Sábado, 2 de abril
COSTUMBRE
Nada me gusta más que inaugurar costumbres. Este sábado difícil en que trato de que todo sea lo mismo cuando ya nada es lo mismo, paseo por la ancha plaza del Niemeyer, asciendo por la escalera helicoidal, estreno la cafetería. Ya estuve aquí la noche en que me dejé acariciar por la magia neoyorquina de Woody Allen. Ahora no hay otro espectáculo que el extraño espacio y la vieja ciudad, la ría espejeante y lo que queda de la antigua siderurgia. Pero sigue habiendo magia. Y yo me siento abrigado, protegido, confortado.
Inauguro un nuevo espacio y una nueva etapa de mi vida. Nadie más conservador que yo, nadie más enemigo de buscar la aventura. Porque de sobra sé que todo es aventura. Saborear un primer café, abrir un primer libro en esta cafetería a la que se asoman las grúas del puerto y las curvas ensoñaciones del arquitecto centenario.
El azar, que suele trazar con segura mano el guión de mi vida, ha querido que el primer libro sea una antología de Aquilino Duque, Reloj de Arena, y que la abra por el poema “Plenitud”: “Hay que buscar con la esperanza / de no encontrarlo todo. / Hay siempre que pararse a dos jornadas / de la felicidad. / Hay que tender al infinito. / Estar a punto de llegar / pero no llegar nunca. / Eso es la plenitud. Eso es la vida”.
Siento que estoy a punto de llegar a donde no llegaré nunca.
Domingo, 3 de abril
SONETO
Creo que lo primero que debe hacer un poeta joven, o un joven que quiere ser poeta, es aprender a escribir sonetos, aunque una vez que sepa hacerlos no vuelva a escribirlos nunca. Que es lo que yo hice después de practicar mucho cuando tenía veinte años. Ahora acepto el reto de intentarlo de nuevo y de competir con avispados aprendices que, en cuanto te descuidas, te dejan atrás.
Había perdido la práctica, pero en seguida descubro que escribir un soneto, si uno quiere hacer solo eso, y no poesía, es como resolver un crucigrama, igual de divertido. ¿Escribir a lo que salga o proponerme un tema? Prefiero lo segundo, y no me resulta difícil encontrarlo. Anoto el título, “Sobre un amor que no puede decirse ni callarse”, mi obsesión favorita, y comienzo: “Cuando quiero decir lo que te quiero, / siento que he de callar lo que yo siento / para que no te abrase mi tormento / ni arrase mi dolor el mundo entero”.
Me divierte jugar con las hipérboles barrocas sin temerle al tópico: “No es posible decir por lo que muero, / el horror que me sirve de alimento, / la causa y la razón de mi tormento / y todo aquello que a vivir prefiero”.
Qué fácil es escribir un poema cuando no se quiere hacer un poema, sino solo jugar con las palabras. Y qué fácil decir lo que uno no se atreve a decir cuando parece que solo quiere jugar: “¿Qué importa que me muera de tu ausencia / si en el morir por ti hallo la vida / que a mí mismo me quito con violencia?”
Me gusta jugar a estar enamorado, jugar a estar desesperado. O fingir, cuando estoy más enamorado que nunca, que solo juego a estar enamorado. Parece que no hallara consonante, como diría Lope de Vega, y ya estoy en el último terceto: “La piedad que te tengo es mi homicida / y no quiero gozar de tu presencia / pues todo mi remedio está en la herida”.
Releo los versos que acabo de escribir antes de salir, como cada mañana de domingo, hacia el Fontán. Me ha gustado el juego. Voy a seguir escribiendo sonetos sin pretender escribir poemas, pero con la esperanza de que en alguno de ellos asome imprevistamente la poesía.
Medio en broma diré lo que no podría decir en serio sin que pareciera broma. Que estoy estúpidamente enamorado. Que si el hombre es el único animal que tropieza mil veces con la misma piedra, yo en eso soy muy hombre, es decir, muy animal.
