Domingo, 18 de septiembre
Como a todos los personajes sin historia, nada me interesa más que la novela de la historia. En uno de los puestos del Fontán encuentro Mussolini secreto, la edición de los diarios de Claretta Petacci, la mujer cuyo cadáver colgaba junto al suyo en Piazza Loreto aquel día de abril de 1945. Abarcan solo de 1932 a 1938, la única parte que el Gobierno italiano, que los confiscó en 1950, ha permitido, muy recientemente, publicar. Los herederos pleitearon más de una vez para que los devolvieran. Las razones para la negativa la expuso el ministerio fiscal: “Los documentos son de tal importancia que su divulgación podría perjudicar las buenas relaciones diplomáticas con otros países”.
Prologa el volumen Ferdinando Petacci, que tenía tres años y medio el 27 de abril de 1945: “Iba en coche con mi padre Marcello Petacci, mi madre Zita Ritossa, mi tía Clara Petacci y mi hermando Benghi, de seis años, en la columna de los jerarcas que acompañaban a Mussolini en su intento de llegar a la Valtellina. En Dongo (Como) me encontré en medio de una tragedia que no podía entender, que me superaba. Mataron a mi padre y a mi tía. Mi hermano sufrió un terrible shock: obligado a presenciar la muerte del padre y la violación de la madre, perdió la capacidad de desarrollarse mentalmente (a los treinta años razonaba como un niño de seis)”.
¿Qué terrible secreto guardan esos diarios tan tenazmente ocultos? Ferdinando cree que en ellos está la prueba de los pactos entre Churchill y Mussolini, pero no sé yo si es razón suficiente para mantener todavía tal secreto. Hay quien piensa que era una espía de los ingleses y que fueron agentes ingleses quienes la asesinaron.
La realidad imita al arte. En muchos pasajes quien habla parece Napoleoni, el personaje de la película de Chaplin. Le pregunta a Claretta si le gusta su cuerpo. Y añade: “Me han dicho que es uno de los más bellos de Italia. Lo dijo un hombre en la playa: Mussolini tiene el torso más perfecto de toda la playa. Y yo añadí, orgulloso: De toda Italia. Pero las piernas torcidas me afean”.
Lunes, 19 de septiembre
EN EL SUPERMERCADO
Después de leer un rato, como cada tarde, en la cafetería del Rosal, paso por el cercano Mercadona. Tengo la manía de ir sumando mentalmente los precios de los productos que compro. Cuando el cajero me dice el importe, respondo: “¿Seguro? Creo que me cobra de menos”. Me mira extrañado, lo mismo que los clientes que aguardan cola. Miro la cuenta: hay cinco productos y yo llevo seis. Efectivamente, me había cobrado un euro y cuarenta y cinco céntimos menos.
Sonrío al salir recordando un caso semejante ocurrido hace bastantes años. Fue en el economato de Carabanchel, una ventanilla en el patio, donde el que tenía dinero compensaba el escaso y a menudo intragable rancho carcelario. No se utilizaba dinero en efectivo, sino unos cartones con su valor impreso que te entregaban en su lugar. Al recibir el cambio, aquel soleado día de otoño de 1974, me di cuenta de que no era correcto. “Eh”, dije, “que me das de más”, y devolví los cartoncillos sobrantes, por importe de dos o tres pesetas, no recuerdo bien. Inmediatamente comenzaron las burlas. “¡Un tipo honrado!”, grito uno. “¡Te vas a echar a perder entre tantos ladrones!”, dijo otro. Yo me escabullí como pude.
Martes, 20 de septiembre
CASAS CON FANTASMA
Colecciono casas con fantasma y esta tarde luminosa en el que el verano parece despedirse vestido de gala añado a ellas la de mi amiga Ángeles Carbajal, en Argüelles, a dos pasos de Oviedo y sin embargo en otro mundo y otro tiempo. Es un caserón del XVII, construido junto a una torre medieval, de la que se conservan algunos restos. Su familia vive allí desde hace varias generaciones; eran los “llevadores” –así los denomina— de una tierras cuyos dueños, marqueses de esto o de lo otro, vivían en Madrid. Ahora lo ocupa ella sola, con sus libros, su música y sus versos. El gran portón del patio está siempre abierto, incluso cuando no hay nadie en casa. Los vecinos, muchos de ellos ancianos, pueden entrar allí cuando quieran y sentarse a descansar en su cotidiano paseo.
