viernes, 11 de septiembre de 2020

Después y todavía: El ruedo ibérico



Domingo, 6 de septiembre
CRIMEN PERFECTO

“Estamos en Madrid y en septiembre de 1971. Los obreros de la construcción han decidido iniciar una huelga pidiendo mejoras económicas y laborales. Un hombre joven y dos muchachos salen de un edificio en construcción llevando en la mano unas octavillas. Un piquete de la guardia civil ve salir a los tres amigos y les da el alto. Ellos, en vez de detenerse, intentan escapar, y los bien entrenados y eficacísimos defensores del orden público, sin más advertencias, hacen fuego de repetición. El hombre cae acribillado con seis tiros en la espalda, los muchachos también resultan heridos. La calzada se cubre de octavillas –algunas manchadas de sangre-- en las que se pide seguridad en el puesto del trabajo, mejoras en las condiciones laborales. La gente acelera el paso al llegar a la altura de los cuerpos. A los que tienen intención de detenerse, el cabo les dice agitando el cañón del fusil ametrallador: circulen, circulen. Diez minutos después, una camioneta de la guardia civil se lleva discretamente a las fuerzas del orden y a sus víctimas. Pedro Patiño, casado, dos hijos, obrero de la construcción, ha muerto. Antes del mediodía un carrito de la limpieza ha recogido las octavillas y barrido la acera y la calzada. Ya no hay huellas ni rastro. El asesinato ha sido perfecto.”
            Inicia esta estremecedora viñeta el número triple de Cuadernos de Ruedo Ibérico correspondiente a octubre de 1971 y marzo de 1972, fechas que para mí son historia personal: en marzo de 1972, comencé el trabajo que acabo de dejar por estas fechas. Mis amigos más jóvenes se imaginan esos años como si España fuera una especie de cárcel vigilada por el ejército y las fuerzas del orden. Mi recuerdo es muy diferente: la inmensa mayoría aplaudía la situación y se indignaba con los cuatro revoltosos que intentaban alterarla.
            En 1971, como en 1823, 1923 o 2020, la mayoría de los españoles acatan sumisos lo que deciden las autoridades con razón, sin razón o contra ella: educados desde siempre por la Santa Madre Iglesia, sienten alergia a “la funesta manía de pensar”.



Lunes, 7 de septiembre
UNA SENTADA

Cuando la cabecera de la manifestación llegó al Palacio Regional, hicimos una sentada. No me imaginaba yo que acabaría sentado en medio de la calle Uría, muy cerca de donde los grises me dieron palos por primera vez allá por 1968, alzando las dos manos, aplaudiendo luego y gritando “basta ya”.
            Lo malo es que ya no tengo los años que tenía en 1968, que el amigo que me había acompañado a la manifestación había tenido que dejarla, que soy un aprensivo. “¿Y si no soy capaz de levantarme por mí solo? ¿Y si tengo que pedir que me ayude un desconocido dándome la mano?”, me dio por pensar. “Eso va contra todas las normas, ahora solo se puede dar el codo, me arriesgo a que me multen por insolidario y me acusen del aumento de positivos en Madrid o en Peñamellera?”
            Afortunadamente, aún puedo levantarme sin necesidad de un punto de apoyo.
“¿Y qué haces tú defendiendo el ocio nocturno si en tu vida has estado fuera de casa más allá de las once de la noche, y eso cuando asistías a la ópera?”, me pregunta un amigo tras disolverse la manifestación en la plaza de la catedral,
            “Yo defiendo a los ciudadanos de la arbitrariedad de las autoridades que, como no saben qué hacer para que la pandemia no les reste votos, cierran locales al buen tuntún a ver si hay suerte y las cifras bajan. Y me divertirá leer mañana, si los periódicos hablan de la protesta, que los que estábamos aquí éramos antivacunas, de extrema derecha y hasta terraplanistas, que es lo último que se les ha ocurrido para desprestigiar a quienes piden más racionalidad y menos palos de ciego”.
           


Martes, 8 de septiembre
UN DESGRACIADO

“Mi mayor éxito forense ocurrió cuando defendí de oficio a un desgraciado que había asesinado a su mujer. Un crimen por celos. En la conducta de la mujer existían ciertas zonas oscuras que se prestaban al equívoco. Con gran asombro del jurado, yo dirigí toda mi prueba a demostrar que aquella mujer era absolutamente intachable. Dediqué toda la primera parte de mi discurso a cantar las excelencias de aquella admirable esposa. Ya estaban los jurados en el colmo de su asombro cuando yo les hice ver que matar a una mujer por celos verdaderos era una bárbara acción, pero, precisamente, matarla por celos imaginarios era un acto de ceguera irresponsable”.
            Quien habla es José María Pemán, el admirado escritor, dueño y señor de los escenarios españoles y de la Tercera del ABC durante largas décadas, entrevistado por César González-Ruano. Todo su orgullo como abogado está en haber conseguido que “un pobre desgraciado” saliera sin mayor pena de “un acto de ceguera irresponsable” en que le dio por matar a su mujer, una mujer por cierto “en cuya conducta existían ciertas zonas oscuras que se prestaban al equívoco”. El desgraciado que la asesinó seguro que era un ciudadano ejemplar.
            De ahí venimos. En esas estamos.


