domingo, 30 de junio de 2019

Revelación de secretos: El hombre invisible



Sábado, 22 de junio
YO MI ME CONMIGO

Me he aficionado a tenderme en el diván y hablar y hablar de mí mismo. Debe ser cosa de la edad. Menos mal que mi psicoanalista habitual no suele cobrarme los honorarios. En caso contrario, me arruinaría. Pero este sábado ha tenido que ir sacándome las palabras como con sacacorchos.
            –-¿Se considera un triunfador?
            –-No.
            ––¿Se considera un fracasado?
            ––Por supuesto que no.
            –-Su pareja ideal.
            ––Alguien que me admire. El doctor Watson, por ejemplo.
            ––De no vivir donde vive, ¿en qué lugar le gustaría vivir?
            ––En cualquiera que esté como máximo a una hora de distancia (en autobús) de Venecia, Nueva York, Nápoles, Lisboa, Burdeos, París, Roma y Oporto. De todos esos sitios a la vez, no de cada uno de ellos.
            ––Su restaurante favorito.
            ––La cocina de mi casa.
            ––¿Es coleccionista?
            ––Soy un coleccionista obsesivo.
            ––¿Qué colecciona?
            ––Muchas cosas. Escaleras, por ejemplo. La última que he incorporado a mi colección es la escalera oval del Palazzo Cini, en Venecia.
            ––¿A qué político no votaría nunca?
            ––A mí mismo. No valgo para eso.
            ––¿Lee mucho?
            ––Cada vez menos. Nunca más de uno o dos libros al día, pero hojeo y descarto bastantes más.
            ––¿Es hombre de muchos amigos?
            ––Solo en Facebook.
            ––Su mayor defecto.
            ––Quererme demasiado.
            ––Su mayor virtud.
            ––Quererme demasiado.
            ––Le gusta su trabajo.
            ––Me gustaba.
            ––¿Y eso?
            ––En el “templo de la inteligencia”, para decirlo con palabras de Unamuno, ahora reina el reglamentismo chusquero. Copia y pega, cumple las normas burocráticas a rajatabla, por absurdas que resulten, y deja cualquier atisbo de pensamiento crítico encima del piano.
            ––O sea, que se ha cansado de dar clases.
            ––De eso no me canso nunca, pero en la universidad las clases son lo que menos importa. Cuantas más clases des, más abajo estás en el escalafón y menos cobras.
            ––¿No estará aplicando una vez más la fábula de la zorra y las uvas ahora que, a punto de cumplir los setenta, le obligan a jubilarse?
            ––Algo de eso hay.
            –-¿Se considera inteligente?
            –-Sí, pero no en las cosas que verdaderamente importan.
            –-¿Por ejemplo?
            ––En el amor. Ahí siempre me he comportado como un perfecto idiota.
            –-¿Soporta bien la soledad?
            –-No sé qué es eso. Incluso cuando estoy solo estoy lleno de gente.
            ––¿Le habría gustado tener hijos?
            ––A veces pienso que lo más me habría gustado es no tenerlos.
            ––¿Teme a la muerte?
            ––A la de la gente que quiero, no a la mía.
            ––¿Le gustaría ser inmortal?
            ––Solo en sentido figurado. Me gustaría que, dentro de cien, doscientos o dos mil años, se siguieran leyendo algunos de mis libros, alguien citara de pronto, en medio de una conversación, un verso mío, como yo ahora cito, por ejemplo, a Virgilio: “Iban oscuros en la noche sola”. Pero el largo sueño sin sueños de la nada no me asusta, lo considero superior a cualquier paraíso que pueda inventar el hombre.
            ––¿Cree en Dios?
            –-No, pero es un comodín que me da mucho juego.
            ––¿Monárquico o republicano?
            ––Republicano sin prisas.
            ––¿Se considera un buen español?
            ––Entre los mejores.
            ––Parece que la modestia no es lo suyo.
            –-En efecto, no es lo mío.
            ––¿Se considera entonces una persona vanidosa?
            ––Orgullosa, más bien. Los elogios que prefiero son los míos y no suelo concedérmelos con facilidad.
            ––¿Hay algo inconfesable en su pasado? ¿Algo que le avergonzaría que saliera a la luz?
            ––Por supuesto, pero lo he olvidado por completo.
            ––¿Le gustaría volver a enamorarse?
            ––Preferiría antes cualquier cosa, incluso una visita al dentista.
            ––¿Es un hombre religioso?
            –-Mucho. Dios es el más eficaz de los placebos: no existe, pero hace milagros y ayuda a vivir.
            ––¿Cuál es la ciudad a la que más veces ha vuelto después de dejar de vivir en ella?
            –-Avilés, pero nunca he dejado de vivir en ella.
            ––¿Se atrevería a definir en una palabra a los escritores que han salido de su tertulia?
            –-No me ponga usted en un compromiso. Déjeme alguna palabra más.
            –-Javier Almuzara.
            ––La banda sonora del entusiasmo.
            ––Xuan Bello.
            ––También la verdad se inventa.
            ––Lorenzo Oliván
            ––El pensador imaginario.
            –-José Luis Piquero.
            –-Cuchillo sin mango.
            ––Martín López-Vega.
            ––Ejem, ejem.
           


