sábado, 29 de abril de 2023

En la retaguardia: Dele Dios mal galardón

 

 

Viernes, 21 de abril
CLAROS CLARINES

Como la sede central del Cervantes, también la Biblioteca Pública de Gijón fue en principio un banco, uno de esos bancos que se disfrazaban de templos griegos para disimular mejor lo mucho que tenían de guarida de Al Capone.

            Con su solemne columnata y las dos estatuas que la guardan, tiene un empaque entre neoclásico y germánico que a mí me fascinó desde la primera vez que me detuve ante ella: así debe ser siempre la entrada al paraíso.

            La visito hoy con motivo de la exposición sobre Clarín, que se inaugura con material nuevo. No se podrá quejar la revista de sus funerales. ¿Funerales? Ahí sigue, tan viva como siempre, y siempre con una inédita sorpresa para el lector que se encuentre cualquiera de sus números en una biblioteca pública o en una librería de viejo.

            Recuerdo mi asombro cuando descubrí —mediados de los años sesenta— que en la biblioteca Bances Candamo de Avilés tenían la colección completa de la Revista de Occidente. Uno a uno fui leyendo aquellos elegantes tomos. Iba de maravilla en maravilla: de los primeros versos de Cernuda a las precisas notas de Benjamín Jarnés o de Fernando Vela. Recuerdo bien unas páginas de Baroja dedicadas a Marsella y el comienzo del ensayo en que Antonio Marichalar da noticia del Ulises: “Cesa de llover; cae la última gota en la Rue de L’Odéon. La atmósfera, recién esmerilada, hierve en imperceptible borboneo. De súbito, perforando la gris veladura, desemboca un claror; llega el silencio solemne de un espléndido Rolls. Trae ingrávido el paso y apagado el mirar de cristal de sus faros estupefactos. Apenas ocasiona rumor el mullido girar de las ruedas que se van despegando suavemente del suelo mojado”.

            De Jarnés, de Marichalar, de tantos otros colaboradores de la Revista de Occidente aprendí que la crítica literaria podía ser literatura, gran literatura. ¿Descubrirá algún lector los tomos de Clarín, dentro de treinta o cincuenta años, con el mismo entusiasmo deslumbrado?

            “Ahora estas cosas no interesan e interesarán cada vez menos, ahora los jóvenes están solo atentos al móvil”, dirá algún trasnochado apocalíptico. Pero sospecho que tampoco, cuando yo la descubrí, la Revista de Occidente era la lectura favorita de los jóvenes. Al terminar la licenciatura, allá por 1976 (lo he contado ya varias veces), un compañero se vanagloriaba de haber aprobado la asignatura de Martínez Cachero, y con buena nota, sin haber leído ninguna de la lecturas obligatorias: le bastaron los resúmenes de La vida es sueño o de La Regenta para responder adecuadamente a la preguntas de control. No lo volví a ver hasta años después, cuando daba clases en un instituto de Luarca. Le pregunté qué tal le iba: “No me puedo quejar, pero los alumnos son un desastre, no son como nosotros, no les interesa la literatura, no leen nada”.

Sábado, 22 de abril
ACERCA DEL PARAÍSO

 De vez en cuando, antes de dormirme, y para tener buenos sueños, me gusta imaginarme el paraíso, ese paraíso que cada uno inventa a su medida, y que no se parece en nada —al menos en mi caso— ni al de las huríes del profeta ni al de los translucidos bienaventurados que cantan perpetuamente la gloria de Dios.

            Soy tan poco imaginativo, o tan conformista, que en el paraíso no añadiría nada a la vida que llevo, solo le quitaría algunas cosas: seguiría pasando el tiempo, pero solo para los niños y los jóvenes (los mayores de sesenta tendríamos siempre sesenta y pocos años), nadie enfermaría, nunca me enamoraría, seguiría viniendo a Avilés los sábados, tomando un café a las doce en Las Salesas, saboreando libros nuevos cada día…

            La verdad es que esta vida es la mejor de las vidas. Para ser perfecta, solo bastaría con que Dios hubiera sido un poquito humilde y antes de crear el mundo se hubiera dejado aconsejar por algún experto. Yo mismo le podría haber dado algunos buenos consejos.

Domingo, 23 de abril
LO QUE NO SE DICE

Si amas la lectura, detestarás la mayor parte de los libros.

            ¿Compra muchos libros? Seguro que lee poco.

            El peor regalo que nos puede hacer un amigo es un libro escrito por él.

            La industria editorial no necesita lectores, sino compradores de libros.

            Si solo te interesa la buena literatura, no te metas a editor ni a librero. 

