Sábado, 11 de enero
POR ALUSIONES
Mentiría si dijera que me molesta que hablen de mí.
Encontrarme con mi nombre donde menos me lo espero es uno de mis placeres
favoritos.
Reseña Anna
Caballé, en el Babelia de hoy, una novela de Carlos Pardo “que evoca los años
dedicados a ser poeta y a vivir confusamente entre poetas a la búsqueda de un
espacio propio”. No pienso leerla: yo creo que tres folios le habrían bastado
para contar lo que cuenta en cerca de quinientas páginas. Continúa la
reseñista: “Poetas con sus escisiones y hostilidades. Luis García Montero y la
escuela granadina contra José Luis García Martín y los poetas ovetenses”.
No sé si
cuenta eso la novela, más bien me parecen deducciones de quien ha oído campanas
y no sabe dónde. Luis García Montero y yo nunca militamos en bandos contrarios.
A los dos (más a él que a mí) nos atacaba una hueste encabezada por Antonio
Jiménez Rodríguez (hoy desaparecido en México) y autodenominada “poetas no
clónicos”. Luego cambiarían el nombre por el de “poetas de la diferencia”, que
hizo cierta fortuna entre periodistas y estudiosos desinformados. Bajo ese banderín
de enganche se agrupó, en antologías y recitales, toda la mediocridad poética
habida y por haber. A García Montero le odiaban, aparte de por tener talento, y
no solo poético, por encabezar jurados que solían premiar a poetas amigos, muy
a menudo buenos poetas; a mí, por ser un crítico de los que llaman al pan pan y
al memo memo.
No pienso
leer la novela de Carlos Pardo, pero sí he leído –mea culpa, mea culpa– el último tomo de las memorias de Luis
Antonio de Villena. Me pudo el morbo. Supuse que estaría escrito a vuela pluma,
como todo lo suyo desde hace años, y que no tendría mayor interés literario,
pero que abundaría en nombres y chismes, a menudo eróticos, sobre este y aquel.
Me pudo el morbo, ya dije. Y me divertí con muchos detalles, como ver a Antonio
Gamoneda aprovechar la colección Provincia, que dirigía, para promocionarse: le
pide a Colinas y Villena que le devuelvan el favor de haberles publicado un
libro intercediendo para que Lápidas aparezca
en Visor.
Cuando
empiezan a aparecer amigos y conocidos comunes, cuando se habla de algún
congreso en el que coincidimos, temo que Villena se acuerde del santo de mi
nombre y refiera anécdotas que yo prefiero olvidar, como aquella vez en que
hizo de Virgilio para Víctor Botas y yo y nos mostró los locales que
frecuentaba en Madrid. Entonces, recién salidos del franquismo, las discotecas
y los bares de ambiente, como se decía púdicamente, nos parecían un símbolo de
libertad. A saber cómo contaría él esa visita. Pero, afortunadamente, me odia
tanto que no cuenta nada. Ni menciona mi nombre, pero no por explicable olvido
–hace siglos que hemos perdido el contacto–, sino para tratar de maltratarme
mejor. Habla de Juan Bonilla, al que conoció en un congreso literario en
Valencia, y comenta que “entonces iba de la mano –espero que la haya soltado–
de un bilioso y renegrido soi disant
crítico, por las brumas del septentrión. Tan nada interesante que ni lo
nombra”.
Me divierte
que no me nombre (¡de buena me he librado!), pero me entristece que no se ría
de viejas polémicas a propósito de esta o aquella antología de jóvenes poetas
(yo siempre pensé que las suyas carecían de cualquier rigor porque lo que más
le interesaba de los jóvenes poetas no era la poesía: estas memorias me lo
confirman)) y siga resentido y dolido. Siento de veras haberle hecho tanto
daño. En mi caso, las peleas literarias tienen siempre algo de juego para
mantenerse en forma. Nunca pretenden herir a la persona. Pero no todos tienen
la misma suerte que yo, que siendo más vanidoso que nadie –cualquiera que me
conozca puede certificarlo– tengo tan buen sistema inmunológico que las heridas
en mi vanidad –todos los días recibo algún rasguño– cicatrizan a las
veinticuatro horas, como mucho.
