domingo, 29 de diciembre de 2019

Sin propósito de enmienda: Hacia otra España





Viernes, 20 de diciembre
PARA MEJOR

“Eres exactamente lo contrario que yo”, le digo a mi amigo Martín López-Vega cuando me cuenta que el próximo viernes piensa dejar su cargo, casi recién estrenado, de director de cultura del Principado y que el primero de enero comienza un nuevo trabajo en Madrid. “Tú, cada dos años, más o menos, cambias de ocupación, de domicilio, de pareja, y a veces hasta de continente, y siempre para mejor; yo, en medio siglo, no he cambiado ni de trabajo ni de casa ni de pareja…”
            “Pero también siempre para mejor”, me responde él con una sonrisa.


Sábado, 21 de diciembre
TENGO MIS DUDAS

Mis amigos se ríen de mí porque cuando llegan estas fechas siempre les cuento la misma historia: la población de España (y me imagino que también la de otros países) aumenta considerablemente en Navidad, hay una población virtual que –no me pregunten cómo– se convierte en real. Se ríen de mí, pero yo no me quedaría tranquilo mientras no se hiciera un censo de Oviedo en noviembre y otro en diciembre.
            ––Claro que habría más gente –me responde Aida Masip–, pero porque muchos vienen a pasar la Navidad con su familia.
            ––¿Pero de dónde vienen, de la España vaciada? Porque no hay ninguna ciudad en la que no ocurra lo mismo.
            Ya sé que mi teoría es inverosímil, que lo más realista es pensar que muchas personas se pasan los fines de semana encerraditos en casa y en cuanto se acercan estas fechas un resorte las obliga a salir.
            Qué raros somos, me digo. Se acerca la Navidad, el antiguo solsticio de invierno, y el hormiguero se vuelve histérico y todo el mundo anda por ahí alborotado.
            ––Celebran que ha nacido Dios –me dice otra amiga, empresaria de éxito y católica practicante.
            ––Bueno, Dios no existe. Si existiera, por su propia definición no podría haber nacido y, si hubiera nacido, por estas fechas no volvería a nacer, simplemente cumpliría años, aunque no creo que haya cumpleaños en la eternidad.
            ––Lo que pasa es que tú no respetas nada.
            De todos los seres del universo, la especie humana es para mi la más misteriosa, extravagante y fascinante. Y sin embargo, según todos los indicios, yo también pertenezco a ella.
            Sigo teniendo mis dudas. Quizá yo no sea más que un alienígena adoptado.


Domingo, 22 de diciembre
EL CINE DE LOS DOMINGOS

Suelo burlarme de mi amiga María Jesús porque siempre que pasan una película en el Teatro Filarmónica, de propiedad municipal, va a verla, muchas veces sin saber siquiera el título, solo que la proyección es gratis.
            Como no encuentro nada atractivo hoy en los cines verdaderos (que para mí son los cines comerciales) y en la película de este domingo, Dovlatov, de Aleksei German, aparece un escritor que admiro, Joseph Brosky, pues  también yo me acerco al Filarmónica.
            Me aburro mucho. Del protagonista, Sergei Dovlatov, no he leído nada, aunque sé que algunos de sus libros están traducidos al español, ni salgo con muchas ganas de hacerlo.
            Un país miserable aquella Unión Soviética de los años setenta, pero Dovlatov y sus amigos no salen muy bien parados.
            La poesía rusa es cuestión de fe, traducida al español se queda en nada. Los versos que recitan los poetas de la película, en sus alcohólicas reuniones, suenan bastante ridículos. Recuerdo las páginas crueles que Andrés Trapiello dedica en uno de sus diarios a burlarse de la poesía de Anna Ajmátova. Y no le falta razón, aunque yo jamás me atrevería a hacer lo mismo. Lo que nos conmueve en los poetas de la época de Stalin es la historia que hay detrás.
            Ni siquiera Brodsky, mi admirado Brodsky, me interesa demasiado como poeta. Son sus libros de ensayos autobiográficos Menos que uno y La canción del péndulo los que he leído con emoción y asombro. También sus páginas sobre Venecia Fondamenta degli Incurabile, traducido al español como Marca de agua.
            La verdad es que en Dovlatov, que no resistiría dos sesiones en un cine verdadero (de los que hay que pagar entrada), los escritores disidentes parecen unos cantamañanas. El protagonista, divorciado y con una hija, rechaza los encargos que le hacen, no da muestras de buscar ningún trabajo, quiere que publiquen lo que a él le apetezca escribir y vivir de ello.
            Me imagino que, cuando emigró a Nueva York, aprendería que si un periódico le hacía un encargo no podía aprovecharlo para burlarse de los que le habían hecho el encargo.
            Una película en ruso, subtitulada, seis días en la vida de unos personajes que fuman y beben y de vez en cuando recitan malos versos, en una sala sin calefacción y donde todo el mundo se aburre educadamente… Me pareció que había rejuvenecido cuarenta años y volvía a las películas de arte y ensayo en el Palladium.

Lunes, 23 de diciembre
BAJO LA VOZ

Estoy aprendiendo a bajar la voz cuando hable de determinados temas, como en tiempos de Franco, como en la antigua Unión Soviética. Aparecen José Luis Piquero y Bárbara  esta mañana por mi rincón de Las Salesas. Hablamos, claro está, de política y yo trato de demostrarle, con buenas razones, que es el típico nacionalista español, que en otros aspectos será de izquierda, pero que en cuanto se le toca al nervio patrio le salta el furibundo Vox, la aflautada voz de Franco que la mayoría de los españolitos siguen llevando dentro. Pero es aparecer el tema catalán, es tratar de poner yo un poco de racionalidad en el asunto y de inmediato comienzan las miradas retorcidas o furibundas a mi alrededor. Me doy cuenta entonces de que estoy en plena zona nacional (una gran bandera, recién clavada en el corazón azul de la ciudad, lo deja claro) y bajo la voz por puro instinto de supervivencia.
            José Luis Piquero, que vive en Huelva, se ríe de mis temores. “Vas a tener que irte a vivir a Gijón”, me dice. “Mientras no me tenga que ir a vivir a Lisboa”, le respondo. “Ya estoy mirando como está el alquiler por si hay terceras elecciones y por fin los tuyos reconquistan España”, “¡Y dale con los míos! Que no son los míos, aunque, eso sí, a mí en odio a los independentistas que se saltan la ley no me gana nadie”, “Ni a ti ni a los barones socialistas. Que Dios nos coja confesados”.