Domingo, 23 de junio
LO EXPLICA FREUD

“Es que tú –me dice un amigo– nunca tienes apuros de dinero, como no fumas ni vives…”
            Quería decir, claro, “ni bebes”, pero ya habló Freud en su Psicopatología de la vida cotidiana de lo expresivos y certeros que pueden ser los lapsus linguae.


Lunes, 24 de junio
EL REGRESO DE ULISES

Anduve lejos.
Vuelvo y solo la lluvia
se alegra al verme.


Martes, 25 de junio
CINCO DISPARATES CINCO

En enero de este año, el equipo de gobierno del Ayuntamiento de Oviedo decidió convocar el premio internacional de poesía Ángel González, como continuación de los homenajes al poeta con motivo del décimo aniversario de su muerte. Estaba presupuestada la dotación y decidido el jurado: Esther García López, poeta y presidenta de la Asociación de Escritores de Asturias; Mario Vega, poeta y editor; Marta Magadán, editora; Aurelio González-Ovies, poeta; Yasmina Álvarez Menéndez, poeta.
            Pero del premio nunca más se supo. Y yo me olvidé de él: no soy muy partidario de los premios, sobre todo si son municipales y espesos.
            Hoy una mano anónima deja en mi buzón las cinco exigencias que, al parecer, la heredera del poeta puso al Ayuntamiento como condición previa para dar su consentimiento al premio:
            "1. Limpiar mi nombre. Es decir, divulgar ampliamente y a nivel nacional lo que realmente ocurrió con la fallida Fundación y que explique Antonio Masip por qué eliminó algunos fragmentos fundamentales del testamento.
            2. Anular la Fundación, o sea, que quede como si nunca se hubiera inscrito y así liberarme a mí de cualquier impedimento legal.
            3. Dejar mi piso a mi nombre exclusivamente.
            4. La devolución de los diez mil euros, con intereses, que aporté de mi bolsillo para la creación de la Fundación.
            5. Que se me pida perdón públicamente, incluido Joaquín Sabina, que me llamó a mí y demás viudas literarias un cáncer”.
            Llevo la hojita fotocopiada a la tertulia del Vetusta. “Qué mala es la gente. Alguien debería avisar a Susana Rivera de que andan circulando por Oviedo estos disparates que la dejan en tal mal lugar”, digo.  “¿Pero estás seguro de que son apócrifos? Es su estilo”, me responden. “Estoy completamente seguro. Nadie en su sano juicio, a menos que esté decidido a perjudicar por cualquier medio la memoria de Ángel González y a hacer el mayor de los ridículos, puede poner como condición para que se cree un premio con su nombre exigencias de imposible cumplimiento porque escapan al ámbito municipal”.
       
    
Miércoles, 26 de junio
SOLO ANTE EL PELIGRO

Hoy no me hablo
y cruzo por mi lado
sin saludarme.

¿Quién me defiende
si me acorrala ahora
mi yo peor?

Pasen y vean
el combate del siglo:
yo contra mí.


Jueves, 27 de junio
MAMÁ, QUIERO SER ARTISTA

––¡Pero qué perra le ha entrado a este buen hombre con ser ministro! ¿Es que no se ha dado cuenta que mostrar por encima de todo la apetencia de cargos es veneno para la taquilla?
            ––Como siempre, ves la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. ¿Qué te parece la burla de Borrell a sus electores? “¡Dejar de ser ministro para convertirme en un diputado de a pie! De ninguna manera. El ministerio no lo suelto si no es a cambio de un buen cargo en la Unión Europea”.
            ––Yo de Borrell no hablo. Voté a los socialistas en las municipales y en las autonómicas, pero no en las europeas. Ese señor, un imprevisible metepatas, no tenía otra misión que contentar al sector patriótico de los veteranos votantes de izquierdas. Lo de Pablo Iglesias es lo que me preocupa. O él es ministro, el primer ministro descamisado y descorbatado de la historia, o no hay gobierno, aunque se recoja lo principal del programa electoral de Podemos, aunque en las próximas elecciones pierda otro millón de votos, de los que unos pocos se irán al PSOE y a otros partidos de izquierda, pero la mayoría a la abstención, con lo que es muy posible que esta segunda vez sí que sumen las derechas. ¿Qué asesores tendrá este hombre? ¡Y yo que le creía tan listo! Deben ser de esos asesores que se limitan a repetir “sí, amado líder” a cada ocurrencia del jefe supremo. Y si es muy disparatada, consulta a las bases, que todo lo aplauden.
           ––Exageras.
           ---Ojalá. Pero sospecho que Pablo Iglesias, si él no forma parte del gobierno, se encuentra más a gusto con un Casado o un Rivera, rehenes de Abascal, que con Pedro Sánchez, el Abel de este Caín.


Viernes, 28 de junio
A LA VISTA

Echar el cierre de vez en cuando, retirarse del escrutinio público, resulta saludable. Yo suelo hacerlo por estas fechas, aunque más por costumbre que por necesidad: mostrarse abiertamente es la mejor manera de ocultarse, como en “La carta robada”, el cuento de Poe.
            Nadie se fija en lo que está a la vista. Cuando más me desnudo en público, más me convierto en el hombre invisible.


