sábado, 25 de agosto de 2012

Fugacidad, eternidad, verano: El regalo del fantasma y otros poemas encontrados


Habíamos quedado citados en el santanderino Café de Pombo. Apareció con casi una hora de retraso, cuando yo ya estaba a punto de marcharme. Afortunadamente, acababa de comprar en la librería Roales Puerta de tierra, una colección de ensayos de Benet, y no me dio tiempo de aburrirme. Le había conocido dos días antes en la excursión por el río Cubas que hice con los alumnos de la Universidad. El piloto que nos iba amenizando el viaje mencionó una novela de Pereda, Nubes de verano, en la que se describe una excursión semejante. “¿Ha leído ese libro?”, me dijo el desconocido que tenía al lado. “Yo sí, no vale nada, como no vale nada Pereda, aunque aquí no se puede decir eso en voz alta”. Tenía unos cincuenta años y era amigo de casi todos mis amigos cántabros: Lorenzo Oliván, Carlos Alcorta, Luis Alberto Salcines, José Manuel González Fuentes. Había sido muy amigo de Leopoldo Rodríguez Alcalde y conservaba bastantes papeles suyos. Entre ellos, un cuaderno que me quería enseñar. “¿Le vendría bien el jueves por la mañana?”. Perfecto, el autobús de regreso a Oviedo no salía hasta las dos. Apareció, disculpándose por la tardanza, con un cuaderno de poemas manuscritos. “Me insistió mucho Leopoldo en que no eran poemas suyos, que no me confundiera. Por entonces el poeta Carlos de la Rica había publicado la obra completa de Federico Muelas y en ella había incluido un soneto de Miguel Hernández que apareció entre sus papeles escrito de su puño y letra. Florencio Martínez Ruiz, que odiaba a Carlos de la Rica, lo comentó de la manera más sangrante posible en ABC”. Hojeando aquel amarillento cuaderno, de letra desvaída, pensaba yo en qué razón tenía Oscar Wilde cuando decía que la vida imita al arte. Con Rodríguez Alcalde intercambié publicaciones y siempre fue muy amable conmigo las dos o tres veces en que me lo encontré en Santander. Ahora su fantasma sonriente, sentado junto a nosotros, me ofrecía un maravilloso regalo póstumo. “Veo que hay también un soneto de José Luis Hidalgo y un poema de Hierro, ¿son inéditos?”. “Son probablemente una invención, según me dijo González Fuentes. Nadie aquí ha querido publicar estos poemas porque no saben si se trata de una broma póstuma de Polín, como le llamábamos los amigos, y aquí a la gente no le gusta que le tomen el pelo. Pero a ti te importan los poemas, no el autor”.
Le prometí publicarlos y aquí va una primera selección. Como lema, lema también de toda esta serie veraniega, podrían figurar unas palabras de Azorín: “La vida es ilusión. Y la poesía no sería nada si no fuera ilusión. Tan apegados estamos a la ilusión, que muchas veces, leyendo un poema, ponemos en él mucho más de lo que en ese poema existe. Poemas que admiramos no los admiraríamos si los creyéramos de un poeta mediocre. Poemas que desdeñamos, los admiraríamos si los creyéramos de un poeta predilecto”. 



EL SUEÑO Y EL VIAJERO

                                                               (Xin Di)

El aire fresco de la noche entra por la ventana.
Las estrellas se apoyan para mirarme en el techo del cobertizo
Mientras me llega el sueño, pienso en los que emprenden un largo viaje
y no saben si habrán de regresar.
Tengo lástima por ellos y no por mí
que no sé si habré de regresar del sueño.


     
                  
TORMENTA

(David Rokeah)

Como los niños
abren los ojos asombrados
ante la cambiante rosa
de los fuegos artificiales,
las gaviotas
observan a los rayos
que rasgan las nubes negras
antes de sumergirse en las aguas marinas.
La tierra entera tiembla,
navío a punto de zozobrar,
mientras ellas gozan del espectáculo.