Miércoles, 9 de septiembre
ADULA QUE ALGO QUEDA

Algo bueno tiene la anómala situación en que vivimos, las tertulias de los miércoles a través de la plataforma Zoom. Ya no necesitamos estar todos juntos en una cafetería de Oviedo para charlar, podemos hacerlo desde Nueva York y Buenos Aires, Oslo y Barcelona, Cádiz o León.
Hoy hemos hablado de los consejos que habría que darle a un joven que se adentra en el camino de la literatura. El talento se le supone, el gusto por la lectura también, aunque todo ello sea mucho suponer. A la hora de promocionarse y de buscar un sitio, hay cosas que han cambiado desde los tiempos en que Marino Gómez-Santos o Francisco Umbral llegaron al Café Gijón, pero otras no.
Lo primero que necesita es buscar afines de la misma edad, alguien con quien compartir admiraciones y rechazos, a quien comentarle minuciosamente sus poemas y que nos comente los nuestros. De ese grupo inicial, saldrán amigos y enemigos para toda la vida.
Luego acercarse a los autores ya consolidados que admira. Unos son más cercanos que otros, pero todos tienen la misma puerta de acceso: la que utilizó la zorra para hacerse con el queso que el cuervo posado en una alta rama tenia en el pico. La adulación abre todas las puertas, aunque puede cerrarlas de golpe si el afán de  promocionarse asoma la patita demasiado pronto.


Jueves, 10 de septiembre
COSAS QUE NUNCA CAMBIAN

El número de Cuadernos de Ruedo Ibérico encontrado en un mercadillo lleva la firma de Turiel, sin duda Gerardo Turiel, bien conocido abogado y catedrático. Pasó de ser profesor de Formación del Espíritu Nacional a militante del Partido Comunista. Al final se hizo famoso por defender a uno de los participantes en los atentados del 11-M. Cuando estuve abonado a la temporada de ópera en el Campoamor me senté en la butaca que había sido la suya y charlé muchas veces con su viuda.
            En este número de Cuadernos, hay un cómic, “Una saga del príncipe Bormanus y de la princesa Creuteboba o el carismático Francoráculo”, sospecho que impublicable también en la España de hoy. Las cosas han cambiado mucho para que todo siga igual.


Viernes, 11 de septiembre
EL JUEGO DEL ESCONDITE

Un amigo, que pasará este curso de Erasmus en Italia, me escribe desde Catania: “Aquí no se usa la mascarilla por la calle ni en espacios abiertos, de hecho, cuando entras con la mascarilla en algún local te miran con extrañeza, incluso muchos de los camareros no la lleva puesta. Abundan las librerías de viejo”. Otro rincón en el que podría exiliarme.
            “¡Siempre queriendo tener la razón contra todos!”, me dice un amigo.
            “También se pasaron décadas diciendo que si Luis Roldán, en lugar de ser director de la Guardia Civil, hubiera sido jefe del Estado habría podido robar todo lo que quisiera protegido por la Constitución. Ya están empezando a pensar lo contrario y, de momento y por si acaso, el rey honorífico ha tenido que esconderse, si no en Lagos, en los Emiratos Árabes”.




13 comentarios:

  1. Muchísimas gracias por tu apoyo al ocio nocturno y la hostelería, Martín. Gracias de todo corazón!
    Un abrazo enorme!

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  2. Todos aquellos acatadores sumisos de 1971 siguen ahí, ellos o sus herederos ideológicos (o más bien psíquicos, porque esto es constitutivo) obedientes al Estado, haciendo la pelota, poniendo banderitas en los balcones, disculpando las ilegalidades del viejo a-mérito, encantados con que se persiga a los diferentes, con que se excluya a "los comunistas" (aunque no lo sean) y con que se prohíban consultas populares.
    No es exclusivo de aquí, pero aquí la proporción es inmensa, lo veía y lo decía días atrás, por ejemplo, el músico Barenboim. Y tienen Prensa abundante -y mentirosa- a su servicio. ¿Tiene alguna solución España que no pase por otro conflicto? No se ve claro. Por eso los deseos de huida y de segregación son tan fácilmente comprensibles. Escapar del monstruo. No pertenecer a "lo mismo" a lo que pertenecen los haters Ayuso, o la señora Cayetana, o el locutor Carlos Herrera, o tantos miles.

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  3. Unos años menos y este mal patriota que pone tierra de por medio y puede que no volviese más a esta balsa de piedra invivible. No se me alcanza cómo es posible que tanta bárbara maldad esté a hora y pico de avión respecto a Londres o Paris. A Lisboa, mucho menos.
    Qué horror de país, qué mala suerte. La de Fabricio y la mía.