Lunes, 4 de abril
RECORD
Éxito. Un libro sobre el rechazo editorial, de Iñigo García Ureta, comienza con una cita con la que me siento muy identificado: “El éxito es ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo”. No sé si yo voy de fracaso en fracaso pero me parece que hoy he alcanzado un record difícil de superar. Recibo una carta del Grupo Planeta en la que se me adjunta “la liquidación de derechos de autor correspondiente a las ventas realizadas en el año 2010, con toda la información relativa a ediciones, ventas, devoluciones, precios, regalías y existencias finales de almacén”. No me puedo quejar de la atenta minuciosidad: “Asimismo le informamos que como consecuencia de las modificaciones introducidas en la normativa del Impuesto Sobre el Valor Añadido (IVA) por las Directivas de la Unión Europea 2008/8/CE, 2008/9/CE y 2008/117/CE todas las entregas de bienes y prestaciones de servicios realizadas entre empresarios o profesionales establecidos en la Unión Europea deberán incluirse en la Declaración recapitulativa de operaciones intercomunitarias. A estos efectos, tiene la consideración de prestación de servicios, la cesión de derechos de autor”. Leo, releo, y me siento todo un profesional de la escritura. Hasta que me da por mirar la cantidad que me corresponde cobrar en concepto de derechos de autor: exactamente 48 (cuarenta y ocho) céntimos, ni uno más ni uno menos. ¿Y qué es lo que he publicado yo con el Grupo Planeta capaz de devengar anualmente tan exorbitante cantidad? Se trata de la edición, en Seix Barral, de La poesía y sus circunstancias, los ensayos críticos de Ángel González. En el 2010 se vendieron 23 ejemplares mientras que 99 correspondieron a “destrucciones y ejemplares sin cargo” (¡qué mal cuidan los libros en esa editorial!) y yo tengo derecho al 0’10 por ciento del precio de venta. No me quejo. Ni siquiera lo recordaba. Pero no deja de divertirme comprobar que he alcanzado otro record difícilmente superable (¡48 céntimos!). Y sin perder el entusiasmo.
Martes, 5 de abril
DESEO
¿Tiene usted algún deseo inconfesable?, me preguntan en no sé qué radio para no sé qué programa. Tengo muchos, pero como su propio nombre indica no se pueden decir aquí ni en ninguna otra parte. Ni a mí mismo me atrevo a reconocer algunos de ellos. Por ejemplo, que me gustaría estar rodeado de aduladores. Tener siempre a mi lado alguien que me diga exactamente lo que quiero oír: lo listo y lo guapo que soy, lo bien que escribo, cosas así. Y es que yo puedo hablar y hablar sin cansarme sobre cualquier tema, pero el único del que nunca me canso soy yo mismo.
La verdad es que envidio a Dios. Qué maravilla. Ser único y estar rodeado de seres que se dedican a cantar tu gloria.
Pero, en fin, ya que no puedo ser Dios, me conformaré con ser yo, que tampoco está nada mal, para qué nos vamos a engañar.
(Hay cosas que uno piensa muy en serio, pero que solo las puede decir fingiendo que habla en broma.)
Miércoles, 6 de abril
ME GUSTA
Ponerme muy serio para hacer el payaso.
Jugar a estar enamorado, pero no estarlo nunca.
Perder el tiempo cuando ya no me queda otra cosa que perder.
Prestar dinero a gente que detesto para estar seguro que no voy a volver a verla más.
No hacer nada después de haberlo hecho todo.
Soñarme felizmente casado y con hijos y respirar aliviado al comprobar que es solo un sueño.
Enamorarme de verdad pensando que estoy jugando otra vez a estar enamorado.
Despertarme solo después de haber pasado toda la noche en la mejor compañía.
Tener buenos enemigos.
Hacer de guía turístico en Venecia o en Avilés.
Escribir cartas de amor de las que estoy seguro que voy a avergonzarme antes de que pase una semana.
Hablar mal de los amigos, pero siempre con cariño, y bien de los enemigos que se lo merecen, pero sin cariño ninguno.
Decir lo que no debo decir y no decir nunca lo mucho que necesito que me quieran.