Muy cerca corre un río diminuto y transparente que algún invierno, sin embargo, se sale de madre y llega rugidor hasta los muros de piedra. Ahora todo es silencio apenas punteado por el susurro de las hojas o de algún ave. Robles, álamos, castaños, sombríos humedales, distantes caseríos y, al fondo, la silueta borrosa del Naranco. Cada caleya, cada prao, cada árbol tiene una historia… Ángeles me habla de los días de invierno en que de niña, con lluvia o con nieve, iba por estas caleyas a recoger les vaques… “Mi padre y el cura intentaron que Argüelles, que depende de Pola de Siero, pasara a formar parte de Noreña, que está más cerca. A muchos vecinos no les gustaba y los niños, que oían los comentarios en casa, la pagaban luego conmigo. Eran tiempos duros, pero yo guardo un buen recuerdo”. A la memoria me vienen los versos de Machado: “Miedo infantil, amor adolescente, / cuánto esta luz de otoño os hermosea…”
Colecciono casas con fantasma, y este rincón de Argüelles está lleno de ellos. “El tiempo aquí se pasa sin sentir. Mira qué descuidado están estos rosales. No hago nada y no tengo tiempo para nada. Incluso en invierno, cuando la niebla que sale del río lo emborrona todo, no hay paisaje más hermoso”.
Sí, este destartalado laberinto de huecos cegados, grandes salas, diminutas alcobas, y de cuadros y de libros y de viejas fotografías sobre las que el tiempo se pone amarillo, está lleno de fantasmas. Pero no dan miedo, solo hacen compañía.
Miércoles, 21 de septiembre
UN CUENTO DE TERROR
“Su nombre era Bárbara Guerrero, pero todos la conocía por Pachita. Tenía una figura rechoncha; era risueña y simpática. Muchos testigos afirman que los pájaros revoloteaban a su alrededor siempre que aparecía. Pachita diagnosticaba las enfermedades mirando las palmas de las manos. Pachita operó a miles de personas en México con técnicas increíbles. Parece ser que un médico que estaba presente en una de sus operaciones se salió de la sala abrumado porque lo que había visto no podía ser, y sin embargo era. Las operaciones quirúrgicas se realizaban en un cuarto modesto, presidido por un altar con la imagen de la Virgen de Guadalupe, la de algunos santos y la de Cuauhtémoc. Su bisturí era un viejo cuchillo de monte con la hoja oxidada. Pachita, en estado de trance y con los ojos cerrados, abría la carne de sus pacientes con el cuchillo, no tenía ningún temor de hurgar en sus entrañas para extirpar un tumor, un coágulo o una esquirla de hueso. A veces sus ayudantes le traían alguna víscera de animal que ella injertaba tranquilamente con manos diestras y sin temblores. Cuando terminaba la intervención, pasaba la mano por la herida y el enfermo podía salir por su propio pie mostrando tan solo una mínima raya roja en su epidermis”.
Lo cuenta Sol Blanco-Soler, licenciada en Ciencias de la Información y máster en no sé qué por la Universidad de San Pablo, pero para ella no es un cuento, sino un hecho cierto. Leo su libro Crónicas del más allá, con prólogo de Javier Sierra, y me aterra pensar en el desesperado que haciendo caso a los que hacen negocio con la angustia humana pudiera ponerse en manos de semejante curandera.
Jueves, 22 de septiembre
ABOGADO DEL DIABLO
A Francisco Brines se le beatifica en el último número de Ínsula. Vicente Gallego cuenta que hace milagros: sana con la manos y habla con los muertos (también cuenta que una vez que probó el ácido lisérgico, vio las estrellas y entonces se acordó de Claudio Rodríguez y dijo: “Si hubiera podido contemplar toda esta grandeza”). Felipe Benítez Reyes refiere, divertido, que “mientras conduce, habla de poesía, saca de la guantera un libro o revista, te señala un párrafo o una estrofa, se pone a leer…”
Es también un gran conversador, según se nos informa: “Yo le he visto dar un sabio repaso a la poesía de posguerra en una esquina de Valladolid, en pleno enero, a las cuatro de la mañana, mientras sus contertulios comenzaban a cultivar estalactitas en las greñas”.
Y un sabio defensor de la poesía: “Los poetas tenemos una suerte enorme. Lo normal es que la gente establezca amistad con personas de su edad. La poesía nos da muchos puntos de encuentros más allá de la edad. Puedo mantener una amistad íntima con gente mucho más joven que yo. La poesía, por encima de los años, nos hace coincidir, somos dueños de nuestra amistad”.
