Sábado, 14 de septiembre
PIENSO EN EL MATRIMONIO
Tengo fama de egoísta, no sé si enteramente merecida. Cierto
que en el orden de mis preocupaciones el primer lugar lo ocupo yo, y quizá
también el segundo y el tercero, pero luego pienso siempre en el resto del
mundo.
Y hasta
ahora no me ha ido mal. Hasta ahora. Comienzo a verle las orejas del lobo.
Llega uno a una edad en que el edificio se resiente y comienzan a asomar las
grietas. Cierto que he llevado una vida sana: jamás he fumado ni bebido ni
hecho deporte. Pero del desgaste de la edad no se libra nadie.
–¿Y por qué
no te casas? –me dicen los amigos–. Como has tenido la paciencia de esperar,
tienes un campo de elección mucho mayor que si hubieras matrimoniado a su
debido tiempo. Puedes escoger un hombre, puedes escoger una mujer.
–-¿Un
hombre? Me inclinaría por alguien como el Michael Caine de las películas de
Batman. Elegante, discreto, de cierta edad, que se alojara en las habitaciones
más apartadas del castillo, se volviera invisible cuando no lo necesitase, se
ocupara de que todo estuviera siempre a tiempo y en su punto, lo mismo la
comida que la ropa adecuada a cada circunstancia. Alguien que me permitiera
dedicarme solo a mis lecturas, versos y melancolías, alguien que se encargara
de la prosa de la vida.
–-Un
mayordomo, vamos.
–-Sí, ya te
dije, el Michael Caine de las películas de Batman. Aunque quizá fuera mejor una
mujer, una secretaria para todo, siempre sonriente y espléndida, como las
buenas esposas de antes; una secretaria sin sueldo, naturalmente. Dispuesta a
cenar fuera cuando a mí me apetece cenar fuera y a quedarse en casa cuando a mí
me apetece quedar en casa. Y por supuesto capaz de ser una abnegada enfermera,
de las que pasan noches y noches sin dormir, cuando sea necesario, que acabará
siéndolo más pronto o más tarde. Sí, quizá mejor una mujer.
–-Claro, al
mayordomo tendrías que pagarle un sueldo, por pequeño que fuera.
––En esas
dudas estoy, amigo Ángel. ¡Quién me lo iba a decir a mí, que siempre he sido
tan enemigo del matrimonio!
Domingo, 15 de septiembre
DAVID FOSTER WALLACE, BORGES Y
YO
Me gusta el título que D. T. Max ha puesto a su biografía de
David Foster Wallace: Todas las historias
de amor son historias de fantasmas. Yo lo dejaría en “todas las historias”.
Nunca he sido un gran admirador del escritor que un día de septiembre de hace
cinco años, cuando su mujer salió de casa dejándole tranquilo, entró en el
garaje, encendió las luces y se dedicó a ordenar el manuscrito y los borradores
de su última novela, que no había sido capaz de terminar, y a escribirle una
carta de dos páginas; luego cruzó la casa hasta el patio, se subió a una silla
y se ahorcó.
A David
Foster Wallace le hizo famoso una novela de más de mil páginas, La broma infinita, que yo no tengo
inconveniente en declarar una obra maestra con tal de que no me obliguen a
leerla.
Leo, sin
embargo, atraído por el título, “Borges en el diván”, uno de los ensayos del
volumen En cuerpo y en lo otro, y me
encuentro con una lúcida reseña de un libro que yo también reseñé. Y dice lo
mismo que yo, pero mucho mejor. Todos los críticos se refirieron a Borges. Una vida, de Edwin Williamson,
como si fuera una obra maestra, una biografía definitiva. Yo me reí de su barato
psicoanálisis que encuentra en cada escrito de Borges una muestra de sus
frustraciones personales; para Foster Wallace constituye “una modalidad
totalmente simplista y deshonesta de crítica literaria”.
Esa
coincidencia me hace mirar al escritor norteamericano de otra manera; yo lo tenía
más por una especie de Leopoldo María Panero grafómano que por otra cosa. Ahora
veo que no es solo el destructivo protagonista de la biografía de D. T. Max. Lo
leo tratando de separar el grano de su talento de la paja de sus patológicas obsesiones,
que críticos ingenuos han convertido en emblema de una entelequia llamada
posmodernismo.