Domingo, 12 de enero
ESPAÑOL, ESPAÑOL
Está uno tan obsesionado con su país que cada vez que
aparece Alfred Dreyfus en la impactante película de Roman Polanski J’accuse, aquí titulada El oficial y el espía, yo no veo al
militar francés injustamente condenado, sino a Oriol Junqueras. Y cuando
aparece el tribunal que le condenó y que recurrió a todas las triquiñuelas
posibles para seguir manteniéndolo en la Isla del Diablo, aun siendo
conscientes de su inocencia, no diré a quien veo, aunque resulta fácil de
imaginar.
Como a
Unamuno, me duele España; y como José Antonio, amo a España porque no me gusta
(aclaro: a pesar de que hay en ellas muchas cosas que no me gustan).
Soy un
nacionalista español, ya lo sé. Y, por supuesto, no me avergüenzo de ello. Me
avergüenzo de los que creen incompatible el amor a España con el amor a la
verdad, a la justicia (que no hay que confundir con torticeros legalismos) y a
la democracia. Me avergüenzo de los que utilizan a España y sus símbolos para
arremeter contra los que no piensan o sienten de la misma manera.
Yo también
soy español, español, pero de la mejor España, no de la de Fernando VII y
Queipo de Llano.
Lunes, 13 de enero
COSAS QUE NO HARÍA NUNCA
Tres o cuatro cosas que no haría nunca, salvo por razones de
fuerza mayor: trasnochar, opinar de política, enamorarme, envejecer.
Martes, 14 de enero
EN CONTRA Y A FAVOR
Hablar de política es como hablar de fútbol. Todos tenemos
una opinión formada y somos capaces de defenderla apasionadamente, pero sin
convencer jamás a nadie salvo a los ya convencidos.
Por eso yo
no hablo nunca de política, sino de historia. Nunca comentaría, por ejemplo,
que Manuel Marraco Ramón fue ministro de Hacienda en los años de la República
y que le sucedió, si la memoria no me falla, Alfredo de Zavala y Lafora.
Hablaría del estallido y de las consecuencias de la revolución de Octubre. O de
los preparativos del golpe del 36.
Ahora tampoco
hablo de política, sino de las páginas de la historia que se están escribiendo
delante de mí: la ruptura catalana con el Estado español, que ya parece haberse
producido de hecho, aunque no de derecho; la operación a la brasileña de
ciertos sectores de la judicatura que siguen viendo la democracia como algo
peligroso y ajeno.
No me gusta
el fútbol, tampoco la política, pero me apasiona la historia. Especialmente esa
parte que se desarrolla ante mis ojos y en la que me hago ingenuamente la
ilusión de que puedo intervenir porque voto y doy gritos desde el patio de
butacas de mi diario a favor de unos y en contra de otros.
Miércoles, 15 de enero
EL ARTE DE PONTIFICAR
“Ser padre es criar cuervos disfrazados de angelicales
criaturas a las que preparamos, renunciando a tantas cosas, para que sean
capaces de enfrentarse con el mundo y que siempre, siempre, comienzan probando
su fuerza con quien más los quiere”.
Parece la
frase de un padre experimentado y desengañado, pero al parecer la he escrito
yo, que no he tenido hijos. Encuentro la cita en un libro, Estaciones de paso, de Ricardo Álamo, profesor de filosofía y
escritor tímido y muy dado a la admiración de sus contemporáneos, cosa poco
frecuente.
No recuerdo
haber escrito esa frase, podía ser una cita apócrifa, pero me parece muy mía:
yo soy de esas personas capaces de darle lecciones de albañilería a un albañil,
de arquitectura a un arquitecto, de justicia a un juez y de cómo educar a los
hijos a cualquier padre.
Menos mal
que ni mis amigos ni yo nos tomamos muy en serio esta manía mía de estar
siempre pontificando, como buen español y como buen contertulio.
Jueves, 16 de enero
MINISTRABLE
Álvaro Sánchez León, periodista de investigación,
colaborador de El confidencial y de
otros medios, me envía el siguiente mensaje: “Muy buenas. Estoy preparando un
reportaje sobre la intrahistoria de los nombramientos ministeriales. Tengo
entendido que a usted le ofrecieron ser ministro de Cultura en esta última
hornada y dijo que no. Me gustaría contrastar esa información y saber, si es
posible, sus motivos. Muchas gracias”.
La noticia
no tiene ningún fundamento, por supuesto (quizá confundieron mi nombre con el
de Luis García Montero), pero a mí me alegra el día.
