domingo, 17 de abril de 2011

Al otro lado: Nunca pasa nada

Sábado, 9 de abril
DÍAS IGUALES

Soy la persona menos aventurera del mundo, lo he dicho muchas veces. Nada más fácil que seguir mis pasos. Vista una semana, vistas todas. Menos mal que no soy importante, ni estoy amenazado, porque nada más fácil que seguir mis pasos. ¿Alguien quiere encontrarme, por ejemplo, a las doce de la mañana? Nada más fácil: de lunes a viernes, el Colonial; los sábados, el Atrio, en Avilés; los domingos, el Yuppi del Rosal. Todos los días iguales y, sin embargo, todos distintos. José Manuel Feito me trae desde Valliniello a mi antiguo maestro, que quiere tomar un café conmigo después de que le recordara en el periódico. Hace algunas precisiones: aún no ha cumplido noventa años, solo tiene ochenta y nueve, y los alumnos que llegaron a estar a su cargo en aquel barracón prefabricado durante un mismo curso no fueron cien sino ciento cuarenta (los dividió en setenta por la mañana y setenta por la tarde). Conserva una memoria minuciosa. Ha seguido la trayectoria posterior de muchos de sus alumnos de entonces: empresarios, ingenieros, gente importante, cuyos padres, en más de un caso, no sabían leer ni escribir. Yo le miro como le miraba entonces, como a un héroe, y le escucho anécdotas olvidadas de mis diez o doce años. Por ejemplo, que las clases en el instituto terminaban antes que en la escuela y que mi madre fue a decirle que si podía ir a ayudarle porque me aburría en casa (todavía no había descubierto la biblioteca pública: ocurriría poco después). ¡Y yo que siempre creí que lo mío era escribir y que las clases solo eran una forma de ganarme la vida! Tuvieron que querer prejubilarme en la Universidad (siguen empecinados en ello) para que me diera cuenta de lo contrario.



Por la tarde, un café y un libro en el Niemeyer. Hoy toca Fantasmas de la China, de Lafcadio Hearn, que como todos los libros solo habla de mí: “Hay alguien en quien estoy pensando. / Allá lejos hay alguien en quien estoy pensando. / Cien leguas de montañas nos separan. / Pero es la misma luna la que brilla / encima de nosotros / y el mismo viento es el que nos empuja”.
Luego, como fin de fiesta, Juan Diego Flórez y El conde Ory, de Rossini, desde el Metropolitan. Nunca me acostumbraré a los milagros de la cotidianidad: asisto a la ópera en Nueva York desde el cine de mi barrio. ¡Y qué chispeante y picante maravilla esta historia de rijosos ermitaños y de falsas monjas que parece sacada del Decamerón! Juan Diego Flórez disfruta como un niño travistiéndose y haciendo travesuras. Se le ve feliz. En uno de los intermedios me entero de la razón: media hora antes ha nacido su primer hijo, Leandro. ¡Cuántas cosas pasan en un día en el que no pasa nada!


Domingo, 10 de abril
QUÉ REMEDIO

Como a todo el mundo, me gusta estar solo, pero no me gusta quedarme solo. Me voy acostumbrando, sin embargo. Qué remedio.





