viernes, 7 de junio de 2024

Coraje y alegría: Días de fiesta

  

Sábado, 1 de junio
CUMPLEAÑOS FELIZ

La verdad es que no me molesta cumplir años. Sigo celebrando mi cumpleaños durante todo el mes de junio, que es mi mes favorito. Espero que continúe con la tradición de traerme al menos un regalo cada día.

            El de hoy se llama Avilés, se llama parque de Ferrera, se llama el Atrio, se llama el café de Santa Mónica en la plaza de los Hermanos Orbón, se llama calle Rivero, se llama calle Galiana.

Dejé de vivir en Avilés en 1982; desde entonces raro es el sábado en que he dejado de volver: apenas media docena en cuarenta y dos años. La verdad es que soy el hombre más rutinario y menos aventurero del mundo. Si alguien quisiera escribir mi biografía, lo tendría difícil para que no resultara más aburrida que una novela de Juan Benet. Y yo tan contento de que en mi vida nunca pase nada y nunca dejen de pasar cosas que me llenan de asombro y maravilla.

            A primera hora, cuando todavía no estaba despierto del todo, sonó el teléfono.

            ---Hola, soy Dios. ¿Qué regalo te gustaría para tu cumpleaños?

            ---Déjame pensar. La vida eterna, quizás.

            ---No te la recomiendo, y sé de lo que hablo.

            ---Sí, demasiado tiempo. Me conformaría con veinte años más de vida exactamente igual que la que tengo ahora: un rato para escribir cada mañana; libros nuevos para el café de la mañana y de la tarde; buenos amigos y buenos enemigos con los que pelear de vez en cuando y polemizar todos los días; editores pacientes que me publiquen lo que escribo aunque se venda poco; un paseo de tarde en tarde por la orilla del Arno o del Ambroz, por el jardín botánico de Brooklyn o el de Gijón, por la playa de Rodiles o de Hendaya, cosas así.

            ---Eso para Dios no es nada. Concedido.

            No era Dios, por supuesto, era solo un amigo bromista. Pero a mí me alegró la mañana.  

Domingo, 2 de junio
DE TODOS Y DE NADIE

Siguen los regalos de este mes en que todo es regalo. Salgo del cine --un emocionante disparate de Wes Anderson (si yo fuera director, haría películas como las suyas)-- y, al encender el teléfono, me encuentro con un mensaje de Amancio Prada en el que canta, a capela, unos versos míos.

Yo ya los había olvidado. Últimamente solo escribo versos anónimos que me limito a transcribir.

Todo lo que publico, por decisión mía, es de dominio público; me gustaría que una parte se difundiera también sin mi nombre, que en esos versos, si valen algo, no pinta nada. Yo los escucho, en una voz en que he escuchado a buena parte de la mejor poesía española, y no siento que sean más míos que los versos del romancero: “Es tiempo ya de partir, / pero yo quiero quedarme / un rato más junto a mí”.

Me emociona especialmente, y bien sé yo por qué, una de estas soleares: “Oyó a su madre cantar / allá en el fondo del sueño / y no quiso despertar”.

Lunes, 3 de junio
EL CASO BARET

“¿Pero cuánto tardas en leer un libro?”, me preguntan a veces extrañados de que reseñe un libro cada semana desde hace algún tiempo (exactamente desde 1988, veranos incluidos). “Hombre, depende. El término libro no es una buena unidad de medida. Lo mismo puede tener noventa páginas que novecientas. Yo puedo tardar en leer un libro cuatro días o leer cuatro libros en un día. Lo que es cierto es que todos los días termino por lo menos un libro y empiezo otro. Hay lecturas de mañana y lecturas de tarde. Y a menudo el libro que voy a leer por la tarde no lo sé hasta esa misma mañana.

De camino a la guardería de Monte Nuño (grata costumbre matinal) paso por la librería del centro Reto. A la puerta tiene un expositor de libros a un euro que renuevan con frecuencia. Hay muchas obras maestras, pero ya las he leído. Prefiero las curiosidades. Hoy me llama la atención Mi verdad y otras dudas, de un tal Pedro Baret, del que no había oído hablar. Veo que se trata de un libro periodístico, redactado por Federico Gallo y un Vila Sanjuán que no es mi amigo Sergio, pero que debe ser familiar suyo, y tiene un subtítulo llamativo: “Escándalos financieros y bancarios. Negocios internacionales de armamento. Las interioridades del Club de Fútbol Barcelona. Las mafias, el sexo y la droga en la cárcel Modelo”.

Queda un poco mal que yo lo diga (sobre todo yendo por ahí de crítico literario), pero a mí esas cosas me interesan tanto como las virguerías estilísticas de Gabriel Miró (y bastante más que el Ulises de Joyce que también vendían a un euro).

En la nota previa, los “colaboradores literarios”, para defender al protagonista, un tipo listo y con tan pocos escrúpulos como el desterrado de Abu Dabi, vuelve a contar la famosa parábola que Eça de Queirós utilizó en El Mandarín y Casona en La barca sin pescador: “Los hombres no somos jamás ni enteramente buenos ni enteramente malos; el más honorable podría ser capaz de apretar desde aquí un botón para volar una escuela de niños perdidos en la selva si tuviera la certeza de que nunca iba a saberlo nadie y de que iba a recibir a cambio un millón de dólares”.