Martes, 25 de abril
ALTOS COMISIONADOS

¿Has visto la desfachatez de Lula en el Parlamento portugués? ¡Atreverse a pedir que el gran Zelenski y el impresentable de Putin pacten la paz! ¡Y atreverse a formular semejante ignominia nada menos que el 25 de abril, cuando se conmemora la revolución de los claveles, la fiesta de la democracia! No, señor. No, señor. Zelenski tiene que ser el nuevo Churchill y no cejar hasta que Rusia, como la Alemania de Hitler, sea completamente arrasada, hasta que no quede piedra sobre piedra ni en Moscú ni en San Petersburgo. Y si para ello son necesarios millones de muertos, pues que haya millones de muertos. Cualquier sacrificio es poco para mantener a salvo la democracia. 

            —Tampoco hay que pasarse, Josep. No es necesario arrasar Rusia. Basta con recuperar Crimea y el Donbás, expulsar a todos los habitantes que no se sientan ucranianos, sino rusos, aunque sean mayoría, y llevar allí a los ucranianos que tenemos acogidos en la Unión Europea, que buenos dineros nos cuentan. Con eso basta para acabar el problema.

            —Qué complaciente eres, Ursula. Rusia es culpable. Rusia deber ser aniquilada, aunque perezcamos todos en el empeño. Eso es lo correcto, eso es lo único que debemos pensar aquí en Bruselas.

            —Eso es lo que los mandamases de la OTAN quieren que pensemos, Josep, que siempre has sido un ingenuo. Como a Biden le convenga hacer las paces para ganar las elecciones, ya verás como acaba invitando a Putin a la Casa Blanca. Todo dependerá de lo que digan las encuestas.

            —¡Rusia debe ser arrasada, arrasada! Y luego la reconstruimos con Fondos Europeos, pero a condición de que entre en la OTAN.

            —No me seas halcón, Josep.

            —-No me seas paloma, Ursula,

Miércoles, 26 de abril
YO NO TENGO ESE PROBLEMA

Era tan insignificante que nunca consiguió que nadie le odiara, ni siquiera su exmujer.

Jueves, 27 de abril
DECIDME DÓNDE SE ESCONDE

Todas las mañanas, al salir de casa, mientras esperaba en el semáforo para cruzar la calle y contemplaba el árbol que florecía al otro lado, junto a la imprenta de la Universidad, me venían a la memoria unos versos de Eugénio de Andrade. “Despertar, ser en la mañana de abril / la blancura de este cerezo, / arder de las hojas hasta la raíz, / dar versos o florecer de esta manera. / Abrir los brazos, acoger en las ramas / la luz, el viento, los ojos de la gente; / sentir latir el tiempo, / mientras teje el corazón de una cereza”.

            Pero ya no es posible. El pasado nueve de marzo, “temprano madrugó la madrugada”, temprano levantó la muerte el vuelo. Mientras los niños iban al colegio, el hacha homicida lo destrozó con saña. Alguien quiso protestar, saber la razón del atropello. “Señora, déjenos hacer nuestro trabajo”, le respondieron con malos modos. No eran bárbaros venidos de no se sabe dónde, eran dóciles empleados municipales. Martín, un niño, que no acaba de acostumbrarse a ver destrozar los árboles a los operarios de Parques y Jardines, ni de contemplar cómo asesinan minuciosos, en cuanto asoman su blanca sonrisa, a las margaritas del parque de San Julián, les dijo: “¿Y no podéis ganaros la vida de otra manera?”

            Juan Carlos Villaverde, que no quiere que quede impune ese atentado contra la primavera, me cuenta hoy, mientras esperamos a que salgan los alumnos del Novo Mier, que está investigando de dónde partió la orden. Le han dicho que ese terreno no depende del Ayuntamiento sino de la Universidad. El decano del Milán no sabe nada, ya le ha preguntado. Es un buen investigador, se mueve como nadie por los dispersos archivos que esconden los restos de la España aljamiada, encontrará la mente perversa y odiadora de la belleza que dio la orden. Y ya me encargaré yo de hacer circular su nombre, para vergüenza eterna, junto con el verso final del romance del prisionero: “¡Dele Dios mal galardón!”



