Domingo, 6 de septiembre
CRIMEN PERFECTO
“Estamos en Madrid
y en septiembre de 1971. Los obreros de la construcción han decidido iniciar
una huelga pidiendo mejoras económicas y laborales. Un hombre joven y dos
muchachos salen de un edificio en construcción llevando en la mano unas
octavillas. Un piquete de la guardia civil ve salir a los tres amigos y les da
el alto. Ellos, en vez de detenerse, intentan escapar, y los bien entrenados y
eficacísimos defensores del orden público, sin más advertencias, hacen fuego de
repetición. El hombre cae acribillado con seis tiros en la espalda, los muchachos
también resultan heridos. La calzada se cubre de octavillas –algunas manchadas
de sangre-- en las que se pide seguridad en el puesto del trabajo, mejoras en
las condiciones laborales. La gente acelera el paso al llegar a la altura de
los cuerpos. A los que tienen intención de detenerse, el cabo les dice agitando
el cañón del fusil ametrallador: circulen, circulen. Diez minutos después, una
camioneta de la guardia civil se lleva discretamente a las fuerzas del orden y
a sus víctimas. Pedro Patiño, casado, dos hijos, obrero de la construcción, ha
muerto. Antes del mediodía un carrito de la limpieza ha recogido las octavillas
y barrido la acera y la calzada. Ya no hay huellas ni rastro. El asesinato ha
sido perfecto.”
Inicia esta estremecedora viñeta el
número triple de Cuadernos de
Ruedo Ibérico correspondiente a
octubre de 1971 y marzo de 1972, fechas que para mí son historia personal: en
marzo de 1972, comencé el trabajo que acabo de dejar por estas fechas. Mis
amigos más jóvenes se imaginan esos años como si España fuera una especie de
cárcel vigilada por el ejército y las fuerzas del orden. Mi recuerdo es muy
diferente: la inmensa mayoría aplaudía la situación y se indignaba con los
cuatro revoltosos que intentaban alterarla.
En 1971, como en 1823, 1923 o 2020,
la mayoría de los españoles acatan sumisos lo que deciden las autoridades con
razón, sin razón o contra ella: educados desde siempre por la Santa Madre
Iglesia, sienten alergia a “la funesta manía de pensar”.
Lunes, 7 de septiembre
UNA SENTADA
Cuando la cabecera
de la manifestación llegó al Palacio Regional, hicimos una sentada. No me
imaginaba yo que acabaría sentado en medio de la calle Uría, muy cerca de donde
los grises me dieron palos por primera vez allá por 1968, alzando las dos manos,
aplaudiendo luego y gritando “basta ya”.
Lo malo es que ya no tengo los años
que tenía en 1968, que el amigo que me había acompañado a la manifestación
había tenido que dejarla, que soy un aprensivo. “¿Y si no soy capaz de
levantarme por mí solo? ¿Y si tengo que pedir que me ayude un desconocido
dándome la mano?”, me dio por pensar. “Eso va contra todas las normas, ahora
solo se puede dar el codo, me arriesgo a que me multen por insolidario y me
acusen del aumento de positivos en Madrid o en Peñamellera?”
Afortunadamente, aún puedo
levantarme sin necesidad de un punto de apoyo.
“¿Y qué haces tú defendiendo el ocio nocturno si en tu vida has estado
fuera de casa más allá de las once de la noche, y eso cuando asistías a la
ópera?”, me pregunta un amigo tras disolverse la manifestación en la plaza de
la catedral,
“Yo defiendo a los ciudadanos de la
arbitrariedad de las autoridades que, como no saben qué hacer para que la
pandemia no les reste votos, cierran locales al buen tuntún a ver si hay suerte
y las cifras bajan. Y me divertirá leer mañana, si los periódicos hablan de la
protesta, que los que estábamos aquí éramos antivacunas, de extrema derecha y
hasta terraplanistas, que es lo último que se les ha ocurrido para
desprestigiar a quienes piden más racionalidad y menos palos de ciego”.
Martes, 8 de septiembre
UN DESGRACIADO
“Mi mayor éxito
forense ocurrió cuando defendí de oficio a un desgraciado que había asesinado a
su mujer. Un crimen por celos. En la conducta de la mujer existían ciertas
zonas oscuras que se prestaban al equívoco. Con gran asombro del jurado, yo
dirigí toda mi prueba a demostrar que aquella mujer era absolutamente
intachable. Dediqué toda la primera parte de mi discurso a cantar las
excelencias de aquella admirable esposa. Ya estaban los jurados en el colmo de
su asombro cuando yo les hice ver que matar a una mujer por celos verdaderos
era una bárbara acción, pero, precisamente, matarla por celos imaginarios era
un acto de ceguera irresponsable”.
Quien habla es José María Pemán, el
admirado escritor, dueño y señor de los escenarios españoles y de la Tercera
del ABC durante largas décadas, entrevistado por César González-Ruano. Todo su
orgullo como abogado está en haber conseguido que “un pobre desgraciado”
saliera sin mayor pena de “un acto de ceguera irresponsable” en que le dio por
matar a su mujer, una mujer por cierto “en cuya conducta existían ciertas zonas
oscuras que se prestaban al equívoco”. El desgraciado que la asesinó seguro que
era un ciudadano ejemplar.
