domingo, 22 de enero de 2012

Razón de más: Un hombre solo

Sábado, 14 de enero
POR LA ORILLA DE LA RÍA


Paseábamos por la orilla de la ría, en la mañana luminosa y casi veraniega, y yo dije: “¡Con qué gusto me embarcaría ahora hacia cualquier parte!”. Recordé el comienzo de las memorias de Langston Hughes, cuando se inclina sobre la baranda del S. S. Malone, frente a Sandy Hook, y tira al mar todos sus libros: “Me sentí como si me quitara del corazón el peso de un millón de ladrillos”.
            --No me puedo creer que a ti tus libros te pesen tanto.
            --Sería un buen comienzo para un nuevo capítulo del libro de mi vida. Continúa Hughes (más o menos, cito de memoria): “Luego me enderecé, volví la cara al viento y respiré hondo. Yo era un marinero que se hacía a la mar por vez primera; marinero en un gran buque mercante. Tuve la sensación de que nunca volvería a sucederme nada contra mi voluntad”.
            --Yo también he leído esas memorias, El inmenso mar creo que se titulan, y me parece que el autor tenía entonces veintiún años. Mejor edad para iniciar un nuevo capítulo que los sesenta y uno.
            Estoy de pie, solo, en cubierta. Me azotan la cara bocanadas de sal. Las grandes escotillas tienen toldos de lona. Los botalones están atados a los mástiles y los tornos silenciosos. El viejo barco de carga, con su olor a petróleo y las máquinas zumbando, se balancea en la noche oscura. Vi que uno de mis libros había vuelto a caer sobre cubierta. Lo recojo y lo arrojo lejos, por encima de la baranda, al agua que no se veía de negra. El viento se apoderó del libro, pasó velozmente sus páginas, y lo dejó caer en la agitada tiniebla. Creo que eran los ensayos de Emerson.


Domingo, 15 de enero
JUEGO DE SOMBRAS

Ayer, cuando llegué a Avilés como todos los sábados, me encontré cerrada la cafetería del Atrio. Soy bastante neurótico y me desconcierta cualquier alteración de la rutina. Por unos momentos no supe qué hacer. Sentí, absurdamente, que se abría una grieta y empezaban a brotar las aguas negras que tanto me he esforzado en mantener a raya. Huyendo no sé de qué, de tantos recuerdos, de tanta vida desvanecida, me fui hasta el paseo de la ría y allí me encontré con una amigo al que no había vuelto a ver desde que teníamos quince o dieciséis años. Compartimos clase en los últimos cursos del Carreño Miranda. Creo que leyó mis primeros versos y con él compartí muchos de los asombros de la adolescencia. Más de una vez habíamos ido de Avilés a San Juan, de San Juan a Avilés, hablando de Baroja y de Conrad y de otros grandes descubrimientos de entonces, y soñando con embarcarnos, con irnos lejos, a cualquier otro lugar donde la vida fuera verdaderamente la vida. Por un momento cerré los ojos y volví a ser el adolescente que había sido. Mi amigo, que llevaba a su nieto de la mano, se burlaba un poco de mí: “Yo, que me acabo de jubilar, no he ido muy lejos, la verdad, y me parece que tú tampoco”.
            Ayer fue uno de esos días en que me cambiaría por cualquiera solo por no ser yo. Hoy las cosas han vuelto a colocarse en su sitio. Me arropo en mis rutinas y ya no me siento a la intemperie; quedan fuera la desazón, la desolación, las cien bocas aulladoras de la angustia sin por qué.
            Antes de entrar a ver Juego de sombras, la nueva película de Sherlock Holmes (me habría gustado ser como él: solo razón y deducción), tomo el habitual café en Los Prados mientras hojeo los Ensayos escogidos de Emerson. Lo abro al azar y parece que quiere tomar parte en la conversación de ayer con mi amigo Ramón: “Viajar es el paraíso de los insensatos. Ya los primeros viajes nos descubren la indiferencia de los lugares. En casa sueño que con Nápoles, con Roma, puedo embriagarme de belleza y expulsar mi tristeza. Hago mi baúl, abrazo a mis amigos, me embarco, y, al fin, despierto en Nápoles y surge ante mí el mismo hecho severo, el triste yo, implacable, idéntico, del que quise huir. Busco el Vaticano y los palacios. Simulo una embriaguez de vistas y sugestiones. Pero no estoy embriagado. Mi yo va conmigo a todas partes”.

