Sábado, 12 de junio
LA VIDA ESCRITA
De la gente que nos gusta nos gusta saberlo todo. Leo Novela familiar, de Blas Matamoro, y quedo fascinado por esa inagotable sucesión de padres irregulares, excluidos, inventados, dimitentes; de madres adorables, siniestras, conflictivas… Docenas y docenas de biografías en miniatura, escritas bajo la sombra de Freud traducido al lunfardo. ¿Samuel Johnson? “Era feo, de aspecto grotesco, malhumorado y a veces violento. Le gustaban las lenguas clásicas, las juergas, las amistades ilustres. Tras la muerte de su padre, loco, se volvió depresivo y melancólico. Su mujer, con la que se unió casi en secreto, era asexuada, etílica y drogadicta”.
Como el hipocondríaco que lee un vademécum médico yo me voy identificando con cada uno de estos famosos desdichados. Con Samuel Johnson soy feo, grotesco, malhumorado y violento. Pero la miniatura continúa: “Los libros fueron la razón y el equilibrio en ese mundo dislocado donde aprendió nitidez clásica latina y escribió su diccionario. Ayudado por pensiones oficiales y amigos, se hizo director de tertulias donde mostró su afabilidad mechada de raptos frenéticos. Halló cierta tranquilidad adoptando a un negro jamaicano y viajando en compañía de James Boswell, que era lo contrario que él: joven, guapo, ambicioso, mujeriego, de origen noble”.
Anota André Gide en su diario: “El escritor debe contar su vida no tal como la ha vivido, sino vivirla tal como la contará. Dicho de otra manera: que su retrato, que será su vida, se identifique con el retrato ideal que desea”.
Invento mi verdad. Lo mejor de mi vida ha sido, antes que realidad, fantasiosa ensoñación. Todo lo que vivo lo he escrito antes. Pero escribo en colaboración. Y a mi colaborador favorito, el azar, le gusta añadir algunos manchones negros: cárcel, extravíos, muertes. No debo quejarme: lo hace solo para dar mayor interés al conjunto.
Domingo, 13 de junio
CANTOS RODADOS
A Juan Gil-Albert, con quien llegué a mantener correspondencia, le admiré mucho. Abro el tomo de sus aforismos, Cantos rodados, y picoteo acá y allá. El título me parece un acierto: el aforismo es como una piedra que ha sido pulida por el río de la tradición. Los buenos aforismos no son de nadie, quien figura como autor se ha limitado a dar la última mano a una intuición que lleva siglos rodando de una mente a otra.
Con frecuencia, para distraerme, hago ilegibles anotaciones en cualquier papel. Son ocurrencias momentáneas que suelen acabar en la papelera. Las que tienen algún interés me da la impresión de que las he leído no recuerdo dónde. La mayor parte de las frases que doy como mías son más o menos ajenas; en cambio, las que atribuyo a otros suelen ser mías. En el fondo todas, si valen la pena, son anónimas.
En este raro domingo sin cine, dejo a un lado los Cantos rodados de Gil-Albert y me entretengo haciendo rodar mis propias canicas:
No hay equipaje más pesado que una cartera vacía.
La poesía del viaje ha sido inventada por los sedentarios.
Soy de esas personas que para estar solas tienen necesidad de mucha gente.
Nadie hace tanto daño como algunas buenas personas.
Tener razón en lo que dices no te autoriza a decírmelo.
Cuando no tiene nada que decir, no hay quien le haga callar.
Hay que hablar con los seres humanos como el niño habla con el muñeco: sabe que no le entiende, pero finge ignorarlo.
El hombre nace flor y muere dinosaurio.
Lunes, 14 de junio
LOS NEGOCIOS DE LA REINA
Leo la historia de un aventurero norteamericano, Georges Francis Train, el hombre que dio la vuelta al mundo en 80 días dos años antes de que Julio Verne escribiera la novela famosa, y de pronto su historia se cruza curiosamente con la historia de España: “Desde hacía algunos años, Train tenía en mente la idea de construir una línea férrea en Norteamérica que conectase los estados del Este con los del Medio Oeste. En su opinión, la solución al problema se hallaba en convencer a la reina María Cristina de España para que financiase el proyecto. De la reina podía decirse que había vivido una turbulenta carrera, al haber perdido y recuperado el trono en varias ocasiones. Sin embargo, en el trono, o lejos de él, su riqueza era inmensa. Con motivo de la cesión española de Florida a Estados Unidos, Cristina, muy consciente de la inseguridad de su trono, había ingresado astutamente grandes sumas de dinero en el Banco de Estados Unidos, por si se presentaban tiempos difíciles”.
Hay algún error en esa nota. La reina regente María Cristina no perdió varias veces el trono de España, pero sí fue la mayor especuladora de su tiempo. La casaron con el repulsivo Fernando VII y ella convirtió ese matrimonio en el mejor negocio. Le dio dos hijas al rey, que tuvo la amabilidad de morir pronto, e hizo todo lo posible para asegurarle el trono a una de esas niñas, por lo menos el tiempo necesario para llenarse los bolsillos. Poco después o poco antes de que muriera su marido, se enamoró de un guapo escolta, el sargento Agustín Fernando Muñoz. Durante el tiempo que duró la Regencia, desde 1833 hasta 1840, en que Espartero la envió al exilio, además de iniciar varios lucrativos negocios se permitió el lujo de tener cinco hijos mientras aparecía oficialmente como viuda inconsolable. Qué fascinante novela la de esa mujer enamorada y sin escrúpulos que fue la regente María Cristina.
