Sábado, 5 de junio
VANIDAD
De joven no era vanidoso; era algo peor: orgulloso. En ese aspecto al menos creo que he mejorado bastante.
La vanidad no parece ser una de las cualidades más apreciadas. Todo el mundo reniega de ella. Yo no. No tengo inconveniente en aceptar el reproche de algunos amigos: cada día soy más infantilmente vanidoso.
A fin de cuentas, ¿qué quiere decir que soy vanidoso? Pues que me gusta gustar a los demás y que su opinión me importa.
Pero no soy enteramente tonto. Sé que el resto del mundo tiene cosas más importantes que hacer que ocuparse de mí. Por eso llevo bastante bien el que, por lo general, no se me haga ningún caso. Yo mismo, si no fuera yo, maldito el caso que me haría.
Soy vanidoso y soy calculador. Durante un tiempo anoté todos los elogios que recibía, por escrito o de viva voz, sinceros o meramente corteses (los vanidosos procuramos no entrar en demasiados distingos), y la media no era baja, exactamente 4,76 a la semana. Queda lejos, sin embargo, de mi necesidad de halago: por lo menos tres al día.
Pero como soy de buen conformar, estoy contento con los admiradores que tengo. No necesito más. Lo malo es que duran poco: a los tres meses y diez días suelen empezar a pensar que me repito y que siempre estoy hablando de lo mismo. De momento, el problema no es grave porque van surgiendo otros.
Llegará un momento en que no serán sustituidos, ya lo sé. Creo que podré soportarlo. En realidad soy tan vanidoso que agradezco cualquier elogio, pero no lo necesito. La única admiración que no soportaría perder es la mía.
Domingo, 6 de junio
SEÑALES
“Vamos por la vida como un tren que avanza velozmente en la oscuridad hacia un destino desconocido”. “Es un símil bastante bueno, pero ha olvidado usted las señales: verde cuando hay vía libre y roja para indicar peligro”.
Hojeo al azar una manoseada novela policíaca en un puesto del Fontán y veo que habla de mí, como todas las novelas. Se ha encendido una señal roja. Un tren se acerca a la estación final y no hay manera de escapar del peligro.
Lunes, 7 de junio
ANTESALA
Era de esas personas que necesitan siempre alguien que las necesite.
Envejecer es eso: comprobar que cada vez eres menos necesario.
También tiene su gracia, su maldita gracia, esto de quedarse solo.
A quien siempre ha estado solo, quedarse solo se le hace más llevadero.
Nunca me he emborrachado, salvo de melancolía.
“No es lo que hay después de la muerte lo que me preocupa –decía Ángel González—, sino lo que hay antes”.
Martes, 8 de junio
RITOS
Se habla de Ana María Matute como posible premio Príncipe de Asturias y yo recuerdo la vez que coincidí con ella como jurado de estos mismos premios. Fue hace más de diez años, me parece que el año en que se lo concedieron a Günter Grass. Durante las deliberaciones, no dijo nada. Le costaba moverse. Antes de la comida, en lugar de ir a dar una vuelta por Oviedo, se sentó en el hall del hotel y allí se quedó a esperar el tiempo que faltaba. Jon Juaristi y yo la vimos solitaria y decidimos hacerle compañía. Fue una buena decisión. Comenzó a hablar y nos convirtió en niños asombrados desde las primeras palabras. Todo lo que decía lo convertía en cuento, en un mágico y trágico cuento de hadas. Entre otras cosas, nos contó la historia de un amigo de su primer marido, el ogro malo de los cuentos, que solo se arrepentía de un asesinato que no había cometido. No sé si esa historia la habrá contado por escrito alguna vez. Ya no recuerdo los detalles, solo el admirado y aterrorizado silencio con que la escuchamos Juaristi y yo.