       
Lunes, 16 de enero
EN EL DIVÁN

Desde que leí por primera vez a Freud (las obras completas publicadas en los años veinte por Biblioteca Nueva) me he acostumbrado a psicoanalizarme. Lo hago cada cierto tiempo y, especialmente, cuando hechos triviales comienzan a provocar reacciones desmesuradas de angustia o desánimo. Entonces me tiendo en el diván, cierro los ojos, quito luego los libros que siempre ocupan el sillón de enfrente y me siento en él. Cualquier enigma constituye un reto para mí y me gustan estos retos en que yo mismo soy el misterio que tengo que resolver. “Cuéntame”, me digo. “Siento que soy culpable, no sé bien de qué. Me siento un estafador, un inútil, alguien que se aprovecha del esfuerzo de los demás. Muchas veces sueño que estoy ante un tribunal que me acusa de hechos terribles (no me dicen cuáles), pero al final me absuelven y yo no me alegro, siento que los he estafado a todos, que ahora tendré que vivir para siempre con el peso de mi culpa, sin redención posible”. “Curioso –me digo—. ¿Y desde cuándo te sientes así?”. “Desde que terminaron las vacaciones”. “Suele ocurrir”. “Que terminaron, es un decir. Porque resulta que ahora, con los nuevos planes de estudio, los exámenes de febrero son en enero. Así que a las largas vacaciones de Navidad le sucede un mes sin clases”. “Eres un adicto al trabajo. No puedes pasarte ni un día sin tu droga”. “Y lo curioso es que trato de aprovechar ese tiempo sin clases: aparte de los dos o tres artículos semanales, he escrito un prólogo para la nueva edición de los poemas de Víctor Botas, continuado con la selección y traducción de los aforismos de Pessoa, preparado un nuevo número de la revista que dirijo… Pero yo sigo sintiéndome un inútil, un estafador, alguien que se aprovecha del esfuerzo de los demás”. “Curioso, curioso”. “Necesito estar siempre ocupado, pero los días tienen demasiadas horas. La mitad del tiempo me lo paso inventándome cosas que hacer, pero luego, como soy un chapucero, todo lo hago deprisa y corriendo y acabo demasiado pronto. Este mes sin clases no me está sentando nada bien. No quiero pensar lo que será cuando me jubile”. “Sé lo que te pasa. El secreto de todo lo que nos pasa está en la infancia, y tu infancia la conozco bastante bien, aunque haya cosas que no quieres contarme. Por mucho que trabajes, dedicándote a lo que te dedicas, nunca tendrás la sensación de que trabajas, siempre te considerarás un vividor y un ocioso. Para ti trabajar es lo que hacían tus padres, tus abuelos, no lo que tú haces. ¿Un trabajo algo que consiste en leer, en fantasear, en escribir, en hablar de literatura,  que son tus mayores, y yo diría que únicos, placeres?”. “Dicho así parece una broma, pero esta angustia sin razón no es ninguna broma”. “Búscate una ocupación: cada vez hay más gente necesitada de ayuda y menos medios para atenderlos”. “Así sería más feliz, ya lo sé, pero no escribiría más poemas”. “No creo que mucha gente los echara de menos”.