                       

ABRO LA VENTANA

                               (J. C.  Bloem)

Abro la ventana para que entre el otoño
a hacerme compañía.
Le sirvo una copa de mi vino mejor,
pero la rechaza con un gesto.
No le gusta el alcohol al otoño.
¿Querrá emborracharse con el agua
negra de mi melancolía?
Los dos bebemos juntos hasta acabar rendidos.
Luego, apenas amanece,
él se despierta y sale
a recorrer los campos,
fresco, recién duchado.
Yo en la cama sin nadie
me revuelco en mi propio vómito.




CIEGO

                               (Frantisek Halas)

Tienes buena vista,
pero estás ciego.
La muerte te quema
ya con su aliento.
Atruenan sus pasos
el universo.

Todo lo miras,
todo lo quieres saber.
Solo lo que más importa
no puedes ver.

                       


OTRO SONETO DE LOS OPUESTOS

                                   (José Luis Hidalgo)

Solo he vivido lo que no he vivido
y amado a quien no amé de ningún modo.
En mis manos vacías tuve todo
y solo tengo aquello que he perdido.

¿Quién sabe lo que pierde cuando gana?
Duran siempre los besos que no has dado.
El amor que no fue y que he olvidado
despierta junto a mí esta mañana.

Puedo decir lo que decir no puedo:
te quiero, eres verdad, estás conmigo.
Y al decirlo yo mismo me desdigo.

Al miedo, solo al miedo, tengo miedo
y a ti que no eres nadie y eres ciento,
agua dulce en la mar, polvo en el viento.




EL REY DEL OPIO
           
                        (Liang Peiyum)

Fui un pequeño dios, soy un mendigo.
Tumbado en la cama, con mi llave de humo,
abría todos los palacios,
conquistaba todas las mujeres.
Ahora el humo es humo en el humo
y yo he agotado todas las riquezas
que nunca tuve,
pero que me hicieron tan feliz
que hasta el mismo Dios me envidiaba.




DOS O TRES PALABRAS

                               (Charles Simic)

En la calle desierta
el viento arrastraba
las páginas de un libro.
Yo era un niño
que deja su pelota
para correr tras ellas.
Escapaban de mis manos
en cuanto estaba a punto
de alcanzarlas.
Apenas pude entrever
dos o tres palabras
que no me decían nada.
Volaron hacia el río,
hacia el negro recodo
donde los hombres arrojan su basura,
donde las buenas gentes
ahogan a los gatitos.
Dos o tres palabras luminosas
brillaron un instante
ante los ojos del niño
y luego se hundieron para siempre.




CONTRA LAS PATRIAS

                               (José Hierro)              

Si me dijeran: puedes escoger tu patria,
un lugar en el que vivir,
un lugar por el que morir,
una gran historia llena de patrañas
que has de creer a pie juntillas,
un trapo tremolante
que ha de llenarte de emoción
cuando lo divises de lejos,
¿qué patria escogería?
El mundo es demasiado grande,
mi pueblo demasiado pequeño.
¿No habrá un errante asteroide
todavía sin nombre,
sin historia, sin bandera,
sin sangre en las manos,
sin victimas a las que vengar?
Un pedrusco ignorado de todos,
al que no salpique la estupidez de los hombres,
esa quisiera que fuera mi patria.




TUS DULCES ANIMALES

                        (Yánnis Kondós)

Tus dulces animales
sonríen en la tarde.
De noche enciendo fósforos
para ver cómo duermen.

Dos pequeños roedores
que me comen los dedos
en la alcoba sin luz.
Yo también juego
a devorarlos.