Otros tiempos, pienso yo. Ahora el jefe de gobierno de un país democrático, y que presume de tal, puede dar la orden de arrasar una escuela o un centro hospitalario y no importarle que lo sepan todos; le basta para justificarlo con decir que tenía la sospecha de que por allí había escondido algún terrorista.

            Leo el libro de Baret, publicado en 1983, cuando el protagonista estaba en libertad provisional tras pasar dos años en la cárcel, en uno de mis rincones favoritos de lectura, el McDonald’s de Los Prados. Mario Conde y Rodrigo Rato estarían de acuerdo con sus afirmaciones: “Objetivamente casi todos los presidentes de los bancos más importantes de España, si estuvieran sujetos al pie de la letra de la ley, hubieran tenido motivos para ser inquilinos de Carabanchel o de la Modelo”. El escándalo Baret comenzó cuando, en casa de un pariente suyo, encontraron unos maletines llenos de dinero que él había depositado allí. Su explicación fue bastante más verosímil que la de aquel que dijo que se lo había regalado un amigo, un príncipe árabe, pero tuvo peor suerte que ese buen señor que contaba con tan generosos amigos.

Miércoles, 5 de junio
MEJOR QUE NO

Un contertulio llamado a altos destinos en las filas de la derecha civilizada (si es que todavía queda algo de ella cuando aprueba sus oposiciones a notaría) nos cuenta que ha asistido a la presentación, en el Senado y a cargo de José María Aznar, del nuevo libro de Jon Juaristi. Comió luego con él.

            ---Me dio recuerdos para ti. Le dije que volviera a la tertulia.

            ---Mejor que no. Se fue dando un portazo y amenazándome. Pero sigo admirando al poeta. No al pensador. ¿Qué bucle melancólico anti vasco y españolista ha publicado ahora?

            ---Una biografía de Menéndez Pidal.

            ---La leeré.

---Mejor que no, que capaz eres de escribir una reseña.

---Solo si puedo elogiarlo. De los libros de la gente que detesto por motivos

personales solo hablo en público si puedo hablar bien.

            ---Y de los libros de los amigos solo si puedes meterte con ellos, aunque sea por un fallo minúsculo. Y todo porque te gusta presumir de ser un hombre justo.

            --- Me esfuerzo no solo por serlo, sino también por guardar las apariencias de imparcialidad. Me temo que no tendría mucho futuro como juez en España.

Jueves, 6 de junio
NI MÁS NI MENOS

Cuando comento un libro, nunca pienso en el autor, sino en los lectores. Pero después, si el autor es amigo o conocido, me preocupa que si no es enteramente de su gusto lo tome como una ofensa. Me ha ocurrido más de una vez, pero cada uno es como es.

Con Andrés Trapiello, a quien admiro, en lo mucho que tiene de admirable (también tiene otras cosas) desde los años setenta, he mantenido una relación intermitente, de bastante cercanía (recuerdo una comida en su casa) o de hostilidad máxima (recuerdo aquella presentación en la librería Alberti), según le gustara más o menos la reseña que he ido dedicando a cada uno de sus libros.

Esperaba por eso con impaciencia su respuesta a la última sobre Fractal. No he tenido que esperar mucho. Me llega pocos minutos después de que aparezca en mi blog. Respiro aliviado. Es educada y acepta mis reparos, aunque no los comparta. Seguro que piensa ya como Juan Bonilla, que una vez escribió que, por muy elogiosa que fuera, una reseña mía no le había hecho vender un ejemplar más ni, por muy negativa, vender uno menos.

Viernes, 7 de junio
OTRO REGALO

“Aquello que más importa / es de todos y de nadie: / la luz del amanecer / y esa estrellita en la tarde”, escucho cantar mientras vigilo a Yara y a su primo Eidan que juegan en el parque y han quedado por un rato al cuidado de quien siempre quiso ser abuelo. Otro regalo de cumpleaños.



 

 

7 comentarios:

  1. Me temo que en la entrada correspondiente al miércoles, cualquier parecido es pura coincidencia.

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  2. Preciso. No entendí bien. La asistencia a la presentación del libro de Juaristi no fue presencial, sino virtual. La comida con el ideólogo preferido de Aznar, en cambio, no fue virtual, sino presencial.

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    1. Y con Luis Alberto de Cuenca y con Pablo Núñez y no se habló de que Juaristi volviese a la tertulia jejejejeje

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    2. Pues o yo entendí mal o me engañó mi informante del miércoles y del viernes. Incluso me contó que alguien le sugirió al ideólogo que reuniera sus poemas jocosos y ripiosos inéditos y que le dedicara el volumen al tal JLGM.

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    3. Me temo que no fue así, ni cosa parecida

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  3. Recuerdo haber asistido a aquella presentación que hiciste junto a Trapiello en la Alberti y sigo pensando, como quienes estaban a mi alrededor, que la bronca era un show pactado, ni entonces ni hoy se podría interpretar de otra manera el inesperado espectáculo.

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  4. Pues no estaba pactado ni mucho menos. Trapiello rompió el protocolo de las presentaciones para sacudirse enquistados resquemores. Debería haberse grabado. Estuvo bastante entretenido.

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