 

 

 

sábado, 22 de abril de 2023

En la retaguardia: Quieto y en marcha

 

 

Viernes, 14 de abril
SAN LEONARDO

Me detengo en San Leonardo de Yagüe y lo primero que veo es el teatro-cine Yagüe. Camino unos pasos y me encuentro con un ostentoso monumento a Juan Yagüe Blanco. Ingenuo de mí, me pregunto quién será este prócer tan querido en su pueblo, al que incluso da nombre. Tardo en caer en la cuenta de que no es otro que el llamado carnicero de Badajoz”, el general que mandó ejecutar a miles de republicanos en la plaza de toros, el amigo de Göring, uno de los más siniestros personajes —y cuidado que hubo muchos, en un lado y en el otro— de la guerra civil. Curiosa manera tienen en estas tierras sorianas de aplicar la ley de la memoria histórica. Y curiosa manera tengo yo de celebrar el 14 de abril. Pero cerca está el Cañón del Río Lobos, con su castillo templario vigilando el acceso desde Ucero y su ermita de San Bartolomé.

            Antes de seguir la marcha, paseo por las calles vacías de San Leonardo. En la calle de la Fuente se vende un caserón, que adivino lleno de fantasmas, la casa de los Ferrones. En la fachada de San Leonardo Abad, un san Sebastián de piedra tiene clavadas en el cuerpo varias herrumbrosas flechas. Una fortaleza mandada construir por Juan Manrique de Lara en el siglo XVI vigila desde lo alto. Y cerca está el Bosque Mágico, donde los gnomos hacen su vida encaramados a los árboles.

            Ayer ni siquiera había oído hablar de este lugar, hoy sé que también aquí se entrecruza la historia de mundo, su miseria y su grandeza. El 14 de abril unos pocos ilusos levantaron la bandera republicana en el balcón del Ayuntamiento; cinco años y unos meses después todos ellos estaban muertos de mala manera. Y el verdugo sigue siendo todavía la figura más ilustre de la localidad. ¿Le pondrán como modelo a los niños en las escuelas del pueblo?

            Antes de llegar aquí me detuve en el monasterio de San Zoilo, a la entrada de Carrión, donde estuvo el colegio de jesuitas en que estudió Pérez de Ayala. Contribuyó a la llegada de la República, se aprovechó todo lo que pudo de ella y se puso en contra cuando le cesaron de su cargo de embajador en Londres, la ilusión de su vida, incluso antes que la gloria literaria. Más que el monasterio, escenario de la novela AMDG, me interesaron las sigilosas riberas del río, en una tarde toda azul quizá no muy distinta de aquellas que conoció el pequeño Ramón, cuando aún no sabía lo que le esperaba, lo que nos esperaba.

            Viajar es para mí abrir un libro historia o recorrer los estantes de una biblioteca.

Sábado, 15 de abril
BAÑO DE DIANA

Siempre que se menciona a Mendizábal es para culparlo del estado ruinoso o la desaparición de alguna iglesia o monasterio. Me alojo en el Monasterio de Piedra, paseo por sus intrincados jardines y pienso en que si existen es gracias, primero a Mendizábal y luego a quien se hizo con ellos en 1840, Pablo Muntadas.  Fue Juan Federico, hijo del anterior, quien tuvo la ideas de convertir los alrededores del monasterio, por los que el río Piedra alborotadamente se despeña, en un jardín romántico, quien puso nombres poéticos a las diferentes cascadas: Baño de Diana, Iris, Caprichosa, Sombría. Llamó Peña del Diablo a la que se mira, nuevo Narciso, en el lago del Espejo. Y hay también grutas de la Bacante, de la Pantera y del Artista.

            Para unir lo útil con lo deleitable, creó la primera piscifactoría de España. Cualquier rincón es un mirador pintoresco. Todo naturaleza elegantemente despeinada. No admiran menos las ruinas de la iglesia abacial, con su cúpula abierta al cielo.

            Nada le falta a a este lugar para ser una imagen del paraíso, tal como lo soñaban los románticos. Nada le falta, pero algo le sobra: la multitud que lo llena. Mejor pasearlo cuando se despereza en soledad. La fresca música del agua me trae a la memoria unos versos de Piferrer o quizá de Campoamor:  “Pensativo estaba yo / junto al Baño de Diana, / mientras ella sonreía / en la luz de la mañana”.

Domingo, 16 de abril
PASEO CON POETAS

En la calle del Collado, frente al casino La Amistad, me encuentro a Gerardo Diego tomando café con un libro en las manos. Parece aburrido y yo me siento al lado para darle un rato de palique. “Muy bueno, don Gerardo, lo que escribió usted cuando le dieron ese premio famoso que compartió con Borges: ‘Ay, Cervantes, Cervantes, Cervantes, / ¿por qué no me llegaste / quince años antes?’. Me temo que todos los viejecitos que lo recibieron pensaron lo mismo”.