Lunes, 11 de abril
SENABRE Y LA FIERA

Lo confieso: siempre he tenido una cierta debilidad por La fiera literaria, ese panfleto que desde hace años llega puntualmente a mis buzones. Todo el resentimiento y la zafiedad posibles tienen su asiento en unas páginas que a mí me sirven para reírme no de quienes en ellas se ríen sino de sus autores y de quienes los toman en serio. De Ricardo Senabre, por ejemplo, que es la estrella del último número. Se disculpa por no haberle dedicado ningún artículo, como sí hizo Martínez Cachero, pero afirma mostrarla en sus clases, mencionarla de vez en cuando en sus escritos y contribuir con aportaciones anónimas. Le pagan así: “El hilarante Ricardo Senabre termina sus reseñas con una andanada de correcciones absurdas. Uno casi puede oír el acento de maestro rural, estilo Amanece que no es poco, cuando deplora en una novela ‘ciertos anglicismos de moda’, asevera que no debe decirse ‘no sufras’ sino ‘no te preocupes’, y termina despachando al autor con una palmadita en el hombro: hala, ahora a jugar, chaval, y no hagas trastadas”. Pero lo más divertido del número es ver al ilustre catedrático defendiéndose de que unos locos a los que nadie con dos dedos de frente toma en serio –Manuel García Viñó a la cabeza— le reprochen haber elogiado Caligrafía de los sueños, la última novela de Marsé: “¿Dónde digo que Marsé es un gran escritor? Solo afirmo que la obra no añade nada nuevo a lo ya publicado, y hablo de una ‘fidelidad’ a unos modos narrativos que usted ha interpretado como elogio. No es así, pero ¿para qué discutir? Lo único que he hecho en esa reseña es lo que antes se llamaba ‘respetar las canas’, no ensañarme abiertamente con alguien que lleva muchos años en el oficio, aunque en ningún caso haya alcanzado brillantez”. Compruebo que, aunque yo fuera el único que lo dijera públicamente, no soy el único en pensar que Caligrafía de los sueños carece de interés.
Si respetables son las canas, qué poco respetable resulta la inteligencia de quienes, como Ricardo Senabre, se toman en serio La fiera literaria y su zafia paranoia.


Martes, 12 de abril
LAS CUENTAS CLARAS

Toda mi vida he estado enamorado y han estado enamorados de mí. Como me gusta llevar al detalle las cuentas, sé exactamente las veces en que ha habido coincidencia entre quien quería y quien me quería: cuarenta y dos. Pero todas esas historias felices no han durado en conjunto más que siete meses, catorce días y dieciocho horas. A mí la felicidad me aburre, qué se le va a hacer. Afortunadamente casi nunca le gusto a quien me gusta. Es la única manera de que no deje de gustarme demasiado pronto.
Los amores eternos que prefiero son los que no duran demasiado tiempo. Con el amor me pasa como con los libros. Me gusta hojear, picotear, estrenar diez o doce al día, pero leer solo uno o dos. En el amor no soy tan ambicioso. Me bastaría con coquetear, juguetear, picotear cuatro o cinco novedades al día, pero quedarme con solo una de ellas. Y alguna noche repetir, pero muy de tarde en tarde.
Un sueño imposible, afortunadamente. Con éxito en el amor, no tendría nada que contar, porque un caballero, en materia de amor, solo habla de sus fracasos. Y si de fracasos se trata el mío es el cuento de nunca acabar. Incluso cuando no fracaso, raras veces, finjo que fracaso.
En materia de amor, qué poco elegante resulta tener suerte. Pero qué bien se pasa. Claro que yo cuando mejor lo paso es cuando lo paso mal y en lugar de terminar en la cama termino encendiendo el ordenador y escribiendo un soneto.





Miércoles, 13 de abril
DÍAS Y DÍAS

Hay días en que daría cualquier cosa por estar en otra parte, ser otra persona. Pero si estuviera en otra parte, si fuera otra persona, querría estar aquí y ser quien soy.


