Sábado, 29 de febrero
REGALOS DEL AZAR
Son las siete de la
tarde. Estoy leyendo, releyendo mejor, la poesía completa de José María Micó en
mi rincón favorito de Los Prados (una esquina del McDonald’s), cuando me llega
un Whatsapp de Javier Almuzara: “¿Sabes que esta tarde tienes Agripina en Los Yelmos?”
No lo sabía, pero cinco minutos
después ya estoy contemplando en la pantalla al público del Met que aguarda, como
yo, a que se levante el telón. Guardo un mal recuerdo de la última vez que vi esta
ópera de Haendel en el Campoamor.
También ahora cambian de época la
acción, eso que yo tanto detesto cuando está hecho por presunta obligación de
modernidad. Afortunadamente, no han caído en la tentación de convertir al
descerebrado Claudio en Trump, aunque lo más probable es que el autor del
libreto, el cardenal Vincenzo Grimani, estuviera pensando en el emperador
romano que tenía más cerca, el papa Clemente XI.
Vincenzo Grimani era el dueño del
teatro en que se estrenó la obra a finales de 1709. Moriría poco después en
Nápoles. Antes de morir, le escribió una carta al papa pidiéndole perdón. El
papa se negó a perdonarle si antes no abjuraba públicamente de sus errores. Grimani
murió antes de recibir esa rencorosa respuesta.
Desde el primer momento, quedo
fascinado con la maldad de la ambiciosa Agripina. Soy un espectador ingenuo.
Menos que en la sutileza de las voces y en el prodigio de la música, me dejo
llevar por la trama y por la mímica de los cantantes. Joyce DiDonato es una
mala tan mala que deja como un angelito a Bette Davis o a la maravillosa Cayetana
Álvarez de Toledo. Y Kate Lindsey representa a un Nerón, entre James Dean y mi
amigo Miguel Floriano, pero más gamberro y musculado, difícilmente olvidable. La
Poppea de Brenda Rae, majestuosa y maliciosa, me recuerda a otra poeta que
canta y de vez en cuando pasa por la tertulia.
Los regalos imprevistos son los
mejores. Y yo disfruto como un niño con la historia que quiso contarnos
Grimani (sigue habiendo mujeres como Agripina que utilizan su atractivo sexual
para conseguir lo que pretenden, aunque ahora no esté de moda hablar de ellas)
y con la cómica película de cine mudo que David McVicar ha añadido a este
“drama per música”.
En el segundo acto, una escena que
transcurre en un jardín según el libreto original. Agripina ha convencido a
Poppea de que Ottone la traiciona, pero esta comienza pronto a tener dudas. Al
ver que se acerca Ottone, finge quedarse dormida. Le escucha lamentarse y
finalmente llega la reconciliación. Ahora esa escena da comienzo a la segunda
parte de la representación y se sitúa en un bar nocturno y algo hopperiano. ¿Un
capricho? Yo nunca he visto nada más emocionante y a la vez más divertido. Los
gags se suceden, como en una película de Peter Bogdanovich, sin que se altere
para nada la historia que se nos está contando.
Durante el
descanso, de media hora, aprovecho para bajar al Carrefour y comprar algo para
la cena y el desayuno, y aún tengo tiempo de llevar la compra a casa.
Soy un hombre muy rutinario. Por nada del mundo altero mis costumbres.
Pero sé aprovechar los regalos de azar. Como esta Agripina que me lleva a
Venecia, a la iglesia de San Francisco da Vigna donde está enterrado Grimani y
donde yo escuché a Haendel un día de rayos y truenos sobre la laguna, y a Nueva
York, donde en el Metropolitan asistí a la representación del Giulio Cesare, y a apasionarme con la historia de ayer y de hoy, y a sonreír con los
segundos planos, con esos figurantes tan llenos de intención y toques cómicos
como en una historieta de Mortadelo y Filemón.