[Posdata: Con esta entrega, la 44, termina un nuevo tomo de mi diario, Revelación de secretos, que hace el número 22. Durante julio y agosto, el diario echa el cierre, pero no mi colaboración dominical con El Comercio.]
[Otra posdata: Uno de los haikus de esta entrega creo que repite una idea que ya ha utilizado Juan Bonilla, no sé si en un poema largo o en un cuento corto.]

domingo, 23 de junio de 2019

Revelación de secretos: No me dejes



Lunes, 17 de junio
UN GESTO DE PIEDAD

Silban las balas a mi alrededor mientras camino por un campo minado, pero lo olvido con frecuencia, con maravillosa frecuencia.
            Mientras espero el avión, tras una mañana de engorrosos compromisos, hablo por teléfono con un amigo que me lee por teléfono algunos poemas inéditos de José Luis Parra. Los va a editar quien fue su compañera, Susana Benet, quien ya se refirió a ellos el pasado viernes en la tertulia. Son conmovedores, unos en su lúcida desolación, otros por su agradecido cántico al simple hecho de estar en el mundo.
            ––Y sin embargo, ¿quién conoce a José Luis Parra? No tiene ni doscientos lectores. ¡Si lo sabré yo, que lo he editado y lo voy a volver a editar!
            ––Ya tendrá más, no te preocupes. El tiempo juega a su favor. Irán creciendo mientras van decreciendo los lectores de quienes ahora tienen tantos, flor de un día. Y en última instancia, ¿importa eso? El poeta verdadero enriquece incluso a quienes no le han leído ni le leerán.
            Los poemas de José Luis Parra que me lee mi amigo Abelardo Linares iluminan el tedio del aeropuerto. Y de pronto, tras un rato de la habitual discusión sobre esto y aquello (“No eres mal crítico, pero das siempre en la diana equivocada. ¿Por qué en lugar de meterte con Felipe, al que sé que admiras, no arremetes contra Elvira Sastre?”), la noticia:
            ––¿Sabes que ha muerto Antonio Cabrera? Me acabo de enterar.
            La vida a veces gusta de gastar bromas pesadas. La que le gastó a Antonio Cabrera fue más pesada de la cuenta. Jugueteando con una pelota en casa de Carlos Marzal se cayó de tan mala manera que quedó parapléjico. Tras dos años encarcelado en un cuerpo, no sé si la vida ahora ha querido encarnizarse o ha tenido con él un tardío gesto de piedad.


Martes, 18 de junio
CALLEJEAR A SOLAS

Llegué a última hora de la noche, dejé la maleta en el hotel y salí a dar una vuelta por la ciudad sin nadie. Solo se oye el ruido de mis pasos y el suave golpeteo del agua en los canales.
            La luna, tan sola como yo, juega a seguirme, a esconderse y a desaparecer. Camino al azar, me adentro en un laberinto de callejones oscuros (a veces el agua me corta el paso y tengo que retroceder), pero no me pierdo.  Aparezco de pronto en la gran plaza, que parece ensimismada en los charcos que la reflejan. Me siento en uno de los escalones, cerca del Florián, saco mi cuaderno y, a la luz de las farolas, escribo:

Nadie conmigo
y el susurro tranquilo
del universo.



Miércoles, 19 de junio
EN EL SUPERMERCADO

Hacer la compra es una de mis actividades favoritas. Muchas veces había pasado, como tanta gente, por delante del Teatro Italia, en el Campiello Anconeta, y admirado la elegancia historicista de su fachada, tan veneciana, con un eco de Ca’ d’Oro. Hoy lo encuentro abierto y convertido en un supermercado de la cadena Despar. Escucho lo que dice el representante de la empresa:
            ––No hemos “construido” un supermercado dentro del Teatro Italia, lo hemos “posado” con delicadeza y respeto, como si el lugar fuera a recuperar de un momento a otro su función original.
            Su función original era la de cine, no la de teatro, a pesar del nombre, que quería dignificar un espectáculo que todavía conservaba algo de barraca de feria. Se inauguró en 1916. Entro y a un lado y a otro las escaleras que llevan al piso superior, y un friso de mármol. Dentro, restaurados, los frescos de Alessandro Pomi (en el techo “La gloria d’Italia”) y al fondo, sobre el mostrador de la carnicería, el marco de la pantalla. Y no disuenan las hileras de los expositores y deslumbra, como una barroca cornucopia, la frutería. Se trata sin duda del supermercado más hermoso del mundo.
            Cuando a partir de ahora haga de quía de mis amigos, antes de visitar templos y palacios, los traeré aquí. Me parece el más perfecto ejemplo de que Venecia sigue viva, que no es solo arqueología y parque temático para turistas apresurados.


Jueves, 20 de junio
ATRACCIONES Y REPULSIONES

Camino de la Biennale, me encuentro con un inmenso navío de guerra anclado cerca de Giardini. Se puede visitar, así que no lo dudo un momento, me uno a las dos o tres personas que esperan y a los pocos minutos un gentil oficial nos acompaña al interior.
            Lo primero que me sorprende es el nombre, “Andrea Doria”, y no por el ilustre marino genovés al servicio del mejor postor, sino porque coincide con el del trasatlántico italiano, el más lujoso del mundo, con fama de insumergible como el Titanic, que se hundió en 1956 de la más estúpida manera: chocó con un barco de pasajeros sueco, el Stockholm, como si no fuera ancho el mar. Algo así como dos personas que se encuentran de frente en la calle y las dos se apartan para un mismo lado y luego cambian al mismo tiempo para el otro y finalmente acaban chocando.
            Pero la Marina italiana no parece ser supersticiosa. Reviso la sala de máquinas, subo al helicóptero posado en cubierta, me acerco a los cañones que parecen apuntar a la ciudad. Qué poco tiempo tardarían en destruirla si fuera una ciudad enemiga.
            En los Giardini (uno de esos regalos que Napoleón hizo a Venecia), el primer pabellón que encontramos es el de España. Nunca, que yo recuerde, ha tenido el menor interés. A pesar de su situación privilegiada, aún no estamos cansados, la gente entra y sale sin detenerse y hace bien.
            Esta vez los autores del desaguisado son Itziar Okariz y Sergio Prego. Yo me río leyendo las vacuas explicaciones del programa y sus interrogaciones “sull’uso delle convenzioni di genere e la perfomance de la mascolinità”.