Amanece
y son pájaros que quieren
escapar de mis manos,
volar a lo más alto,
perderse para siempre.

jueves, 16 de agosto de 2012

Fugacidad, eternidad, verano: Poemas sin fecha de Marilyn Monroe


El azar es el mejor guía y el mayor folletinista. Caminaba yo por la calle 23 de Nueva York, camino del High Line, el nuevo paseo elevado de Nueva York, que entonces se acababa de inaugurar, cuando me sorprendió la fachada de la Gran Logia Masónica, casi enfrente mismo del Hotel Chelsea. No dudé un momento en entrar. Tenía mucho de museo, biblioteca y archivo y algo de ingenuo templo racionalista; conservaba un aire dieciochesco y mozartiano que me resultaba particularmente grato.
La bibliotecaria hablaba español, era amiga de algunos amigos míos de la ciudad y acabó invitándome a comer. Resulta que su padre, poeta y profesor universitario, había dirigido durante años un taller literario. Y una tarde de 1955 entraron en su clase, sin previo aviso, dos desconocidos: una mujer rubia con unas grandes gafas negras que en vano trataban de ocultar quién era y un hombrecillo graciosamente diminuto. Se trataba de Marilyn Monroe, ya entonces muy famosa, y de Truman Capote. “Marilyn le pidió a mi padre su teléfono. Habló con él y quedaron en que le daría clases particulares de composición literaria a ella sola y en secreto.  La actriz, según me contó mi padre, tenía mucho talento, pero ninguna cultura, y se avergonzaba de ello. Las clases, no fueron muchas, se emplearon en corregir los poemas que ella llevaba manuscritos y llenos de tachones. Eran muy torpes, como redactados por una niña que estuviera aprendiendo a escribir, pero en todos había algo, decía mi padre. Él le hacía sugerencias y luego los mecanografiaba. Le daba una copia de los que ella aceptaba y guardaba otra en papel carbón. Esas copias las tengo yo”.
Me llevó a su casa, un apartamento en la calle 110, muy cerca de Columbia University, me las enseñó e incluso bajó conmigo a sacar una copia en la fotocopiadora de la esquina. “Puedo publicar estos poemas en cualquier momento, pero con el nombre de mi padre, no con el de la actriz; sus herederos no los consideran auténticos”.
A mí, en cambio, me dieron la impresión de que eran, en lo fundamental, auténticos. Cuando se publicó el libro de Marilyn Monroe Fragmentos. Poemas, notas personales, cartas (Seix Barral), pude encontrar en él muchos de los fragmentos que habían servido de base para los textos corregidos por su profesor de literatura. Y un pasaje de las memorias de Arthur Miller me dio a entender que, por consejo suyo, Marilyn había destruido las versiones finales que en un momento consideró como propias. Quizá el dramaturgo quería ser su único guía. Pero se cansó pronto de ella y se lo dio a entender de la más cruel manera. Cuando residían en Parkside House, cerca de Londres, donde tenía lugar el problemático rodaje de El príncipe y la corista, dejó “olvidado” su diario íntimo, abierto “casualmente” por la página en la que confesaba sentirse decepcionado por la actriz; “a menudo me avergüenza su modo de comportarse”, añadía.  Pocas veces Marilyn se sintió tan herida, y estaba muy acostumbrada a ello. Pero esa es otra historia.
Con permiso de Anna, traduzco al español las copias que su padre guardaba de los poemas de Marilyn Monroe. En contra de la opinión de los especialistas –Stanley Buchthal y Bernard Comment, principalmente–, yo creo que, en lo fundamental, sí son de su autoría.



CARA Y CRUZ

Vida: soy de tu cara y tu cruz.
Casi siempre
colgada boca abajo,
pero fuerte como una telaraña al viento.
Mi corazón arde,
pero yo soy escarcha fría resplandeciente.


PUENTES

Me gustaría estar muerta.
Me gustaría no haber existido.
Me gustan los puentes,
especialmente el de Brooklyn,
tan tranquilo a pesar
del rugido de los automóviles
debajo de los pies de los transeúntes.
Pero no hay ningún puente feo.
Quizá alguno no demasiado alto.


PIEDRAS

Piedras en el camino.
Son de todos los colores.
Yo las miro desde lo alto,
Pero sois vosotros
las que estáis más arriba
en un mundo perfecto
del que algún día yo
formaré parte.


CUERPO Y ALMA

Por mucho que acaricie tu cuerpo,
nunca llegaré hasta tu alma.
Aunque los que a mí me gustan
son más bien cuerpos desalmados.
En cambio yo,
no os lo vais a creer,
a veces tengo la sensación
de que soy un alma sin cuerpo.




