domingo, 25 de octubre de 2009

Línea roja: La tentación

Domingo, 18 de octubre
LO QUE LE CONVIENE A USTED

Mientras tomo el café dominical y matinal, una anciana que también hojea el periódico alza los ojos y me sonríe: “Qué cosas escribe usted. Que le sobra el tiempo, que llega a casa y no tiene con quién charlar. Incluso que le gusta pagar impuestos. Yo sé lo que le conviene a usted. Lea, lea lo que cuenta la chiquita que se casó con Bousoño. El poeta tenía la edad que usted tiene ahora. Le conviene hacer lo mismo”.
“Lo pensaré”, le digo a mi amable consejera. Ruth nunca defrauda. En 1972 se matriculó en un curso sobre poesía. Un día quedó con Bousoño para hablarle de su tesis doctoral, pero no pudo ni siquiera mencionar el asunto: “El muy experimentado conquistador de alumnas suplantó al respetadísimo profesor y se lanzó a la conquista de la muy aplicada, deslumbrada y jovencísima alumna americana”. Le regaló un libro y la invitó a pasar el verano en Ibiza. Ella se asustó: no entraba en sus esquemas mentales irse de viaje con un hombre con el que no estaba casada. Le contó al resto de las alumnas, todas enamoradas del profesor, lo que había ocurrido: “quedaron impactadas al saber que de mi primer encuentro académico con éste había surgido un chispazo amoroso”. Después de cada cita, formaban corro a su alrededor. “Querían saberlo todo, y se quedaban boquiabiertas y lánguidas con cualquier detalle que yo les contara”. Pero los meses pasaban y el poeta no conseguía arrancarle el sí para acompañarle a Ibiza. Y no se le ocurrió otra cosa para convencerla que decirle que se quería casar con ella, “pues era la única mujer que podía lograr que perdiera su recalcitrante soltería”. Ruth se tomó la proposición muy en serio, pero él la olvidó pronto y se ponía nervioso cada vez que se la recordaba. Hubo quien intentó desanimarla. “Una muchacha que llevaba la casa –a la que le hacía poca gracia perder la hegemonía sobre su despistado patrón-- me espetó un día, entre el segundo plato y el postre, la siguiente impertinencia: Señorita, no se haga usted ilusiones. El señorito ha tenido muchas novias y no se ha casado con ninguna. No se casará con usted, pues por aquí han pasado muchas”. Contestó muy tranquila: “No se preocupe, que conmigo sí se casará”. Aurora de Albornoz decía que, si ella no lo conseguía, no lo conseguiría nadie. Conocía bien a las puertorriqueñas. Se casaron en 1975 y al poco la muchacha impertinente que le había advertido que su “señorito” no se casaría se “autodespidió”. A partir de entonces, Carlos Bousoño dejó de tener contacto directo con la prosa del mundo, incluidos sus mejores amigos: “Delegó en mí todo lo que no fuera escribir su obra poética y teórica. Me he involucrado en su vida de tal forma que no he reservado casi espacio para desarrollar las actividades para las que me faculta mi amplio currículum vitae. En Carlos, a pesar de los años que me lleva, no encontré un padre, ni tan siquiera un tío, sino un nieto que me encasquetó su compleja vida para que yo la administrara como haría una amorosa abuela con su nieto preferido”. No volvió a tomar Bousoño una decisión: desde el mismo día de la boda Ruth las tomó todas por él.



Lunes, 19 de octubre
UNA INVITACIÓN

La realidad, o lo que entendemos por tal, resulta casi completamente imaginaria. De la ciudad a la que acabamos de llegar conocemos unas pocas calles, alguna plaza entrevista, un palacio sombrío tras el que asoma un secreto jardín; el resto lo completa nuestra imaginación. Abro los Siete cuentos góticos, de Isak Dinesen. Comienzo a leer: “El espíritu romántico de la época se deleitaba con las ruinas, los fantasmas y los lunáticos, y consideraba una noche de tormenta pasada en el campo o una lucha de pasiones profundas, como un goce mayor que la comodidad de un salón o la armonía de un sistema filosófico. Lo que más reconciliaba y unía a los individuos era la grandeza de un escenario costero asomado al mar inmenso”.