            Queda mal decirlo, pero no creo que nadie dude de que el llamado “arte contemporáneo” es el mayor contenedor de tonterías del mundo, a excepción de la puesta en escena de la mayoría de las óperas, con su obligada y chirriante “actualización”.
            Para no parecer anticuados, nadie se atreve a decir nada ante las ocurrencias de cualquier “artista”. Algunas son graciosas: la vaca de tamaño natural que da vueltas lentamente sobre una vías, como en un tiovivo (los niños deberían poder subirse a ella); la verja que se despega de la pared y choca violentamente contra la pared contraria; la manguera que reposa sobre un sillón de mármol y que, de pronto, cuando uno menos lo espera, parece volverse loca y empieza a agitarse y a echar agua por todas partes (afortunadamente, está protegida por paredes de plástico); el rincón donde te invitan a ponerte unas gafas de realidad virtual y “relajarte” con una especie de espirales de humo que al parecer terminan en una explosión de colores (yo me aburrí antes del final); las sillas a las que les han crecido desmesuradamente las patas; las sillas partidas por la mitad….
            Si Venecia tiene mucho de parque temático, la Biennal lo tiene todo en sus dos sedes para convertirse en un fatigoso parque de atracciones. De atracciones o de repulsiones, porque desagradar, provocar, ha sido desde siempre otra de las funciones del arte (para muchos artistas contemporáneos la única, aunque vivan en buena medida del dinero público, o por eso mismo).
            Pero si uno no se detiene ante ningún vídeo (qué manía de poner varias mareantes pantallas al mismo tiempo) ni se mete en ningún cuarto oscuro a tropezar con otros visitantes despistados, se pasa bien paseando entre los pabellones de Giardini, con el azul de la laguna asomándose entre los árboles, o recorriendo las inmensas naves del Arsenal hasta llegar al Giardino delle Virgini, y de vez en cuando, entre tanta barraca de feria (alguna incluso ingeniosa) descubriendo alguna maravilla que nos ayuda a vernos mejor a nosotros mismos y a ver el mundo de otra manera.


Viernes, 21 de junio
QUE ME SIGA QUERIENDO

Salir de casa, dejar atrás la rutina, aunque sea para ir a una ciudad en el que uno se encuentra como en casa y rodeado de nuevas rutinas, ayuda a reflexionar.
            “Dios, ¿qué fue de mi vida?”, me pregunto como en el poema de Pere Gimferrer. Pero la verdad es que, aunque he llegado ya a una edad razonablemente adulta, no me preocupa demasiado lo que fue de mi vida, sino lo que es, lo que será.
            Lo que es me gusta, lo que será me aterra. Sentado en un banco ante la antigua catedral de San Pietro, con su inclinado campanile de mármol, lejos del ajetreo de otros lugares, pienso en la gente que quiero y que me quiere y en cómo protegerles de los zarpazos de la realidad.
            Lejos del mundo, pero en el centro del mundo, que es donde a mí me gusta estar, abro el cuaderno y escribo:

Vienen y van
los recuerdos felices
y los más tristes.

De pronto, el estruendo de una escuadrilla de aviones que aparece sobre los muros del Arsenal y deja una estela verde, blanca y roja, los colores de la bandera de Italia y de la pizza Margarita.
            Sonreímos la vida y yo. La verdad es que hacemos buena pareja. A ver si me sigue queriendo y no se va con otro cuando yo no sea más que un aburrido jubilado.






domingo, 16 de junio de 2019

Revelación de secretos: El intruso honorífico



Sábado, 8 de junio
QUE ME VENDAN OTROS

Como a todas las personas a las que les gusta leer, no me interesan nada la mayoría de los libros.
            Como a todos los buenos lectores, me aburren las ferias del libro.
            Como a todos los escritores, me halaga que un lector desconocido me pida que le dedique un libro, pero si en lugar de un lector son doscientos o trescientos puestos en fila delante de una caseta ya no lo consideraría un halago sino una pesadilla.
            Soy el lector más caprichoso del mundo y el escritor menos profesional.
            Nunca leo lo que hay que leer, sino lo que me apetece en cada momento; nunca he escrito, no ya un libro, sino ni siquiera una línea, para ganar dinero.
            Soy un privilegiado, lo sé. No todos los escritores pueden disfrutar de un generoso mecenas que les financia cualquier capricho (yo mismo), ni de beneméritos editores (Renacimiento, Impronta) que les publiquen sus ocurrencias sabiendo que el autor no va a mover ni un dedo para promocionarlas.