Soy un
hombre tan modesto que con nada disfruta más que rechazando premios, cargos y
honores. Lo malo es que hasta la fecha no había tenido ocasión de hacerlo.
Según Álvaro Sánchez León, mejor informado que yo, he rechazado nada menos que
un ministerio. Ahora solo me faltaría rechazar el Nobel para que mi felicidad
fuera completa.
Viernes, 17 de enero
DE LA QUE ME LIBRADO
Cuento en la tertulia los rumores sobre mi rechazo de un
ministerio y nos reímos mucho.
––¿Te
imaginas lo que ocurriría si fuera verdad y hubieras aceptado? Ya sé que tú no
dejarías tus clases por nada del mundo, pero no te preocupes que no durarías ni
un día en el cargo. En seguida se pondrían a rebuscar en lo que has escrito
–mira lo que pasó con los artículos de Quim Torra– y aparecerían tus opiniones
sobre esto y aquello en los medios digitales y hasta en el portada de El Mundo: el ministro de Cultura votó a
Puigdemont en las últimas elecciones europeas, el ministro de Cultura piensa que
se ha intentado un golpe a la brasileña contra el gobierno de Sánchez… No sigo,
te quemarían en la plaza pública, aunque por lo menos tendrías el consuelo de
que todo el mundo te leyera.
––Prefiero
que no me lean y no reparen en mí. Solo así podré seguir hablando en libertad
sin que de inmediato me llame al orden, como a Pablo Iglesias, el caducado Consejo
General del Poder Judicial.
Me gustaría que ahondara un poco en su afirmación "soy un nacionalista español, ya lo sé". Nada de lo que he leído en sus diarios me parece sustentar esa idea, de donde deduzco que uso y entiendo el sustantivo (o adjetivo?) "nacionalista" de modo diferente que usted.
ResponderEliminar¿Puso rojigualdas en sus ventanas? ¿Las adornó siquiera con roji-gualda-moradas? No me lo imagino tomándose la molestia.
Desde luego, tenemos conceptos distintos de lo que es el nacionalismo, que para mí es sinónimo de patriotismo y que no debe confundirse con el ultranacionalismo.
ResponderEliminarAmar a una mujer no implica tener que odiar a ninguna otra mujer. Amar al propio país no supone rechazo a ningún otro. Tampoco que sea mejor que los demás (será mejor en unas cosas y peor en otras), sino solo que es nuestro país y que es en él donde nos encontramos más a gusto y desde él (desde su historia, desde su cultura) desde donde vemos y apreciamos al resto del mundo.
Pensar que es más patriota o mejor español el que coloca la bandera nacional en su balcón me parece una tontería (no colocar la bandera sino considerarse por eso mejor o más español). Lo repito: una tontería. Quien quiera hacerlo que lo haga, pero eso nunca ha sido una costumbre muy española. Si ahora se ha puesto de moda entre los españoles que votan a determinados partidos, no es para manifestar su amor a España (sería como poner la foto de mi pareja o de mis hijos en el balcón para demostrar que los quiero mucho), sino para proclamar su rechazo a una parte de los españoles que tienen ideas distintas de las suyas.
¿Queda claro? Desafío a cualquiera de los que ponen la bandera de España en el balcón a que demuestren que conocen mejor que yo la historia y la cultura de su país, que lo respetan más o que procuran más, cuando están fuera, dejarlo en buen lugar.
No parece razonable que usted pretenda determinar la intensidad con que se debe interpretar el nacionalismo. Supongo que, como el amor, admite diferentes actitudes y en principio deben admitirse todas. Tildar de ultranacionalistas, con cierto desdén,a quienes colocan en la ventana la bandera de su país y se sienten removidos cuando escuchan su himno resulta demasiado superficial e intransigente. Deje usted que cada uno responda al concepto patria con la sinceridad que le brote de dentro, sin pontificar ni imponer. Yo no tengo bandera alguna en mi casa, pero me parece exagerado asociar a la extrema derecha a quien la coloca. Creo que Vox está excitando mucha paranoia, en vez de asumirlo como un espasmo temporal generado por el contencioso catalán. Las burbujas del champán no duran indefinidamente, y ese partido solo se sustenta en rechazos viscerales.