Me gustan los ritos, y el reencuentro con los miembros del jurado de los premios Príncipe es uno de ellos. Yo juego a ser poco diplomático, al buen salvaje que dice lo que piensa, y nada me divierte más que ver la habilidad de algunos para nadar y guardar la ropa. A mi lado se sienta Fernando Sánchez Dragó, que no se cuenta precisamente entre mis mayores admiraciones y del que he dicho cosas poco agradables. Pero no es un hombre rencoroso y después de dudar un momento decide saludarme y charlar como si no hubiera pasado nada. Andrés Amorós, respondiendo a no sé quién, afirma que el escritor español vivo que más admira es Miguel de Cervantes, y yo me burlo un poco de esa diplomática manera, muy en su estilo, de salirse por la tangente. Sánchez Dragó interviene entonces: “Pues el escritor vivo que más admiro yo, incluso me atrevería a afirmar que el mejor escritor español de hoy, es Andrés Trapiello. No sé si tú estarás de acuerdo, pero yo creo que no hay obra que supere al Salón de los pasos perdidos”. “Si hablas en número de páginas, estoy completamente de acuerdo”, le respondo. “Ya sé que tú le has puesto no sé qué reparos a Las armas y las letras, que si cita o no fuentes, que si no pone notas a pie de página. Pero es que Trapiello es un escritor, un gran escritor, no un historiador. Hay que leer su libro sobre la guerra civil como se lee una buena novela, como se lee Guerra y Paz. Si fuera candidato a este premio, yo no tendría ninguna duda de a quién votar”.
Yo tampoco.
Miércoles, 9 de junio
SABER CONTAR
Estábamos conversando durante la comida, cada uno de sus cosas con el compañero de al lado. Yo le elogiaba a Rosa Navarro Durán su libro La verdad sobre el caso del Lazarillo de Tormes, nueva aportación a un tema del que nunca se cansa y con el que nunca cansa. De pronto, en una esquina de la mesa, se escucha lo siguiente: “Una vez, en Argelia, tuve que elegir entre ser violada por un árabe o por un grupo de árabes; solo tuve unos instantes para tomar la decisión”.
Inmediatamente se hace el silencio y todas las caras se vuelven hacia Milagros del Corral, que se marchó de la Biblioteca Nacional dando un portazo. No sé si esa decisión fue muy elegante, pero sí que lo fue un poquito más que la de quien la había colocado allí, César Antonio Molina. El otro día contaba en una entrevista que Zapatero le había llamado para explicarle las razones por las que le cesaba y que a él no le convencieron. “¡Cómo se me puede hacer esto a mí, que soy uno de los más importantes intelectuales europeos de todos los tiempos!”, clamaba en el despacho y luego en el periódico gallego. “A mí, una personalidad a la que solo en Azaña se puede encontrar equivalente”.
Milagros del Corral, antes de que la nombraran directora de la Biblioteca Nacional, fue durante muchos años enviada especial de la UNESCO en los más raros países. Ha escrito una novela, y piensa escribir otras. Tiene mucho que contar. Y a juzgar cómo sabe atraer la atención con solo una frase, no cabe duda de que sabe contar.
----Se había retrasado el vuelo, un error en las fechas hizo que nadie me estuviera esperando, los pocos taxis desaparecieron en un momento, las luces del aeropuerto comenzaron a apagarse, yo estaba sola, con mi maleta al lado, sin saber qué hacer. Encendí un cigarrillo y en ese mismo momento un sigiloso automóvil se detuvo frente a mí…
Jueves, 10 de junio
AUNQUE ES DE NOCHE
La falta de ambiciones, algo de sabio egoísmo y bastante suerte me han ido convirtiendo en un hombre contento con su destino, razonablemente feliz: me gusta tanto mi trabajo que tengo que hacer un esfuerzo para considerarlo trabajo; no hay día que no me sobre tiempo para perder el tiempo; nunca ha faltado el amor en mi vida. Y sin embargo…
Esta noche, en mi casa de Avilés, mientras cuido a quien siempre ha cuidado de mí, me vienen una y otra vez a la cabeza los versos más tristes: “Dichoso el árbol apenas sensitivo / y más la piedra dura porque esa ya no siente, / pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo / ni mayor pesadumbre que la vida consciente…”
Sí, hay momentos en la vida en que el hombre más feliz envidia al árbol y a la piedra… Pero reconforta, y ayuda a mantenerse entero, esforzarse en ser de alguna ayuda a quien no ha tenido otro empeño en su vida que ayudar a los demás.