Domingo, 9 de junio
EN EL LABERINTO

En el laberinto de la soledad, los libros unas veces son puerta de salida y otras muro que cierra cualquier salida (Octavio Paz).
            Al minotauro que nos aguarda en el centro del laberinto del universo le llamamos Dios (Jorge Luis Borges).
            Para tenerlo todo, comienza por renunciar a todo (San Juan de la Cruz).
            España es un país siempre a medio deshacer (José Ortega y Gasset).
            El ateo es el que no cree que cree en Dios (Julien Green).
            La Historia Universal carece de escrúpulos (Hegel).
            El mejor regalo para quien se queda sin palabras es un diccionario (Ramón Gómez de la Serna).
            No sé si el mundo es comprensible, pero es comprimible: cabe en cualquier cabeza por pequeña que sea. (Schopenhauer).
            Escribir cartas es hablar sin miedo a ser interrumpido (Madame de Staël).
            Al diario le cuento lo que jamás me atrevería a contarme a mí mismo (Amiel). 
            Los vivos son muertos que no están todavía completamente muertos (Miguel de Unamuno).
            Nadie traiciona aquello en lo que no cree (Leopardi).
            El tiempo me envuelve como el humo de mis cigarrillos (María Zambrano).
            Tres incendios equivalen a un matrimonio (Jardiel Poncela).
            La realidad solo acepta ser desmentida por la realidad (Bertrand Russell).
            Le es más fácil a Dios perdonar al hombre que al hombre perdonar a Dios (Blas de Otero).
            Un hombre maleducado no miente nunca (Agustín de Foxá).
            La memoria inventa lo que no recuerda (Sigmund Freud).
            El universo seguirá existiendo cuando se enfríe el sol y desaparezca el último ser humano, pero ya no habrá universo (Carl Sagan).
            “La muerte no tiene vuelta atrás”, le dijo Dios padre al Hijo pródigo cuando pretendió regresar a casa (Evangelio apócrifo de San Judas).
            El comienzo del mundo tal como lo imaginan los científicos es más inverosímil que como lo imaginan los teólogos y quizá por eso es más verdadero (Teilhard de Chardin).
            Me arrepiento de haberme arrepentido más de la cuenta (Nietzsche).
            Una mujer elegante lo sigue siendo cuando está desnuda (Coco Chanel).
            Una verdadera fiesta no empieza hasta que no se marcha el último invitado (Oscar Wilde).
            El mar no sabe que es el mar, pero se lo imagina (Joseph Conrad).
            La comedia de la vida no tiene final feliz (Noel Coward).
            En filosofía, toda afirmación que no es falsa es una obviedad (Wittgenstein)
            El suicida voluptuoso demora el placer de quitarse la vida todo lo que puede (Cioran).
            Quien no probó el amor no sabe lo que es el amor; quien lo probó, tampoco (Florbela Espanca).
            La mayor parte de los santos, como la mayor parte de los poetas, eran unos impresentables (Elías Canetti).
            La libertad casi siempre resulta poco confortable (Jean-Paul Sartre).
            El precio de una cosa lo sabemos cuando la compramos; el valor, cuando la perdemos (Jaime Balmes).
            En la eternidad no hay tiempo para nada (Emerson).
            Al tiempo le gusta darle una última mano a todas las obras de arte (Marguerite Yourcenar).
            Si no hubiera habido guerras, seguiríamos viviendo en la prehistoria (Carl Schmitt).
            Dios, cuando se aburre de la conversación con los santos, se da una vuelta por el infierno (Céline).
            El poder, si es democrático, no es verdadero poder (Benedetto Croce).
            El soneto es la cárcel de la poesía (Marinetti).
            La poesía es esa cabaña que a todos nos gustaría tener en un lugar tranquilo de la costa (Benjamín Jarnés).
            La bondad solo es tolerable en pequeñas dosis (Marcel Proust).
            El ser envidia al no ser (Spinoza).
            Pocas cosas valen tanto como las cosas que no cuestan nada (Keynes).
            No hay misterio al que no le empeore la solución (Chesterton).
            A la poesía épica le sobra sangre y a la poesía lírica lágrimas (Walt Whitman).
            Matarse por amor es siempre preferible a matar por amor, pero lo mejor de todo es vivir para contarlo (Goethe).
            La novela de la vida se estropea cuando la cuenta un novelista (Carlyle).
            Lo que es natural en el escenario se convierte en sobreactuación fuera de él (Pirandello).
            La mayor parte de las obras completas deberían llevar el subtítulo de “Letra muerta” (Karl Kraus).