Pero lo que se deduce del entusiasmo de sus turiferarios es bien distinto de lo que ellos pretenden. Lo que yo deduzco al menos: que se trata de un conductor temerario que pone continuamente en peligro su vida y la de los demás, que es un pesado capaz de disertar minuciosamente sobre cualquier tema en el momento más inoportuno, que le gusta repetir tópicos sobre poesía (siempre dice los mismo, y con las mismas palabras, en cualquier entrevista) que no resisten el más mínimo análisis.
¿Cómo que es propio de los poetas tener amistad con gente más joven que ellos? Es propio de los poetas, de los abogados, de los profesores, de los carpinteros, siempre que les guste tratar con gente joven. Si frecuentara ciertos locales, vería que quienes traban “amistad íntima” (o lo intentan) con gente mucho más joven, no siempre son precisamente poetas
Otra cosa que le gusta repetir es que gracias a la poesía podemos ponernos en lugar del otro, de una mujer, de un heterosexual, de un ateo, de un místico. Gracias a la poesía, al cine, a la televisión.…
“La poesía no tiene público, tiene lectores”, es una de sus frases memorables. Y a ninguno de sus admiradores se le ocurre preguntar: Y la novela ¿qué tiene? Y en uno de esos multitudinarios recitales de poesía que organiza su amigo José María Álvarez y en los que “se le aclama igual que a un torero”, según cuenta Benítez Reyes, ¿qué hay, público o lectores? En fin, que Brines será un gran poeta, pero intelectualmente parece poca cosa, una especie de Aleixandre.
Viernes, 23 de septiembre
CUANDO ME QUEDO SOLO
A menudo me encuentro lleno de dudas, confundido, perplejo, y sin embargo, al hablar, me expreso siempre con rotundidad, sin admitir réplicas, como si la verdad estuviera entera de mi parte. Luego, cuando me quedo solo, después de haber vencido (o creer haber vencido) en una discusión, recuerdo la frase de Chesterton: “El loco no es el que ha perdido la razón; es el que lo ha perdido todo menos la razón”.
Duele más morir si se tiene una casa como la de Ángeles...
ResponderEliminarAunque la bandeja de desayunar en la cama sea hoy atril o posatodo, y la ausencia de un lienzo que proteja la tapicería del sofá a la altura de la cabeza pudieran hablar de ausencias varoniles (si hay un hombre en casa las féminas siempre protegen aquella parte del sofá, porque es sabido lo saborréico que puede llegar a ser un cuero cabelludo viril, a diferencia del de ellas que, por natura o por coquetería, lo mantienen limpio y lustroso...; y las bandejas se usan para llevar el desayuno a la cama a la otra media naranja). Pero esa ausencia -si no es fruto del desamor o de la muerte prematura- pude hacer más confortable aún la vivencia entre tales encantadores muros.
Los papeles de la mesa parecen un poco desordenados adrede, como para la foto.
En lo alto de la estantería veo un viejo aparato de radio, igual que el que llevó a casa mi abuelo en los años cincuenta, y que había adquirido a un artesano que los componía con piezas de diversa procedencia (el altavoz de aquí, las lámparas de allí, la fina arpillera que cubre el altavoz de tal parte, la carcasa de madera de aquel ebanista...). Askar, era la dudosa marca del aparato en cuestión; daría algo por haberlo conservado.
Al lado del aparato, unos kanjis encuadrados. Sobre la chimenea, una pintura de Luis Fega (a que sí).
El escaso grosor de los tomos habla de mujer afín a la poesía y a los relatos breves (de ser esta una foto semejante a la que publicita el Vaticano de la Capilla Sixtina, con un simple movimiento del ratón podría ver el resto del salón de Ángeles, pero sé que es mucho pedir.
Encantadora casa: encantadora persona. Seguro.
En su estupendo libro "Fraudes paranormales", James Randi desvela con todo detalle (y elocuentes fotografías) cómo realizan sus trucos esos "cirujanos psíquicos" tipo Pachita. Los cuales, por cierto, cuando ellos mismos enferman, corren a ver a médicos auténticos, claro. Sol Blanco Soler es una chiflada -asidua en el programa de Iker Jiménez- que comanda un grupo de cazafantasmas llamado Hepta y se dedican a limpiar psíquicamente casas, grabar psicofonías y cosas así. Lo que me he reído oyéndola enumerar los diversos tipos de fantasmas que existen.
ResponderEliminarMuy buena entrada. Un abrazo.
A "seborreico" le he puesto tilde en la e.
ResponderEliminarAlgún defecto había de tener yo.
Me permito, si al anfitrión no le molesta, añadir aquí este enlace encontrado en el blog de Álvaro Valverde
ResponderEliminarhttp://mediateca.uniovi.es/visor2/-/journal_content/56_INSTANCE_iV9s/10910/746899
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