Viernes, 11 de junio
EL AZUL DEL CIELO
Pensaba celebrar mi cumpleaños en Ginebra, donde me iba a reunir con algunos amigos. No podrá ser. Todavía, en estos pocos días que me quedan para los sesenta años, tengo que aprender algunas cosas importantes, que todo el mundo sabe desde hace tiempo. Yo no las sabía, yo sigo siendo, en muchas cosas, un adolescente irresponsable que siempre ha hecho lo que le ha dado la gana, que nunca ha querido responsabilidades de ningún tipo.
En Ginebra habría vuelto a visitar la tumba de Leo Ferrero, muy cerca de la de Borges, protegida por la de su padre, el historiador Guglielmo Ferrero y la de su madre, Gina Lombroso. Murió en Santa Fe, Nuevo México, a los treinta años, en accidente de automóvil. Preparaba un largo viaje a Oriente. Emprendió un viaje más largo del que se imaginaba.
Gina Lombroso reunió los escritos íntimos de su hijo en un libro que tituló Désespoirs: “Estoy cerca de ti, Leo: tus cartas y tus manuscritos están sobre mi mesa; y a mi lado, sobre un banco, está tu pipa, las canciones que recogiste en México, las fotos de los paisajes que viste; están tus poemas, tus cuadernos llenos hasta la última página y una gran Agenda, enteramente vacía, que tú adquiriste la víspera de tu partida…”
Leo las anotaciones, los versos, las desesperaciones de este joven genial y desdichado, al que encontré por primera vez protegido para siempre por sus padres, que le sobrevivieron. Su plegaria de los días de dolor termina con estos versos: “Nunca creas, aunque me veas sonreír / que me he olvidado de ti. / El azul del cielo se refleja en la arena húmeda / cuando la ola se retira”.
Hola, José Luis. Gracias a Google te descubro contando que yo sé contar ;-) Todavía no me has leído pero no te hagas demasiadas ilusiones... Ah! Y, por cierto, no me fui de la BNE dando un portazo. Simplemente, no estuve de acuerdo con la "degradación" de la BNE decretada por el Gobierno "por razones de austeridad y ahorro", ni mucho menos con que me ofrecieran un contrato de alta dirección para cobrar...lo mismo! No había, pues, ahorro sino más bien una tomadura de pelo al contribuyente. No acepté y me fui tras la publicación de mi cese en el BOE. Nada de portazos, pues! Eso lo dijo la Ministra para salir del paso en su comparecencia en el Senado pero ni me molesté en contestar porque ese tipo de polémicas me parecen tóxicas y nocivas para la salud.
ResponderEliminarMe encantó conocerte en Oviedo. Todavía tengo pendiente leer tu Clarin. Ya te diré si me animo a enviarte algun cuentecillo de los míos.
Un abrazo,
Milagros del Corral
Vamos a cultivar la vanidad:
ResponderEliminarLo bueno de vivir solo es que no tienes que discutir con nadie. Lo malo de vivir solo es que no tienes nadie con quién discutir.
J.L. Garcia Martín
Todo al día
La admiración, al igual que el amor, no gusta atenerse demasiado a razones.
J.L. Garcia Martín
Dicho y hecho
No sé si te gustará la comparación pero cuando te veo divagar sobre tu propia vanidad me recuerdas... No sé si decírtelo. Bueno, sí, al fin y al cabo es simpático y querible: a Miguelito, el de Mafalda.
ResponderEliminarUn abrazo.
hablando de vanidad y de vanidades, ¿qué opinión le merece a usted el reportaje con los poetas del País Semanal?
ResponderEliminarUn saludo
Casp
Estimado Casp,
ResponderEliminarel reportaje de El País Semanal me da mucha envidia. Mi ilusión sería posar con ropa de marca, maquilladores y peluqueros. Pero me temo que se trata de un sueño imposible.
JLGM
Ahora, eso sí, los poemas que fueran un poco mejores.
¿Qué le parecen los poemas de Raquel Lanseros?
ResponderEliminar(No soy Raquel Lanseros aunque, vista su foto en el reportaje de El País Semanal, tampoco me importaría.)