Martes, 24 de diciembre
ME VAN DEJANDO

Hay días como sabrosos helados de diversos sabores. Me levanto y escribo un rato, una hora más o menos, como hago cada día desde más de medio siglo. Luego, con la sensación del deber cumplido, me voy a Las Salesas. Llevo conmigo un libro, que he escogido al azar, y nada más abrirlo me encuentro con Emilio Renzi tomando un café en una terraza de la plaza Carlo Felice, cerca de la estación, y frente al hotel Roma. Releo “Un pez en el hielo”, de Ricardo Piglia, y vuelvo a revivir la emoción de aquellos días de agosto de 1950 y el momento en que Pavese tuvo por fin la certidumbre de que jamás volvería a dormir solo en un cuarto de hotel.
            Luego, una invitación imprevista de mi nueva familia, y subo en coche al Naranco. Nunca había estado junto al Cristo abierto de brazos que veo desde mi casa y ahora veo mi casa y la ciudad entera desde allí. También el ruedo de los montes nevados y el azul del mar diluyéndose en la lejanía. La temperatura es veraniega, no parece que esta noche sea Nochebuena.
            Pero lo es y el tercer sabor del día transcurre en Avilés, entre luces y sombras. Qué consoladora certidumbre al ver de nuevo llena de alboroto la casa de siempre, ¿Pero dónde están los amigos con los que me reunía antes de la cena en familia? Todos se han ido borrando y no han venido otros a sustituirlos.
            Yo no quiero dejar Avilés, pero siento que Avilés me va dejando. Avilés y el mundo. Le va a costar, la verdad. No se lo pondré fácil.


Miércoles, 25 de diciembre
UN SABOR AGRIDULCE

Me despierto temprano, descorro las cortinas, sorprendo al parque aún medio dormido dejándose acariciar por los rosados dedos de la aurora, escucho los sonidos de la mañana, bajo a desayunar antes que nadie, salgo a dar un paseo por calles que tienen tatuada mi historia, triste y alegre como las coplas de Manuel Machado. Me siento un momento en el parque del Muelle, saco el cuaderno y escribo:

Esta mañana
igual que tantas otras
y tan distinta.

Tímida Aurora
con un verso de Homero
siempre en los labios.

Madrugadores
en la ciudad vacía
el sol y yo.

También tú tienes
un sabor agridulce,
felicidad.


Jueves, 26 de diciembre
UN SANTO VARÓN

“No debería decirlo, pero voy a decirlo. Pierdo una vez más la ocasión de callar”, le digo a un amigo que me pregunta si creo que va a haber por fin gobierno en España.
            “Probablemente lo haya, como regalo de Reyes y de ese santo varón que es Oriol Junqueras. Yo en su lugar me vengaría de quienes me encarcelaron y de quienes lo aplaudieron y le pediría a mi partido que votara un no tan grande como una casa en la investidura. Y luego, tras nuevas elecciones, tendríamos el gobierno que nos merecemos: una marioneta de Vox como presidente, Cayetana Álvarez de Toledo como vicepresidenta, multas para quien no cuelgue la banderita en su balcón y brigadas patrióticas patrullando las calles para denunciar excesos feministas e inmigrantes clandestinos”.
            Pero la España de izquierdas, la España que ha renunciado a decir la verdad para no perder votos, está de suerte. Oriol Junqueras es mejor persona que yo. Nos dará una nueva oportunidad de vivir en un país mejor.



viernes, 20 de diciembre de 2019

Sin propósito de enmienda: El delincuente honrado





Sábado, 14 de diciembre
RENCOR PERPETUO

Conocí al poeta José Bento, el gran traductor de poesía española, a finales de los años setenta por mediación de Ángel Crespo. Durante un tiempo fuimos amigos, bastante buenos amigos, o eso creía yo. Me visitó cuando yo estudiaba en Coímbra, una ciudad que él conocía bien, y también fue mi guía en Lisboa. Intercambiamos libros, colaboró en Jugar con fuego, me ayudó a encontrar algún raro material bibliográfico para mis trabajos pesssoanos.
            Una referencia a él aparecida en Días de 1989  le irritó tanto que me escribió una carta indignada rompiendo toda relación. No aceptó ninguna disculpa. Cuando, mucho tiempo después, coincidí en Lisboa con Francisco Brines, el director del Cervantes, Ramiro Fonte, le pasó una invitación de Bento. “Pero solo para Brines, ¿eh?, solo para Brines”, me contó Fonte que le repitió varias veces, como si temiera que yo también me diera por invitado. A mí no quería ni verme.
            Me entero ahora de su muerte, treinta años después del enfado. Al principio, le seguí enviando mis libros dedicados. Nunca contestó. Finalmente dejé de hacerlo.
            ¿Me habría olvidado, como yo a él hasta este momento en que me llega la noticia de su muerte, o seguiría alimentando el rencor durante estos largos años?
            Mi supuesta ofensa ahí sigue, perdida en las páginas de un libro, para el curioso que quiera dar con ella. Yo ya ni la recuerdo, pero sí recuerdo que ni fue intencionada ni a mí me pareció que tuviera ninguna gravedad. Y que sentí, y todavía siento, haberle herido: le apreciaba de veras.
            Yo, afortunadamente, no tengo tanta memoria para las ofensas reales o imaginarias. Y siempre acepto una disculpa. Ni siquiera hace falta que sea sincera, basta con que lo parezca.
            Me moriré quizá odiado por muchos (casi todos poetas o eso se creen ellos), pero sin odiar a nadie. Algo bueno ha de tener la mala memoria.
           


