domingo, 16 de septiembre de 2018

Revelación de secretos: Vaquilla, bañera y momia



Sábado, 8 de septiembre
LA VAQUILLA

El verbo amar no admite el imperativo. Vuelvo todos los años al pueblo en que nací, Aldeanueva del Camino, pero desde el mismo instante en que bajo del coche ya estoy deseando marcharme. No me encuentro a gusto. Ya era un niño y allí me asfixiaba porque no había libros y yo necesitaba los libros –casi desde antes de nacer– como el aire que respiraba. Recuerdo con terror aquellos interminables veranos en el pueblo, ya viviendo en Asturias, agotado a los pocos días el material de lectura que había conseguido reunir; recuerdo con terror aquellas horas de la siesta (todo el mundo sepultado en sus casas) que duraban una eternidad.
            Llego a Aldeanueva para cumplir un rito anual, como homenaje a mis mayores, y en cuanto puedo, nada más dejar la maleta en la vieja casa junto a la carretera, me escapo a Hervás.
            Hervás es otra cosa. Cómo me gusta pasear por las calles angostas y retorcidas del barrio judío, subir hasta la iglesia-fortaleza de Santa María, contemplar los hermosos montes de alrededor, pasear hasta el viejo puente de hierro por donde cruzaba el ferrocarril de vapor que por primera vez –era el año 1959– me sacó de estas tierras.  
            El verbo amar no admite el imperativo. El amor es sin porqué, como la rosa de Angelus Silesius, según a mí me gusta repetir.
            Yo en Aldeanueva era un desterrado, y vuelvo a sentirme un desterrado en cuanto pongo el pie en ella. Encontré mi patria el día en que crucé por primera vez las puertas de la biblioteca Bances Candamo, mi primera biblioteca, la Biblioteca de Alejandría en mi memoria. Por eso vuelvo siempre a Avilés, por eso no me he ido nunca de Avilés. Y por eso no vuelvo nunca al pueblo en que nací, aunque vuelva cada año.
            De mi pueblo, Aldeanueva del Camino, lo único que me gusta es el camino, la sensación de que es solo un lugar de paso, un punto de partida. A un lado Hervás, al otro Abadía, con su jardín perdido; más allá, Baños de Montemayor con sus termas romanas, y Béjar con su castañar y sus nieves, y Plasencia amurallada sobre el Jerte, y Yuste, digno de un emperador, y aquella fuente en Cuacos, que mana  y corre como en los versos de San Juan…
            Ya sé que estas cosas no se deben decir, y yo no las digo nunca, pero de mi tierra extremeña me gusta todo, salvo el pueblo en que nací. Cuando llego hoy, son las fiestas. En la plaza de toros junto al río, una peculiar plaza excavada en el suelo, se celebra una capea. Me llego hasta allí y me encuentro en una película de Berlanga con guión de Azcona.
            Afortunadamente, no hay maltrato físico del animal, una hermosa vaquilla que sale al ruedo con brío y que pronto se cansa del juego, de perseguir a uno o a otro de aquellos mozancones que se agitan en torno a ella, se queda quieta y nos mira con sus grandes ojos inocentes sin entender nada de aquella burla.
            Me fui de allí angustiado por no poder sacarla de aquel atolladero y llevarla a pastar libremente.  Seguro que a ella también lo que más le gusta de Aldeanueva del Camino es el camino abierto, los montes libres y los campos de alrededor.
           