Martes, 17 de enero
DERROCHADORES

“No me extraña que te guste tanto Sherlock Holmes”, me dice un amigo. “Aunque no resuelvas crímenes, en una cosa al menos eres como él: te crees más listo que nadie”.
            Bueno, reconozco que me gusta tener razón. Pero me esfuerzo por tenerla. No acostumbro a comulgar con ruedas de molino, nunca confundo una expresión de mal humor con un razonamiento, no generalizo abusivamente, procuro distinguir los hechos de las opiniones. Ahora, por ejemplo, todo el mundo habla mal de los políticos derrochadores que nos han traído a esta situación. Incluso gente presuntamente bien informada e inteligente. Los votantes se sienten estafados, van de mártires por la vida. Y yo, que tengo buena memoria, que suelo guardar recortes de prensa (como antes de que existiera Internet), recuerdo la cantidad de artículos y cartas al director que arremetían contra Areces porque el aeropuerto de Santander tenía muchos vuelos baratos y el de Asturias muy pocos. “¿Por qué los asturianos tenemos que desplazarnos a Santander para ir por diez euros a Roma o a cualquier otra parte del mundo?”, clamaban. A nadie se le ocurría preguntarse lo que me preguntaba yo, que tengo el sentido común de un hombre de pueblo. ¿Cómo es posible que un billete de avión a una capital europea cueste menos que un viaje en autobús a León o a Bilbao? En Iberia cuesta, como mínimo, diez veces más. ¿Solo porque es una compañía despilfarradora y mal administrada? No hace falta ser un Sherlock Holmes para resolver el enigma de los vuelos de bajo coste, en los que el pasajero paga menos de lo que cuesta el pasaje: el resto corre a cargo de la administración, que se dedica a pagar con el dinero de todos las vacaciones de unos pocos. Y eso a pesar de que tales subvenciones están prohibidas: se busca el subterfugio de la publicidad. Pero pobre del político autonómico que no consiga un aeropuerto para cada provincia de su comunidad, y muchos vuelos baratos, y una universidad, y tren de alta velocidad… Solo los políticos que gastan más de lo que ingresan ganan las elecciones, y por abrumadora mayoría (ahí está Gallardón en Madrid o Camps, con sus trajes y todo, en Valencia). Que la buena gente de la calle se queje luego de sus políticos derrochadores cuando los ha elegido precisamente por eso y para eso me parece bastante impresentable. Ya sé que no conviene decir estas cosas. Pero a mí nada me gusta más que decir cosas que no conviene decir. 


Miércoles, 18 de enero
QUISIERA SER OTRO HOMBRE

¡Un trabajo rutinario que te llene las horas, que te libre de la angustia de tener que decidir, que te haga llegar cansado a casa, distraerte con un poco de televisión, dormir bien!
            La verdad es que a veces lamento que me aburra tanto el fútbol. Si me gustara, unas cervezas y el partido del siglo (que suele celebrarse cada semana) y ya tendría la tarde resuelta.
            Claro que también podría haberme casado, haberme separado dos o tres veces, según lo habitual en la gente de mi edad, tener hijos… Seguro que entonces pasaría los días más entretenido y sin tiempo para aburrirme.

Viernes, 20 de enero
UNOS VERSOS DE EMERSON

Mientras espero a que llegue alguien a la tertulia (la última en esta cafetería de la calle del Rosal: cierra el próximo miércoles) me entretengo en recrear de memoria los versos que Emerson coloca al frente del primero de sus Ensayos escogidos: “No hay mayor ni menor, grande ni pequeño.  El universo cabe en el alma de un hombre. / Tú, quienquiera que seas, eres el dueño / de infinitas estrellas y del año solar, / del arrojo de César y la mente de Shakespeare. / El mundo empieza en ti y en ti termina. / En ti, que no eres nadie y eres todo, / que eres la entera humanidad y solo un hombre, / un hombre solo frente a la mar inmensa”.


17 comentarios:

  1. QUISIERA SER OTRO HOMBRE

    ¡Un trabajo rutinario que te llene las horas, que te libre de la angustia de tener que decidir, que te haga llegar cansado a casa, distraerte con un poco de televisión, dormir bien!

    Oh no, Sr. G. Martín; yo tengo un trabajo así, rutinario, pero sólo lo es de palabra, de apariencia. En seguida se hace mío, y yo, sin ser nada especial, lo soy todo, y me aburre la tele y el fútbol, y el trabajo cuando es rutina. Usted no para de trabajar. No mire atrás, nuestros padres y abuelos trabajaban de forma diferente, y Ud. y yo hubiéramos echo lo mismo.

    ?Le gustan Tanikaki y Mukamari? Me acuerdo de Ud. mientras leo prestada la novela "Spuknik mi amor". Porque me gustaría poder escribir, y Ud. sabe tanto. Aunque podríamos hablar de tantas cosas ... algún día. A veces le veo, pero no me atrevo. Ahora ya no le volveré a ver tanto.
    --- .. ---

    “No hay mayor ni menor, grande ni pequeño. El universo cabe en el alma de un hombre. / Tú, quienquiera que seas, eres el dueño / de infinitas estrellas y del año solar, / del arrojo de César y la mente de Shakespeare. / El mundo empieza en ti y en ti termina. / En ti, que no eres nadie y eres todo, / que eres la entera humanidad y solo un hombre, / un hombre solo frente a la mar inmensa”.


    A veces, a menudo, mi corazón palpita por todo lo que siento, sin tener a nadie conmigo que me lo recuerde. Y, le entiendo muy bien. Puede ser una mentira verdadera. Pero es cierto.