EliminarNo puedo estar más de acuerdo con el comentario de nuestro anfitrión. Parece que me lo ha copiado. Pizarro, Cortés, Orellana... ponían el pendón de Castilla en la tierra conquistada. No se les ocurría poderlo en Trujillo o en Mérida. Muchos de los que ponen la bandera en el balcón lo hacen como simulacro porque no pueden ponerla en Cataluña. Es un acto simbólico de desagravio como cuando el padre Venancio Marcos (creo) desagraviaba al Sagrado Coraxón de Jesús
Eliminar"El patriotismo es amar a nuestro país. El nacionalismo, detestar al de los demás."
ResponderEliminar(Charles de Gaulle)
"El nacionalista cree que el lugar donde nació es el mejor lugar del mundo; y eso no es cierto. El patriota cree que el lugar donde nació se merece todo el amor del mundo; y eso sí es cierto."
(C.J. Cela)
"El nacionalismo sólo permite afirmaciones y, toda doctrina que descarte la duda, la negación, es una forma de fanatismo y estupidez".
(Borges)
"El nacionalismo siempre es contra alguien. Contra los otros, con una base de superioridad. Por eso tiene siempre un carácter peligroso, divisorio y violento".
(Mario Vargas Llosa).
"Un tipo que se pasa el día diciendo yo, yo, yo, es un ególatra. Otro que hace lo mismo diciendo nosotros, nosotros, nosotros, es un nacionalista. El nacionalismo no es más que la forma plural de la egolatría."
(Fernando Aramburu).
Respuesta a Carlos Mir.
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo, salvo en una cosa. Yo no he calificado de ultranacionalistas ni a los que colocan la bandera ni a los que se emocionan cuando escuchan el himno. Ni he dicho que los que colocan la bandera voten al partido que usted menciona (solo he dicho que votan "a determinados partidos").
Respuesta a "Patriota antinacionalista".
ResponderEliminarHay fracesitas para todo. Recuerde aquella de que el patriotismo es el último refugio del canalla.
Yo conozco a muchos nacionalistas españoles, franceses, norteamericanos, vascos, peruanos y le puedo asegurar que esas frases son una tontería. Y que el nacionalismo es "malo", si nosotros previamente lo definimos así. ¿No eran nacionalistas los héroes del dos de mayo o los escritores del 98? Lo que ocurre es que, en España, solo se habla de nacionalismos cuando nos referimos a "nacionalismos periféricos" y nada más ofensivo para el nacionalismo español.
Veo que conoce usted mal el tema y que no lee usted mucha Historia.
EliminarEl nacionalismo español no existe. Es una invención de los independentistas vascos y catalanes. Para que hubiera nacionalismo español España debería tener enemigos más allá de sus fronteras, como le sucedió a Francia con Alemania. ¿Dónde están los escritores nacionalistas españoles, los Drumont, los Barrés ibéricos? ¿Dónde el eqivalente español de la "Ligue de la patrie française" o de la "Action Française", organizaciones antisemitas y xenófobas? ¿Dónde están los teóricos españoles del nacionalismo, los Gobineau, Vacher de Lapouge, Georges Sorel o Charles Maurras españoles?
Exacto, "Patriota", los españoles se sublevaron en mayo de 1808 envenenados por las doctrinas de Sabino Arana y capitaneados, desde Bruselas, por Puigdemont. Y, por supuesto, la asignatura de Formación del Espíritu Nacional que yo estudié en mi bachillerado no trataba de lo que su nombre indica, sino que era un manual de patriotismo constitucional.
ResponderEliminarMe agrada la explicación que ha dado Martín de la cuestión que le planteé porque es una explicación naturalista, en términos de afectos espontáneos y naturales, no en términos de leyes, imposiciones u obligaciones.
ResponderEliminarDe todas maneras, en el concepto del "amor a la patria" queda mucha tela que cortar. Hay un amor a la patria que es amor al suelo, a la geografía, a las fronteras y al mapa. "Patriotas del feldespato" le oí una vez a Francisco Umbral llamar a esta clase de patriotas. Las fronteras les quitan mucho el sueño, pero que sus compatriotas pasen miseria o penurias les importa bastante menos. Si hay peligro de cambio en las fronteras ponen el grito en el cielo, "¡se rompe España!" (cuando quizás solo se rompe un trazado obsoleto o caduco). Pero no se rompe nada cuando los compatriotas no pueden pagar la luz o son desahuciados. Luego está el amor a la patria que experimentan los "Patriotas de las personas". A estos patriotas les duele el malestar de sus conciudadanos INCLUSO POR ENCIMA de sus intereses de clase, y harán políticamente todo lo posible para que se alcancen unos niveles de dignidad y desahogo suficientes para la totalidad de la población. Creo que todos conocemos patriotas de uno y otro tipo en todos los posicionamientos políticos existentes.
