverosímil.
ResponderEliminarJLGM
Hablamos de distintas cosas, Kurtz.
ResponderEliminarEs algo que ocurre a menudo.
ResponderEliminarJLGM