Jueves, 14 de abril
SUS LUCES Y SUS SOMBRAS

No sé si la manera más adecuada de celebrar el ochenta aniversario de una de las pocas fechas ilusionantes de la historia de España es leer El holocausto español, de Paul Preston, subtitulado “Odio y exterminio en la guerra civil y después”. Como no soy de los que ven solo la paja en el ojo ajeno comienzo con el capítulo dedicado a las matanzas de Paracuellos. Las sitúa en su contexto, en el Madrid sitiado y aterrado, pero no intenta justificar lo injustificable. Se abre paso, con un rigor deductivo que nada tiene que envidiar a Sherlock Holmes, entre la maraña de infundios y tintas de calamar con que se trataron de disimular las responsabilidades. Desmonta una por una las afirmaciones de Santiago Carrillo, que no podía no saber cuál era el destino de quienes eran sacados de las cárceles que estaban bajo su responsabilidad última y bajo la responsabilidad directa de Segundo Serrano Poncela, especialista en Unamuno y uno de los grandes narradores del exilio. Serrano Poncela firmaba las órdenes de salida: en unas ponía “libertad”, en otras “Chinchilla” y en otras “Alcalá de Henares”. Solo estos últimos llegaban a su destino; los otros militares presos eran ejecutados en Paracuellos del Jarama o en Torrejón de Ardoz. Ni Carrillo ni Serrano Poncela podían no saber lo que significaba “libertad” y “Chinchilla”, pero ellos no habían tomado esa decisión ni quizá pudieron hacer nada por evitarla.
No soy de los que han tratado nunca de justificar o disimular los crímenes cometidos en la zona republicana. Yo, antes que de ningún otro, soy del partido de las víctimas, no del de los verdugos. Pero leo a Paul Preston, compruebo el distinto destino de víctimas y verdugos en uno y otro bando, la muy diferente duración de las matanzas represivas (en un lado acabaron antes de que acabara la guerra, en el otro continuaron muchos años después) y no puedo dejar de sentirme heredero de aquella República y orgulloso de ella, con todas su luces y sus sombras.


Viernes, 15 de abril
UN REGALO

Comenté Laberinto veneciano, de Marina Gasparini, y la autora me escribe desde Venecia para agradecer mis palabras e invitarme a visitarla cuando vuelva por allí: “Vivo en Dorsoduro 3120, entre Campo San Barnaba y Campo Sta. Margherita”. Conozco esa zona. Alguna vez me alojé en un hotel cercano y todas las noches, tras cruzar el Campo San Pantaleón, me llegaba hasta el Campo Sta. Margherita, tan juvenilmente animado. Y recuerdo las barcazas que vendían fruta y hortalizas junto a San Barnaba. Responde de inmediato (ventajas del correo electrónico): “Ojalá podamos tomarnos pronto un aperitivo en Campo Sta. Margherita, donde además está el árbol que hace unos años regalé y que fue noticia en los periódicos locales; en esta ciudad de piedra y agua nunca nadie había regalado un árbol. ¡Y desde la ventana del apartamento en que estoy se ve la barca de la fruta y la verdura!”.
Quién pudiera ahora mismo sentarse bajo ese árbol, saborear esa fruta.





Sábado, 16 de abril
TEMOR

Nunca salgo de mi rutina, nunca me aventuro fuera. Tengo miedo a lo que pueda encontrar. Sé que más allá hay monstruos. De noche, tras atrancar puertas y ventanas, escucho pasos al acecho. Me aseguro de que todo está bien cerrado, de que no queda ningún resquicio por el que pueda entrar algo no previsto.
El aliento de lo desconocido, el aullido de los depredadores… Y de pronto una sonrisa, la mayor amenaza.


8 comentarios:

  1. Qué horrible eufemismo emplea usted para decirnos dónde consumo sus cuarenta y dos amoríos presuntamente correspondidos: terminar en la cama.
    Qué vulgar suena eso. Cuando lo oigo o lo leo se me representa el rudo artilugio de madera, con sus largueros, su cabecero y su piesero, el (a veces) chirriante somier o el tablero guardaespaldas; con sus tornillos, el embozo (sudoroso), el Sagrado Corazón en la pared...
    Con ese escenario cualquier sutileza se evapora. Terminar en la cama.... Y que lo diga quien se tiene por poeta.
    Menos mal que lo compensa con una lúcida reflexión acerca de "lo" de Paracuellos.
    De fusilar a la gente iba la cosa.

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  2. Estimado Ernesto, a mí la cama me trae a la memoria una maravillosa adivinanza de Isabel Escudero:

    Aunque tengo cuatro patas,
    yo no puedo caminar.
    La muerte, el amor y el sueño
    me vienen a mí a buscar.

    "La muerte, el amor y el sueño", ¿qué hay de vulgar en eso? Todo el misterio de la vida resumido en tres palabras.