            Pero a Gerardo Diego nunca le tuve por santo de mi devoción. Camino por Soria y a cada paso me vienen a la memoria versos de Machado. De Gerardo Diego, solo los del romance del Duero, que no puedo por menos de recitarme mientras lo cruzo camino de San Saturio: “Quién pudiera como tú, / a la vez quieto y en marcha, / cantar siempre el mismo verso, / pero con distinta agua”.

            A Antonio Machado lo leo desde hace sesenta años, que ya es decir. Fue por 1963 o 1964  cuando compré su Poesía completa en la colección Austral. No entendía todo lo que leía, pero todo lo leía con pasmada atención y es mucho lo que todavía conservo en la memoria.

            Antes de llegar a la prodigiosa fachada de Santo Domingo, me repito la irónica cancioncilla que luego veo grabada en el suelo: “En Santo Domingo, / la misa mayor. / Aunque me decían / hereje y masón, / rezando contigo / cuánta devoción”.

            Con Machado se tropieza uno a cada paso, se ha banalizado como una atracción turística más, lo mismo que el Bécquer que junto a San Juan de Duero se sienta en un tronco, deja que una golondrina se pose en su sombrero y que los turistas se fotografíen con él. Pero esa banalización no borra el misterio de sus leyendas sorianas, como el uso y abuso de los versos de Machado no les quita emoción ni verdad. Como duermo en el parador que lleva su nombre, puedo pasear al amanecer por el cerro del Castillo, donde un busto —uno más— le recuerda. A un lado, el caserío de la ciudad, luego el cementerio del Espino, más adelante el arco de ballesta del Duero y San Saturio encaramado en la roca. 

Lunes, 17 de abril
EL SANTERO DE SAN SATURIO

Tras subir por su gruta interior hasta la barroca ermita de San Saturio, me vino a la memoria un libro que leí hace muchos años. En 1951, el crítico de arte Juan Antonio Gaya Nuño leyó un anuncio: “Se halla vacante la plaza de Santero de San  Saturio, en la ciudad de Soria, con el haber anual de ochocientas pesetas, cinco fanegas de trigo y tres medias de cebada. Para tratar, con el señor Alcalde de Barrio”. Como fue el único candidato que se presentó, le dieron la plaza y en la ermita pasó un año. El libro que releo hoy es una especie de diario —o quincenario, las anotaciones se fechan cada quince días— de esa estancia. Un libro prodigioso que evoca una Soria que ya no existía, la anterior a 1936, la de su juventud. En uno de esos álamos dorados de la orilla del río que “tienen en sus cortezas / grabadas iniciales que son nombres / de enamorados, cifras que son fechas”, él graba dos fechas: 1936-1951, el tiempo que estuvo ausente de Soria. No cuenta la razón de esa ausencia, no podía contarla entonces. En 1936, su padre —médico y durante un tiempo también profesor de gimnasia, a la manera de Juan de Mairena— fue detenido cuando iba a atender a un herido. Su familiares iniciaron rápidas gestiones para conseguir su libertad. Las autoridades miliares la concedieron el 16 de agosto, pero fue ejecutado al día siguiente. Parece fueron algunos vecinos los que se tomaron la justicia por su mano. “En Soria hay gente buena y gente mala”, escribe Gaya Nuño en su libro, pero de la gente mala —“capaz de insanos vicios y crímenes bestiales”, que diría Machado— no quiere hablar. Gaya Nuño fue capitán del ejercito republicano, conoció la cárcel. Pero en sus memoria de santero solo hay humor y amor, costumbrismo y melancolía, el elogio de una ciudad y un río, “Duero viejo, Duero fuerte, Duero amigo”.

Martes, 18 de abril
NOSTALGIA

 “¡Roncas sirenas en la bruma! ¡Faros / de puerto que en la noche parpadean!”.

            Me despierto con unos versos en la cabeza y con la nostalgia de lugares en los que no he estado nunca. 

Jueves, 20 de abril
UN IMPOSIBLE

Presenta Rosa Navarro Durán su antología de Lope y yo me fijo en los primeros versos de un soneto: “Libros, quien os conoce y os entiende, / ¿cómo puede llamarse desdichado?”

            Cenamos luego, según costumbre de muchos años, en Bocamar. El menú es siempre el mismo y siempre nos atiende el mismo camarero. Un placer añadido al de la conversación.

            A mí para ser feliz me bastaría con hacer todos los días lo mismo. Lo único que necesito nuevo son los libros: dos por la mañana y otros tantos por la tarde. Pero de sobra sé que todos los días son distintos y la inalterada rutina a la que aspiro un imposible.      