Domingo, 15 de diciembre
MENUDA TROPA

––¿Así que ahora te unes a los populistas? Ya das vivas a Boris Johnson, pronto se las darás a Donald Trump –me dice un amigo tras leer mi página semanal en El Comercio.
            ––Yo solo estoy con los que no comulgan con ruedas de molino.
            ––Tú siempre tienes la razón y los demás estamos equivocados.
            ––Yo solo trato de analizar la realidad con los menos prejuicios posibles. La cuestión no era la bondad o maldad del Brexit. Yo en eso no entro, sino en si el referéndum representaba o no la decisión libre de los ciudadanos británicos. Nos quisieron hacer creer que los votantes habían sido engañados por Rusia, por Facebook o por no sé qué otro avatar del demonio. Se ha demostrado que no era así.
            ––Pero había muchos que estaban y están en contra, no me lo vas a negar.
            ––Las decisiones democráticas no se toman por unanimidad, sino por mayoría.
            ––Pasa lo mismo que en Cataluña, la mitad de los votantes quiere una cosa y la otra mitad lo contrario.
            ––De Cataluña no hablo, ya sabes. Sí de cuánto me avergüenzan los “barones socialistas”. Que cada uno tenga las ideas que quiera, pero si Iceta defiende la plurinacionalidad de España y otras cosas quizá discutibles, aunque bastante sensatas, y ante las descalificaciones de ciertos correligionarios pide un poco de respeto, no tiene sentido que el presidente de Aragón le acuse de tratar de impedirles hablar, de alinearse con los independentistas y de supremacismo. Eso, señor Lambán, es una majadería se mire como se mire y la diga quien la diga, un presunto socialista o un Ortega Smith.
            ––¡Siempre empeñado en tener razón!
            ––Exacto. Y en rectificar cualquier error. En esa polémica Iceta se ha comportado como un caballero y Lambán… que cada uno le ponga el calificativo que quiera, que no quiero que me acuse también a mí de supremacista por pedir respeto para quienes tienen una idea de España distinta de la suya.

Lunes, 16 de diciembre
ELOGIO DEL FRACASO

Cuando se acerca el final del año y el final de la vida… laboral, uno tiende a hacer balance. No ha dejado de llover en todo el día, así que las cuentas que me hago quedan empapadas de melancolía.
            ¿Soy un fracasado, un triunfador? Todo es conforme y según, que diría Manuel Machado. En el amor, bien mirado, he tenido suerte. Perdí tres o cuatro veces la cabeza, pero la recuperé antes de que hubiera consecuencias irreparables (o muy costosamente reparables). Me acostumbré desde muy pronto a vivir solo, pero siempre en buena compañía, y ahora estoy tan acostumbrado que no lo cambiaría por nada del mundo.
            ¿Y en la vida laboral? No conseguiré jubilarme siendo el último del escalafón, como siempre he pretendido, pero casi. Otros pensarán que eso es un fracaso, pero no yo. Ya se sabe –bueno, quizá alguien no lo sepa– que en la Universidad dar clases no es la principal actividad ni la más prestigiosa. Todo lo contrario. En cuanto asciendes en el escalafón, te van liberando de “carga docente”. Si das muchas clases, eres un principiante, un asociado, un don nadie que gana cuatro euros. Yo me jubilaré, más de cuarenta años después, con la misma docencia que al comienzo. Como eso es lo que me gusta y no las actividades de gestión ni perder el tiempo en publicaciones que solo sirven para que las evalúe mecánicamente –sin leerlas– la ANECA, pues no me quejo. He logrado salirme con la mía.
            En la literatura, nunca he vendido ni venderé mucho, nunca he tenido ni tendré premios. Un fracasado en toda la regla para el vulgo municipal y académico. No se me ocurriría negarlo. Pero me divierte más fracasar así y escribir siempre a mi aire desde los tiempos de Jugar con fuego que haber sido un triunfador de los que adulan a quien corresponda y pisotean al resto.
            De lo que más contento estoy es de no haber tenido que presentarme nunca a ningún premio, amañado o no. Yo creo que todos manchan y el último mata.
            ¿Un fracasado, un triunfador? Un fracasado dirán quienes admiran a mis exitosos coetáneos, Gamonedas, Savateres, Siles o Vilas. Y yo también lo digo, por supuesto (pero espero que nadie crea que me lo creo).
           

Martes, 17 de diciembre
UN BIEN SUPERIOR

Ando releyendo estos días una obra teatral de Jovellanos, El delincuente honrado, sobre los problemas de conciencia de un juez que se ve obligado a aplicar una ley injusta.
            Mucho hemos avanzado desde aquellos tiempos. Ahora el principio básico del Derecho penal ha pasado de “in dubio pro reo” a “in dubio pro patria”.
            La defensa de un bien superior, la unidad de la patria, está por encima de los derechos humanos.


Miércoles, 18 de diciembre
CONTERTULIOS DE PAPEL

Me gusta que una parte de mi biblioteca esté ordenada, bien ordenada, y en ella pueda encontrar al instante el libro que busco, pero no me gusta menos que otra sea tan caótica como la más caótica librería de viejo. Si no tengo libros recién llegados que hojear, rebusco en ella y al instante doy con un algún volumen apasionante y olvidado en previsión de que durante el café de la tarde no llegue ningún amigo a hacerme compañía.
            “Tú nunca quedas con nadie; tú recibes, como los nobles de antes, a ciertos días y a ciertas horas”, me dijo una vez un amigo.
            Y tenía razón. Yo, por la mañana, de lunes a viernes, hacia las doce, estoy en Las Salesas; por la tarde, a las siete y media, de lunes a jueves, en el Vetusta; los viernes, a las siete, en la tertulia clásica, la que comenzó en la cafetería Óliver el año 1980 y ahora se celebra en el Savanna, después de haber pasado por tres o cuatro sitios que fueron cerrando; los sábado en el Atrio, en Avilés. Quien quiera verme, sabe dónde encontrarme. Y si no viene nadie, llevo conmigo contertulios que nunca fallan. Esta tarde el azar de mi selvática biblioteca me ha regalado Viages de Chateaubriand en América, Italia y Suiza, en una edición, elegantemente encuadernada, de 1847.
            Qué placer acompañarle en una comida con George Washington: “El general nos enseñó una llave de la Bastilla, que era unos juguetes harto necios que se distribuían entonces en ambos mundos.  Si Washington hubiese visto como yo, a los vencedores de la Bastilla en los arroyos de las calles de París, hubiese tenido menos fe en su reliquia. La fuerza y la gravedad de la revolución no residían en aquellas sangrientas orgías”.
            Apasionante es lo que cuenta de la historia política (y en especial de las recién independizadas colonias españolas, que él hubiera querido –e intrigó para ello– monárquicas), pero no menos apasionante resultan sus páginas de historia natural: “Cuando se ven por primera vez las obras de los castores, no se puede menos de admirar al que enseña a un animal irracional el arte de los arquitectos de Babilonia, sucediendo con mucha frecuencia que el hombre, tan pagado de su ingenio, necesita aprender en la escuela de un insecto”.
            A Chateaubriand uno nunca se cansa de escucharle, pero cuando llega algún conocido le dejo con gusto a un lado. “¿Interrumpo?”, dicen los más educados al verme absorto en un libro. No, los amigos no me interrumpen nunca. Para leer jamás me faltan horas ni me faltan libros; para charlar tampoco me faltan horas, pero a menudo sí interlocutores que o tienen mucho que hacer o se cansan pronto de soportarme.