Lunes, 10 de junio
QUÉ BIEN ME CONOCES

––Soy un delincuente, le digo a mi psicoanalista, que es la única persona a la que le puedo decir estas cosas.
            ––Pues vamos a ver cuál es tu delito.
            ––Soy como Mark Hofmann, un manipulador nato, un falsificador compulsivo.
            ––No le conozco.
            ––Su historia la cuenta Simon Worrall en un libro que estoy leyendo ahora, La poeta y el asesino. Hofmann es todo lo que a mí me habría gustado ser (salvo asesino, claro, que en eso no tengo el menor interés). Figúrate que falsificó un manuscrito de Emily Dickinson que se subastó en Sotheby’s en 1997 y se vendió por miles de dólares. Y no solo eso, también falsificó textos sagrados de la iglesia de los Mormones. ¿Te imaginas? ¡Escribir apócrifos de Dios! Yo, en cambio, solo he dado el pego, con poco más de una docena de aforismos de Oscar Wilde, tres poemas de Jorge Guillén, dos de Francisco Brines y seis o siete poemillas de Sandro Penna.
            ––Y ahora estás arrepentido de ello.
            ––Arrepentido por completo. Como otros de fumar, yo he dejado de falsificar, aunque de vez en cuando tengo recaídas. Ayer, por ejemplo, enciendo como cada mañana el ordenador y en lugar de escribir la reseña que debía escribir, me pongo a inventar citas de diversos autores. No tenía la impresión de inventarlas, era como si fuera recordándolas. Escribí un montón en unos pocos minutos. Y luego no pude resistirme y las subí a Facebook, aunque cuidándome bien de indicar al final que eran apócrifas. Pero hoy me encuentro ya con tres de ellas citadas como verdaderas: la de Oscar Wilde (que siempre es mi mayor éxito),  la de Agustín de Foxá (pero atribuida a Wilde), la de Chesterton y la de Jaime Balmes en el blog de un organización religiosa.
            ––¿Y qué culpa tienes tú? Indicaste que eran apócrifas.
            ––-Sí, pero al final del texto, no al principio, y de sobra sé yo que los lectores de Facebook se cansan a las pocas líneas y nunca llegan al final.
            ––Tú no eres un estafador, ni un manipulador nato, como ese Mark Hoffman: juegas a serlo. Tú solo sabes jugar, eres incapaz de tomarte nada en serio, ni siquiera a ti mismo.
            ––Qué bien me conoces –le digo a mi psicoanalista imaginario, mi interlocutor favorito.


Martes, 11 de junio
SILOGISMO Y HAIKUS

Si las personas inteligentes no se aburren nunca, yo soy la persona menos inteligente del mundo.
            Si el infierno existe, todas las tardes presentan un libro o dan una conferencia. La asistencia es obligatoria y buena parte de las veces me toca a mí hacer de presentador: hablar cuatro minutos y escuchar durante una hora o más. Y sin posibilidad de interrumpir cuando no estoy de acuerdo ni de cambiar de canal ni de dar a la tecla de avance rápido.
            Yo aprovecho para escribir haikus o aforismos haciendo como que tomo notas. Disimulo poco, la verdad. Copio algunos de los que escribí esta tarde mientras mi hermano Florentino nos contaba minuciosamente el viaje que nos cuenta en su libro Por los caminos del Cid, que yo acababa de releer ese mismo día y que es bastante menos aburrido –puedo asegurarlo– que su presentación.
            Llega la noche / y tú llegas con ella / y el sol contigo.
            ¿Dónde está ahora / el niño que yo fui, / agua en el río?
            Este camino / el crepúsculo y yo / lo hacemos juntos.
            Vienes a verme, /niño que una vez fui / y sigo siendo.
            El mar murmura / un secreto que nadie / quiere escuchar.
            Cómo se aburre / la serpiente sin Eva / en el Edén.
            Noche cerrada. / Se entreabre un momento. / Curiosa luna.
            La fuente seca / y un puñado de avispas / en torno a ella.
            En la montaña, / una nube se sienta / a descansar.
           


Jueves, 13 de junio
GENIAL Y PLURAL

La historia de la literatura es como la historia de mi familia. Suena un poco pretencioso, pero es exactamente así. Una parte de esa historia, la mayor parte, la he leído o me la han contado, pero de otra he sido, si no protagonista (qué más quisiera), al menos testigo muy cercano.
            Pienso estas cosas mientras camino hasta el edificio histórico de la Universidad para presentar a Felipe Benítez Reyes. Me envió su primera publicación, un folleto titulado Estancia en la heredad, allá por 1978. Reseñé su primer libro de poemas, Paraíso manuscrito, en 1982. Desde entonces he ido leyendo, y a menudo comentando, todas sus publicaciones, en tiempo real, según iban apareciendo. La última, El intruso honorífico, la reseño el próximo sábado.
            No siempre le han gustado, ni mucho menos, mis comentarios, pero por muchos reparos que le pusiera a algún título concreto (sobre todo a esos novelones a que se vio obligado para poder convertirse en escritor profesional) siempre he creído que se trataba de un crack, de un genial funambulista, de uno de los escritores más brillantemente plurales de su generación.
            Charlamos durante la cena, en los intervalos que deja libres Josefina Martínez, y por primera vez me siento cerca de la persona, no del escritor. Josefina, que insistió mucho en la presentación en que era un filólogo y que de esos estudios (la Fonología de Alarcos en primer lugar) proviene todo su talento literario, se desilusiona cuando le oye confesar que no terminó la licenciatura.
            ––Como Javier Almuzara –le digo yo–, y gracias a eso os habéis librado de hacer oposiciones y de lidiar con burocracias educativas. Nada deteriora tanto la inteligencia y la creatividad.
            ––¿Y cómo explicar entonces tu caso?, me pregunta él, dando por sentado –no le engaña mi falsa modestia– que yo no considero deterioradas ni mi inteligencia ni mi creatividad.
            ––Es que yo, en la Universidad, no he sido más que un “intruso honorífico”, para decirlo con el título de tu último libro. He logrado sobrevivir sin incurrir jamás ni en las servidumbres habituales ni en la basura curricular imprescindible para sobresueldos y ascensos.
           




domingo, 9 de junio de 2019

Revelación de secretos: Y no digo más


Sábado, 1 de junio
YO, PECADOR

Me avergüenza confesarlo. Es una mala costumbre impropia de la edad que ya tengo, bien lo sé. Pero no puedo evitarlo: de vez en cuando, aunque trate de disimular para no perder el poco respeto que aún conservo, soy feliz.
             ¿Cómo podría soportar la vida sin estos momentos de inconsciencia, de olvido del dolor ajeno y la injusticia del mundo, de dejarme acariciar por la brisa y por tus manos, de cerrar los ojos y no pensar en nada, de sentir los latidos del corazón y sentirlo acompasado con el universo?