                 


jueves, 13 de abril de 2023

En la retaguardia: Desde esta ladera

 

 

Sábado, 8 de abril
HOMENAJE

Con alegre tristeza, con melancólico júbilo, asisto en Miranda, frente a la que fue su casa durante medio siglo, a la inauguración del busto dedicado a José Manuel Feito. Escucho hablar a su sobrino, a quien tanto quería, y me parece escucharle a él. Seguro que se sentiría orgulloso de estas precisas, emocionadas y bienhumoradas palabras, como lo estuvo cuando publicó su Memoria de Somiedo, tantos años después de aquel cuaderno de poemas que no fue premiado por intrigantes manejos de Antonio Gamoneda.

Ahora a menudo me acompaña el sobrino, José Manuel Gómez Feito, como antes el tío, en las comidas de los sábados en Avilés y así yo sigo teniendo a quien llevar la contraria, que es lo que más me presta, como decimos en Asturias. A José Manuel Feito, que tenía su bien disimulada vanidad, que estaba acostumbrado a ser el centro de atención, a la devoción de los feligreses, le divertía tanto como le irritaba mi afán de contradecirle, y no solo en cuestiones literarias, sino sobre todo en cuestiones teológicas. Si ponía en cuestión alguna de sus afirmaciones, o la literalidad de una cita, en seguida sacaba el teléfono para buscar la fuente. A veces me mandaba luego por la noche algún texto que confirmaba —o eso creía él— lo que yo había puesto en duda. Algo contribuí a que se mantuviera ágil mentalmente hasta el último minuto y él lo sabía y me lo agradecía. Yo también le agradezco que, para poder ganarle en algún debate, tuve que volver varias veces a los evangelios e incluso consultar la versión Texto original en.

En la inauguración, leí un soneto que había escrito poco antes, en apenas diez minutos, como si alguien me lo dictara. Y me lo dictaba el corazón, que a fin de cuentas es quien más sabe de poesía: "Ya nos miras en bronce perdurable, / José Manuel amigo, buen amigo, / que predicar sabías y dar trigo, / hablar de lo cercano y lo inefable. / Sabio en el bron, el barro y los Latines, / Siempre a gusto en medio de la gente, / Siempre uno más, a nada indiferente, / caminante de todos los confines. / Cómo echamos tu palabra en falta, / la anécdota feliz, el buen humor / con que satirizabas el error / propio primero que la ajena falta. / Ya para siempre estás a nuestro lado. / Aunque fuiste con Dios, aquí has quedado". 

Domingo, 9 de abril
CAPARRÓS, CAPARRÓS

Tonterías se escriben muchas y, si tuviéramos que Rebatirlas todas, no acabaría uno nunca. Pero no son lo mismo las tonterías de un don nadie en las redes sociales que las que un nombre más o menos ilustre perpetra en letra impresa. Estas son las que prefiero para cachondearme. Hoy le toca el turno a Martín Caparrós, ilustre cronista argentino que disparata como nadie en "La palabra español", bien es cierto que a la serie de El País Semanal en que se incluye la ha titulado "Pamplinas". Hay quien piensa que en un artículo de opinión cabe cualquier cualquier tontería (y ahí está Azúa para demostrarlo), pero todo tiene un límite. Según Caparrós, la palabra español fue inventada por los fenicios y significaba "tierra de conejos". Hombre no, esa es una hipótesis para la etimología de Hispania. Léete a Américo Castro para saber el origen medieval del gentilicio español, según él palabra extranjera. ¿Y qué es eso de que "después la marca quedó olvidada por cambio de dueño y empezó a reaparecer hace unos pocos siglos"? ¿Y qué es eso de que la primera vez que se proclamó oficialmente fue en la Constitución de Cádiz ? En esa constitución se definió a la "Nación española" como "la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios", pero eso no quiere decir —da un poco de vergüenza tener que escribir esto— que entonces se inventara la palabra español o la palabra España. Tal ejercicio de ignorancia histórica viene a cuento de lo que le interesa: si el nombre de "español" es el más adecuado para la lengua que compartimos con varios países americanos. A él le enseñaban en la escuela "lengua y literatura castellanas", no españolas, porque estudiaban más a Sarmiento que a Unamuno, a Neruda que a Miguel Hernández "y decir 'español' nos habría sonado, lógicamente, al producto de un país llamado España". ¿Y decir 'castellano' no os sonaba a producto de una región llamada Castilla? Cuántas tonterías, amigo Caparrós, cuántas tonterías. ¿No has oído hablar de los sinónimos? A la lengua mayoritariamente hablada en España llámala castellano o llámala español, como prefieras, lo mismo que a la que se habla en México o en Chile, aunque los hablantes sepan —y no digamos los dobladores de películas— que no son exactamente la misma. Lo que no puedes llamarla, salvo que quieras hacer una gracia o simplemente el ridículo, es "ñamericano".