QUÉ EXTRAÑO

Qué extraños los humanos.
Algunas veces los miro
y no me reconozco
como formando parte de ellos.


HOY

Hoy no tengo ninguna
preocupación,
hoy respiro aire libre
al aire libre,
hoy no sufro
por el amor de nadie
ni recuerdo a la niña
humillada que fui,
hoy soy feliz,
hoy quisiera estar muerta.


SOLA

Sola. Estoy sola.
Siempre he estado sola,
pero hoy
ni siquiera me tengo a mí misma
para hacerme compañía.


MIEDO

Tengo tanto miedo a que no me quieran
que cuando me quieren
solo soy capaz de pensar
en el instante
cercano o lejano
en que dejarán de quererme.




TAL COMO SOY

Soy hermosa por fuera,
pero horrible por dentro.
Por eso me avergüenza
mirarme en el espejo
y en los ojos de los demás.
Temo que me vean
desnuda
toda mocos y llanto.
Tal como soy.


PROGRAMA

Conocer la realidad,
ver las cosas como son,
no hacerme ilusiones,
no enamorarme nunca:
ese es mi programa para la vida.
Para una vida
que no sé si vale la pena vivir.


IDEAS LOCAS

Mi cabeza nunca está vacía.
Las ideas locas siempre
danzan en ella.
Por eso tengo miedo,
por eso estoy
siempre asustada.
Miedo de hacer burla
a esa señora tan seria,
al señor  presidente.
Miedo de lanzarme de pronto
sobre el marinerito que pasa
y revolcarnos los dos sobre el césped
de Central Park
o directamente sobre la acera.


AYUDA

Me hace falta mi ayuda
para salir del pozo,
mi ayuda y la de nadie más.
Me hace falta mi ayuda
y siempre me la niego.




VERGÜENZA

Qué vergüenza tener treinta años
y ser una niña asustada.
Qué vergüenza que todos me miren
y tener ganas de llorar.
Qué vergüenza los periodistas
preguntándome cosas
y que yo no recuerde
ninguna de las cosas inteligentes
que aprendí para responderles
Qué vergüenza esta máscara
de hermosa rubia tonta
que tapa mi verdadero rostro
de tonta rubia tonta.


QUÉ MARAVILLOSO SERÍA

Cuando comienzo a hundirme
pienso en qué maravilloso sería
poder tirarme de los pelos
sin miedo a quedarme
con ellos en las manos
y ponerme otra vez
de pie sobre la acera.


IDEAS

Tengo una idea de mí misma,
tengo muchas ideas de mí misma.
Pero ninguna es una buena idea


ÁRBOLES

Tristes y dulces árboles
que veo desde mi ventana,
cuánto daría yo por ser
uno de vosotros,
siempre en un lugar hermoso
rodeados de niños y de rosas,
acariciados por el viento,
ajenos,
al amor y al dolor,
al dolor y al amor.




EL RIO

Amo el río,
ese río silencioso
que cruzan gaviotas y navíos,
amo su agua oscura y dulce,
sucia por fuera,
tierna por dentro.
Me gusta pasear por sus orillas,
escuchar las cosas que me dice.
Me gusta
mirarlo desde el puente,
cerrar los ojos,
soñar con que me tiene
entre sus brazos,
me tiene para siempre.


OLVIDO

Como un buen cirujano
has abierto una herida
nn mi corazón
y la has vuelto a cerrar.
Has arreglado
como un buen relojero
todo lo que no funcionaba bien.
Ahora mi corazón
da siempre la hora en punto,
me despierta a su hora.
Pero dime, amor mío,
al cerrar la hendidura
qué olvidaste allá dentro
que yo no puedo olvidar.


EN EL ASCENSOR

Tuve un sueño horrible.
Yo sola en el ascensor
y el ascensor se detenía
y el resto de mi vida
la pasaba sola en el ascensor.
Exactamente igual
como paso mi vida.