Jueves, 19 de diciembre
SIN COMENTARIOS

El Tribunal Supremo español consultó al Tribunal de Justicia de la UE si tenía inmunidad un político español que había sido elegido para el parlamento europeo, pero no esperó a que le resolvieran esas dudas y le mantuvo preventivamente preso y no le dejé tomar posesión de su cargo y le juzgó a su manera y le condenó a muchos años de cárcel.
            Ahora resulta que no podía hacer lo que ha hecho porque ese político –que sigue encarcelado– tenía inmunidad desde el mismo momento en que fue elegido.
            Como yo no tengo inmunidad, me abstengo de poner por escrito el calificativo que tal comportamiento merece.




sábado, 14 de diciembre de 2019

Sin propósito de enmienda: Modestia aparte



Viernes, 6 de diciembre
PASSAGE POMMERAYE

Desde que leí a finales de los años sesenta “El otro cielo”, uno de los relatos reunidos por Julio Cortázar, en Todos los fuegos el fuego, descubrir un nuevo pasaje tiene para mí un secreto atractivo.
            El protagonista de “El otro cielo” entra en la parisina Galerie Vivienne y aparece en el Pasaje Güemes, junto a la calle Florida, en Buenos Aires, o al revés. Pasa también de un tiempo a otro: de los años cuarenta de su adolescencia a un fin de siglo de ajenjo y prostitutas y poetas malditos.
            Descubro hoy este pasaje, del que ni siquiera había oído hablar, cerca de la Place du Commerce y en una calle en la que abundan las librerías. Tiene varios pisos y una operística escalinata, rodeada de esculturas.
            Una placa conmemorativa me indica que fue abierto por iniciativa del notario Louis Pommeraye en 1843. Julio Verne, que nació en esta ciudad, tenía entonces quince años y yo me lo imagino recorriéndolo asombrado la primera vez. Pero el asombro le duraría poco. Prefería recorrer los muelles en los que atracaban los barcos negreros y soñar con subir de incógnito a uno de ellos y zarpar en busca de monstruos marinos y tesoros escondidos.
            Mientras recorro el pasaje y busco la puerta secreta que me lleva a otra ciudad y a otro tiempo, a la memoria me vienen unos versos que leí allá por 1970 y que me han acompañado desde entonces: “Oh, ser un capitán de quince años, / viejo lobo marino, las velas desplegadas, / las sirenas de los puertos y el hollín y el silencio en las barcazas, / las pipas humeantes de los armadores pintados al óleo, / las huelgas de los cargadores, las grúas paradas ante el cielo de cinz, / los tiroteos nocturnos en la dársena, fogonazos, un cuerpo en las aguas con sordo estampido, / el humo de los cafetines”.
            Cortázar, Gimferrer, Verne… A veces pienso que la realidad no es para mí más que una historia ilustrada de la literatura.


Sábado, 7 de diciembre
AMARILLOS

En una marquesina veo anunciado el número de diciembre de Le Magazine Littéraire. Albert Camus nos mira desde la portada; detrás, un puñado de revoltosos, chalecos amarillos y diversas banderas. De la estelada, que aparece en el centro, no diré nada, pero sí de los chalecos amarillos que estos días hacen de las suyas y encabezan una huelga general contra la reforma de las pensiones.
            Han roto, o intentado romper, diversos escaparates y se han ensañado con un McDonald’s que hoy abre blindado con tablones como en tiempo de guerra.
            Aunque varias librerías han sufrido daños es la furia contra los McDonald’s lo que para mí más los desacredita.
            Para ellos, no es una cadena de comida rápida, sino uno de los símbolos del demonio. O una de sus tentaciones, a las que parece no es posible resistirse.
            Hay muchas cosas por las que protestar, todos tenemos algún motivo para ello. Pero por lo que protestan los que tratan de defender sus privilegios gremiales frente a las reformas de Macron no es lo mismo que indigna a otros colectivos. Para unir a todos, mejor aparcar la racionalidad y refugiarse en el símbolo: unos chalecos amarillos, que no significan nada y pueden cobijar a todos.
            El pensamiento mágico sigue tan vigente en el siglo XXI como en la prehistoria. Se necesitan símbolos y chivos expiatorios. El nacionalismo obtuso y los movimientos antiglobalización más descerebrados escogen a los McDonald’s.
            ¡Qué amenaza para la alta cocina francesa! ¿Cómo va alguien a entrar en un restaurante con tres estrellas Michelin después de haber paladeado una hamburguesa y unas patatas fritas rociadas de kétchup?
            Yo creo que en el fondo lo que piensan los que no piensan es que esa comida basura está hechizada y quien la prueba una vez no pude prescindir de ella.
            No lo pienso decir para que no se enfade una querida amiga, pero amarillo por amarillo yo prefiero lazos a chalecos.


Domingo, 8 de diciembre
EL DERECHO Y EL REVÉS

En una de las naves de la catedral, me encuentro un aparatoso sepulcro, como de un rey o un noble medieval. Me acerco y está dedicado a un general que en África amplió los confines de la patria y combatió a los nativos que no respetaban la ley. El epitafio, en latín, lleva la fecha de 1865.
            En una plazoleta, doy con el busto de un para mí desconocido Eugene Livet. En la parte de atrás de la base que lo sostiene, una placa cuenta su historia. Nacido en 1820, muerto en 1913, fundó en Nantes una escuela que unía a la instrucción clásica la práctica profesional. La dirigió durante más de medio siglo. En 1898 la adquirió el Estado y se convirtió en Escuela Nacional Profesional Livet.
            “Eugene Livet  –leo–  fue un gran educador, pero también un hombre de enorme corazón y bondad. La villa de Nantes, sus alumnos, sus admiradores, han elevado este modesto monumento para honrar y perpetuar su memoria”.
           