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  4. LOW COST

    (COSAS QUE HACEN QUE LA VIDA VALGA LA PENA)

    'Viaje alrededor de mi cuarto' —el libro
    de Xavier—. Las buhardillas de París:
    postal del cielo y Jaime Gil de Biedma.
    Oporto desde el puente Luis I.
    La ociosa luna en Via Garibaldi.
    Las brumas medievales de Almodóvar.
    La pared de la habitación que encierra
    otras estampas del planeta Mundo,
    los cuarenta y dos días en Turín.
    El invierno pasado. Un café solo.
    Un cuarto propio. No estar enamorado.
    Mi prima Magalí en la hambrienta hamaca
    del sol. La coctelera rutilante
    de Scott Fitzgerald escribiendo 'El gran
    Gatsby'. Un transatlántico que atraca
    en las costas de Cádiz con destino
    Calcuta. El hondo son de la campana
    de un monasterio frente al mar de Nápoles.
    La ola que baja y cosquillea aquí
    la quilla de los barcos. Cualquier noche.
    La cojera de Alberti en el Trastevere,
    al llevar escondidos, en sus viejos
    zapatos, versos de 'Amor en vilo'
    para Beatriz Amposta. La mañana,
    el hueco del jardín, la mecedora
    o la abuela rezando. 'El Ángelus' de Millet.
    Los silencios que están llenos de voces
    de otro día que, en su incesante huir,
    nos dejó sin mamá. Y todo el tiempo
    que pases sin saber que las muñecas
    no crecerán contigo, hija mía.

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  5. Me dicen que vieron a Martín esta tarde en Sol protestando junto a miles de manifestantes contra las incongruentes restricciones a la libertad. Yo creo que hasta que no lleguemos a los diez mil contagios diarios no deberían adoptarse medidas tan drásticas. De todas formas, han pasado muchísimos años desde que sagaces economistas opinaron que sustentar el progreso de un país en el ladrillo, el turismo y la hostelería era un inmenso error. Y no terminamos de aprender, cuando algún día esto termine seguiremos exactamente igual, en contra de los ingenuos que pronosticaban que saldríamos mejores de la crisis. Crisis, qué crisis?

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  6. Bla. bla, bla, Elsa. Yo no ando por Sol, sino por Asturias. Y haya diez mil o diez contagiados diarios, o tres millones, las medidas que se tomen deben evitar los contagios o tratar de evitarlos y muchas de las medidas que se ha tomado (en Asturias: multar a quien camina por un lugar solitario si va sin mascarilla, cerrar la mayor parte de los aseos de la Universidad para que todos los estudiantes tengan que ir al mismo, quitar las servilletas de papel de las cafeterías son medidas que podrán molestar o incluso dañar la salud de los ciudadanos (como el abuso de las mascarillas), pero que en absoluto tienen que ver con el mayor o menor número de contagios. Pensar un poco no cuesta nada, Elsa.

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    1. Para el sr Martin.
      Precisamente porque pienso percibo que estamos viviendo una situación muy parecida a la de una guerra. Y no entiendo que algunos de dediquen a deshojar margaritas despotricando ante las incomodidades del combate que tal vez pudieran evitarse. Creo que quien verdaderamente se siente libre no experimenta la menor frustración cuando se convence de la necesidad de restringirla. Enredarse en anécdotas sobre desagradables paseos en el campo llevando calada la mascarilla me parece, con perdón, una rebeldía infantil e impropia de personas cultas y civilizadas.
      En cuanto a su presencia ayer en Sol, es evidente que mi intención era bromear para provocarle una respuesta.Si le ha resultado inoportuna le pido públicas disculpas.

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    2. Pero no hay ninguna guerra, Elsa, a no ser la mía contra la estupidez. Contra la epidemia de Covid, como contra el cáncer o el colesterol, no vale cualquier ocurrencia que dañe o limite libertades, por anecdóticas que parezcan. Hace falta que sea eficaz y buena parte de las medidas que se han tomado, y se siguen tomando en España, no tienen ninguna eficacia. Creer que porque se lleve un trapo en la cara (ya da igual que se trate de mascarillas homologadas o no, que se porten cuatro o cuarenta horas, que se manoseen o no) tanto si es necesario (cuando se interactúa con otro ser humano sin poder mantener la distancia de seguridad) como si no (cuando se pasea lejos de cualquier otro ser humano) es una tontería. Ya se dará cuenta cuando el miedo --inducido y sostenido por los medios de comunicación-- amaine y vuelva la capacidad de pensar.

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  7. Martin me ha bloqueado por discrepar políticamente,
    Bueno, da igual. Lo que está claro es que coño de virus es, y como detener la pandemia.
    A mi si me ofrecen una vacuna, no la pongo.
    Osea que nada saben.

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    1. No te s'entiende ná, tío.

      Lo que está claro es que coño de virus es?? Pues casi tós dicen que no está ná claro.

      Si te ofrecen la vacuna ¿"no la pongo", o "no me la pongo", o "me la pongo"??

      En las clases con los ninios, supongo que explicas mejor, no? - Me quitas un peso d'encima.

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  8. Lo de las mascarillas es un delirante cuento chino. No me imagino el teatro que hubiese escrito Valle Inclan con esta nueva normalidad. Me alegra volver a ver a Víctor por aquí. M

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