Cierro el libro, alzo los ojos: una desconocida, de pie ante mi mesa habitual en Los Porches, me mira sonriente. “Esa autora es también mi favorita. ¿Recuerda la foto en que aparece entre Marilyn Monroe y Carson McCullers, arrugadita y sonriente?”. Por supuesto que recuerdo esa foto, la tengo siempre presente cuando vuelvo a leer, como si la escuchara a ella, algunos de sus relatos.
Apenas si pudimos hablar. Dentro de diez minutos, a la una, tenía yo clase. “¿Estará muy ocupado el fin de semana? ¿Por qué no viene a pasarlo a mi casa? Está cerca de Luarca, al borde del acantilado, con una gran galería sobre el jardín. Sé que le gustan los caserones con historia. No se aburrirá. Aquella casa tiene de todo: biblioteca, fantasma y una loca como yo”.
En una servilleta de la cafetería apuntó un número de teléfono. “Llámeme el viernes y me dice a qué hora paso a recogerle al día siguiente”.
No llamaré, por supuesto. De chifladas ya cuento con un amplio repertorio. No necesito más. Y sin embargo…
A la salida de clase (comentamos poemas de Espronceda), vuelvo a abrir el libro de Isak Dinesen: “¿Por qué no nos cuentas esta noche algunas de esas maravillosas historias que tanta fama te han dado? Tú sabes muchos cuentos. Sabes algunos que hacen paralizar la sangre y desconfiar de los amigos más íntimos, apropiados para una noche cálida y apacible como esta, y para gente que no tiene entre manos empresa ni compromiso de inmediato cumplimiento.”
Nunca telefonearé a una mujer que ni siquiera me dijo cómo se llamaba, nunca visitaré su casa sobre el acantilado, pero sé que precisamente por eso ya no abandonaré nunca esa casa, que volveré cada noche, como un fantasma más, a pasear entre los camelios del jardín, a observar atentamente con el catalejo los barcos que cruzan cerca del horizonte.
Tampoco atravesaré nunca esa puerta que tú (de quien no diré nada) has entreabierto. Mejor seguir así, entre la realidad y el sueño. Sin las cosas que no han ocurrido, en mi vida no habría ocurrido nunca nada que valiera la pena.



Martes, 20 de octubre
YA HA SIDO DISPARADA

¿Nunca has tenido la tentación de dejarlo todo atrás, cambiar de nombre, ser otro, empezar desde cero? ¡Cómo pesa el fardo de la vida en estos días oscuros, cuando jubilarse y morir parecen ser el único argumento de la obra!
¿El fardo de la vida? No, no me pesa lo vivido, me aterra lo por vivir. Silban las balas, impactan en la gente que me rodea. Hoy veo caer a uno, mañana a otro. La que me busca a mí ya ha sido disparada. Vaya donde vaya, aunque me embarque para el extremo confín del mundo, seguirá incansable hasta darme alcance.