Lunes, 9 de diciembre
VELERO Y MEMORIAL

El Memorial de l’Abolition de l’Esclavage está sepultado en los antiguos muelles del río. Desciendo las escaleras y algo me llega de la angustia de quienes fueron transportados como animales de un continente a otro, haciendo escala en este lugar.
            No puedo mirar los hermosos palacetes que construyeron los mercaderes de Nantes, con exóticos mascarones en sus fachadas, sin pensar que están levantados sobre fango y sangre.
            La lucha por la abolición de la esclavitud duró más de un siglo.  Brasil tiene el triste honor de ser el último país en abolirla, en 1888. El penúltimo, muy poco tiempo antes, en 1886, fue nuestra querida España. Estas cosas no se enseñan en las escuelas. ¿Cuántas ilustres fortunas patrias tienen su origen en el tráfico de esclavos?
            Salgo con el corazón oprimido del húmedo sótano y cruzo al otro lado del río, donde estaban los antiguos astilleros y ahora se encuentran el Carrousel des Mondes Marins y los autómatas inspirados en las fantasías de Julio Verne.
            A Verne lo leí en la adolescencia, después me he limitado a añorar las aventuras que viví entonces.
            Veo, al otro lado del río, a un velero que ya me encontré el pasado verano en Burdeos, el Belem, construido en estos astilleros en 1896 y que aún sigue navegando. Quién como él.


Martes, 10 de diciembre
HOPPER Y SIMENON

Entro en el Café du Commerce un atardecer frío y desapacible, me siento a una mesa junto a las cristaleras y al otro lado, en la terraza, hay una mujer de espaldas que parece esperar a alguien. De vez en cuando saca el teléfono y escribe un mensaje. No puedo evitar leerlos. Exigen, suplican, imploran.
            Por fin, aparece un joven que se sienta frente a ella, le coge las manos y le susurra lo que parecen disculpas. Tiene poco más de veinte años, va vestido informalmente, con chándal y parece un inmigrante.
            La escena me llena de melancolía. Son dos náufragos que se apoyan el uno en el otro. Él no tiene pinta de don Juan, sino más bien de adolescente desvalido y ella, por mucho que intente disimularlo, ya no cumplirá cincuenta años.
            Juego a imaginar una investigación de Maigret. El comisario bebe calvados en una esquina y parece ausente, pero está atento a todos. Por este ruidoso y bullicioso local, que tiene más de cantina que café burgués, pasan todos los chismes de la ciudad. El comisario escucha, no pregunta, atiende y calla.
            Una elegante dama, de cerca de sesenta años, aunque trataba de aparentar menos, se presentó en su despacho para contarle la  historia de un joven de origen marroquí que había sido detenido por un crimen del que era inocente.
            “¿Qué relación tenía usted con él?”, le preguntó el comisario. “Le quería como a un hijo, le ayudaba a encontrar trabajo”, respondió ruborizándose.
            El comisario no sabía por qué había aceptado el encargo. Tenía amigos en la prefectura de Nantes y no le fue difícil averiguar los detalles.
            En mi devaneo, como en las novelas de Maigret, lo de menos es la solución final. Lo que importa es la atmósfera provinciana, opresiva, las horas que parecen no pasar, la miseria moral que esconden tantas vidas aparentemente anodinas.



Miércoles, 11 de diciembre
NANTES TIENE

¿Qué tiene que tener una ciudad para que yo la añada a mi colección particular? Nantes tiene el Hotel de France, junto a la plaza dieciochesca de Graslin, con su ópera neoclásica. el restaurante La Cigale, tan aparatosamente modernista, y el cercano cine Katorza, que dentro de poco cumplirá cien años; tiene la librería Coiffard y la luminosa FNAC en el edificio de la Bolsa (en una de las fachadas, una estatua de don Enrique el Navegante y en la otra la de un belicoso héroe); tiene la biblioteca municipal, junto al mercado, y el Museo de la Imprenta, con sus heroicas minervas y rotativas; tiene el Café du Comerce, donde presencié el tableau vivant de un Hopper y fantaseé una novela de Maigret. Y tiene huertos urbanos y mascarones en las fachadas y avenidas antes llenas de barcos y grafitis ultraístas y la Torre de Bretaña como un apacible gigante que pastorea el caserío.


Viernes, 13 de diciembre
BRAVO POR BORIS JOHNSON

¿Van a pedir disculpas ahora los principales medios de comunicación españoles por las mentiras que han difundido en torno al Brexit? Nos hicieron creer que los británicos habían votado a favor de salir de la Unión Europea engañados por Facebook, Putin y no sé qué otros demonios. Nos hicieron creer que esa salida hundiría la economía y causaría una catástrofe que dejaría chiquitas a las plagas bíblicas.
            No quisiera presumir, pero me temo que yo fui el único que no me creí tales patrañas ni aplaudí al parlamento británico cada vez que bloqueaba el cumplimiento del referéndum.
            Ahora los electores presuntamente engañados le han dado a ese parlamento con su bloqueo en las narices.  
            El Reino Unido abandonará el paquidermo burocrático en que se ha convertido la Unión Europea, pero seguirá formando parte por los siglos de los siglos de lo mejor de Europa.
            Y los que nos mintieron –o no mintieron, simplemente se engañaron: menudos intelectuales de referencia– no pedirán disculpas, faltaría más.
           




martes, 10 de diciembre de 2019

Sin propósito de enmienda: Madrid reconquistado



Jueves, 28 de noviembre
UNA RARA EMOCIÓN

Siempre he dicho que para mí Antonio Machado es algo más que un poeta, alguien de la familia. Suyo era el primer libro que compré, ahorrando céntimo a céntimo, cuando tenía trece o catorce años. Y lo leí con tanta pasión –aunque muchas páginas de elucubraciones metafísicas no las entendiera– que me llegué a saber docenas y docenas de poemas suyos de memoria. Todavía puedo empezar con los primeros versos (“Está en la sala familiar, sombría, / y entre nosotros el querido hermano / que en la tarde infantil de un claro día / vimos partir hacia un país lejano…") y seguir y seguir.
            Esta inverniza tarde madrileña he tenido el raro privilegio de hablar de él en el Instituto Cervantes ante su otra familia: sobrinos nietos y sobrinos biznietos, los descendientes de su hermano Francisco (ni él ni Manuel Machado tuvieron hijos), también escritor.
            Sentí una rara emoción, la verdad. Como si se cerrara un círculo.