    JLGM

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  3. La cama, como cualquier otro objeto cotidiano, nada tiene de vulgar; vulgar será, en todo caso, el uso que de él hagamos, o las ideas que pueda sugerirnos. La tela o la madera nada saben de vulgaridades, están más allá de eso; la vulgaridad, cuando la hay, la ponemos nosotros.

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  4. Así será si así os parece, Kurtz.
    Pero morir, atravesada la coraza por la pica persa, y beber con el último aliento las aguas del Bumodos; sentir en los labios exangües la postrer caricia de un trébol que crece en los Campos Cataláunicos; perecer en una trinchera de Verdún, con el olor acre del cieno que nos colmata la nariz; llevarse al otro mundo como visión postrera la de los pilares sumergidos del Pont de Sully..., ¿ resistirá la prosaica muerte en la cama tal comparación, mein Kurtz?
    Bien se puede soñar en la cama, sin desmerecer la sombra estival de un balagar astur.
    Pero "hacer el amor en una cama"... Y aquí quiero hacer un inciso para apuntar que "hacer el amor", hasta no hace tantos años", hacía referencia al galanteo, al cortejo, al flirt; incluso se hacía el amor sin tocar la epidermis del ser amado, dedicándole unos versos henchidos de amor platónico, sin coyunda carnal mediante.
    Algunos jóvenes lectores no avisados podrían poner en tela de juicio la virtud de numérosas heroínas de la literatura pretérita, a quienes tantos hicieron el amor, pese a morir ellas vírgenes de solemnidad.
    En cuanto que el armatoste de madera sea el lugar idóneo para los juegos amatorios..., pues que tengo mis reservas. De Leda a esta parte la Literatura y el arte en general ilustran de los múltiples recursos coyunturales. Podría dar fe de lo que da de sí cierto cuarto de planchado. O lo estimulante que puede llegar a ser una lavadora automática durante el programa de centrifugado...
    Pero tampoco descarto que mi aversión se deba a un subconsciente repelús por la fealdad de la palabra y a ciertos universos asociados: cama, cama...
    Como que no.

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  5. Y abundando en lo de antes, de vulgaridades (cameras o no) yo sé como nadie, pues me precio de ser el peregil de todas las salsas.

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  6. "En materia de amor, qué poco elegante resulta tener suerte. Pero qué bien se pasa. Claro que yo cuando mejor lo paso es cuando lo paso mal y en lugar de terminar en la cama termino encendiendo el ordenador y escribiendo un soneto"

    Sin animo de acritud que diría Felipe Gonzalez, pero menuda paja mental que es este parrafo ¿Que tendrá que ver las churras con las merinas? Ahora que si cada vez que lo pasa mal escribe un soneto no está nada mal el asunto.

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  7. a veces, a cualquier hora del día, de la tarde, empiezo a pensar en cosas que me gustaría decirle. Lo que pasa es que son un poco caóticas, y a veces no vienen a cuento; son cosas que me pasan por la mente, que aparecen y las pienso y como si se las contara a Ud. Y esta noche le envío una canción tan bonita que tiene que escucharla, cuando Ud. pueda y tenga un ratito.
    a.r.

    http://www.youtube.com/watch?v=KabI4pETyEk


    Esta es una película sobre un hombre y un pez
    Esta es una película sobre la dramática relación entre el hombre y el pez
    El hombre está entre la vida y la muerte
    El hombre piensa
    El caballo piensa
    La oveja piensa
    La vaca piensa
    El perro piensa
    El pez no piensa
    El pez es mudo, sin expresión
    El pez no piensa porque el pez lo sabe todo
    El pez lo sabe todo


    This is a film about a man and a fish
    This is a film about dramatic relationship between man and fish
    The man stands between life and death
    The man thinks
    The horse thinks
    The sheep thinks
    The cow thinks
    The dog thinks
    The fish doesn't think
    The fish is mute, expressionless
    The fish doesn't think because the fish knows everything
    The fish knows everything

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  8. Estáis piradísimos.

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