Domingo, 1 de marzo
MALAS MADRES
El azar hace que,
tras la ópera de Haendel, vuelva a encontrarme con otra versión de Agripina,
esta vez en el municipal Filarmónica. La película en que aparece, El mensajero del miedo de John Frankenheimer no vale nada, es un
disparate de la guerra fría, con su peligro amarillo y su lavado de cerebro,
pero el personaje de la madre del protagonista, capaz de todo por llevar a su
marido a la presidencia de los Estados Unidos para luego ser ella la que domine
el mundo, resulta fascinante. Más todavía porque lo interpreta Angela Lansbury,
la Jessica Fletcher de Se ha
escrito un crimen, y deja una
impresión extraña sobreponer la astuta abuelita que resuelve los más
enrevesados crímenes a la madre sin escrúpulos de la película, que acabará como
Clitemnestra asesinada por su propio hijo.
Lunes, 2 de marzo
REMORDIMIENTOS
Paso por la librería Don Quijote y me entero del trágico final de quien fue primero mi amigo y luego mi furibundo detractor, Eduardo Errasti. Tenía dieciocho años cuando le conocí y me enseñó sus primeros versos. Luego estuvo, allá por 1980, con su pipa y su pose de poeta, en las primeras reuniones del desaparecido bar La Perla, junto al Campoamor, de las que surgió la tertulia Óliver. Unos años después, organizó unas lecturas en la biblioteca del Fontán por las que pasaron Luis Alberto de Cuenca, Miguel d’Ors, Abelardo Linares, muchos de los que entonces representaban a la nueva poesía. También María Victoria Atencia, a la que trajo imprevistamente a mi casa de la calle Murillo, a la que acababa de mudarme, todavía sin apenas muebles.
Por aquel tiempo Eduardo Errasti se movía y publicaba mucho. ¿Cuándo se
torció todo? Él debió de pensar que en 1990 cuando publicó un libro, Sol de hielo, al que yo le dediqué una reseña no demasiado favorable. Desde
entonces, rompió conmigo y se dedicó a arremeter en público y en privado contra
mí y contra la tertulia. Se buscó nuevos maestros, especialmente Roger Wolfe, y
siguió tratando de ascender en la cucaña de la literatura. Pero no llegó muy
alto, y no creo que fuera solo porque su poesía valía poco. Eso nunca sido para
obstáculo para obtener “prestigiosos galardones”, valga el oxímoron.
Me entero ahora –hacía años que no
tenía noticias suyas-- que la enfermedad y el carácter le fueron apartando del
mundo y que terminó abandonándolo por propia voluntad. No puedo dejar de
sentirme algo culpable. Sé que no hay razón para ello. ¿Cómo pudo influir una
mala reseña en una decisión tomada treinta años después? “Te valoras demasiado”,
me dice un amigo a quien le cuento la historia (no le digo que al enterarme
estuve a punto de llorar). “Habló mal de ti hasta el último día que pasó por aquí,
incluso en el último libro que publicó se mete contigo”, me dice el librero.
¿Se mete conmigo? Hojeo ese libro
sin título (la portada son filas de letras como cartel de oculista) y encuentro
dos epigramas que podrían estarme destinados. Uno de ellos dice así: “Tu
contribución / a la joven poesía asturiana / es impagable. / ¿Cuántos de tus
discípulos / acostumbrados como están / al plagio y a lo ajeno, / no te han
robado / algún libro de tu biblioteca?”. El otro resulta no menos ingenuo:
“Cultivas la amistad / de los más jóvenes. / Los invitas a tu casa / y publicas
sus versos. / Sabes muy bien / que son tu último tren / hacia la gloria”.
Me recuerdan a un epigrama que yo me
dediqué en un viejo libro, creo que El
pasajero. Se titulaba “Contra JLGM” y decía así: “¿Adulando a los jóvenes /
tratas de seducir / a la posteridad?”
Era una broma, claro, yo nunca adulé
a nadie, ni a los jóvenes ni a los viejos, y bien que lo siento. Debería haber
disimulado mejor lo que pensaba entonces: que Eduardo Errasti era todo ambición
y a mi entender muy escaso talento poético. Me gustaría haberme equivocado.
Pero no me equivocaba y por eso fui cruel, involuntaria y estúpidamente cruel
al escribir lo que pensaba sobre su libro de hace treinta años.
Me anima Luis, el librero: “No
tengas mala conciencia. Fue la enfermedad la que le destrozó, la que le iba invalidando,
la que le hizo desear la solución definitiva”.
Quiero creer que tiene razón, quizá
sobrevaloro la importancia de una reseña remota. Pero no puedo dejar de sentir
que su sangre –la de aquel joven alumno mío que hace una eternidad pasaba por
mi despacho para hablar de poesía—de algún modo me salpica.