Viernes, 29 de noviembre
TANTOS AÑOS DESPUÉS

Saludo a Manuel Neila en el homenaje a los Machado y al poco se me acerca Jesús Munárriz. Hace ya más de cuarenta años de mi primer viaje literario a Madrid. Vine a presentar la revista Jugar con fuego y el libro Clamor de lo incesante.
            Me acompañaba Víctor Botas, el presentador era Luis Antonio de Villena, entonces el poeta joven al que más admiraba. Asistieron al acto, y después nos acompañaron a cenar, Francisco Brines, Jesús Munárriz, Jaime Siles, Rosa Pereda, Marcos Ricardo Barnatán, entre otros que no recuerdo. Eduardo Haro Ibars, armó una pequeña performance durante la presentación. A todos los había leído en mi rincón provinciano, pero a ninguno conocía personalmente.
            El reencuentro con Neila y Munárriz me hace volver la vista atrás. De la mayoría de esos escritores, no tardaría en distanciarme. La razón siempre la misma: o una reseña que no les gustaba demasiado o alguna indiscreción en mis diarios.
            “Eres la única persona con la que se ha enfadado Brines”, me dijo una vez Vicente Gallego. En este caso la terrible indiscreción que le hizo montar en cólera una mañana avilesina (había ido a Asturias a varias lecturas) apareció en Los Cuadernos del Norte. Comentaba yo los Poemas a D. K. y dije que algunos de ellos aparecían en Palabras a la oscuridad con el nombre completo de a quien estaban dedicados, Detlef Klugkist. ¡Buena la hice! Creo que aún no me lo ha perdonado.
            El enfado de otros tiene mayor motivo. A Semáforos, semáforos le dediqué una reseña tan feroz como divertida, “Soma y sema de Jaime Siles”. Muchos años después, cenando con Dionisia García –me lo contó ella– y hablando de otras cosas, de pronto aludió Siles a mi reseña: “La tengo clavada aquí”, dijo señalando no sé si la cabeza o el corazón. ¡Pobre! Hoy no sería tan maleducadamente sincero.
            Jesús Munárriz me encargó y editó un libro, Poesía española 1982-1983, que iba a ser el primero de una serie y que tuvo cierto eco polémico. Cuando terminé el segundo tomo al año siguiente y se lo pasé, decidió no publicarlo, después de haberme ido animando a escribirlo. No me explicó la razón, pero parece que algo tuvo que ver uno de sus colaboradores de entonces, Ramón Buenaventura, que no salía muy bien parado.
            Yo, que no practico el intercambio de favores, le incluí luego en mi antología Treinta años de poesía española, a pesar de la resistencia del editor, Abelardo Linares.  Y recuerdo de memoria versos suyos, como los dedicados a la tumba del soldado desconocido: “Soldado nunca fui. Me uniformaron / para la degollina. / Apaguen ese fuego, por favor; / arranquen de mi polvo esas letras de bronce. / Más leve es de civil la eternidad”.
            Nunca he aspirado, y menos me he peleado, por un cargo, un premio, la publicación en esta o aquella editorial de prestigio, nunca he vetado a nadie. Creo que en la carrera literaria soy un rival cómodo. Siempre me hago a un lado y dejo que sean otros quienes se enfrenten por los primeros puestos.
            La razón de que algunos escritores, poetas sobre todo, me honren con su odio, en lugar de con su indiferencia, resulta inexplicable. ¿Qué le podrá importar a un poeta al que le dan todos los premios y le jalean en los Babelias que le ponga yo ciertos reparos en alguna reseña perdida?
            Una vez, al bajar a desayunar al comedor del hotel, me encontré a Antonio Gamoneda, que acababa de recibir el Cervantes. Como se sentó muy cerca, y habíamos tenido alguna relación en otros tiempos, me sentí obligado a saludarle: “Buenos días, señor Gamoneda, no sé si acordará usted de mí…”
            Saltó de inmediato, como si tuviera preparada la réplica: “Sé perfectamente quién es usted, pero no tengo ningún interés en hablar con usted”.


Sábado, 30 de noviembre
MADRID RECONQUISTADO

Encuentro Madrid más antipático que de costumbre, o al menos el centro de Madrid, con sus aceras levantadas, las apretujadas multitudes, las banderas rojigualdas que parecen marcar un territorio recién reconquistado.
            ––¡No comprendo cómo te puede molestar la bandera de tu país!, me dice el amigo facha que me acompaña.
            ––Perdona, pero creo que deberías estudiar un poco de semiótica. Dos significantes idénticos (un rectángulo con determinados colores, por ejemplo) pueden tener significados distintos según el contexto y por lo tanto son signos diferentes. Esa presunta bandera de España que algunos ponen en la correa de su reloj, en el collar de su malencarado perro o tamaño XL en determinados lugares públicos representa solo una amenaza.
            ––Pero no contra los buenos españoles, contra los antiespañoles.
            ––¿Y pensando así te extraña que muchos nos tentemos la ropa cuando vemos esgrimir la bandera de España en ciertas manifestaciones? Haría falta una ley para proteger del mal uso los símbolos nacionales.
            Huyendo del frío y del vulgo municipal y espeso, acabamos refugiándonos en el Palace. No había vuelto a sentarme en su famosa rotonda desde los tiempos de Víctor Botas. Él se alojaba allí porque ya lo visitaba con su abuelo cuando era niño y le hacían una rebaja. Yo buscaba un hotel más modesto.
            Recuerdo una vez que, con no sé qué pretexto, varios contertulios hicimos un viaje a Madrid. Botas, que viajaba sin la imprescindible Paulina, nos tuvo charlando bajo la modernista cúpula hasta cerca de la una. No se decidía a subir a su habitación. Nosotros, muertos de sueño, sobre todo yo, queríamos marchar, pero él siempre encontraba un pretexto para retenernos. Al final nos confesó que le asustaba dormir solo.
            ––Pues no duermas solo –dije yo, y señalé a una elegante señorita que fumaba distraída al otro lado del salón.
            Botas se volvió a mirarla y ella sonrió. Nosotros aprovechamos la ocasión para despedirnos y no sé cómo acabaría el asunto.