No bajar nunca la guardia, salvo en los momentos más inoportunos.
No leer el Ulises de Joyce.
No releer el Quijote, salvo en casos de extrema necesidad.
Viajar siempre a los mismos lugares y no llegar nunca al mismo lugar.
Escribir siempre el mismo libro, pero no leerlo nunca.
Que me abandone la gente que he dejado de querer antes que yo me canse de fingir que la sigo queriendo.
Llevar la contraria, especialmente a mí mismo.
Mimarme un poco.
No hacerme demasiado caso.
Jueves, 7 de abril
SUDOR
Es el día más caluroso del año. En el intermedio entre una clase y otra, me apoyo sin darme cuenta en el radiador del pasillo. Me retiro de inmediato. Abrasa. Ya quisieran en Siberia, cuando la temperatura es de veinte grados bajo cero, tener una calefacción así. En la Universidad de Oviedo la disfrutamos cuando el termómetro alcanza casi cuarenta grados. No habrá dinero para contratar profesores (aunque sí para jubilarlos antes de tiempo), pero que no falte para ayudar a convertir las aulas en una sauna. Me limpio el sudor y pienso, una vez más (pero por precaución no digo nada), que parece más fácil encontrar vida inteligente en Marte que en la gestión universitaria.
Viernes, 8 de abril
SMS
Mando un mensaje con el móvil: “No sé si es amor que sientes o amor que mientes / lo que me das. Me lo das. Eso me basta”. Y de inmediato recibo la respuesta: “Yo, en cambio, no tengo ninguna duda. Tú ni mientes ni dices la verdad, solo haces literatura”.
“Hay que buscar con la esperanza / de no encontrarlo todo. / Hay siempre que pararse a dos jornadas / de la felicidad. / Hay que tender al infinito. / Estar a punto de llegar / pero no llegar nunca. / Eso es la plenitud. Eso es la vida”.
ResponderEliminarSiento que estoy a punto de llegar a donde no llegaré nunca.
la vida es eso, es el infinito. Reivindico el espejismo de intentar ser uno mismo, ese viaje hacia la nada, que consiste en la certeza, de encontrar en tu mirada ... la Belleza.
Si tuviéramos garantías de antemano, quizás buscaríamos menos. Qué rara es la vida. Y qué bella.
Hacer de guía turístico en Venecia o en Avilés.
Avilés es mágica.
Escribir cartas de amor de las que estoy seguro que voy a avergonzarme antes de que pase una semana.
Ayer escribí una carta de amor, que era mi propia esencia. La envié. Sigo esperando. Pero no me averguenzo; es otra forma de sentir que estoy viva.
Viajar siempre a los mismos lugares y no llegar nunca al mismo lugar.
Jamás. Todo amanece distinto. Siempre.
Me gusta cómo escribe Ud. Tiene la Belleza bien cerca.
a.r.
http://www.youtube.com/watch?v=Waul-tBFkc8
Dice que todo poeta debería empezar escribiendo sonetos. Pero la poesía rimada es de otro tiempo, de otra época, de otra sensibilidad. Más que poesía, es simple versificación. Uno lee los poemas (por así decir) de Campoamor y llega a la conclusión de que, vale, sí, eso rima en consonante, D. Ramón contó sílabas con los dedos, cuadró estrofas como quien hace un sudoku o -como Vd dice- resuelve un crucigrama... Todo eso está muy bien pero, evidentemente, no es poesía.
ResponderEliminarPuede o no ser poesía Campoamor. ¿Pero no son poesía los maravillosos sonetos de Borges o de Blas de Otero? Lo que no lo serán serán los míos, seguro (aunque yo todavía tengo la esperanza de que alguna vez suene la flauta).