Miércoles, 21 de octubre
FESTIVAL DE POESÍA

¿Nunca te han invitado al Festival de Poesía de Bogota? Pues no sabes lo que te pierdes. Pídeselo a Manolo Borras. Allí tiene mucha mano porque a todos los colombianos les ha dado por publicar en Pre-Textos. Cuando yo estuve, un empresario petrolero -o eso decía él- nos ofreció un cóctel en su casa. Allá fuimos en diez taxis. Al entrar, alucinamos: todas las paredes estaban cubiertas con enormes fotos de adolescentes desnudas. Todas, literalmente todas, incluso los baños. Había dos pequeñas excepciones. En el salón principal, las fotos rodeaban unas cartas autógrafas. Eran del presidente de la república, Álvaro Uribe. También había un pequeño grupo de fotografías en las que el presidente abrazaba al dueño de la mansión. Vestía como un gánster de película, no le faltaba ni una aparatosa cadena de oro. Cuando apareció, sin apenas saludarnos, se subió a una tarima y comenzó a declamar sus poemas. Me entraron unas ganas tremendas de reír. También Eduardo Moga y Ledo Yvo, que estaban cerca de mí, parecía que iban a estallar en carcajadas. A mí se me quitaron las ganas en cuanto vi el pistolón de un guardaespaldas. Aplaudimos mucho. Luego nos fue saludando uno a uno. “¿No es injusto que sea Gabo quien represente a Colombia en el mundo y no yo? ¡El mercantilismo de la novela siempre por encima de la pureza de la poesía!”. Yo le insinué mi asombro ante la decoración. Se quitó el puro de la boca, sonrió y dijo: “Yo he tenido más de dos mil mujeres. Esta es solo una pequeña muestra”. Cuando me dejó, me acerqué a un pequeño estante lleno de libros. El dueño, al darse cuenta de mi interés explicó: “En esta casa hay pocos libros, pero los que hay son obras maestras”. Y así era, efectivamente: se trataba de los libros que él había escrito, en ediciones normales y en ediciones de lujo para amigos. Aquel narco-poetastro –no te voy a decir su nombre, que luego todo lo cuentas y no quiero que peligre mi vida- era una mezcla de Berlusconi, Corleone y Justo Jorge Padrón.


Jueves, 22 de octubre
MISERY

De pronto despeja la mañana y luce intacto el cielo azul. Una mujer me sorprende frente al escaparate de Cervantes y, antes de que pueda evitarlo, me da dos besos. “Este fin de semana le espero, ya sabe. Lo pasaremos bien. ¡Admiro tanto esas novelas suyas!”
Y yo pienso en la enfermera de Misery, uno de mis terrores favoritos, rompiéndole las piernas al escritor admirado para que no se le escape de casa. O en aquel otro poeta al que su joven mujer encerraba todos los días en una habitación y no le dejaba salir ni le daba de comer hasta que no redactara seis o siete páginas de la obra teórica en marcha. “Y cuando daba una fiesta en su casa –me contó Fernando Delgado-- jamás invitaba a los amigos gays de su marido, que eran la mayoría, por otra parte, y varios de ellos nombres ilustres de la poesía española contemporánea”.


Viernes, 23 de octubre
MATRIMONIO A LA VISTA


Qué razón tenía mi amable consejera del pasado domingo. A cierta edad, conviene ir pensando en el matrimonio. Hasta Ángel González me confesó una vez que envidiaba a Carlos Bousoño, siempre sonriente, siempre feliz, ajeno al mundo.
A una edad razonablemente adulta, no parece razonable seguir libre. Yo creo que, pasados los noventa, lo mejor que puede hacer un hombre sensato es casarse con una dulce gobernanta más o menos puertorriqueña y a ser posible con el título de puericultura. Me aterra pensar que ya solo que quedan treinta años para tanta felicidad.

4 comentarios:

  1. Me he sonreído con tus comentarios sobre la pareja Ruth-Bousoño.
    Recuerdo una "semana de la poesía" en El Escorial en que Bousoño era el director y que tenía un programa increíble.
    Ahí estuvieron por ejemplo Ángel González y José Hierro... y Ruth siempre parecía tener algo que decir más importante que ellos.
    Tras la sesión de la mañana Hierro se marchó cabreado y nos perdimos su intervención en las mesas redondas de la tarde.
    En cuanto a Bousoño... si tomaba la palabra era difícil que se callara en un buen rato.

    Al mitad de curso un grupo de alumnos nos sublevamos y pusimos una queja formal al rector para que "el director y señora" se callasen de una vez, se limitasen a presentar y conducir las clases y permitiesen hablar a los -mucho más interesantes- ponentes.

    En fin...

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  2. Vaya cosas mas raras que le pasan a usted. Lo del jueves inquietante.

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  3. ¡Dios, qué historia tan sórdida! Y no me refiero a la del narco-poeta, que también pero menos.
    Un abrazo:
    JLP

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  4. Me resulta sorprendente ver que los sentimientos e ideas que uno no sabe expresar son dibujados con certeras palabras por alguien a quien lees con frecuencia.
    Me identifico plenamente con su escrito del martes 20 de Octubre.

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