    Me encanta cómo escribe.


    a.r.

    http://www.youtube.com/watch?v=CWEm85t3RB8

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  2. Dos pequeñas observaciones. 1) No es "Lanston", sino "Langston" Hughes. 2) Yo sí echaría de menos los poemas que JLGM no escribiese ya. Y sé que no soy el único. Y sospecho vivamente que él no cree lo que dice (que nadie los echaría de menos). Lo dice sólo por coquetería. Pues bueno, si es así, caigo encantado en la trampa y le digo que no tiene razón, que leo y disfruto su poesía (y no sólo su poesía, también su prosa), y que, como él sabe aunque finja no saberlo, no soy el único.

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  3. Je,je,je... Paso por aquí de refilón y en un pispás compruebo que todo sigue igual: mucha melopea y poca palinodia.
    Y mucho jabón: a Jean Genet le iban a ir con ese sobao pasiego. Sí...
    Si lo sé, no paso.
    Y Los Atrios cerrado, y uno sin su torrefacto alucinógeno.
    Y el Pe-soez preparando su catarsis revolucionaria y regeneradora.
    País, mundo, Vía Láctea, la de dios...

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    1. "Dar jabón": piensa mal y... te creerás listísimo. Al amigo F. no se le ocurre ni por un momento la idea de que si alguien elogia a JLGM pueda ser porque efectivamente le gusta su trabajo. O quizá sí se le ocurra, pero es decididamente partidario de esa costumbre, tan española, de hablar bien de alguien únicamente cuando se ha muerto. Pues qué se le va a hacer; uno, como no es ni tan listo ni tan fúnebre, aprecia y disfruta sinceramente la escritura de JLGM, y va y lo dice. "Alucinógeno", oiga. Pues ya sabe F.: pase. O, quizá mejor, no pase, como él mismo decía. A su gusto. Pero, eso sí: ya sabe que aquí arriesga encontrar gente como yo, tan limitada como para que le guste algo y lo diga. Así que mejor evítelo, para que no sufra su exquisito desdén. Sería una verdadera lástima.

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  4. Cierra el Rosal? Y ahora dónde?
    Saludos desde Aguirrelandia.

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  5. Gracias a a.r. por sus palabras y a "perroflauta" por sus elogios y su defensa. Y en cuanto a Desnortado: parece que todavía hay una esperanza de que no cierre. Esta semana lo sabremos. Si cierra, iremos unos pasos más allá, a una cafetería de la misma calle. Te mantendré informado.

    JLGM

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    1. El perro es gato, oiga, no me cambie la especie.

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  6. Pero don Gato, don José Luis, no se me ofendan por tan poca cosa, que no he puesto en cuestión las calidades y cualidades del vate aldeanovense; que si tanto lo minusvalorara no hubiese acudido al reclamo de la lectura de uno de sus opúsculos, oyendo cómo reclamaba mi presencia mortal, semioculto un servidor en la penumbra de las últimas filas del paraninfo jovellanista (ayer no más estuve allí en la presentación de un libro), los nudillos mordidos por mejor sofocar la risa, la faz impávida y resuelta a no darla pese a tal canto de sirena.
    Citaba yo aquí a Jean Genet, por su proverbial adustez para con los que se acercaban a él con halagos.
    Cuenta Juan Goytisolo en su "En los reinos de taifa", que, habiendo acudido el poeta francés a casa de una dama de la alta burguesía parisina, ostentadora ella de cargo político que bien pudiera favorecer la causa editorial que había movido a Genet a visitarla, la dama en cuestión -por congraciarse con él, a la par que por poner en evidencia su refinamiento cultural- le citó de memoria una parte de un poema suyo, y apostilló diciendo que ella era persona que cuando leía algo inteligente lo guardaba en la mente para sí. Él, le descerrajó: "Sí..., usted guarda en la mente las cosas inteligentes y suelta las tonterías".
    Esta es una actitud ante el halago -justificadísimo-, que no suele adoptar nuestro JLGM. Lo que no empece para que también tenga su mérito lo que hace... Pero, ya digo, la respuesta no tiene que ser unívoca. Y uno no puede sustraerse a tener simpatía por la manera genetiana (que puede que fuese también genética: el carácter no sólo se forma, sino que nos nace).
    Así que están de más las gracias que le da Kurtz al gato flautista, por una defensa que carece de agente agresor.
    De más están las modestísimas fintas dialécticas que esgrime el felino flautista, pues este buen conocedor del arte musical es muy exigente para con los solos de flauta. O de lo que sea. Y le hastían las bagatelas.
    En realidad, lo que me pica de JLGM no es lo que escribe, sino ciertos condimentos que le echa a la tinta.
    Dejo aparte su ceguera -total- en lo político, porque hoy sólo hablo de Literatura.
    Salud, señores.