ResponderEliminarJLGM
Borges y Blas de Otero son también de otra época. El mundo marcha muy deprisa. Lo importante ahora es que la poesía remueva el alma, que rompa la barrera del lenguaje. Y no ese artificio de palabras que acaban en las mismas sílabas (como en las manifestaciones: "¡ZapatERO, embustERO!"; "¡queremos un pisITO como el del principITO!"...). Se dice que a Constantinopla hubo que cambiarla de nombre y ponerle Estambul para que Espronceda pudiera rimar la Canción del Pirata ("olas de plata y azUL... Y allá a su frente EstambUL"). Yo, la verdad, lo veo un poco pueril, pues las palabras son arbitrarias y convencionales. Lo importante es el significado, no el significante. El fondo, y no la forma.
ResponderEliminarAdemás, así la poesía se hace monoidiomática, pues lo que rima en español no rima en francés (y viceversa).
También me disgusta el teatro rimado. Cuando veo una obra de Calderón, Lope, Tirso... pienso "Le sobra el verso".
Qué cosas hay que leer... ¿Por qué la gente entrará todavía en el Museo del Prado? ¿No se habrán dado cuenta de que Velázquez es de otra época? En fin, allá cada uno con sus gustos particulares. No merece la pena hablar del tema. Hay gran poesía con rima y sin rima, ayer y hoy. Y quien no sepa verlo... pues que Santa Lucía le conserve la vista (y el oído).
ResponderEliminarJLGM
No vale mucho la pena discutir obviedades como éstas; está claro que hay gran poesía con rima y sin rima, y pésima poesía con ella o sin ella. Pero "zumo de poesía" dice que "lo importante es el fondo, y no la forma". Aparte de lo difícil que es una separación precisa, es evidente, o debiera serlo, que con el mismo "fondo" (digamos, las mismas ideas), es posible escribir desde un poema genial hasta una completa estupidez (esto último es siempre, y con mucho, lo más probable). No basta con tener una buena idea, aunque eso sea un principio sin duda alentador: hay que saber qué hacer con ella. Cosa infinitamente más difícil de lo que parece.
ResponderEliminarVerdaderamente el mundo marcha muy deprisa, nada más trasnochado que aquella teoría que nos decía que la poesía que rima (asonante o consonante, tanto da) no es poesía...
ResponderEliminar.
Pues, Sr. Kurtz, yo creo que merece la pena hablar de todo. A mí me gustan los poemas rimados de Borges, aunque -insisto- creo que no son muy de nuestro tiempo (a diferencia de sus relatos que, al no estar rimados, no han envejecido). Hoy mismo, en zumo-de-poesia.blogspot.com, colgamos un poema rimado de D. Jorge Luis.
ResponderEliminarQue les conste, colegas: en Arte, es tan (o más) importante el significante que el significado; más la forma que el fondo; más el cómo que el qué.
ResponderEliminarLas sutilezas del alma se expresan mejor con el lenguaje depurado (que demanda sus normas y tiene sus cánones), que con el habla sincerota y a la pata la llana..., que algunos sobrevaloran.
Para construir un buen soneto hace falta tener quilates literarios, léxico abundante para que no resulten forzadas y traídas por los pelos las rimas consonantes.
Con el verso rimado y el "libre" ocurre como en la pintura: lo mismo se hallan buenas obras entre el arte "antiguo" que entre el rabiosamente actual. Pero con este último hay que estar atento para que no se nos cuele la morralla, porque, bajo pretexto de "libertad expresiva", "sinceridad expositiva", "gestualidad", "surrealismos varios", "pinturas automáticas"..., se camufla mucha incompetencia, mucho bodrio, mucho camelo.
Como (sobre todo en el abstracto) el espectador poco entendido no tiene "referentes" a que agarrarse, le suelen colar bazofia.
Con la poesía, lo mismo: los que sólo son sinceros, que se sinceren con los amigos. Los expontáneos, que dedique unas horas a la semana al estudio y frenen un poco al lebrel. Los que abominan de lo "antiguo", que vayan tomando conciencia de que sin cimientos no se construye nada duradero.
La Iliada no es lo que es porque cuente aventuras muy diver y muy resultonas: es una maravilla (háyala escrito Homero o su porquero) porque el fulgor del lenguaje nubla la propia faz de los dioses.
Me ha saltado al ruedo un "expontáneo".
ResponderEliminarClávesele un rejón de muerte.
Gracias.