Domingo, 2 de junio
EL FASCISMO EN COLORES

En Roma, en Berlín, en Madrid, en Helsinki, qué bien lo pasaba Agustín de Foxá, Conde de Foxá, falangista y diplomático. Fueron los mejores días de su vida. Releo su diario y las cartas a la familia de 1939, 1940, 1941, años que siempre se nos pintan en blanco y negro, pero que para él relucían con todos los colores..
            “Voy con José Antonio a Ranieri. Viejos espejos y cuadros del XIX. Las dos Embajadas, con los agregados aeronáuticos, naval y militar. Navarro canta jotas y yo recito. A Apolo, cerrado. En Vía Veneto, cogemos dos muchachas. Las llevamos al piso. Luna y auto. Con moneda del Papa he comprado un periódico. Me acuesto”.
            “Con Pedro Laín y su mujer a cenar en Alfredo. Hablan de Alemania. Se dice en ese país que cada vez es más pequeño el extranjero”.
            “No encuentro mi camisa de Falange. Llego algo tarde a la Embajada. Rutilante (banda roja en oros bordados), el embajador. Las señoras, con mantilla”.
            “En Tiergarten, melancólicas praderas con ardillas de cuentos ybosques. Un soldado tierno es retratado por su padre con un pajarito comiéndole en la misma mano que arroja las bombas y sostiene los lanzallamas”.
            “En un banco verde, Nicht für Juden: prohibido para judíos”.
            “Voy por la mañana a la embajada. Van llegando los invitados. Ridruejo, de verde, de soldado alemán. Muñoz Grandes, con una franja roja en el pantalón y el águila de plata del Reich sobre el uniforme gris verdoso. Durante la comida, dice imprudentemente Ridruejo: ‘Mi general, usted pasará a la historia según lo que digamos nosotros, los poetas’. No le hace ninguna gracia”.
            “Con Rafael Morales voy a un cine y veo la hipócrita entrevista del ordinario Churchill con Roosevelt. Este, imposibilitado (símbolo de la democracia) se tiene que apoyar en un oficial. Ternezas (simplezas) de Churchill acariciando un gato. Luego cantan salmos presbiterianos, bajo los cañones que trabajan para los sin Dios”.
            ¡Los buenos días perdidos! El 15 de enero de 1941, Agustín de Foxá escribe a sus padres: “Ahora me dedico a ver anticuarios. Se puede comprar muy barato, porque los comerciantes de Campo de’Fiori y Via del Babuino pertenecen al pueblo de Jehová y van a ser expulsados en breve”, Y unos meses después, desde Estocolmo: “Voy con unos amigos españoles a comer al barrio viejo, pintoresco, marinero, con tiendas de efectos marítimos, timones, cordeles, fanales, brújulas. Nos dan una mantequilla fabulosa, cangrejos, salmón ahumado, jamón, mortadela, queso, rábanos, arenques, sardinas, carne, coles, etc (como entremés). Luego los ‘skol’ de los brindis, con un abrasador licor de marineros. Después, carne en una hoja de col, café, etc. Total, siete coronas, o sea, catorce pesetas. Es maravilloso”.
            Se nos hace la boca agua oyéndole enumerar el menú de la comida que ofrece en honor del representante de Hítler en Finlandia: “Les di consomé, salmón del lago Ladoga, rostbeef con patatas, helado y tarta; además, vinos españoles y del Rhin, Murrieta y champagne francés, café, benedictino, whisky escocés, puros habanos y pitillos americanos”.


Lunes, 3 de junio
LA VIDA DE LA FAMA

“La muerte no es un acontecimiento de la vida”, afirma Wittgenstein en su Tractatus Logicus-Philosoficus.
            ¡Qué tontería!, pienso yo, que cuando hablo conmigo mismo no guardo demasiado respeto a ninguna eminencia.
            La muerte entra pronto en la vida de cualquier persona y nos ocupa durante toda la vida.
            “No se vive la muerte”, continúa el bueno de Wittgenstein.
            ¡Que bobada! Se vive y se teme la muerte de los que queremos (y también la trágica de los desconocidos: nos amarga el café del desayuno cada mañana al hojear el periódico).
            La que no se vive es la muerte propia. Quizá Wittgenstein se refería solo a ella. En ese caso, debería decirlo.
            Pero ¿de verdad no se vive la muerte propia? Se vive anticipadamente, como tantas otras cosas. Por eso la gente común hace testamento y la gente importante se preocupa de su legado, de la imagen que ha de dejar.
            Seguiremos vivos después de muertos –unos más tiempo, otros menos– y por eso la propia muerte es también un acontecimiento de nuestra vida, puede y debe ser prevista.
            Yo cuido mucho mi imagen para esa segunda vida de la que hablaba Manrique, la vida de la fama, que continúa después de esta “terrenal, perecedera”. Y por eso jamás le daría la mano al Rey Presunto ni al Príncipe Asesino (salvo por imperativo legal, claro está, que a la fuerza ahorcan).
            Mientras pienso en estas cosas, se me ocurre el argumento de una entretenida novela: en un país imaginario, un simpático pícaro, encaramado en la jefatura del Estado por un dictador algo menos campechano, hace de las suyas mientras quienes debían velar por la legalidad miran para otro lado.
            Y siguen mirando. Y no digo más, que hay golpes de Estado sin piedra ni palo, como afirma nuestro fiscal general (o generalísimo).