Lunes, 16 de septiembre
MI DEPORTE FAVORITO
Abrir ventanas para asomarme a otras vidas es mi deporte
favorito. Pero mire adonde mire siempre veo mi propio rostro.
Martes, 17 de septiembre
AVENTURA EN EL BRONX
Interminable charla con Abelardo Linares, como en los viejos
tiempos. Pasan meses sin que se acuerde de uno y de pronto una llamada suya y
dos horas al teléfono. Sigue siendo mi interlocutor preferido: tenemos los
mismos intereses, casi los mismos gustos, y sin embargo no estamos de acuerdo
en nada. Me cuenta sus últimos descubrimientos: unas memorias inéditas de
Ricardo Baroja publicadas en la prensa antes de la guerra civil; los recuerdos
del primer secretario del partido comunista, que luego se hizo falangista;
docenas de libros apasionantes de los que solo él tiene un ejemplar.
Abelardo Linares es, con José
Manuel Valdés, mi librero de viejo favorito. Muchas veces se ha contado la historia
fabulosa de cuando compró en Nueva York un millón de libros. Estaban en un
edificio de cinco plantas en el Bronx. Yo lo visité en aquel borgiano
laberinto. El taxista no quería llevarnos hasta allí. Paró en una esquina que
parecía el lugar más adecuado para un enfrentamiento entre bandas rivales. Le
pedí al taxista que esperara, por si me había equivocado de dirección; por
aquellos andurriales no resultaba tan fácil encontrar taxi como en Manhattan. Y
de pronto, un tipo malencarado apoyado en una pared, nos dijo en español sin
necesidad de preguntarle nada: “¿Buscan ustedes a don Abelardo? Es ahí”. Y nos
señaló un edificio algo cochambroso que no tenía ningún aspecto de ser una
librería. Era la inagotable cueva del tesoro donde se guardaban los fondos,
casi infinitos, del librero y editor Eliseo
Torres.
Miércoles, 18 de septiembre
ENTERO Y VERDADERO
Me dan la noticia de la muerte de Juan Luis Panero y me
piden que escriba algo. No soy capaz. Su poesía la descubrí muy pronto, antes
quizá que sus otros admiradores, en 1975, cuando Antonio Gamoneda me envió Los trucos de la muerte, un libro que me
fascinó y me deslumbró y me descubrió un camino poético ajeno a la funambulesca
y epatante estética novísima que entonces dominaba. Se definía en la contraportada
como “una meditación sobre la muerte y sus posibles trucos o evasiones: amor,
sexo, viajes, alcohol, y sobre todo el truco más eficaz, el suicidio”. Todavía
no he olvidado muchos de esos poemas, como el titulado “A la mañana siguiente
Cesare Pavese no pidió el desayuno”, cuyos primeros versos recuerdo con
frecuencia: “Solo bajó del tren, / atravesó solo la ciudad desierta, / solo
entró en el hotel vacío, / abrió su solitaria habitación / y escuchó con
asombro el silencio”.
Juan Luis
Panero ha muerto hace unos días, pero ya hacía tiempo que escuchaba con asombro
el silencio. Su obra estaba terminada, el telón había caído.
Tienen
razón quienes hablan de la inmortalidad del escritor. Mueren los seres
cercanos, los escritores admirados siguen viviendo. Abro cualquier libro de
Juan Luis Panero y ahí está él, fascinándome con su mezcla mortal de alcohol,
literatura y desesperanza. Ahí está, más entero y verdadero que las pocas que
charlé con él en algún congreso literario.
Jueves, 19 de septiembre
EN EL WALHALLA
El dios Wotan avanza hasta el centro del teatro, camino del
Walhalla, y allí, bajo la gran lámpara, canta: “En el glorioso resplandor / la
fortaleza se ilumina. / Se acerca la noche, / ofrece un seguro refugio. / A ti
te saludo, fortaleza, / a salvo de terror y miedo”.
Quién
pudiera también encontrar, como los dioses, un seguro refugio, a salvo de terror
y miedo, aunque perdiera a cambio todo el oro del Rhin.
Durante dos
horas y media lo he encontrado en el teatro Campoamor. Dios existe en la música
–afirmaba Ángel González–, unos compases más y otra vez solos.
Otra vez
solos, no: otra vez a merced de los demonios.