CARNE HUMANA

Soy dulce por fuera,
un cordero
que todos quieren acariciar.
Pero por dentro tengo garras
y enormes dientes
y ganas de devorar
carne humana.
Por dentro tengo tanta hambre
que me devoro a mí misma
y no me sacio nunca.




NUNCA MÁS

No vuelvas a visitarme,
niñita sola y asustada,
no vuelvas nunca más,
no vuelvas cuando todos me miran,
cuando mi amor me abraza,
cuando cientos de manos
aplauden fervorosas
y cientos de ojos
me desean.
No vuelvas nunca más,
niña que nunca te has ido
de mi lado.


CUANDO NO ESTOY

Por favor
no hables de mí
cuando no estoy,
no digas cosas malas
ni cosas bonitas.
Cuando no estoy
bésame en los labios,
acaríciame
una y otra vez.
Acaríciate
como si tus manos
fueran las mías.


ERA

Era joven,
era oscura
y sin embargo
por cualquier sitio que pasara
lo dejaba lleno de luz.


NO ME FÍO

No me fío de mí
ni de ti
ni de Dios.
Todos me han traicionado.
Y yo misma
más que nadie.




SINCERIDAD

La sinceridad
es una cosa estúpida.
Siempre que he sido sincera
me ha ido mal.
Siempre que he dicho te quíero
debería haberme callado.
En realidad,
si he de ser sincera,
siempre que digo algo
es mejor que me hubiera callado.
La sinceridad
es una cosa estúpida,
pero yo soy una estúpida
absolutamente sincera.


TAN HERMOSO

Mi amor duerme junto a mí.
Es tan hermoso ahora
como el niño que fue,
pero un niño que fuera
un león poderoso.
Es tan hermoso como
si ya estuviera muerto
y no pudiera dejar de amarme.


SER FELIZ

Creo que soy feliz,
pero no siento alegría alguna.
¿Es posible ser feliz
y no se capaz de estar alegre?
Mi amor me mira
y yo sonrío.
Lágrimas que nadie ve
ruedan por mis mejillas.


PARA SIEMPRE

Silencio.
Silencio.
Silencio.
Solo se escucha
el fluir de mi sangre
como un río que anhela
un tranquilo lago
en que perderse para siempre.


NADA

Aunque tuviera
toda la riqueza del mundo
si no tengo tu corazón
no tengo nada.




UN MAL SUEÑO

Soñamos con que nos quieran,
soñamos con amar a alguien,
pero es solo un mal sueño
del que conviene despertar.
La quimera del amor
ha hecho más daño al mundo
que lobos y que ratas y asesinos feroces.


NADA SEGURO

No hay que dar nada por seguro
ni siquiera aquello
que más te consuela,
desdichada mujer.
Quizá estás condenada
a vivir para siempre.


ESE JARDIN

Mi cuerpo es el lugar
que prefieren tus ojos
y tus manos también.
Déjalos que corran,
colegiales traviesos,
hacia ese jardín.
Para ellos
yo nunca cerraré
la alta verja
puntiaguda.


ÚNICO DESEO

Socorro, socorro, socorro.
Siento que la vida
me está acechando
cada vez más cerca
y yo lo único
que deseo
es morir.