Domingo, 1 de diciembre
ME GUSTA PASARLO BIEN

Llevan tiempo dándome la tabarra con esa obra maestra, El irlandés, la nueva película de Martin Scorsese. Pero yo no acabo de animarme a verla. No tengo paciencia para estar tres horas y media ante el televisor.
            Desdeño una presunta obra maestra y no me pierdo, sin embargo, una confesa nadería como Puñales por la espalda, de Rian Johnson. Desde la primera imagen del gran caserón, ya sé que lo voy a pasar bien.
            Me arrellano en la butaca como el niño que espera un cuento. Vuelvo a la adolescencia y a los crímenes en una habitación cerrada y a los cadáveres en la biblioteca y a las minucias que acaban resolviendo el enigma.
            Un cuento de hadas, una bocanada de felicidad en este día gris.


Lunes, 2 de diciembre
PIENSO, PERO NO DIGO

––Me siento como un hombre del siglo XX desterrado en el XXI –me dice un amigo más o menos de mi edad.
            ––Pues yo me siento como un hombre del siglo XXI que ha tenido la desdicha de vivir la mayor parte de su vida desterrado en el XX. No sé cómo pude soportar aquellos lugares llenos de humo, la burla y el desprecio a los diferentes, la paciencia como única solución para el maltrato en el matrimonio, el correo caracol, los teléfonos que unían lugares con lugares, no personas con personas, y que solo servían para hablar, la falta de redes sociales…
            ––Las redes sociales no son más que un quita tiempos y un comecocos.
            ––O una maravillosa manera de estar menos solos, depende de cómo se usen.
            ––¡Yo soy de los que hablan con la gente cara a cara, de los que invitan al amigo a tomar una cerveza!
            ––Tú, lo que eres es tonto –pienso, pero no digo– o quizá solo lees demasiado a Juan Manuel de Prada. ¿Cómo vas a quedar a tomar cerveza con un amigo que vive a cientos o miles de kilómetros de distancia? ¿Me impiden a mí las redes sociales tomar café y debatir con mis amigos todos los días? Las redes sociales añaden, no restan. Ser del siglo pasado no debería impediros, ni a ti ni a Prada o Marías, el uso del razonamiento lógico. Ten en cuenta que Aristóteles era muy anterior.


Martes, 3 de diciembre
UN TEST

Ando algo afónico y el médico me ha recomendado que pida la baja y hable lo menos posible durante cuatro días. Hablo lo menos posible. En clase, bajito, y procurando que intervengan mucho los alumnos; en la tertulia del Vetusta, permanezco casi todo el tiempo en silencio.
            Al final, cuando voy como cada día a comprar al Mercadona, sonrío y digo: “Me ha gustado esto de callar y escuchar por una vez a los demás. Así he podido darme cuenta de lo poco que pierdo cuando solo me escucho a mí mismo”.
            La mayoría se ríe; unos pocos se enfadan. No diré en qué grupo están mis amigos más inteligentes.


Miércoles, 4 de diciembre
MI FAKE NEWS FAVORITA

En España no hay presos políticos.



sábado, 30 de noviembre de 2019

Sin propósito de enmienda: Una navaja bien afilada





Sábado, 23 de noviembre
DE DÓNDE VENIMOS

“Hoy he tenido un rato de flirt con una secretaria del Instituto, muy buena moza, y a la que nunca se me había ocurrido conquistar. De pronto se me metió la idea en la cabeza –o no sé dónde–, la llamé a mi despacho, cuando ya se habían ido todos menos ella y yo… y me puse joven y bárbaro. Las mujeres ahora andan tan desnudas y provocativas, que es dificilísimo no sentirse desatentado con ellas”.
            Estamos en 1960, quien escribe es un poeta de misa diaria, franquista de pro (el mejor amigo de Rosales y Panero), directivo del Instituto de Cultura Hispánica. Lo hace en un diario que corrige una y otra vez y en el que aspira a reivindicarse para la posteridad.
            Lo que nos cuenta en esa breve nota, lo que  él califica elegantemente de flirt, solo puede ser considerado, en el mejor de los casos, como abuso sexual (más bien parece una violación).
            Dos días después de la anotación, que lleva la fecha del jueves 21 de julio, se marcha de vacaciones a Málaga, y el domingo siguiente escribe: “Voy temprano a misa, me confieso de mis bobadas madrileñas –no tan bobadas puesto que he debido confesarme de ellas– y me quedo más tranquilo de lo que estaba, aunque aún siento un aire de frivolidad interior que me orea peligrosamente”.