De ahí venimos. En esas estamos.
Miércoles, 9 de septiembre
ADULA QUE ALGO QUEDA
Algo bueno tiene la
anómala situación en que vivimos, las tertulias de los miércoles a través de la
plataforma Zoom. Ya no necesitamos estar todos juntos en una cafetería de
Oviedo para charlar, podemos hacerlo desde Nueva York y Buenos Aires, Oslo y
Barcelona, Cádiz o León.
Hoy hemos hablado de los consejos que habría que darle a un joven que
se adentra en el camino de la literatura. El talento se le supone, el gusto por
la lectura también, aunque todo ello sea mucho suponer. A la hora de
promocionarse y de buscar un sitio, hay cosas que han cambiado desde los
tiempos en que Marino Gómez-Santos o Francisco Umbral llegaron al Café Gijón,
pero otras no.
Lo primero que necesita es buscar afines de la misma edad, alguien con
quien compartir admiraciones y rechazos, a quien comentarle minuciosamente sus
poemas y que nos comente los nuestros. De ese grupo inicial, saldrán amigos y
enemigos para toda la vida.
Luego acercarse a los autores ya consolidados que admira. Unos son más
cercanos que otros, pero todos tienen la misma puerta de acceso: la que utilizó
la zorra para hacerse con el queso que el cuervo posado en una alta rama tenia
en el pico. La adulación abre todas las puertas, aunque puede cerrarlas de
golpe si el afán de promocionarse asoma
la patita demasiado pronto.
Jueves, 10 de septiembre
COSAS QUE NUNCA CAMBIAN
El número de Cuadernos de Ruedo Ibérico encontrado en un mercadillo lleva la firma
de Turiel, sin duda Gerardo Turiel, bien conocido abogado y catedrático. Pasó
de ser profesor de Formación del Espíritu Nacional a militante del Partido
Comunista. Al final se hizo famoso por defender a uno de los participantes en
los atentados del 11-M. Cuando estuve abonado a la temporada de ópera en el
Campoamor me senté en la butaca que había sido la suya y charlé muchas veces
con su viuda.
En este número de Cuadernos, hay un cómic, “Una saga del príncipe Bormanus y de la princesa
Creuteboba o el carismático Francoráculo”, sospecho que impublicable también en
la España de hoy. Las cosas han cambiado mucho para que todo siga igual.
Viernes, 11 de septiembre
EL JUEGO DEL ESCONDITE
Un amigo, que
pasará este curso de Erasmus en Italia, me escribe desde Catania: “Aquí no se
usa la mascarilla por la calle ni en espacios abiertos, de hecho, cuando entras
con la mascarilla en algún local te miran con extrañeza, incluso muchos de los
camareros no la lleva puesta. Abundan las librerías de viejo”. Otro rincón en el
que podría exiliarme.
“¡Siempre queriendo tener la razón
contra todos!”, me dice un amigo.
“También se pasaron décadas diciendo
que si Luis Roldán, en lugar de ser director de la Guardia Civil, hubiera sido jefe
del Estado habría podido robar todo lo que quisiera protegido por la
Constitución. Ya están empezando a pensar lo contrario y, de momento y por si
acaso, el rey honorífico ha tenido que esconderse, si no en Lagos, en los
Emiratos Árabes”.
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ResponderEliminarMuchísimas gracias por tu apoyo al ocio nocturno y la hostelería, Martín. Gracias de todo corazón!
ResponderEliminarUn abrazo enorme!
Todos aquellos acatadores sumisos de 1971 siguen ahí, ellos o sus herederos ideológicos (o más bien psíquicos, porque esto es constitutivo) obedientes al Estado, haciendo la pelota, poniendo banderitas en los balcones, disculpando las ilegalidades del viejo a-mérito, encantados con que se persiga a los diferentes, con que se excluya a "los comunistas" (aunque no lo sean) y con que se prohíban consultas populares.
ResponderEliminarNo es exclusivo de aquí, pero aquí la proporción es inmensa, lo veía y lo decía días atrás, por ejemplo, el músico Barenboim. Y tienen Prensa abundante -y mentirosa- a su servicio. ¿Tiene alguna solución España que no pase por otro conflicto? No se ve claro. Por eso los deseos de huida y de segregación son tan fácilmente comprensibles. Escapar del monstruo. No pertenecer a "lo mismo" a lo que pertenecen los haters Ayuso, o la señora Cayetana, o el locutor Carlos Herrera, o tantos miles.
Unos años menos y este mal patriota que pone tierra de por medio y puede que no volviese más a esta balsa de piedra invivible. No se me alcanza cómo es posible que tanta bárbara maldad esté a hora y pico de avión respecto a Londres o Paris. A Lisboa, mucho menos.
ResponderEliminarQué horror de país, qué mala suerte. La de Fabricio y la mía.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarLOW COST
ResponderEliminar(COSAS QUE HACEN QUE LA VIDA VALGA LA PENA)
'Viaje alrededor de mi cuarto' —el libro
de Xavier—. Las buhardillas de París:
postal del cielo y Jaime Gil de Biedma.