Y de pronto me viene a la memoria
el majestuoso Walhalla, blanco y resplandeciente en una colina sobre el río, que
Luis de Babiera, no el amigo de Wagner, sino el de Lola Montes, construyó para
alojar a los dioses y héroes de Germania. Yo estuve en él y puedo asegurar que –como
cualquier refugio en que tratamos de burlar las asechanzas de la vida– tiene
más de frío panteón que de paraíso.
Viernes, 20 de septiembre
QUÉ SE LE VA A HACER
Elena Fortún, la un tiempo famosa autora de Celia, cuenta el momento de su
nacimiento: “Y cuando mi madre, inconsciente, estuvo colocada sobre la cama, un
vagido brotó de aquel envoltorio. ‘Está vivo –dijo mi padre–. Está vivo y es
varón’. El médico rectificó casi enseguida: ‘Está viva y es hembra…’,
‘¡Hembra…! ¡Qué se le va a hacer!’ Entonces mi madre abrió los ojos y dijo
humilde: ‘¿Lo sientes? Yo también”.
Leo Elena Fortún, periodista, de Maria Jesús
Fraga, y más que sus escritos me interesa la vida de Encarnación Aragoneses, la
mujer que para escribir usó el nombre de uno de los personajes creados por su
marido. Una amiga suya, María Lejárraga, fue más allá y se escondió por
completo tras el nombre del marido, Gregorio Martínez Sierra.
Eran otros
tiempos, quizá no tan remotos. Carmen Baroja, una de las fundadoras de Lyceum
Club, asociación dedicada a fomentar la cultura de la mujer, cuenta que
organizó docenas de conferencias, pero que no pudo asistir a ninguna. Ella se
encargaba de las gestiones, recibía al ilustre autor, se ocupaba de que no
faltara ningún detalle, pero en el momento en que este iba a comenzar a hablar
desaparecía. Su marido, el editor Caro Raggio, cenaba a las ocho en punto y no
le gustaba cenar solo.
El marido
de Elena Fortún era el autor importanate; ella comenzó a escribir para
distraerse en las páginas de la mujer o en las dedicadas a los niños. Pero
pronto tuvo más éxito y no tardó en ganar más dinero que él. Comenzaron entonces
los problemas matrimoniales. Criados ya los hijos, la escritora pasó largas
temporadas en casa de María Martínez Sierra, que seguía escribiéndole los
textos a su marido, a pesar de que él la había dejado por la actriz Catalina
Bárcena. Aquel abandono del domicilio conyugal “fue una campanada” en el Madrid
presuntamente avanzado de los años treinta. Como de todas las mujeres que no se
ajustaban al patrón común, de Elena Fortún se dijo que era lesbiana. Y quizá lo
fuera. Pero eso importa poco.
Se fue al exilio,
la nostalgia la hizo volver a la
España de Franco, tan distinta a la que ella había dejado. Su
marido, celoso primero de su éxito, luego cada vez más dependiente de ella, se
quedó en Buenos Aires y allí se suicidó; ella murió poco después, solitaria y
angustiada en una España que ya no era la suya porque la suya no estaba en
ninguna parte.
David
Foster Wallace, Juan Luis Panero, Elena Fortún: A debida distancia, cualquier
vida es de pena.
También de Juan Luis Panero, este maravilloso poema:
ResponderEliminarOlor de solitario y soledad, cama deshecha,
cegados ceniceros en esta tarde de domingo,
helado soplo de noviembre en el cristal
y un vaso medio lleno de cansancio.
Te escribo por hacer algo más inútil aún
que pensar en silencio o imaginar tu voz,
o escuchar una música herida de recuerdos
o pedir al teléfono un absurdo milagro.
“Éste es el corrido del caballo blanco
que en un día domingo feliz arrancara”.
Éste es el corrido, pero nadie canta,
y un muerto con mi nombre, vestido con mis trajes,
me saluda y observa por los cuartos vacíos,
me mira en la distancia como si fuera un niño
y acaricia en sus dedos un rastro de ternura.
Sobre su frente inmóvil va cayendo tu nombre
y humedece sus labios una lluvia perdida.
Olor de soledad y humo de aniversario
mientras busco, dolorosamente trato de recordar
tus ojos insomnes con su vaho de mendigo,
devorando su luz, ahogando su locura.
Tus dos ojos como picos de presa que se clavan
y rasgan y desgarran la piel de nuestro amor.