Domingo, 24 de noviembre
JEREMÍADAS DE OTOÑO

“Los viejos, por famosos que sean, tienden a quedarse solos”, me dijo una vez Eugénio de Andrade. Había coincidido con Rafael Alberti en un encuentro mundial de poetas y lo vio apartado en un rincón. Se acercó a saludarle y charlaron ampliamente de la poesía española de los años veinte y treinta, que Andrade conocía muy bien, y también de la lírica medieval portuguesa y española.
            “Es difícil envejecer sin un poco de gloria o un poco de amor”, escribió Juan Gil-Albert en un aforismo que yo repito a menudo. A él la gloria le llegó tardíamente, a los setenta años. De pronto se convirtió en el escritor de moda. Todas las editoriales se disputaban sus libros inéditos, escritos durante el exilio interior de la posguerra. Pero vivió veinte años más y al morir ya nadie se acordaba de él, y sus obras completas, editadas por la Diputación de Valencia, se apolillaban –se apolillan– en un almacén.
            Yo ya le voy viendo los cuernos al toro y, la verdad, me aterran. No he sabido adular, no he sabido hacerme querer. ¿Qué escritor que me conozca no tiene cuentas pendientes conmigo? Siempre cito el caso de Javier Rodríguez Marcos, que dejó de mencionar mi nombre en los diarios en que hace información cultural, desde el mismo momento en reseñé su libro Frágil. ¿Cuántas veces no se han enfadado conmigo Martín López-Vega, Lorenzo Oliván, Andrés Trapiello por mis palabras sobre sus libros? Xuan Bello, que es un santo varón, todavía no, pero todo se andará: siempre insinúo que, desde hace algún tiempo, se deja llevar demasiado por las vacías volutas de estilo.
            No he cultivado las provechosas relaciones literarias. Y eso que he tenido, desde siempre, buenos modelos. Yo podría haber sido un Vicente Gallego, no dejando poeta o crítico sin dedicarle un poema o, en su defecto, un José Luis Morante.
            Pero he preferido ir de independiente e insobornable por la vida. Ahora, de viejo, aprovecharán todos para echarme una paletada de olvido y vetarme en sus cátedras, en sus congresos y en sus do ut des.
            Me divierte mucho que mi viuda favorita, en sus diatribas contra mí siempre insista en que yo, al contrario de lo que quiero dar a entender, nunca he sido “amigo íntimo” de Ángel González.
            ¿Pero de qué escritor he sido yo amigo íntimo? Siempre me he esforzado en guardar las distancias. Hace más de treinta años que conozco a Luis García Montero y siempre me refiero a él como García Montero, nunca como Luis. Y Ángel González fue siempre Ángel González, nunca Ángel.
            Recuerdo un poema de Cernuda, “Supervivencias tribales en el medio literario”, en contra de esa campechanía, tan española, de hablar de Pepe Hierro en cuanto se le ha visto dos veces. Yo nunca hablaré en público de la poesía de Carlos, como aquella catedrática en un congreso en Jerez, sino de la poesía de Barral, de Bousoño o de Carlos Sahagún.
            Sospecho que no he sabido hacerme querer. Siempre he dejado que los demás se acercaran a mí (nunca demasiado, por supuesto), pero yo no me acercado a nadie, por mucho que me conviniera.
            Y encima, para deprimirme más, estos días todos los periódicos hablan de ancianos que han perdido el contacto con vecinos y familiares y mueren solos en sus casas. Al principio, me parece que no hablan de mí. Pero leo los artículos y compruebo que para ellos un anciano es una persona de más de sesenta y cinco años.
            Ando con un poco de gripe. Espero que pase pronto y estos negros pensamientos se desvanezcan con ella.
            A fin de cuentas, en el mundo literario, es posible que no me quiera nadie –no tengo “amigos íntimos”–, pero me odia mucha gente. Y ya se sabe que nada como ser odiado para mantenerse joven.


Lunes, 25 de noviembre
VUELVE EL HOMBRE

16 de julio de 1958: “Los moros tienen motivos para rebelarse. Pero son unos bestias, unos bestias sucios y sanguinarios que tienen que ser contenidos. Los moros tienen razón, pero son unos animales que dejan parar las moscas en los ojos con tracoma, sin moverse, por siglos, hasta que un día se levantan a matar, a matar y a hacer crímenes”.
            15 de marzo del 59: “El francés es un ser suficiente, mamón y desagradable” (se refiere al francés en general, no a un francés concreto).
            17 de marzo del 59: “Dos criados maricones nos ‘atienden’ con desplantes y groserías. Uno de ellos, más asqueroso que el otro si es posible, lleva el pelo teñido y las uñas desconchadas de pintura. Es procaz, cabroncillo y respondona. Estoy a punto de darle una torta y dejarle para siempre de perfil, pero me contengo no vaya a transformarse esto en una casa de putas”.
            Termino de leer el segundo tomo del diario de José María Souvirón, un poeta malagueño que colaboró con Altolaguirre en las primeras publicaciones del 27, que luego se hizo falangista fervoroso y fue, junto con Panero y Rosales, sus grandes amigos, uno de los apoyos intelectuales del franquismo.
            Era un hombre culto, que conocía muy bien las literaturas inglesa y francesa. Su diario está lleno de observaciones inteligentes. También de ataques contra los poetas del 27 y contra Celaya y Otero. Aleixandre y Guillén, de quien se burla inmisericordemente, son dos de sus bestias negras.
            Es un hombre preocupado por su familia (sus hijos viven en Chile), de misa diaria, orgulloso de haber abandonado a los poetas de su generación para unirse a los de la siguiente porque aquellos carecían de moral.
            Es también racista, homófobo y abusador sexual en algún rato perdido y no tiene inconveniente en dejar constancia de ello a la menor ocasión. En eso se parece a los nuevos españoles que acaban de entrar en el congreso, a los agresivos cruzados contra el feminismo, los emigrantes y la dictadura progre.  


Martes, 26 de noviembre
DIATRIBA Y HOMENAJE

Yo soy raro, eso lo tengo asumido desde siempre (y siempre he estado orgulloso de ello), pero sospecho que ser raro es tan frecuente que casi no constituye ninguna rareza.
            Cuando voy hacia la biblioteca del Campus para asistir al homenaje al profesor Antonio Fernández Insuela (un paciente erudito a la antigua usanza y una de las mejores personas con las que he tenido ocasión de tratar), me encuentro con un joven poeta y doctorando cuyo último libro acabo de reseñar.
            Espero que aluda a ello, yo querría preguntarle por algunos puntos a los que no me referí en mi artículo y que me han dejado intrigado.
            Pero saluda y pasa de largo. Parece que no quiere hablar del asunto.
            Me extraña. Lo habitual es dar las gracias, y más si la reseña resulta elogiosa. Quizá el joven poeta, tan aplicado, no sea tan inteligente y valioso como a mí me parece.
            O quizá es solo que yo soy un poco mal pensado.
            Mal pensado y cosas peores, exactamente lo contrario que mi admirado profesor Insuela: ni un paciente erudito, solo un lector curioso, ni una de las mejores personas con las que mis colegas han tenido ocasión de tratar.


Miércoles, 27 de noviembre
LE BENEFICIE O NO

La inteligencia es una navaja bien afilada. O la manejas con cuidado o corres el riesgo de cortarte.
            La inteligencia es un arma de destrucción masiva.
            Vale más ser listo que ser inteligente.
            El poeta, cuando es listo, no alaba más que a quien puede devolverle redoblado el elogio.
            El inteligente busca la verdad, le beneficie o no.
            El listo solo si le beneficia.
            Yo no sé si soy inteligente o solo me lo creo, pero de lo que no tengo duda es de que no soy listo.