Lunes, 10 de abril
SÍ Y NO

¿Me gustaría ser famoso? Sí y no. Ser famoso de esos a los que mira la gente cuando salen a la calle y a los que paran los desconocidos para hacerse fotos con ellos, no. A mí lo que me gustaría es ser como Goethe, a quien todos los que valen algo en el mundo quieren conocer y a quien pasa a saludar Napoleón cuando invade Alemania. Claro que entre ser Blasco Ibáñez o Gabriel Miró, yo me quedo con Blasco Ibáñez y entre ser Javier Marías o Boris Izaguirre, con Boris Izaguirre.

Martes, 11 de abril
PRIMER PASEO

Me gusta coleccionar instantes felices. Los que yo prefiero son los que se repiten todos los días, incluso en los malos tiempos, los que no dependen de nadie. El primer paseo de la mañana, por ejemplo, desde mi casa hasta la cafetería Noor, atravesando el parque. El primer saludo es siempre para la iglesia de San Julián de los Prados, que se asoma entre el boscaje de abedules. Unos días con sol y la hierba brillante de rocío, otros con niebla o lluvia. No importa. Siempre esa sensación de felicidad, de trabajo hecho y de nuevo libro que leer. De trabajo hecho: a las diez, cuando salgo de casa, ya he terminado de escribir. Nunca escribo más de hora y media, no soy capaz. Con hora y media de escritura al día, y eso como máximo, he escrito todos mis libros. Demasiados, al decir de algunos, pero nadie tiene la obligación de leerlos.

            Claro que para mí escribir es la menor parte del trabajo de escribir. Lo principal es saber lo que tengo que decir. Ir al mercado —o sea, abrir bien los ojos al mundo— y luego elaborar los ingredientes. Escribir para mí es como poner los platos en la mesa: el menor trabajo y el más entretenido. Si sé lo que tengo que decir, no suelo tener dificultades para decirlo. Soy de la escuela de Juan de Valdés: escribo como hablo, pero dejándolo todo claro porque en este caso el interlocutor, el lector, no puede interrumpir para que repita o diga con otras palabras lo que no ha entendido bien.   

Miércoles, 12 de abril
VOLVER

Durante años, en mis pesadillas aparecía el Gobierno Militar con una guardia de soldados armados hasta los dientes.  Cada semana, yo tenía que presentarme en la guarida del lobo para que me dejaran seguir en libertad. Sonaba el teléfono a veces mientras estaba allí y siempre temía que me devolvieran a los interrogatorios de la Dirección General de Seguridad. Ha pasado casi medio siglo. Ahora esas pesadillas en las que el Gobierno Militar se convertía en un antro de la Gestapo las recuerdo como una vieja película.

            Ya no hay militares armados a la entrada, sino un control de seguridad, con vigilancia privada, como en cualquier otro edificio administrativo. Y el supuesto caserón de la Gestapo está iluminado por hermosas vidrieras de Paulino Vicente el Mozo. Cuanto el edificio se inauguró, en 1958, ya había muerto y tuvo que ser su padre, el otro Paulino Vicente, quien asistiera a la inauguración. La sala en que no reunimos el jurado del premio “Carta a un militar español” está llena de miniaturas de armas preparadas por los aprendices de la Fábrica de Armas. Eran su trabajo de fin de Carrera. Preciosas miniaturas de armas históricas y actuales que debían funcionar. Nos las enseña, y nos las explica, un antiguo aprendiz, hoy ingeniero jubilado, quien también nos muestra la aparatosa firma en el libro de honor del rey Alfonso XIII, entonces un adolescente de dieciséis años que se adivina muy seguro de sí mismo. Nos atiende en la cafetería el comandante Pina, preside el acto un coronel y todo discurre con un ritualismo que a mí me divierte un poco. Me gusta asomarme, aunque sea por un momento, a un mundo tan ajeno a mí. Y ver cómo se desvanecen para siempre —si es que no lo estaban ya— los fantasmas de aquel tiempo de Consejos de Guerra y pelotones de fusilamiento.

Jueves, 13 de abril
LEGADO

Mientras paseo por la exposición de cerámica negra y bermeja, opaca y transparente que muestra la colección que José Manuel Feito donó a las Pelayas, me viene a la memoria un poema de Valente: "El cántaro que tiene la suprema / realidad de la forma, / creado de la tierra / para que el ojo pueda / contemplar la frescura".

También "la clara curvatura" de estas frágiles piezas que han atravesado los siglos, su forma "sonora y respirada", es servicial y bella. Como el cántaro y el canto, como la vida de quien recoge ahora algo de lo mucho que sembró.