Domingo, 9 de septiembre
LA MOMIA

En la fachada del colegio Jeromín, de Cuacos, hay un texto explicativo de por qué a los habitantes del pueblo se les conoce tradicionalmente como “los perdonados”. Al parecer, el pequeño Jeromín (futuro don Juan de Austria) tuvo una pelea con otros chicos del pueblo y el emperador, que ya no lo era, llamó a los padres a su presencia. Fueron temblando, temiendo ser cruelmente castigados, pero el magnánimo Carlos de Gante los perdonó, considerándolo cosa de chiquillos.
            Pedro Antonio de Alarcón, que anduvo por estas tierras en 1873, cuando la primera República, lo cuenta de otra manera: “Los habitantes de este lugar se complacieron en desobedecer, humillar y contradecir a Carlos V durante su permanencia en Yuste, llegando al extremo de apoderarse de sus amadas vacas suizas, porque casualmente se habían metido a pasar en términos del pueblo, y de interceptar y repartirse las truchas que iban destinadas a la mesa del emperador. Hay quien añade que un día apedrearon a don Juan de Austria (entonces niño) porque lo hallaron cogiendo cerezas en un árbol perteneciente al lugarejo… Aún hoy mismo los hijos de Cuacos, según nuestras noticias, se enorgullecen y ufanan de que sus mayores amargasen los últimos días del César, por lo que siguen tradicionalmente la costumbre de escarnecer el entusiasmo y devoción histórica que inspiran las ruinas de Yuste”.
            Eso era entonces, ahora las referencias al emperador –convertido en una atracción turística– están por todas partes y a los niños se les engaña, como si fueran adultos, contándoles una versión edulcorada de la historia.
            ¿Y por qué el emperador, que había permitido el saqueo de Roma y no había tenido piedad ni con el papa, consintió las burlas de aquellos lugareños? “Si hubiera castigado a aquellos insolentes  –refiere Alarcón–, el desacato y desamor de estos se habrían hecho públicos y dado margen a mil comentarios en toda Europa. El emperador se hizo, pues, el desentendido y devoró en silencio, como una penitencia, aquellas mortificaciones de su orgullo”.
            No era lo único que devoraba. “Con ingenio propio de un gran jefe de Estado Mayor resolvió la cuestión de las vituallas, consiguiendo en aquellas soledades de Yuste los más raros y exóticos manjares”, continúa Alarcón. Y pone un ejemplo: “Con decir que comía ostras frescas cuando no había en España ni siquiera caminos carreteros, bastará para comprender las artes de que se valdría a fin de hacer llegar en buen estado a la sierra de Jarandilla sus alimentos favoritos”.
            Si vivía como un monje en aquellas soledades, era como un monje glotón de los que luego se cuecen en las calderas de Pedro Botero.
            Más cosas cuenta Alarcón y yo superpongo su visita a la mía. Llegar a Yuste, cuando él lo hizo, no era tan difícil como en tiempos del emperador, pero casi. Había que saber montar a caballo y contratar un buen guía en Navalmoral de la Mata, adonde llegaba la diligencia de Cáceres que salía diariamente de la calle del Correo a las siete y media de la tarde. Se necesitaban por lo menos cuatro días y treinta duros para poder visitar Yuste desde Madrid.
            Más fácil resultaba ver la momia del emperador, que se convirtió en costumbre exhibir en el Escorial tras la revolución del 68. El propio Alarcón no pudo resistirse a la tentación de asistir a una de esas exhibiciones. Descansaba en el Real Sitio cuando se enteró del espectáculo, que parece se había convertido en habitual: “Acudimos, pues, al panteón de los reyes de España a la hora de la cita. ¿Y qué vimos allí? ¿Qué vieron las tímidas jóvenes y los atolondrados niños y los zafios mozuelos que nos precedieron o siguieron? Vieron, y vimos nosotros, la tumba de Carlos V abierta y delante de ella, sobre un andamio construido ad hoc, un ataúd cuya tapa había sido sustituida por un cristal. En las primeras exposiciones, no había tal cristal, por lo que no faltó quien pasase la mano por la renegrida faz del cadáver. A través del cristal, vimos la momia del nieto de los Reyes Católicos, de la cabeza a los pies, completamente desnuda, perfectamente conservada, un poco enjuta, es cierto, pero acusando todas las formas de tal manera que, aun sin saber que eran los despojos mortales de Carlos V, los hubiera reconocido cualquiera que hubiese visto los retratos que de él hicieron Ticiano y Pantoja”.