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    1. Perro o gato, amigo "gatoflauta", lo importante es que cace erratones.

      JLGM

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    2. No soy yo, creo, fácil de ofender; pero hace mal F en hablar de "dar jabón" respecto a alguien a quien no conoce, y a quien la adulación repugna. Dicho esto, puede tener las simpatías que desee, que yo no me meteré con ellas. En mi caso, responder al halago con una coz no está en mi carácter; salvo que el halago sea clara y bajamente interesado, en cuyo momento podría responder de un modo poco grato, pero no al halago en sí, sino a lo que esconde. Por otra parte, personas más inteligentes y valiosas que Genet tampoco han creído necesario ser desagradables con quien les elogia; parece haber, en la actitud genetiana, una soberbia que me simpatiza bien poco. Y, respecto a los "erratones"..., usted que me ve con buenos ojos. Pero es verdad que prefiero, con mucho, los gatos a los perros.

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  7. No me complace poner en evidencia a una dama, don Gato, pero ya que insiste he de aclararle que los ditirambos -ya legendarios- de la rendida admiradora del buen vate JLGM, que abren marcha a este post , son los que me han dado pie al jocoso comentario de ahora. Lo suyo no pasa de lisonjas de tono menor. No ya tanto su defensa del honor de Kurtz, en el que se pasa un pelín como para que fuese ajustado a causa.
    En cuanto a que no sea acorde con su carácter -de usted- responder a los halagos con coces, es cosa que aquí nadie pone en tela de juicio ni es motivo del menor interés: lo que se juzga es la reactividad de JLGM, que -por otra parte- es tan legítima como la de Jean Genet, pues no ha de olvidarse que la cortesía y el fair play son potestativos de cada cual y constituye un derecho inalienable saltárselos a la torera; de manera que no puede condenarse a nadie por tales actitudes.
    Y le hago saber, estimado don Gato, que el morigerado JLGM me tildó en cierta ocasión de "tonto ocioso", porque cometí la osadía de escribir un bienintencionado texto en este su blog. No creo que sea menor ofensa que la que le hizo el francés a la burguesa resabida. Y este hidalgo soporta mal que le achuchen sus -digamos- no mayores.

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    1. Si el "hidalgo" en cuestión "soporta mal que le achuchen", quizá debiera aplicar tan saludable norma a sus propios "achuchones", que sobre ser en él norma, no son moco de pavo, aunque él se niegue a verlo, o sea incapaz de ello. El que dijo lo de "la paja en el ojo ajeno", sabía bien lo que decía.

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  8. Pero, don Gato, ¿cómo voy a aplicar la misma saludable norma (horma) para que soporte mal mis propios achuchones, estando como estoy convencido de que me asiste la razón? A mí los que me molestan son los que me dan a mí, no los que yo administro. ¿Por qué voy a tener que buscar en el ojo propio cuerpo extraño alguno, si no tengo molestias que lo justifique? Se supone que ver la paja en ojo ajeno no lleva implícito que, quien así ve, haya de tener una viga atravesada entre los párpados. Eso son triquiñuelas judeocristianas...
    Además, yo no he abierto un blog, con una apetitosa ventanita que nos invita a hacer comentarios. Quien así lo ha querido ha de estar dispuesto (bien) a aceptar que le censuren; y no esperar sólo el halago facilón.
    El que dijo lo de "la paja en ojo ajeno", era un buen hombre, que se equivocó -no obstante- en algunas cosas.

    PS.- Esta tarde acudiré al Ateneo Jovellanos a oír al prior de Silos. A ver si JLMG está inspirado en la presentación. Veremos.

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    1. Pues eso, que el "hidalgo" don F está dispuesto a criticar, con mejores o peores modos, a quien se le ponga por delante, pero no a tolerar a su vez la más mínima crítica; hasta ahí podríamos llegar. Como dice la vox populi, "se puede decir más alto, pero no más claro". Recuerdo un chiste de Forges en que se veía a tres intolerantes representativos, por sus hábitos, de las tres "religiones del Libro" (creo recordar que el cristiano era Torquemada; bien podía serlo, si no), y uno de ellos que decía: "en una cosa estamos de acuerdo: de nosotros no se ríe nadie". El talante inquisitorial. Pero no digo, Dios me libre, que F se aplique el cuento; tales cuentos, como él sabe muy bien y los demás deberíamos meternos de una vez en la torpe cabecita, le son enteramente inaplicables.