Oporto desde el puente Luis I.
La ociosa luna en Via Garibaldi.
Las brumas medievales de Almodóvar.
La pared de la habitación que encierra
otras estampas del planeta Mundo,
los cuarenta y dos días en Turín.
El invierno pasado. Un café solo.
Un cuarto propio. No estar enamorado.
Mi prima Magalí en la hambrienta hamaca
del sol. La coctelera rutilante
de Scott Fitzgerald escribiendo 'El gran
Gatsby'. Un transatlántico que atraca
en las costas de Cádiz con destino
Calcuta. El hondo son de la campana
de un monasterio frente al mar de Nápoles.
La ola que baja y cosquillea aquí
la quilla de los barcos. Cualquier noche.
La cojera de Alberti en el Trastevere,
al llevar escondidos, en sus viejos
zapatos, versos de 'Amor en vilo'
para Beatriz Amposta. La mañana,
el hueco del jardín, la mecedora
o la abuela rezando. 'El Ángelus' de Millet.
Los silencios que están llenos de voces
de otro día que, en su incesante huir,
nos dejó sin mamá. Y todo el tiempo
que pases sin saber que las muñecas
no crecerán contigo, hija mía.
Me dicen que vieron a Martín esta tarde en Sol protestando junto a miles de manifestantes contra las incongruentes restricciones a la libertad. Yo creo que hasta que no lleguemos a los diez mil contagios diarios no deberían adoptarse medidas tan drásticas. De todas formas, han pasado muchísimos años desde que sagaces economistas opinaron que sustentar el progreso de un país en el ladrillo, el turismo y la hostelería era un inmenso error. Y no terminamos de aprender, cuando algún día esto termine seguiremos exactamente igual, en contra de los ingenuos que pronosticaban que saldríamos mejores de la crisis. Crisis, qué crisis?
ResponderEliminarBla. bla, bla, Elsa. Yo no ando por Sol, sino por Asturias. Y haya diez mil o diez contagiados diarios, o tres millones, las medidas que se tomen deben evitar los contagios o tratar de evitarlos y muchas de las medidas que se ha tomado (en Asturias: multar a quien camina por un lugar solitario si va sin mascarilla, cerrar la mayor parte de los aseos de la Universidad para que todos los estudiantes tengan que ir al mismo, quitar las servilletas de papel de las cafeterías son medidas que podrán molestar o incluso dañar la salud de los ciudadanos (como el abuso de las mascarillas), pero que en absoluto tienen que ver con el mayor o menor número de contagios. Pensar un poco no cuesta nada, Elsa.
ResponderEliminarPara el sr Martin.
EliminarPrecisamente porque pienso percibo que estamos viviendo una situación muy parecida a la de una guerra. Y no entiendo que algunos de dediquen a deshojar margaritas despotricando ante las incomodidades del combate que tal vez pudieran evitarse. Creo que quien verdaderamente se siente libre no experimenta la menor frustración cuando se convence de la necesidad de restringirla. Enredarse en anécdotas sobre desagradables paseos en el campo llevando calada la mascarilla me parece, con perdón, una rebeldía infantil e impropia de personas cultas y civilizadas.
En cuanto a su presencia ayer en Sol, es evidente que mi intención era bromear para provocarle una respuesta.Si le ha resultado inoportuna le pido públicas disculpas.
Pero no hay ninguna guerra, Elsa, a no ser la mía contra la estupidez. Contra la epidemia de Covid, como contra el cáncer o el colesterol, no vale cualquier ocurrencia que dañe o limite libertades, por anecdóticas que parezcan. Hace falta que sea eficaz y buena parte de las medidas que se han tomado, y se siguen tomando en España, no tienen ninguna eficacia. Creer que porque se lleve un trapo en la cara (ya da igual que se trate de mascarillas homologadas o no, que se porten cuatro o cuarenta horas, que se manoseen o no) tanto si es necesario (cuando se interactúa con otro ser humano sin poder mantener la distancia de seguridad) como si no (cuando se pasea lejos de cualquier otro ser humano) es una tontería. Ya se dará cuenta cuando el miedo --inducido y sostenido por los medios de comunicación-- amaine y vuelva la capacidad de pensar.
EliminarMartin me ha bloqueado por discrepar políticamente,
ResponderEliminarBueno, da igual. Lo que está claro es que coño de virus es, y como detener la pandemia.
A mi si me ofrecen una vacuna, no la pongo.
Osea que nada saben.
No te s'entiende ná, tío.
EliminarLo que está claro es que coño de virus es?? Pues casi tós dicen que no está ná claro.
Si te ofrecen la vacuna ¿"no la pongo", o "no me la pongo", o "me la pongo"??
En las clases con los ninios, supongo que explicas mejor, no? - Me quitas un peso d'encima.
Lo de las mascarillas es un delirante cuento chino. No me imagino el teatro que hubiese escrito Valle Inclan con esta nueva normalidad. Me alegra volver a ver a Víctor por aquí. M
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