Martes, 4 de junio
AHÍ QUEDA ESO

Mientras espero para pagar el café de la mañana en Las Salesas, me entretengo un rato mirando el televisor. El fiscal del más vergonzoso espectáculo del mundo está leyendo su alegato final. No le presto mucha atención, no creo que difiera del escrito de acusación. Creo escuchar frases como “ese es el peor de todos”, referida a Oriol Junqueras, “fue un auténtico golpe de estado”, “no se trata de presos políticos” (excusatio non petita…) y otras lindezas del mismo rigor jurídico, y pienso: “¿Pero quién le redacta los informes a este hombre? ¿Inés Arrimada? Andrés Trapiello seguro que no porque tendrían mejor prosa”
            Llego luego a casa, pongo la noticias de Radio Nacional (las llevo escuchando, puntualmente a las dos, desde antes de que muriera Franco), y me entero de que la sección no sé cuántos del Tribunal Supremo ha decidido suspender provisionalmente el traslado de los restos del dictador, atendiendo a un recurso de sus familiares; en un párrafo de la resolución, afirman que Franco fue Jefe del Estado desde octubre del 36.
            Pero en 1936, tras el golpe de Estado que se convirtió en guerra civil, solo reconocían a Franco como jefe de Estado la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini. Ahora me entero de que también cuenta con el reconocimiento del Tribunal Supremo español de 2019. Ahí queda eso.


Miércoles, 5 de junio
UNA ESTATUA

Han pasado los años. ¿Pocos o muchos? No sabría decirlo. Dos estudiantes, que estudian poco pero se pasan el día escribiendo versos y hablando de literatura, entran en una librería de viejo y, entre un montón de libros, todos a dos euros, encuentran uno cuyo título les llama la atención: Revelación de secretos, de José Luis García Martín. Lo hojean. “Parece un diario”, dice uno de ellos. “Por aquel tiempo, a comienzos del siglo pasado, estaban muy de moda”, “¿Quién sería este José Luis García Martín?”, “Ni idea”.
            Leen la entrada correspondiente al 4 de junio de 2019. “¿Ese Oriol Junqueras no es el mismo que tiene una estatua en la plaza de Cataluña, al comienzo de las Ramblas?”, “No sé, yo de política entiendo poco”, “Yo menos, pero quedaba citado allí con mi novia cuando vivía en Barcelona”.


Jueves, 6 de junio
LOS LIBROS LIBRES

Mi amigo el poeta Álvaro Valverde habla de su biblioteca en la revista El Ciervo. Afirma que, en el último expurgo, desaparecieron de ella casi todos los libros de narrativa y alguien, en su blog, le pregunta que a dónde fueron a parar. “A cajas que guardo en la cochera”, responde.
            A mí esa me parece la peor de las opciones, un secuestro. Los libros que tienen que salir de mi casa, y lo hacen en tandas semanales, para que entren otros van a una librería de viejo. Como se los dejo gratis al librero, Xurde Blanco, puede venderlos muy baratos.
            A los libros, como a los pájaros volar de rama en rama, les gusta ir de mano en mano.
            Ese poeta que a mí no me interesa nada, pero que nada, yo no me atrevería a encerrarlo en una caja y llevarlo al trastero (aunque se lo mereciera). Es posible que fascine a otros (la reina Letizia acaba de decir que uno de sus poetas favoritos es Raúl Zurita).
            Y esa novela que me ha divertido durante unas horas, y que no pienso releer, ¿dónde está mejor que posada en un escaparate o en una estantería esperando a algún otro lector?
            Claro que hay algo peor que meter los libros que no interesan en cajas y amontonarlos en un garaje: sentirse generoso y tratar de donarlos a una biblioteca.
            Qué razón tenía Eugenio d’Ors cuando, en el reglamento de las bibliotecas públicas de Cataluña, escribió aquello de “donativos, solo en metálico”.
            Y luego están esos descendientes de escritores, o simplemente de buenos lectores, que venden los libros heredados pero arrancando la página con la dedicatoria para que se ignore la procedencia de los volúmenes. ¡Habría que imponer una multa a esos bárbaros que venden previa mutilación para que no se descubra que gente de su categoría tiene que andar en tan vulgares trapicheos!


Viernes, 7 de junio
ME SOBRA TIEMPO

Ya ha dejado de preocuparme mi jubilación, que tendrá lugar en el cercano 2020. “Fue bonito mientras duró”, diré al despedirme. Y a otra cosa, mariposa.
            Pero no faltan los buenos amigos que no saben que ya he superado el duelo (soy así de rápido) y se esfuerzan por consolarme. “Tendrás más tiempo para todo”, me dice Ricardo Labra. “¿Y para qué quiero yo más tiempo? Yo no necesito más tiempo, necesito más talento”.
            No soy el único al que le ocurre eso (sobra de tiempo, falta de talento), pero me parece que soy el único que se atreve a decirlo.