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  9. Pues resultó un fiasco la conferencia (?) que impartió ayer en el Ateneo Jovellanos el prior de Silos, Victor Márquez Pailos: nunca tanta expectación fue seguida de discurso más inane.
    Bastante más interesantes las preguntas que formuló el respetable que las respuestas descafeinadas y elusivas del buen monje: nada entre dos obleas. Me ha prometido una amiga que me va a dejar el libro; a ver si llevo una sorpresa agradable. Pero...
    La mesa.- Un sentencioso Jesús Fonseca -con voz de buen timbre, que le alabó JLGM- que empieza con León Felipe (aquello parecía una encerrona del rojerío al incauto prior), y que termina en un aparatoso elogio a Ratzinguer, al que calificó como la lumbrera vaticana de los últimos cien años (!). Esquizofrenia lo llamaría alguno. En realidad, el co-presentador venía a colocar lo suyo.
    Xuan Bello, inexistente. Podía haberse ahorrado el viaje.
    El orondo José Luis Martínez, no cabía en sí de gozo; se ve que lo que a el le priva es lo eclesial... ¿Por qué no habrá cesado en el cargo en su día...?
    El conferenciante.- No aportó nada de interés; pese a que uno es ateo, suele hallar placer estético cuando oye largar a algunos cultos hombres de Iglesia, que visten sus sofismas con retórica propia de Bernini. Pero este buen hombre..., es lo más anodino que he escuchado últimamente.
    El buen Martín.- Pues sí, no me duelen prendas (o sí) reconocer que fue la estrella del concierto. Inició el discurso dejando bien clara su condición de librepensador, carente de credo religioso alguno. Puso en duda la idoneidad del autor del libro para pontificar sobre un tema -el erotismo- para el que se supone que un clérigo ha de tener serias carencias vivenciales. Pero -y esta es una actitud que afectamos casi todos cuando dialogamos con el clero- condescendió con que el fenómeno religioso es algo connatural en el hombre, que es consciente (?) de ser un destello entre dos oscuridades. Y que en ese trance surge el mito.
    Tampoco estoy de acuerdo con Martín cuando viene a afirmar que todas las religiones se articulan como respuesta a ese afán de conocimiento. Yo pienso que eso puede ser cierto en cuanto a la fe individual -que no deja de ser una superstición más, en la que la Razón está ausente de manera clamorosa-. Pero las religiones -los entramados eclesiales- no son otra cosa que modus vivendi, afán de poder, abuso de la inocencia, complicidad con los poderosos... Eso fue así y así sigue siéndolo en nuestros días. Nada de especulación metafísica. Por sus hechos los conoceréis.
    Lo mejor, cuando JLGM contestó a la pregunta de un presente sobre el presunto "silencio" de la Iglesia Católica en estos momentos de crisis. Nuestro vate le espetó que claro que el griterío clerical era bien audible, cuando se manifestaba por las calles contra cualquier medida de progreso proviniente del Gobierno; cuando atacaba ferozmente a este si no satisfacía su voracidad...
    Lo dicho: una conferencia perfectamente prescindible.

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  10. No es eso, no es eso..., don Gatoflauta.
    Yo no he negado el derecho de los demás a contradercirme, lo único que digo es que sería mucho esperar que me autoflagele; que me mire la conjuntiva a ver si me ha entrado un tablón en el ojo; que empiece el discurso pidiendo perdón previo por mis muchos errores...
    En realidad no es más que un juego verbal, para hacer ver al felino flautista que ha construido mal el texto, cuando me pide que "me aplique la misma norma." ¿Cómo pretende él que "soporte mal" los achuchones propios?
    Es una crítica al mal empleo del lenguaje.
    O se trata de que -por una vez- quien suele jugar con el mísero ratón, comprenda que ahora juega con él un zorro.

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    1. Pido pues perdón al Zorro, yo, pobre e ignorante felino. Comprendo que a las alturas zorriles, o zorrillescas, no pueda llegar la pobre doña Autocrítica, que ha de conformarse con territorios más humildes; en tan vertiginosas zorraltitudes, es obvio, no tiene nada que hacer.

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