En la plaza Meynard de Burdeos, en torno a la esbelta torre exenta de Saint Michel, se celebra todos los días, salvo los martes, un “marché aux puces”, un colorista y animado rastro. Muy cerca, en la plaza Canteloup, hay un pasaje lleno de tiendas de anticuario en cuya revuelta mezcolanza de espejos, lámparas y lujosos pecios salvados del naufragio del tiempo resulta fascinante perderse. Pero no tiene menos encanto el astroso mercado al aire libre. Este barrio fue el preferido de los exiliados españoles, y eso se nota todavía en los bares que ofrecen “tapas”, pero ahora los emigrantes son mayoritariamente árabes o procedentes de los antiguos países comunistas. Sobre una manta en el suelo, entre libros sin mayor interés, me encontré hace unos días media docena de títulos en español y un cuaderno (de esos con anillas y páginas cuadriculadas) con anotaciones manuscritas también en español.
Uno de los libros era la novela de David Arias Después del gas (donde se anticipa una segunda guerra mundial bien distinta de la que poco después se haría realidad) y otro un libro de Ana de Valle publicado en los años setenta. El cuaderno no estaba firmado ni los libros llevaban señal alguna de su antiguo propietario, pero esos dos títulos me hacen suponer que era de Avilés, o estaba muy relacionado con la villa, y por eso lo he denominado “Anónimo avilesino”. Seguramente se trataba de un exiliado de la guerra civil, amigo de Ana de Valle, que le mandaría su libro (supongo que dedicado, pero del volumen habían arrancado la página de respeto).
Uno de los libros era la novela de David Arias Después del gas (donde se anticipa una segunda guerra mundial bien distinta de la que poco después se haría realidad) y otro un libro de Ana de Valle publicado en los años setenta. El cuaderno no estaba firmado ni los libros llevaban señal alguna de su antiguo propietario, pero esos dos títulos me hacen suponer que era de Avilés, o estaba muy relacionado con la villa, y por eso lo he denominado “Anónimo avilesino”. Seguramente se trataba de un exiliado de la guerra civil, amigo de Ana de Valle, que le mandaría su libro (supongo que dedicado, pero del volumen habían arrancado la página de respeto).
En el cuaderno había versos tachados, algunos comienzos de poema que no tuvieron continuación (“Rimas invierno con infierno y sabes / que nunca ha de llegar la primavera”) y abundantes aforismos, no sé si originales o traducción de algunos de los moralistas franceses, como Joubert, Chamfort o La Rochefoucauld. Bastantes dan la impresión de ser solo borradores. Copio aquí una selección de los que me parecieron completos. Me imagino al autor de estos apuntes paseando por la plácida orilla del Garona, como antes hicieron Goya o Moratín, y añorando la ría de Avilés, tan distinta, tan distante y tan semejante: el mar, que es su razón de ser, no se divisa nunca desde ninguna de ellas.
La peor angustia es la que nos sobreviene cuando no tenemos motivo para angustiarnos.
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A la obra de arte, como a los reyes, le corresponde siempre decirnos la primera palabra.
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La lejanía, que empequeñece los objetos, agranda a los hombres.
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El aburrimiento nos acerca a los seres humanos; el fastidio nos aleja de ellos.
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Ni indecisión ni precipitación: esas son las características del verdadero hombre de mundo.
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Hay cosas tan serias que solo se pueden decir en broma.
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Si no quieres llegar a ser muy desdichado, no pretendas ser demasiado feliz.
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Era tan escéptico que ni siquiera se creía la buena opinión que tenía de sí mismo.
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Engaña más quien confiesa algo que quien lo oculta todo.
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Para resucitar hay que morir primero.
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Solo quienes nos calumnian nos dicen la verdad sobre nosotros mismos.
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Hay que hacer sitio a cada nuevo amor, a cada nuevo amigo, desalojando a otros.
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Los ricos suelen ser tacaños; los pobres, derrochadores.
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Envejecía él, pero no sus amantes.
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Nadie más aburrido que esas personas que nunca se aburren.
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Era tan infortunado que ni siquiera en el amor propio fue correspondido.
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Los peores dramas son los que se disfrazan de comedia.
No te dejes aconsejar por nadie, y menos que nadie por ti mismo.
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No hay mayor señal de fracaso que, al final de la vida, no deber nada a nadie.
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Los corazones de buena calidad son los que se desgastan primero.
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Era todo un personaje, pero no tenía ninguna personalidad.
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Solo los imbéciles se que quejan cuando se les toma por imbéciles.
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De un amor no se puede huir: llena el mundo.
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Nos vuelve locos la alegría y cuerdos el dolor.
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Me resigno a tu ausencia como uno acaba resignándose a la ausencia de Dios.
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El amor es un lugar de paso; nadie puede quedarse en él para siempre.
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Te tengo entre mis brazos y no soy capaz de encontrarte.
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Estoy solo y solo me falto yo.
A veces abrir una puerta es cerrar una herida.
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La eternidad es aburrida; la historia del mundo es la televisión de Dios.
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Si un laberinto no tiene salida, no es un laberinto.
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A veces tenemos tanto que decir que la única manera de decirlo es callar.
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A veces la peor forma de la ausencia es la presencia.
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El amor adormece, el odio nos pone en pie.
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El amor es una jaula, pero solo es verdadero si deja la puerta abierta.
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La ciencia nos enseña lo que sabemos, la filosofía lo que no sabemos.
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Es fácil ser gran hombre cuando se está rodeado de hombres minúsculos.
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Cada amanecer Dios vuelve a crear el mundo.
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Ninguna ocurrencia vale la pena si no se le ha ocurrido primero a otro.
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Me gusta tener siempre un libro o un amigo a mano, aunque no abra el libro, aunque el amigo se limite a callar conmigo.
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Confío en mis sueños: nunca me engañan, aunque no me cuenten más que mentiras.
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No se puede ser feliz, pero se puede haberlo sido. Y confiar en volverlo a ser.
Los aforismos están buenísimos.
ResponderEliminarYa lo creo que están buenos. Hay dos que me llaman poderosamente la atención por su profundo calado psicológico. Un tercero me deja preocupado.
ResponderEliminarY es que lo que dice el primer aforismo es de una clarividencia que me hace sospechar que detrás del autor se esconde un psiquiatra o algo parecido. Porque -efectivamente- la depresión (él la llama angustia) que brota sin motivo aparente (la depresión endógena), es de peor pronóstico que la que sigue a un duelo o a una desgracia vivida (depresión reactiva).
El otro certero aforismo es el que dice que "hay cosas tan serias que sólo se pueden decir en broma". (¡Bingo! Si lo sabré yo...).
Y el tercero, el que me deja un poco mosqueado: "Sólo los imbéciles se quejan de que les tomen por imbéciles".
Servidor se ha quejado alguna vez...
Pues eso.
Si un laberinto no tiene salida, no es un laberinto.
ResponderEliminarLa salida es cualquier forma de Esperanza, no es así?
No puedo dejar de sentir cómo me gusta lo que escribe; de alguna manera especial, coincide con lo que yo soy. De nuevo, gracias, Sr. García Martín. Es Usted una persona diferente y especial. Me alegro que esté ahí.
Le he encontrado, y me gusta leerle.
http://www.youtube.com/watch?v=KxGVZ5xiqNs
¿Aforismos anónimos?
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