sábado, 11 de agosto de 2012

Fugacidad, eternidad, verano: No sé de quién recuerdo mi pasado




Me gusta la novela de la erudición. La historia de los manuscritos, las falsificaciones, las atribuciones dudosas. Durante mucho tiempo figuraron entre las rimas de Bécquer dos poemas que no eran suyos, sino de su editor y admirador Fernando Iglesias Figueroa, pero que no eran peores que los que había escrito Gustavo Adolfo. ¿Es de Jorge Luis Borges el soneto que reproduzco a continuación? ¿Son traducciones suyas los poemas de Etienne Pivert de Senancour? No podría yo asegurarlo, pero tampoco afirmar lo contrario. Me limitaré a contar cómo llegaron a mis manos.
Sentado en uno de los bancos del parque que hay frente al Museo de Arte, en Ginebra, contemplaba la casa en la que había vivido Borges, en la Rue Ferdinand Hodler. Abstraído, no noté que un hombre mayor, de unos ochenta años, se había acercado y estaba mirando en mi misma dirección. De pronto dijo: “Mi padre le conoció, estudiaron juntos ahí al lado en el collège Calvino”. Hablaba en español y era como si hubiera estado leyendo mis pensamientos. Se llamaba Maurice Bouvier, había trabajado en la banca y vivía muy cerca, en una de las hermosas mansiones que hay delante de la iglesia ortodoxa rusa, cuyas cúpulas doradas podía contemplar Borges desde su ventana. De español le había dado clase un poeta sevillano, Manuel Jurado López, autor por cierto de un libro, Poemas de Ginebra, que yo no conocía y que me enseñó afectuosamente dedicado. 
Los textos que transcribo estaban mecanoscritos en folios sueltos y sin numerar. En la portadilla decía: “Poemas de Senancour en versión libre de J. L. B.” Al soneto no se aludía. María Kodama, a quien le había enviado una copia, los consideró apócrifos. Yo no estoy tan seguro, al menos en lo que a las traducciones se refiere. Senancour (1770-1846) es el famoso autor de Obermann, esa novela que tanto fascinaba a Unamuno. Es autor también de otra obra de roussoniano título: Libres meditaciones de un solitario desconocido.
De Maurice Bouvier y de su maravillosa biblioteca, llena de rarezas, habría mucho que contar. Quede para otra ocasión.




LA DULCE SOMBRA

También puede cansarnos la hermosura.
Cierro los ojos y es como si nada
de lo que ve la luz enamorada
manchara de la sombra la dulzura.

Cansado estoy de admirar tu rastro:
el lago helado, el cerco de montañas,
la luna y los jardines, las extrañas
criaturas de oro y carne y alabastro.

No ver es ver, y ver del mejor modo:
no la hermosura que enamora y llena
de error el alma, el corazón de pena,

que nubla el claro rostro del gran Todo.
De la piedad de Dios espero un día
cegar para escuchar su melodía.




VIVO EN UNA CABAÑA

Dejo abierta en la noche mi ventana
para escuchar el agua de la fuente,
para que cuando duermo me acompañen
la luna y todas las estrellas.

Es verano y soy el rey del mundo.
Qué corona mejor que estas montañas.
Qué espejo mejor que el de este lago.
Qué música mejor que la del agua.

De noche me visitan
grandes damas celestes,
de día libres animales
que me miran con sus limpios ojos
y comen de mi mano.

Vivo en una cabaña,
sin otra posesión
que mi tiempo y mi cuerpo.

Vivo en una cabaña diminuta
y en el mayor palacio:
el inabarcable universo.




QUÉ IMPORTA

Ningún motivo tengo para ser feliz
y sin embargo lo soy.
Envejezco y la muerte
ya se divisa al fondo del camino.
En cualquier recodo aguardan
sus inseparables compañeros:
decrepitud y enfermedad.
Y sin embargo soy feliz,
súbita y plenamente feliz.
Como el que despierta de pronto
de los terrores del sueño
y vuelve a estar en su cama y al lado
de la mujer que quiere.
Como el que tras la oscuridad del calabozo
contempla de nuevo al cabo de los años
la serenidad del cielo.
Ningún motivo tengo para ser feliz
y soy el hombre más feliz del mundo
cuando cada mañana despierto
y puedo respirar, caminar, acariciar
con los ojos, la lengua
toda la belleza transparente del día.
Qué importa que todo esto
vaya muy pronto a abandonarme
como tú me has abandonado.




LA TEMPESTAD PASÓ

La tempestad pasó, resplandece la noche.
Tengo todas las ventanas abiertas sobre el lago.
La espuma blanca de las olas llega
a veces hasta mi cuarto a humedecer el lecho.
El viento del sudoeste sopla con fuerza.
Ninguna música mejor para el alma.

Cuando sienta cansancio de la vida,
cuando me falten fuerzas para seguir la lucha,
querría volver a estar solo
ante un lago enfurecido.
Creo que no habría entonces ninguna cosa grande
que no me atreviera a realizar.