Soplo de embriagado recuerdo, agria melancolía,
rescoldo que tu lengua aún enciende
en estas horas de striptease solitario
en que celebro en tu derrota todas las derrotas.
Un año después y tu pelo, tu largo pelo
ardiendo desbocado entre mis manos,
clavado para siempre en esta almohada,
recorriendo esta casa, sus rincones y puertas
como un viento insaciable que buscase su fin.
Un año después de ya no verte,
definitivamente talando en tu memoria,
qué real sigues siendo, qué difícil herirte.
La sosegada certidumbre de esta mesa en que escribo
puede tener la pasión estremecida de tu piel
y la ropa que el sillón desordena
puede ahora ocultar el temblor de tus pechos.
Sobre tu seco abierto y tus muslos de arena,
sobre tus manos ciegas que persiguen la noche,
qué triste es el cuchillo, qué aciaga la hoja.
Un muerto con mi nombre y mis uñas mordidas,
un cadáver grotesco, me dicta estas palabras,
me señala en los cuadros, en la pared manchada,
el destino de hoy, de este día cualquiera,
al borde de mi vida, al borde del invierno,
al borde de otro año que empieza con tu ausencia,
al borde de mis ojos y tu voz que ahora escucho.
Un año después de ya no verte,
mientras te escribo, odiando hasta la tinta,
en esta tarde de noviembre, olor de solitario y soledad,
helado soplo en el cristal vacío. Un muerto.
La arena de los muslos de ahora no secó el sexo abierto hace una año.
EliminarDios, música, poesía y cuidado de verdad de todo ello (dadodedadde, qué horror).
Sexo y no seco. Lamento la errata.
EliminarAitor Suárez
"... el sexo abierto hace un año" y no *una año. Nadie es perfecto, don Manuel.
EliminarUsted seguirá casado con su Ángel de la Guarda hasta el final. No sabe, no puede divorciarse. Él cuidará muy bien de usted, lo dicen las escrituras.
ResponderEliminarHace nada se nos moría Vicente Sabido (de ello habló Vd en Crisis de Papel) y ahora se va Juan Luis Panero. Espero que no haya una confabulación ahí arriba para acabar con los poetas. ¡Los necesitamos tanto! De acuerdo con su cita de Ángel González "Dios está en la música", pero también en la poesía: en la poesía de verdad. ("A menudo los dioses se llevan para sí, antes de tiempo, a aquéllos a quienes más aman").
ResponderEliminarSandra Suárez
A propósito del artículo de Javier Marías, titulado "Que esto no se cuente", que aparece en el suplemento de "El País" del pasado domingo, le rogaría a mi colegui (sic) Sandra Suárez -por otro nombre doña Aldonza Lorenzo- que se dignara echarle un vistazo. Comprobaría entonces cómo el autor es de mi misma opinión (que sostuve hace poco contra el argumento de doña Aldonza) cuando afirma que la información a través de las redes sociales, per se, no ha contribuido a hacer frente a los desmanes del gobierno y tampoco a movilizar a la gente con respuestas contundentes. Viene a decir -y yo con él- que es ilusoria la virtualidad de una opinión indignada ("las redes sociales están que arden", suele leerse) y que semejante estado de opinión (¿generalizada?) no tiene correspondencia en "la calle", que sigue tan adocenada como suele. De modo que no basta con estar informado (y habría que ver hasta que punto se tiene información fidedigna), sino que si la tal información cae en terreno no digo neutral sino "neutralizado" (por la abulia, la costumbre a mirar sin hacer, la ignorancia política, el temor, el conformismo, etc, etc, etc) todo queda en un "calentón de combustión interna", sin que aquellas energías mentales sirvan para otra cosa que para cocerse en el propio indignado jugo. A la vista está lo poco que se ha conseguido en lo referente a que el gobierno rectifique en algo. Hay una inoperancia casi total, pese a lo informadísima que parece la gente.
EliminarEs casi un tópico lo que se lee en la prensa internacional, cuando se refiere al estupor y el asombro que produce en el espectador foráneo la parsimonia y la falta de respuesta CONTUNDENTE de los españoles ante los atropellos y las sevicias con que nos hace sufrir este gobierno indigno.