Miércoles, 12 de septiembre
TAPARSE LAS NARICES

––¿Has visto como no tienes razón? –se burla un amigo en el café Vetusta–. La fiscalía ha archivado la causa de las acusaciones de Corina al rey Juan Carlos y el congreso se ha negado a abrir una comisión de investigación. El exjefe del Estado es inviolable, aunque nunca fuera capaz de distinguir lo legal de lo ilegal, según afirma su antigua amante.
            ––Pues si todo el mundo lo dice, será verdad que en España tenemos una constitución que da al jefe del Estado licencia para delinquir. Si es así, yo la acato por imperativo legal pero dejo de estar orgulloso de ella y paso a estar tan avergonzado como lo está de su título cualquiera que tenga un máster de la Rey Juan Carlos.
            ––Lo dices con la boca chica, tú seguro que sigues pensando que la constitución no permite al jefe del Estado cobrar comisiones, tener dinero oculto al fisco ni otras trapacerías.
            –-Lo seguiré pensando hasta que el tribunal constitucional se pronuncie al respecto.
            ––¿Pero tienes alguna prueba de que sea un delincuente?
            ––Pruebas no, por supuesto, solo indicios, que es lo que se precisa para iniciar una investigación. Debería exigirla el propio afectado para que su honor quede a salvo. Indicios hay bastantes más de los que había contra Jordi Pujol, al que todavía no se le ha juzgado por nada y ya ha sido vilipendiado por todos y despojado de todos sus honores y  prebendas. Pero este es un tema más grave de lo que yo creía. Me cuentan que muchos de esos presuntos delitos no se habrían cometido en actividades privadas, de las que solo él sería responsable, sino en otras públicas o semipúblicas de las que serían responsables el presidente del Gobierno o el ministro correspondiente, según dice la constitución. Una investigación seria de las actividades del anterior jefe del Estado acabaría implicando, por acción u omisión, a todos los presidentes de la etapa democrática (salvo a Pedro Sánchez) y supondría, sin duda, el derrumbe del sistema. Puede ser peor el peligro que la enfermedad. Mejor hacer lo que hacen fiscales, jueces, padres y madres de la Patria: taparse las narices y mirar para otro lado cada vez que nos llega alguna nueva tufarada más o menos corina y más o menos saudí.


Jueves, 13 de septiembre
LA BAÑERA

Asisto a la representación de Fuenteovejuna temiéndome lo peor, y no por el libreto, que conozco desde que Javier Almuzara le puso punto final, ni por la música, sé que Jorge Muñiz no me va a defraudar, sino por el director de escena, Miguel del Arco, que hará todo lo posible por ser la estrella de la función.
            Como me esperaba lo peor, al final me parece que no era para tanto. Paso por alto sus tres o cuatro patochadas actualizadoras y me divierto con la escena de la bañera, que habría hecho las delicias de Visconti y Pasolini. Como Visconti a Burt Lancaster en El Gatopardo, Miguel del Arco desnuda al comendador y lo mete en la bañera rodeado de sus fornidos guardaespaldas. “No viene a cuento, pero hace bonito, ¿no?”, diría el afamado director teatral.
            Cuando se pone pesadamente gore, yo cierro los ojos, algo a lo que el Campoamor nos tiene más que acostumbrados.
            Pero qué precisa y plural música, qué sentencioso texto, lleno de alusiones literarias, y qué emoción final al ver a Almuzara saludar desde el escenario. Me sentí un poco como el padre de familia numerosa –en el fondo es lo que soy– que ve triunfar a uno de sus hijos predilectos.






4 comentarios:

  1. Me alegro por Javier Almuzara. Me hubiera gustado estar, sin cerrar lo ojos. Yo sé que a ti no, pero eso del gore en el Campoamor me gustaría verlo. Vivimos tiempos de suciedad política. No sé si las del escenario son símbolos de lo que hay o no más que patochadas. ¿Esas partes estaban en el libreto? ¿Son cosecha del director de escena?...