Uno de los ejemplos más conspicuos de "patriota del feldespato" fue Francisco Franco, tan amoroso de su patria que manifestó a un periodista inglés estar dispuesto a acabar con la mitad de la población española, si era necesario, para terminar con el izquierdismo.
La colección de frasecitas, efectivamente, un elenco de bobadas, como señala Martín. La de F Aramburu, especialmente poco feliz. "Nosotros, nosotros, nosotros" han clamado muchos perseguidos sin patria, sin nación, sin el mínimo techo protector, mientras esperaban que les quitasen la vida. Un respeto, Aramburu.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
EliminarNo soy capaz de imaginar el motivo de esta purga, pues mi comentario era absolutamente respetuoso tanto con los intervinientes en este espacio como con las ideologías en general.
EliminarInteligente análisis el de quien todavía no es Bolaño. Lo suscribo totalmente
EliminarPor Dios, Mir, la "indeseable polarización" es más vieja que Matusalén, se trata de las "dos Españas" de Machado, y que ya tenían más que analizadas los hispanistas como Gerald Brenan. España está "polarizada" desde Felipe V, y a lo mejor no metería la pata si cambiase el V por un II.
ResponderEliminarEl comentario de Carlos Mir fue eliminado por error y no soy capaz de restituirlo. Si él es tan amable de hacerlo, se lo agradecería.
ResponderEliminarNo importa, José Luis, muchas gracias. Al menos me quedo tranquilo.
Eliminar- ¿Se ha fijado usted, doña Nicomeda, dónde hemos venido a parar? Ahora cualquier maestrillo muerto de hambre se considera con derecho a inculcar ideas locas a nuestros hijos, y pretenden que lo toleremos.
ResponderEliminar- Una vergüenza, don Abilio, ya no hay respeto a la patria potestad.
- Voy a permitir yo que un desahogado cualquiera, sin posibles, haga creer a mi hijo que España cometió abusos en su gloriosa labor cristianizadora en las Américas... Ahí podíamos llegar.
- Pero don Abilio, si es que empiezan por no reconocer esa cristiana tarea. La desprecian, afirman que se destruyó la civilización de aquellos salvajes, que eran poco más que monos.
- No me hable de monos, doña Nicomeda, que el de Ciencias me trae histérico enseñando a mi Pablito que descendemos de los monos, como si la Sagrada Biblia no dejase ya todo bien atado y explicado.
- Podrían haber elegido otro animal, don Abilio, y no esos bichos lúbricos y onanistas, tan sucios, siempre despiojándose. Qué se yo, el león o el toro.
- No les dé ideas, doña Nicomeda. Lo que hay que hacer es reivindicar nuestra libertad de formar a nuestros hijos como nos dé la gana, a nuestra imagen y semejanza. Claro que son nuestra propiedad, por lo menos mientras los alimentemos y los vistamos.
- Eso digo yo, don Abilio, que son nuestros. Pero al ser comunistas los maestrillos, nos los quieren quitar y dárselos al Estado en propiedad. Empiezan por los hijos, luego querrán la fábrica y después la casa.
- Hay que rebelarse, doña Nicomeda. Ahí tiene usted a don Santiago señalando el rumbo: ha sacado a su Elvira de la escuela y, como él es terraplanista, ha contratado a un preceptor que también lo es, para que la eduque y le saque de la cabeza las tonterías esas de la Tierra redonda, como si no tuviésemos derecho ni a elegir si queremos un planeta plano o uno torcido.
- Es que don Santiago siempre tuvo muchos redaños. Si sacamos de la escuela a todos los niños, esos adoctrinadores se quedarán sin trabajo. Anda ya, que vayan a explorar si la tierra es llana o no.
- Bien dicho, doña Nico. Viva la libertad. La de los propietarios y rentistas, naturalmente, como ha sido siempre.
Don José Luis, es indignante la que están montando los medios del Trifachito con la movida venezolana de Ábalos y su reunión aeroportuaria. Se parece a la que le montaron a Pepiño Blanco por su inocente reunión en la gasolinera. Y todo para ensuciar el limpio nombre de nuestro admirado Zapatero, egregio artífice del Milagro Económico Español.
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