QUÉ POCO

Qué poco necesita el hombre
que no quiere nada más que vivir.
Y ese poco sobra esta mañana
en que tras la tormenta
brilla el sol sobre la nieve
y es tan hermoso el mundo
que morir y vivir
no parecen cosas diferentes.




PAISAJE ALPINO

Duermo siempre con la ventana abierta.
A las cuatro de la madrugada.
me despertaron la claridad y el olor del heno
segado durante la noche a la luz de la luna.
Ninguna aparición milagrosa
podría sorprenderme más.
Las lluvias del solsticio,
y el deshielo de las nieves del Jura
habían hecho crecer los torrentes.
Se distinguían las aguas del lago
que el viento agitaba a lo lejos.
Unas cuantas cabras y vacas,
un pastor que hacía resonar su agreste corno
pasaban por una lengua de tierra
entre la llanura inundada y el Thièle.
No se distinguían los pastos
y al ver su paso lento e inseguro
se hubiera dicho que iban a perderse
en las aguas del lago
de la mano de la fatalidad.
Las alturas de Anet,
los frondosos bosques de Julemont
emergían de las aguas
como una isla abandonada;
hacia el sur, los collados de Montmirail,
y más allá, en el confín del cielo,
sesenta leguas de hielos seculares,
la corona que la tierra reserva
para las ocasiones más solemnes.
Y todo ello cabía
en el marco de mi ventana abierta.


viernes, 3 de agosto de 2012

Fugacidad, eternidad, verano: Inéditos de Ramón de Campoamor





Hace pocas semanas, una amiga me invitó a pasar unos días en su casa. Dudé antes de aceptar. Muy cerca del Parque Natural de Redes, en el concejo de Laviana, entre ásperas montañas y verdes praderíos, el caserío de mi amiga Catarina está en un lugar privilegiado. Pero a mí la naturaleza, que no me desagrada, me suele cansar pronto: a los quince minutos, más o menos. Disfruté, sin embargo, con los innumerables gatos, las gallinas, el cacareo insolente del gallo, los perros, el jardín y la huerta, el arbolado y umbrío rincón, junto al arroyo, donde habitan las xanas. La casa, además, tenía su misterio. Contraída por un famoso pintor comunista, amigo de Picasso, en ella se habían alojado Carrillo y la Pasionaria, Víctor Manuel y Ana Belén, y la leyenda dice que allí se repartía con prodigalidad el Socorro Rojo y que en algún lugar del inmenso bosque que la rodea hay una ayalga, un tesoro escondido: varias sacas de deslumbrantes lingotes del oro de Moscú.  Y verdaderamente había un tesoro en la desordenada biblioteca, llena de cajas de libros y montones de amarillentos papeles; una separata, de no sé qué revista (faltaba la primera página), con poemas inéditos de Ramón de Campoamor. Los publicaba Joaquín de Entrambasaguas y la revista quizá fuera Árbor, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, pero no he podido confirmarlo. Ramón de Campoamor, el poeta más leído y admirado de su tiempo, goza hoy de un descrédito no enteramente inmerecido. Pero sigue contando con el aprecio de un puñado de lectores, que no temen que los tilden de anticuados, entre los que me cuento. He tenido la paciencia de repasar las mil quinientas páginas de sus Obras poéticas completas, publicadas en 1945 por Aguilar, y no he encontrado estos poemas que Entrambasaguas dio a conocer como inéditos. Si no pueden considerarse entre los mejores del poeta de Navia, creo que no carecen del todo ni de su ingenua malicia ni de su encanto.




EL ERROR Y EL DESEO

Más que la luz de la razón humana
amo la oscuridad de mi deseo,
y más que la verdad de cuanto veo
quiero el error de mi esperanza vana. 




CANTARES EPIGRAMÁTICOS

No hay cosa que no se venda
del mundo en el gran bazar,
salvo aquello y solo aquello
que yo quisiera comprar

Un misterio que el más sabio
no logra desentrañar:
dónde la ilusión termina
y empieza la realidad.