Martes, 3 de marzo
NO ESCARMIENTO
Ayer me lamentaba
por haberle dedicado una reseña furibunda a un libro del pobre Errasti y hoy
envío al periódico otra poco favorable para José María Micó, admirado amigo.
Pero algo he aprendido con el tiempo: a no meterme con nadie que no merezca la
pena. A Micó no le harán mucha gracia mis palabras sobre la edición de su
poesía completa y sobre la dispersión y el virtuosismo que restan fuerza a su
obra, pero acabará dándome la razón en muchos puntos. Además anda metido en
otras aventuras –su dúo Marta y Micó-- tras la celebrada hazaña dantesca..
Ahora, a un poeta joven todo
ambición desnortada y escaso talento, le critico en privado, pero jamás se me ocurriría
reseñar ninguno de sus libros.
Miércoles, 4 de marzo
ESGRIMA
Mi deporte favorito,
la esgrima, el duelo a primera sangre. Me gusta pinchar, lo reconozco, pero sin
hacer daño. Lo malo es que a veces se me va un poco la mano.
Jueves, 5 de marzo
COSAS QUE PASAN
Más de una vez me
ha ocurrido encontrarme en la calle con un viejo conocido, al que hacía tiempo
que no veía, y charlar con él de trivialidades y solo un rato después de
separarnos caer en la cuenta de que, según mis noticias, lleva varios años
muerto.
Viernes, 6 de marzo
MUNDO, NOCHE, TIEMPO
El mundo rueda
y yo ruedo con él
hacia el abismo.
La noche entera
con los ojos abiertos
mientras tú duermes.
El tiempo vuela
y se posa de pronto
sobre una rama.
y yo ruedo con él
hacia el abismo.
La noche entera
con los ojos abiertos
mientras tú duermes.
El tiempo vuela
y se posa de pronto
sobre una rama.
Bueno Martin. Tu poesía es más mala que mala, y tu lo sabes. La crueldad del crítico no puede ofender a nadie.
ResponderEliminarUn saludo
Toda una crónica sobre una ópera y ni una palabra sobre lo esencial: la música (¿quién la dirigía?).
ResponderEliminarHarry Bicket, creo recordar.
EliminarGran especialista de Haendel, Bicket. Y hoy director del mítico "The English Concert" fundado y dirigido durante más de 30 años por el genial Trevor Pinnock.
Eliminar"Eduardo Errasti era todo ambición y a mi entender muy escaso talento poético."
ResponderEliminarNinguno, más bien. Difícil ser menos poeta que él. La prueba:
NOTAS BIOGRÁFICAS
Uno no debería
conocer la vida
de los autores
que lee.
Raras veces
están a la altura
de sus pensamientos.
RADIOGRAFÍA
La tarjeta de un videoclub
y la de la Seguridad Social.
Dos entradas (siempre me ha gustado
la última fila de los cines).
Un carnet de identidad
con la foto borrosa de alguien
a quien me cuesta reconocer a veces.
Mi Número de Identificación
Fiscal. Trozos de papel con frases
que pudieron haberme llevado
a la gloria aunque ya no me importe
(he perdido demasiados trenes).
Teléfonos de amigos a los que no llamaré
nunca, estoy seguro. Direcciones.
Un par de calendarios atrasados.
Mi cartilla del paro (he de ir
cada tres meses al mercado de esclavos.
Algún día nos pedirán que enseñemos
los dientes). Cuatro décimos de lotería
que no me sacarán de la miseria
(la estadística casi siempre ha jugado
en mi contra). Ni un céntimo.
Muchas noches, cuando estás dormida,
me pregunto ¿Por qué sigues conmigo...?
[SIN TÍTULO]
Andas diciendo por ahí
que exijo
cierto nivel intelectual
a las mujeres
para salir conmigo.
Por lo visto
has olvidado
que hubo un tiempo
en el que hubiera dado
todo por ti.
Lo cual demuestra
claramente que mientes.
Gracias por la muestra. El primero y el último me parecen ingenuos, como decía Martín en la entrada, pero el segundo me ha gustado. Muy “dolce stil esperienzale”.