Informados, sí; pero hay que tener la cabeza un poco mejor amueblada de lo que lo está la nuestra. Será porque venimos de donde venimos y que a unos gañanes criados a palos por una madrastra poco amable poco se les puede exigir. Será por eso.
Sigo humildemente aquí los escritos de F. Pero desconozco lo que quiere.
Eliminar¿ una revolución superidealista o cientifista marxista ?, ¿ una confederación de asambleas autogestionarias plebiscitarias cotidianas de alzamiento de " las masas ", seguidista de televisiones tipo " la sexta " ? ¿ renunciar del todo a la democracia formal representativa indirecta parlamentaria liberal burguesa ? ¿ que rueden cabezas de altos dignatarios como chivos expiatorios de problemas hasta personales y producto de malestares subjetivos ?
Es cierto que se están produciendo retrocesos que nos llevan en el túnel del tiempo al siglo XIX, es cierto que el estado de bienestar básico español está siendo desmantelado, es cierto que aquí no hay futuro para amplísimos sectores sociales, son verídicos los recortazos, en aras de volver a la caridad, " la solidaridad ciudadana " y el auxilio social, pero mientras vivamos en este tipo de democracias partitocráticas neoliberales y tal, muy poco se puede hacer, salvo patalear un poquito o cabrearse, ser un eterno cabreado, vamos. Y ya es mucho. En otros países hay pena de muerte por expresarse libremente. Y no es broma. Ánimo F. lo tenemos crudísimo.
Amigo, su escrito parece ser el de dos personas distintas, que se reparten los dos párrafos y que -en cierto modo- se contradicen entre sí.
EliminarPorque en el primero trata de ironizar sobre los "revolucionarios", mientras que en el segundo describe un estado de cosas calamitoso que los justifica.
Aclárese. O dicho de otro modo, piense un poco antes de escribir.
Estimado F., que yo critique acerbamente determinados contextos sociales que nos condicionan, no significa que " justifique a los revolucionarios ". A menudo es peor el remedio que la enfermedad. Es cierto que en la primera parte ironizo, para luego, en serio, no frivolizar con cosas que están pasando. Pero es que vivimos en una sociedad pendular conformista, donde las respuestas colectivas me llevan al escepticismo del volver a empezar con inmaduras proclamas, altos ideales que inician cacerías y prontas desilusiones, sabiendo por supuesto que el individualismo lleno de pasividad y cobardía es también totalmente inane. Ánimo F, hay que cambiar el mundo, ya lo dijeron los mesopotámicos, los atenienses, los profetas, los comuneros y las revueltas campesinas, Marx y la moda del corte Inglés,...etc,etc. Hoy todo se vuelve simple lema publicitario en un capitalismo de ficción, del deseo, que a través de las mercancías, lo que consumimos, de lo que nos gusta, de nuestras aficiones y cultos,
Eliminartendencias y narcisismos comprados, nos convierte en personas con la ilusión de ser " especiales ", " diferentes " y hasta revolucionarios.
Hay que cambiar el mundo... Acabo de escribir una carta a un amigo, desengañándole de lo poco que debe esperar de este nuevo Papa Bergoglio. Y no me siento bien; creo que no es bueno soplar en la llamita de la cerilla esperanzada que algunos quieren proteger dentro del hueco de unas manos pavorosamente vacías. No es bueno apagar la llamita de la esperanza. Creo. Y acabo de hacerlo. Y además estoy seguro de que lo he de volver a hacer, pues tengo un reflejo condicionado que hace que no pase una si de embelecos se trata. Porque esos tópicos al uso, tales que "en algo hay que creer!; "la vida es muy triste sin tener fe en algo"..., hablan de la flojera mental y de la inanidad moral de los más. Y por eso uno se desespera ante tamaña necedad, ante esa manera de razonar tan peregrina que hace que ni lo más evidente sirva para condicionar el comportamiento y para obrar en consecuencia razonable.
EliminarSí, amigo; no hay más cera que la que arde y con estos mimbres pocos cestos van a hacerse. He llegado a pensar que existe una "saturación" de información, que al serlo sobre entidades inanes cuando no nocivas, ocupan un espacio mental que no queda disponible para mejores pensamientos. Sostengo que es más lúcido un pastor analfabeto (¿quedará alguno?) que muchos de esos especímenes amorfos que deambulan por nuestras ciudades y que han ido al instituto, incluso a la Universidad: pagados de su alienante modo de vida, no alcanzan a imaginar (no les DEJAN tiempo para ello) que exista alternativa a los valores y estereotipos que les han troquelado en el cerebro.