Miércoles, 16 de junio
NON OLET
“La UNESCO aplaza el premio Obiang por la presión internacional”, leo en el titular de un periódico. Al parecer, el dictador Teodoro Obiang Nguema decidió donar tres millones de dólares para crear un premio científico anual, la única condición que ponía era que llevara su nombre. Pero Amnistía Internacional y otras organizaciones denunciaron que el premio serviría “para mejorar la mala reputación de un déspota cruel y corrupto que ha acumulado su inmensa fortuna a base de apropiarse para su solo beneficio del petróleo que abunda en su país”.
Pero el dinero no huele, como ya sabían los romanos. Claros del bosque, de María Zambrano, lleva al frente la siguiente nota: “Quiero manifestar una vez más mi gratitud a la Fundación Fina Gómez –Caracas, París, Ginebra— por su constante colaboración en la posibilidad de este mi escribir”.
“Hace años –cuenta Iñaki Uriarte—, cuando leí esa nota, el corazón me dio un vuelco. Yo conocía a Fina Gómez, la mecenas de María Zambrano. Fina Gómez no podía ser otra que doña Josefina Gómez, aquella misteriosa señora mayor venezolana que vivía justo enfrente de mi casa, en la Avenida Infante don Juan, de San Sebastián, cuando yo era niño. Doña Josefina era muy rica y vivía sola en un enorme caserón de Ondarreta del que no salía sino para ir a misa. Cuando no lo hacía, se pasaba las horas en un balcón, siempre vestida de negro, acompañada a veces por un cura muy elegante, rezando el rosario, seguramente pidiendo perdón a Dios por los crímenes de su diabólico padre. Porque doña Josefina Gómez era la hija única reconocida, entre cientos de bastardas, y la única heredera, de Juan Vicente Gómez, el más cruel de los dictadores sudamericanos. La tenebrosa fortuna reunida por aquel tirano había hecho posible un libro tan precioso y puro como Claros del bosque”. Y los sucios dólares de Obiang acabarán premiando a quienes salvan vidas. Pecunia non olet.
Jueves, 17 de junio
BIBLIOTECAS
Hay libros que compramos solo por el título, como este, Bibliotecas llenas de fantasmas, de Jacques Bonnet, que luego vale bien poco.
Qué absurdo guardar todos los libros que uno lee, la mayoría de los cuales no releerá nunca. Es como coleccionar los periódicos de cada día.
Yo estoy orgulloso de mi biblioteca, pero los libros que guardo en casa son solo una pequeña parte. Mi biblioteca abarca el universo. Vaya donde vaya –claro que yo viajo de ciudad en ciudad, no frecuento selvas, glaciares ni desiertos— me encuentro con ella, sea en forma de Biblioteca Pública, como la maravillosa de la calle 42, en Nueva York, con libros accesibles para todo el mundo en todas las lenguas del mundo, o en un puesto callejero en cualquier mercadillo, sin desdeñar las espléndidas, ubicuas, fascinantes librerías, con la mesa de novedades siempre propicia al venturoso hallazgo.
Nací en una casa sin libros, necesité llenar de libros las paredes de mi casa para sentirme arropado, pero ahora podría regalarlos todos. Cada día me llegan a las manos, casi al azar, sin esfuerzo alguno, los libros que necesito cada día para ser feliz.
Viernes, 18 de junio
TRES MATASELLOS
Ayer fue mi cumpleaños, pero no tuve tiempo para celebrarlo, ocupado en urgentes menesteres. Hoy me llegan los regalos: cine, música, libros, dulces, cordial compañía. Me hacen especial ilusión Relatos de Siros, de Emmanuil Roidis, que me trae el recuerdo de los mágicos días en la capital de las Cícladas, a donde me llevó la gentileza de María Durán. Colecciono amaneceres, lo he repetido muchas veces, y pocos tan hermosos como el despertar de la bahía de Hermúpolis, con las aguas plácidas acariciadas por un madrugador y sigiloso barco de pesca.
Annete me regala una caligrafía veneciana de Daniel Bayón. Reconozco de inmediato el comienzo de Venecias, de Paul Morand: “Toda existencia es una carta expedida anónimamente. La mía lleva tres matasellos: París, Londres, Venecia. El destino me instaló allí, sin yo saberlo, pero desde luego no a la ligera”.
Mi existencia lleva también tres matasellos: Aldeanueva del Camino, Avilés, Oviedo. Ese ha sido, ese me parece que seguirá siendo, el centro de mi mundo. El resto no son más que alrededores por los que me gusta pasear, tomar un café, comprar un libro.
Sábado, 19 de junio
TRAS LA TORMENTA
Días negros estos días últimos, cuando las lluvias parecían que iban a arrasar definitivamente el paraíso. Pero hoy luce el sol. Y vuelvo a ser –aunque sea por poco tiempo— el rey del mundo.
El lector también es un colaborador necesario para un escritor.
ResponderEliminarDice Alberto Manguel en su Diario de lecturas
...Depende de los lectores apropiarse de las remenbranzas del autor, aprobar o desaprobar lo que ha hecho, ausentarse en cualquier capítulo, relacionar o no las instantáneas dispersas.
Vaya usted por qué, me da en la nariz que los dólares de Obiang, sucios o limpios, no van a acabar salvando una sola vida. Y nunca ha habido la menor intención de que fuera así.
ResponderEliminarhttp://antoniolopezpelaez.com
La entrada "Los negocios de la reina" y su aparente fuego uterino me recuerdan una copla:
ResponderEliminarClamaban los liberales
que la reina no paría
y ha parido más muñoces
que liberales había.
Saludos,
HB