EliminarAlgo hay de desagradable, de arrogante, de invasivo, en que un ser humano juzgue y evalúe a otro. Algo hay de injurioso en el oficio de crítico. Quizás llegue el día en que no se evalúe ni se examine. A fin de cuentas, uno es lo que puede ser, lo que le permite ser toda esa rémora de limitaciones y condicionamientos.
ResponderEliminarPor otra parte la evaluación es imprescindible en tanto que busca lo verdadero y lo valioso, así como por su posible efecto corrector y por la información que da a los demás. Y está tan generalizada, empezando por los exámenes en la infancia y la adolescencia, que apenas se justifica experimentar sentimientos de culpa por haber sido alguna vez riguroso y estricto.
Sin olvidar que hay también la crítica que reafirma: cuando nos descalifica el tarugo, el embestidor, el bárbaro, el que tiene la sensibilidad de una berza, es cuando podemos estar seguros y decirnos: "Voy por el buen camino".
Me deja un poco perpleja lo del "talento poético" porque incluso los que pasan por ser grandes poetas no han escrito en toda su vida más de una decena (a lo sumo) de poemas verdaderamente sublimes y memorables. Lo demás es mero relleno y acompañamiento, como la cara B de los antiguos discos. Tan escaso es ese "talento", y no solo entre los que se dicen poetas, sino también en la propia vida de cada uno de ellos.
ResponderEliminarOjo, Sandra, con el paso del tiempo se fue aceptando que la cara B de los discos era muchas veces de calidad superior a la A.
EliminarEste..., no lo dirá doña Sandra por la obra poética de Borges que, aunque quepa toda ella en un volumen de mediano porte, pasa de varias cumplidas docenas la nómina de composiciones memorables. Lástima que deslucieran si se empeñaba en recitarlas de propia voz -como en la malhadada grabación de "La fundación mítica de Buenos Aires", que resultó un tanto quejumbrosa. No era él, como rapsoda, ni un recio Pepe Hierro ni siquiera el un pelín melífluo Félix Grande... Tampoco la flauta nasal de Neruda. ¿no es cierto?
ResponderEliminarSe lo llegué a desaconsejar pero él, algo envanecido por ciertos asiduos de confitería, llegó a tomármelo a mal: " Adolfo, te comportás como un pertinaz pelotudo".
Pero a él se le disculpaba todo.
PS,- Tomo zumo de su casaa, doña Sandra.
En mi infancia acostumbraba a hacer listas con los escritores que más aparecían citados en mi manual de literatura; era de la editorial Santillana y aparecía una cabina de teléfono (como en la que se quedó atrapado J.L. López Vazquez en la película de Mercero). Ganaban Becquer, Antonio Machado y Galdos...a cierta distancia Espronceda.
ResponderEliminarDurante el bachiller yo estudiaba ciencias, pero ya conocía las lecturas obligatorias de entonces.
Se puede ser un gran escritor y un poeta mediocre (Cervantes). Paso páginas, Víctor Hugo y Menendez Pelayo.¿Quien lee ahora su poesía?
Más difícil parece lo contrario: ser un poeta y no escribir prosa alguna.
Agradezco al autor de este blog que no se haya ofendido por mí primer comentario,era para abrir polémica. Porque
si es un literato, sino no lo leeriamos
"Víctor Hugo y Menendez Pelayo.¿Quien lee ahora su poesía?" (Víctor Menéndez).
ResponderEliminarLa de Menéndez Pelayo, creo que sólo yo, que caí por casualidad el otro día en el sitio donde se pueden bajar sus O.C. y me enteré de que había escrito poesía.
A EPICARIS
Soñé, mi amada, en la ideal belleza,
fuente de toda luz y toda vida,
que de Dios en la mente concebida
es arquetipo de inmortal grandeza.
Y yo la contemplaba en su pureza,
de veste candidísima ceñida,
en la tierra su planta sostenida,
oculta entre las nubes su cabeza.
Espíritu celeste, alma del mundo,
que presta al orbe su fecundo aliento,
soplo que anima la materia impura;
y al despertar de sueño tan profundo,
vi encarnarse y tomar forma y acento
la belleza ideal en tu hermosura.
La de Victor Hugo, sigue leyéndose, y mucho, a juzgar por la cantidad de poemarios suyos en ediciones de bolsillo que pueden verse en las librerías francesas.
