miércoles, 28 de enero de 2009

José Luis García Martín, por Juan Lamillar

Hay unos versos del poeta mexicano José Emilio Pacheco que a José Luis García Martín le gusta mucho citar y que dicen más o menos así: “Ya somos todo aquello / contra lo que luchamos a los veinte años.” Los traigo aquí como un ejemplo a la contra, pues frente a la mudanza, José Luis es una persona de principios y finales, y en los veinticinco años que hace que lo conozco no ha dejado de luchar contra el ángel terrible de la literatura y de hacernos partícipes de sus victorias, de sus derrotas, de sus treguas.

Esta tarde nos habla el crítico García Martín, pero también lo podría hacer el García Martín poeta, o el narrador, o el diarista, o el antólogo,… pues todos ellos y algunos más conforman su personalidad, que tiene un único eje inagotable: la literatura. De todas las escaramuzas libradas quedan testimonios numerosos y diversos, que ya cuentan con una minuciosa bibliografía comentada: Años, libros, vida, un volumen que Marcos Tramón publicó en 2005, y que ya necesita una actualización, pues cuando a nuestro autor se le pregunta por su último libro, ya se ha convertido en penúltimo. Comenzamos por el principio, y en el principio era el verbo, la palabra, la palabra poética. Porque seguramente lo más auténtico de García Martín -a pesar de que le gusta jugar con heterónimos y con “falsificaciones” de poemas- se halla en el campo de la poesía, en el que quizá sea menos conocido, por esa manía (o estrategia) de etiquetar y compartimentar. Su primer libro era de poesía, Marineros perdidos en los puertos (1972), y el último (o el penúltimo) aparecido hace unas semanas, también lo es: Légamo, que hay que añadir a Mudanza, volumen que en 2004 recogía la tercera edición de su poesía completa, donde encontramos títulos como Treinta monedas, Tinta y papel, El pasajero o Al doblar la esquina.

Aunque es dado a mezclar la ficción en otros géneros más eruditos o más autobiográficos, la vertiente creativa de García Martín ha buscado también el género narrativo (Gente conocida, Café Arcadia) y a veces el teatro (Pretérito perfecto y otras piezas breves).

José Luis comenzó su labor crítica con un estudio (tesis doctoral en 1980) sobre La segunda generación poética de posguerra, pero al mismo tiempo comienza a observar atentamente las nuevas publicaciones de los viejos y de los nuevos poetas, y un anuario aparecido en 1983 cimentó su fama de crítico duro, certero y atrevido, una fama que ha ido acrecentando con títulos como La poesía figurativa, Cómo tratar y maltratar a los poetas o Biblioteca circulante.

“La crítica literaria no es más que una forma educada de la maledicencia. Quizá por eso me gusta tanto” nos dice, y este último sábado, en su columna de ABC de las Artes, vuelve al tema con una serie de aforismos sobre ese menester, y hay uno que ejemplifica su continua dedicación a la escritura en la prensa: “No desdeñes la reseña apresurada: puede encerrar una intuición feliz, algo que rara vez ocurre en las académicas monografías.” De esas intuiciones felices están llenas las páginas de crítica firmadas por García Martín.

El crítico –no podía ser de otra manera- se desdobló tempranamente en antólogo: desde la importante Las voces y los ecos, de 1980, la labor selectiva de García Martín ha estado atenta a las generaciones que se han ido sucediendo y ha contribuido al descubrimiento de bastantes autores: La generación de los ochenta, Selección nacional, Treinta años de poesía española, La generación del 99

Pero José Luis no es sólo lector de poesía. Ante todo, es un lector omnívoro pero cuidadoso y entusiasta, y nos trasmite sus conocimientos y entusiasmos en libros que recogen sus artículos y reseñas. “Leo porque sí y porque sé.” De esa afirmación y ese saber nos dan razón reciente títulos como La gruta del tesoro y Gabinete de lecturas, que hay que leer a mano armada, pues siempre anotaremos títulos interesantes, provechosas recomendaciones y autores que nos eran desconocidos.

García Martín fue uno de los pioneros de la moda actual de los diarios. Comenzó con sus Días de 1989, que lleva una cita significativa de Machado: “También la verdad se inventa”, y entre verdades e invenciones fue sumando a la fama de crítico malévolo la de diarista indiscreto, y, como es uno de los autores que con más continuidad publica sus entregas, hemos ido leyendo con desazón, sorpresa y frecuentes carcajadas, Colección de días, Mentiras verdaderas, Fuego amigo, Dominio público, Leña al fuego… O los dos últimos, A decir verdad, La vida misma, en los que a los destellos irónicos y comentarios humorísticos, se les añaden cada vez más los recuerdos, la meditación, la melancolía…

Las páginas del diario nos muestran al lector constante y curioso, al profesor universitario en su rutina de Oviedo, pero también al viajero, con Nueva York y Venecia y Lisboa como tres ciudades a las que siempre se vuelve. A Venecia le ha dedicado una extensa visión personalísima (y convendrán ustedes en que es tarea difícil) en Arco del paraíso, una Venecia más para los “venecianos” de vocación que para los turistas.

Hablábamos antes de la predisposición de García Martín a entusiasmarse por la literatura y de su capacidad para compartirla, pero son cualidades que no se dan sólo en lo escrito. Infatigable tertuliano (la tertulia del café Oliver, iniciada en los primeros ochenta, cuenta ya con un estudio monográfico de Martín López-Vega), muchas páginas de sus diarios nos ponen al corriente de lugares, horas, asistentes, amistades y desencuentros, siempre con un fondo de libros leídos, poemas escritos y habladurías ovetenses sobre poetas nacionales.

Como si no bastaran las tertulias, su frecuentación de las librerías de lance y las hemerotecas –lugares favorables a descubrimientos y rescates— y su vinculación a revistas más o menos artesanales y pasajeras, hay que recordar que García Martín es el director de Clarín, “revista de la nueva literatura” que se edita en Oviedo, cuyo primer número apareció en enero de 1996 y que alcanza ahora el número 77. Aparte de las habituales secciones de poesía, entrevistas, narrativa, reseñas, destacan las que se ocupan de los viajes.

Queda su labor como editor de otros autores (Clarín, Fortún, Gómez Carrillo, Campoamor, Manuel Bueno), como traductor y antólogo de poesía en otras lenguas, como biógrafo y estudioso de Pessoa… pero no quiero alargar con más títulos (y cuántos se han quedado sin nombrar) esta presentación. Lo que creo que ha quedado claro es que toda la obra de José Luis García Martín, en sus múltiples facetas, es una continua invitación al viaje: al viaje inacabable de la Literatura.

Presentación de José Luis García Martín hecha en Sevilla por Juan Lamillar, en Noviembre del 2008.

1 comentario:

  1. Como no podía ser terrateniente, se hizo titiritera. Con su marioneta araba la tierra y aplastaba el erial.

    © María Taibo

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