 

 

 

sábado, 8 de abril de 2023

En la retaguardia: Muerte y resurrección

  

Sábado, 1 de abril
UN TRIUNFADOR

Uno de esos libros que siempre me habría gustado escribir, pero que no escribiré nunca, es un manual titulado Cómo triunfar en la vida literaria. Creo que sería capaz de dar muy buenos consejos. “¿Y cómo es que no te los aplicas a ti mismo?”, me preguntan los amigos cuando les cuento esto (suelo repetirlo a menudo, me temo que además de en tiempo de descuento estoy en tiempo de repetición). “¿Y cómo estás tú tan seguro de que no soy un triunfador?”, suelo responderles. No todo el mundo entiende lo mismo por triunfar en la literatura. Hay quien se conforma con poder vivir de su trabajo, como en cualquier otra profesión. Para otros es entrar en la Real Academia. O que les den premios, aunque sea el de la crítica andaluza o asturiana. O que se formen colas kilométricas cuando vayan a firmar a la feria de Madrid. “¿Y tú todo eso lo desdeñas, claro, como en la fábula de la zorra y las uvas?”, suele burlarse siempre algún contertulio. Pues sí, lo desdeño. Y no solo lo desdeño, sino que en algún caso me parece más bien un castigo. Las colas para la firma, por ejemplo. Yo me canso a partir de la cuarta y empiezo a hacer garabatos ilegibles. Otros se toman su tiempo, caligrafían alguna frase amable y hasta hacen dibujitos. El comprador se va tan contento. A mí solo me gusta firmar libros de uno en uno, en distintos días, a amigos o lectores que se me acercan y que me dicen que les gusta lo que escribo. En fin, que soy uno de esos autores que más detestan los editores: los que se las dan de genios y no se rebajan a promocionar la mercancía. A pesar de ello, tengo dos editoriales —hasta el momento, toco madera— fieles: Impronta y Renacimiento. Escribo siempre lo que quiero escribir, sin preocuparme de si es lo que está o no de moda, publico todo lo que escribo y nunca me he rebajado a enviar un original a un concurso o a solicitar una subvención o limosnera ayuda institucional. ¿Cómo no voy a considerarme, en esto de la literatura, un triunfador? 

Domingo, 2 de abril
CABALLO DE TROYA

Si yo tuviera que darle un consejo a quien sueña, joven o viejo, con hacerse un sitio en los grupos y grupúsculos del mundillo literario o político o académico, le diría: “La adulación es el mejor caballo de Troya para adentrarse en cualquier fortaleza que se aspire a conquistar”.

Lunes, 3 de abril
LÍBREME DIOS

De mis amigos líbreme Dios, que de mis enemigos me libraré yo. Una y otra vez me viene a la cabeza esa frase mientras hojeo al azar el libro que un escritor de mi edad, al que admiré allá en los setenta y luego todo lo contrario, dedica a otro al que yo siempre he admirado y él consideraba uno de sus más cercanos amigos. No perdona ni una intimidad que pudiera avergonzarle e incluso da a entender que el último reconocimiento que recibió fue más debido al azar y a la misericordia que a otra cosa.

            —Es una ley no escrita que el Cervantes se dé un año a un escritor español y otro a un latinoamericano. Como en 2019 se dio a Joan Margarit, al siguiente tocaba a un americano, y a ser posible mujer. Se barajaron los nombres de Ángeles Mastretta y de Gioconda Belli. Ambas empataron y los jurados no eran capaces de llegar a un acuerdo. Se acercaba la hora de anunciar el fallo y no había manera de decidirse. Entonces alguien propuso el nombre de Francisco Brines, que aparte de ser un notable poeta “estaba muy delicado de salud, y que podía ser —y acertó— su última ocasión para obtener el Cervantes”. Y ese fue el fallo que se anunció tras una hora de retraso. No acudió a recibirlo, por supuesto. Y no por las restricciones de entonces. Paco no hubiese podido ni escribir ni leer el discurso. Muestra, la terrible foto final de un anciano que no se puede sostener en pie, sujetado por los reyes, con gafas oscuras y negra mascarilla…

            De mis amigos, líbreme Dios, me repito. Pero afortunadamente yo he tomado la precaución de no ser importante y no habrá ningún jurado institucional o no que se decida a humillarme en el último momento ni ningún amigo que se crea en la obligación de contar minuciosamente mis triviales miserias ni ningún editor que se las publique.