El sitio que ofrece gratuitamente la inmensa obra de Don Marcelino, incluida su Correspondencia:
http://www.larramendi.es/menendezpelayo/es/cms/elemento.do?id=ms%2Fmenendezpelayo%2Fpaginas%2Fm_pelayo_libros_electronicos.html
"Sin olvidar que hay también la crítica que reafirma: cuando nos descalifica el tarugo, el embestidor, el bárbaro, el que tiene la sensibilidad de una berza, es cuando podemos estar seguros y decirnos: "Voy por el buen camino"."
ResponderEliminar(Tinar Omena)
Excelente reflexión (lo de la sensibilidad de la berza es un hallazgo - ¿es tuyo o se dice en tu región o tu país?).
Sí, Martín. El poeta Errasti en paz descanse se separó de ti porque no lo valoraste como él quería. Pero en cuanto a la crítica, aunque por las obras conozcamos a las personas, cuando esa obra se muestra al público, la respuesta son los aplausos, los silbidos o la indiferencia. Mostrar los motivos de esa u otra respuesta es de agradecer. Ahí está la labor del crítico, orienta al lector. Yo no he leído casi ninguno de los libros que criticas, pero a través de lo que tú escribes me hago una idea del libro, es como probar una cucharada de un guiso. Otra cosa es que a veces me atraigan más los que tú pones mal. No sé por qué.
ResponderEliminarRespecto a la poesía de Menéndez y Pelayo, es bien conocida la admiración que siempre manifestó Borges particularmente por dos poemas suyos, la "Epístola a Horacio" y la "Carta a unos amigos de Santander para agradecerles el regalo de una biblioteca".
ResponderEliminarUna admiración que, como tantas otras cosas, compartía con él Adolfo Bioy Casares, que en su discurso al recibir el Premio Cervantes de 1990 se refiere a que, en ciertas lecturas suyas,
"la mayor revelación para mí fue la espléndida "Epístola a Horacio" de Menéndez y Pelayo... Porque se admira en Menéndez y Pelayo al erudito, se le olvida como poeta".
Es una admiración que comparto; ambos poemas me parecen espléndidos, de lo mejor de la poesía española del siglo XIX.
Y hay observaciones suyas que demuestran lo finísimo lector que era. Por ejemplo, cuando habla de lo que tardó en apreciar la poesía alemana, y a Heine en concreto: "Educado yo en la contemplación de la poesía como escultura, he tardado en comprender la poesía como música".
Quizá sería hora de intentar leerle (a Menéndez y Pelayo, digo) sin prejuicios.
Comparto la admiración por esos poemas de Menéndez Pelayo y por su obra de investigación, tan espléndidamente escrita. Era un gran escritor, no solo nuestro primer erudito.
ResponderEliminarNos hablaba Martín hace días del alarmismo injustificado que produce esta intrascendente pandemia. Ahora seguirá manteniendo lo mismo, como hacen las personas de lucidez sobresaliente. Lo curioso, y de eso no se da cuenta, es que su postura achulada y displicente es exactamente la misma que adoptan los sacristanes y acólitos de Vox. Martin, tanto viaje para esto.
ResponderEliminarNo sabía que hubiese una "postura" de los sacristanes de Vox sobre la conducta apropiada frente al coronavirus ¿La hay realmente? ¿Y dónde está, dónde puede oírse o consultarse?
ResponderEliminarLa haya o se trate de una invención, no hay que alarmarse tanto por coincidir en algunas cosas con determinados políticos discrepantes. No vamos a dejar de ducharnos porque se duche un dirigente de Vox, ni de comer ensaladas porque las tome un racista, ni de ver películas policíacas porque sean del gusto de Billy el Niño.
Unos mínimos de inteligencia nunca vienen mal.
Completamente de acuerdo, Anónimo.
ResponderEliminarEduardo Errrasti tenía talento,posiblemente mucho mas que los que se lo criticaban o cuestionaban.Si no llegó donde se merecía es porque,además de la enfermedad se hartó de lidiar con quien te hace la cama para pasar delante,y si además puede copiarte algo,negocio redondo...Descansa en paz,Eduardo,y desde donde estés riete de quien se cree que vale mas que tú porque si así fuera no necesitaba pisarte.
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