Confieso que, desalentado por la desastrosa miseria cultural y moral de muchos, soy más pesimista de lo que lo era en el pasado no tan lejano.
Saludos, amigo.
SOLO bajó del tren,
ResponderEliminaratravesó solo la ciudad desierta,
solo entró en el hotel vacío,
abrió su solitaria habitación
y escuchó con asombro el silencio.
Escuchar con asombro el silencio... "La música callada, / la soledad sonora (...)
Darse cuenta, de pronto, de la realidad del vacío pleno, y aceptarlo.
Afirmación de la vida, también, en estos conmovedores versos de Théophile de Viau:
DULCE es nuestro destino,
y aunque no es inmortal,
nuestro ser es hermoso
si sabemos gozarlo.
Pues hablando de la arena de los muslos, Kurtz, te diré que, sugestionado con la descripción idílica que has hecho de la fonda hervasense llamada El Jardín del Covento, vime la tarde del pasado sábado llamando al aldabón de la puerta demandando hospedaje para cuatro.
ResponderEliminarEl calvo mocetón (¿acaso alemán?) que nos abrió no pudo reprimir una mirada de conmiseración ante tamaña -al parecer- ingenuidad de peregrinos que no están al cabo de la calle, en este caso de la Via Balata, y nos daba amablemente con la puerta en las narices . Metí un pie atravesado y se me ocurrió decir que era íntimo tuyo... sin mejor resultado. Fue entonces cuando invoqué el nombre del Caballero de las Tres Emes... Nada, era desconocido en aquellos pagos.
Como me acuciaba el temor de que se nos echara la noche encima a campo raso -sabedor de que son aquellos parajes peligrosos, infestados de bandoleros -, abrevamos las cabalgaduras en el pilón de la Plaza Mayor y dimos espuela hasta Béjar, adonde llegamos al oscurecer y logramos acomodo en un modesto figón de El Castañar, con tiempo de contemplar la maravilla de la puesta de sol, cuando una franja carmesí parecía incendiar los montes de la Sierra de Gata.
Por cierto que aquella noche soñé que don Severiano Masides nos abría de par en par su casa y nos obsequiaba con el mejor jamón de bellota que hubiésemos comido jamás.
Al día siguiente llegábamos a casa y hoy te lo cuento, buen vate aldeanovense.
Salud.
El Jardín del Convento tiene muy pocas habitaciones y están muy solicitadas: Hay que reservar con tiempo. A mí me ocurrió lo mismo la última vez al intentar hacerlo solo una semana antes del viaje.
EliminarJLGM
"... Ésta es mi opinión, Fedro: el Amor, por ser ante todo sumamente bello y excelente en sí, es causa después para los demás de otras cosas semejantes. Y se me ocurre también decir en verso que es él quien crea:
ResponderEliminarEn los hombres la paz, en el piélago calma sin brisa, el reposo de los vientos y el sueño en las cuitas.
Es él quien nos vacía de hostilidad y nos llena de familiaridad, quien ha institutuido todas las reuniones como ésta para que las celebremos en mutua compañía y el que en las fiestas, en las danzas y en los sacrificios se hace nuestro guía; nos procura mansedumbre, nos despoja de rudeza; amigo de dar benevolencia, jamás da malevolencia, es benigno en su bondad; digno de ser contemplado pro los sabios, de ser admirado por los dioses; envidiable para los que no lo poseen, digno de ser poseído por los favorecidos por la suerte; del lujo, de la molicie, de la delicadeza, de las gracias, del deseo, de la añoranza es padre; atento con los buenos, desatento con los malos; en la fatiga, en el temor, en el deseo, en el discurso es piloto, marinero, compañero de armas y salvador excelso; ornato de todos, dioses y hombres, y guía de coro, el más bello y el mejor, a quien deben seguir todos los hombres elevando himnos en su honor y tomando parte en la oda que entona y con la que embelesa la mente de todos, dioses y hombres "
El banquete. Platón.
Pues más sana llevará su vida si no se casa, si es así como lo prefiere. Lo demás, todo tonterías, perfiles de la sociedad y normas comunes.
ResponderEliminarEso sí, amar es otra cosa bien distinta.
Saludos