Martes, 4 de abril
COSAS DE LA EDAD

“Ahora comprendo por qué Jon Juaristi está siempre tan irritado conmigo cuando nos encontramos en la tertulia virtual de los miércoles”, me digo al leer la columna que le dedica hoy Félix de Azúa. “Esto, esto es lo que quiere un escritor de cierta edad cuando publica un libro: que los amigos le hagan el reclamo en los periódicos y si son muy leídos y de una orientación distinta a la de uno, mejor que mejor, así se amplía el mercado. Lo que yo hago, subrayar tanto los aciertos como las caídas, está bien cuando uno es joven, pero a partir de cierta edad sobran las lecciones”.

Yo, sin embargo, me río cruelmente de Azúa, que divaga sobre dos libros que no ha leído, ni siquiera hojeado (del de Juaristi dice que tiene 500 páginas cuando son 350). Apunta confusamente a dos tipos de poetas, los clásicos, entre los que estarían Keats y Juaristi, y los románticos, en los que incluye a Byron y al otro jaleado, Ferrer Lerín. Los primeros, los clásicos, se caracterizarían “por mirar desde la altura los movimientos de las hormigas humanas”. Qué cosas. Se lamenta de que esos poetas amigos suyos, y por eso puede asegurar su honradez, no tengan dedicada una calle y también de no tener una borrica, llenarle las alforjas con sus libros e ir por ahí animando con gritos a la gente a que los compre “para evitar males mayores y aliviar los incurables”.

No hace crítica, por supuesto, solo publicidad, mala publicidad amical y un poco abusiva: no creo que en el periódico le paguen para ello, aunque divierta a lectores como yo.

Si triunfar es convertirse en un Azúa, qué suerte tengo de no ser un triunfador.

Miércoles, 5 de abril
QUE MÁS QUISIERA

 “Vives ajeno al mundo, solo te preocupas de tus paseos, de tus ensoñaciones y de tu literatura, ignoras lo mal que lo está pasando mucha gente”, me reprochan a veces.

            Antes se decía que vivía uno encerrado en su torre de marfil, o en su habitación acolchada, como Juan Ramón Jiménez para que no le molestaran los ruidos de la calle mientras corregía uno de sus poemas quitándole una coma y luego, tras mucho pensar, volviéndosela a poner.

            Qué más quisiera yo. Quién pudiera ser como Dios y vivir allá lejos en su paraíso de ángeles y nubes ajeno a los lamentos de esos pobres seres que al parecer creó en un momento de aburrimiento.

            Yo trato de taponarme los oídos, de mirar siempre que puedo para otra parte, de pasar rápidamente la página del periódico para que no me salpique la sangre inocente. No podría soportarlo si no lo hiciera. Pero hay veces en que la técnica del avestruz no funciona. Un amigo camina hacia el abismo y yo no puedo hacer nada para evitarlo —aunque hago todo lo que puedo— ni puedo mirar hacia otro lado. Me repito una y otra vez los versos de Vicente Gaos: “La vida es dura / y no hay consuelo. / Saca el pañuelo, / literatura”. Pero la literatura se ha cansado de servirme de consuelo.

Jueves, 6 de abril
HACER EL EQUIPAJE

La muerte de María Kodama me ha hecho revivir una de mis peores pesadillas: la del escritor anciano y enfermo, separado de sus amigos y costumbres, llevado a morir lejos para poder manipularle mejor y hacerse con su testamento. Lo que me cuentan de los últimos años de Brines y de los primeros de su fundación acentúa mis terrores. Afortunadamente, yo no tengo botín que repartir: no me ocurrirá lo que a ellos.

            Engorrosos trámites burocráticos retrasaron la fundación propia en que había pensado, por lo que puedo fácilmente renunciar a ella y donar mis libros y papeles que puedan tener interés a la Biblioteca de Asturias, donde estarán a disposición de a quien puedan interesar para toda la eternidad (ya lo he hecho con una parte). Pondré por escrito y ante notario mi intención de que sea de dominio público todo lo que he publicado y nombraré dos albaceas —ya he pensado en los nombres— para que decidan qué hacer con los inéditos. Creo que es la manera más sencilla de resolver el asunto sin crearle problemas a nadie.

            Conviene tener el equipaje listo, aunque la partida se retrase todo lo posible,. Yo me conformaría con poder conocer la mitad del XXI, cada vez más apasionante, como conocí la del siglo anterior.

Viernes, 7 de abril
UN MILAGRO

La verdad está en los mitos y en los ritos. Me gusta pensar que al final de una mala semana de preocupación y tormento está el milagro de la resurrección. Un milagro que se repite cada primavera y que seguirá repitiéndose cuando yo ya no esté aquí para verlo.