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  2. Miguel el Entrerriano17 de septiembre de 2018, 18:32

    "Una investigación seria de las actividades del anterior jefe del Estado acabaría implicando, por acción u omisión, a todos los presidentes de la etapa democrática (salvo a Pedro Sánchez) y supondría, sin duda, el derrumbe del sistema."

    El derrumbe del sistema ¿en España? No, nunca, Martín, claro que no. Esas cosas suceden en los regímenes democráticos. En España determinadas culpabilidades están excluidas en principio y a priori. Se negarán las evidencias. Se obtendrán certificados médicos que demuestren la incapacitación sensorial de los que vieron y de los que oyeron. Se contratarán peritos que demuestren la falsificación de los documentos presentados. Se idearán confabulaciones y paranoias de toda laya. "Todo fue un invento de una percanta, por celos", y se traerá a la compañera de vivienda de la muchacha, que dirá que sí, que se lo oyó inventar. Se cambiarán los calendarios si se necesita, para que las horas permitan coartadas necesarias. En los regímenes podridos hay miles de recursos, pero el a priori es que ciertas inculpaciones están excluidas por principio.
    Luego pedirán el apoyo y la credibilidad de algún otario bien pagado de la U.E., que jurará todas las honorabilidades y apoyos que se precisen, cómo no, están encantados con el régimen español, estabilidad a prueba de escándalos, viven de eso. Lo que quisieran es extenderlo a esos belgas y alemanes de criterio independiente (vaya gente, cómo se les ocurrió) que exculpan a raperos como Valtonic. Qué democracias de tres al cuarto, estos belgas y estos alemanes. Una democracia de calidad ha de estar blindada a los derrumbes y a los escándalos y a las fechorías. Viva España como modelo mundial. Sólo que las ollas a presión sin válvula terminan estallando. Incluso en la democracia/Disney española, donde tanta gente hay implicada en el fraude.

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    1. Es inútil, más de una vez lo he dicho, intentar razonar con quien no se guia por razones. La democracia espanola es real; y, como todo lo real, tiene imperfecciones. Así está reconocido por cuantos indicadores internacionales conozco, y son unos cuantos.
      Pero hay gente, maximalistas por principio, a quienes nada que no sea la aplicación estricta de sus propias convicciones les parece aceptable. O, más bien, su apariencia. Si piensan que ésta se da, aceptarán sin discusión (y sin aceptarla de otros) lo que sea, y afimarán con toda convicción, por ejemplo, que esa democracia que por ninguna parte encuentran en este país brilla magníficamente en lugares como Venezuela, o hasta Cuba.
      ¿Cómo discutir, desde semejantes supuestos? Imposible, evidentemente. Para una discusión razonable hace falta, precisamente, que ambos interlocutores se guíen por la razón, lo que obviamente no es el caso.
      Pongo aquí, ya sé que inútilmente, enlaces a un par de páginas donde se analiza la calidad de la democracia espanola, comparándola con los demás países.
      http://agendapublica.elperiodico.com/la-democracia-espanola-perspectiva-comparada/
      https://www.lavanguardia.com/opinion/20171120/433030862317/la-calidad-de-la-democracia-espanola.html
      Y, en fin, repetir cansinamente una vez más lo ya tantas veces dicho (y en vano, ya lo sé): la demagogia, la conspiranoia y demás formas de tomar por tontos a todos los que no comulguen con las propias ruedas de molino, nada tienen que ver con la libertad o la democracia. Al revés, suelen ser instrumentos para acabar con ella, en el intento de susituirla por cosas que serán infinitamente menos libres y democráticas.
      Pero eso tampoco importa: tendrá que ver sólo con la realidad, y eso es obvio que a algunos no les importa nada. Son, como Borges decía con gracia de una conocida suya, "invulnerables" a lo real. El problema es que, en nombre de sus "invulnerables" ideas, sacrificarán, si pueden, lo que haga falta y a quien haga falta, convencidos de que la Única Verdad está de su parte.
      Dan pena, y dan miedo.

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