Dice el refrán con razón:
el que espera desespera.
Para aquel que nada espera
no hay desesperación

En el jardín del amor
se puede coger mil veces
la misma flor.

No es para que me recuerdes
el recuerdo que te di.
Es para que te acuerdes
de que me acuerdo de ti.

Mira qué amargo castigo.
La mujer que yo más quiero
vive en mí, mas no conmigo.

En la orilla de la fuente
se escuchaba este cantar:
“Vivir es un sueño vano,
morir es la gran verdad”.
Pero qué dulce ese sueño
y qué amargo el despertar.

Nunca a nadie le diré
lo que no puedo decir.
Ni siquiera tú sabrás
lo que yo siento por ti

Nunca a nadie le diré
lo que no puedo callar.
Yo me muero por tu culpa.
y no te puedo culpar.

Amar es ya ser amado
aunque el amor no nos quiera.
El mundo es solo ilusión,
Pero ilusión verdadera.




EL BUEN SALVAJE

Una tarde de verano,
un doctor en varias ciencias
se encontró con un pastor
sentado junto a una acequia.
Miraba pasar las nubes
bebía del agua fresca,
y comía queso y pan
mientras dóciles corderos
triscaban entre la yerba.
Con envidia el buen doctor
pensaba de esta manera
tras saludar al pasar:
“¿De qué sirve tanta ciencia
si quien no tiene ninguna
la tiene ya toda entera?
Sabe que nada se sabe
y lo que a todos espera
Sabe gozar de las horas
como si fuesen eternas.
Que otros recorran el mundo
en busca de la riqueza.
Todo lo que este hombre tiene
pasta ahora entre la hierba.
Quizá no sepa leer,
pero sabe la manera
de dejar pasar los días
sin que ninguno le hiera”.
Mas con súbito silbido
rozó su sien una piedra
que le lanzara el pastor
para abrirle la cabeza
y quedarse con los cuartos
que llevaba en la cartera.




HUMORADAS

“Es mejor estar solo
que mal acompañado”,
su madre le decía.
Pero el bueno de Manolo
siempre que se queda solo
queda en mala compañía.
                        *
¿Un amor que no termina?
¿Un amor que no sea triste?
El que no empieza.
El que no existe.
                        *
En las noches de verano
cuando brillan las estrellas
los amantes mano a mano
logran llegar hasta ellas.
                        *
Don Juan lo afirma sin ninguna duda:
en entrever, no en ver, está el encanto.
Entre las ramas Venus se desnuda
y en sátiro convierte al mayor santo.
                        *
Si no hay otra verdad, si todo acaba en muerte,
deja que en mis mentiras me haga fuerte.




INÉS Y NICOLASA

Estaba Inés cierto día
en la puerta de su casa.
Vio  pasar a Nicolasa.
Notó que se sonreía.
––¿De qué te ríes, mujer
si este mundo es un dolor
y hay una pena mayor
que el hecho de envejecer?
Por tus sesenta ahora mismo
cambiaría yo mis veinte,
que no sabes lo que siente
quien habita en un abismo.
––Abismo no hay más que uno
y a ese todos llegaremos.
El momento no escogemos,
oportuno o importuno.
––No sabes lo que es querer
y no ser correspondida.
–-Yo sé que se va la vida
para nunca más volver.
Y porque hace sol sonrío.
––Tú no estás enamorada.
––No, mas no me duele nada.
Nada tengo y todo es mío.




LA MUERTE DE DON JUAN

Don Juan se siente viejo, está cansado
y renuncia a seguir con sus amores.
Quiere morir cuidando de sus flores,
lejos de todo, en un jardín murado.

De vez en cuando alguna noche mala
vienen a visitarle ambiguos seres
y le torturan sombras de mujeres
y mira con amor pistola y bala.

Una noche más dura que ninguna,
cuando su cuerpo entero todo ardía
y tenía senos de mujer la luna,

sonó de pronto rara melodía
y entró la más temida y deseada
y se acostó con él y no hubo nada.