miércoles, 22 de abril de 2009

Gatomaquia

Junto al monolito consagrado a la memoria de James Campbell, marino muerto a bordo del navío Alaska, a la edad de veintiocho años, el 22 de diciembre de 1875, un gato rubio dormitaba indolente. Todo era allí, bajo el cielo de un intenso azul, a la sombra larga de los cipreses, silenciosa, soleada felicidad. Ni una brizna de dolor quedaba en el ambiente. Por una vez el nombre del cementerio lisboeta, Prazeres, no me pareció irónico. También las heridas que no se cierran nunca se cierran alguna vez. También los muertos mueren un día y dejan de hacernos daño. Mientras paseaba entre las tumbas, otros gatos vinieron a hacerme compañía. Gatos reales, gatos de tinta y de papel, tan cercanos, tan incomprensibles. Como la muerte, como la eternidad.


EN PALACIO

(Lewis Caroll)

“Yo soy rey” dijo el rey.
Y el gato desdeñoso
volvió la espalda

Qué vale un rey si hay
mariposas que tiemblan
en la ventana

Soy rey del mundo.
Qué poca cosa.
Quién fuera gato.



PROYECTOS DE FUTURO

(Apollinaire)

En mi casa deseo tener
una mujer que imponga su razón,
un gato que pasee entre los libros
y por que sin ellos no puedo vivir
amigos a cualquier hora del día.



EL REGRESO DE ULISES

(Irene Lisboa)

El perro
me reconoce:
me confunde con otro.
El gato no se equivoca.
Huye de mí:
sabe, Penélope,
que soy otro



AL SOL DE SUS OJOS

(Eugénio de Andrade)

Déjame que recuerde antes que nada
al más antiguo, yo tenía
diez años o ni siquiera eso.
Un pequeño trasto
incapaz de acostumbrarse
a la arena del cajón fue quien
primero tomó mi corazón al asalto.
Vino después, ya en Coimbra, una gata
que no paraba en casa: fornicaba
y paría en el pinar. No le tuve
afecto que durase, ni ella lo merecía,
de tan puta. Solo muchos años
después entró en casa para ser
señor de ella el pequeño persa
azul. La belleza nos vuelve el alma
del revés y desaparece.
Quien me lame ahora
la herida abierta que dejó su muerte
es una gatita fiel y negra
con tres o cuatro manchas de cal
en la barriga. Al sol de sus ojos
acostumbro
leer el periódico los domingos
y caliento mis manos en invierno.



PABELLÓN CHINÉS

(Kenneth Rexroth)

Iba y venía.
Nada preguntaba.
Todo lo sabía

Gatos caseros,
gatos vagabundos,
todos
gatos sin dueño

El gato sabe
todo lo que me dices
cuando callas.

Cómo le gusta
al sol de invierno
acariciarte.

Los gatos
andan en verso.

La felicidad
llega y se aleja
con pies de gato.

Con qué sigilo
de las tinieblas vuelves
a consolarme.

Tú no viniste.
Fue el gato el que me trajo
noticias tuyas

Entre las sábanas
la luna y yo.
Maúlla un gato.

Maestro es el gato
del no hacer nada.
Yo, un mal discípulo.

Bajo la lluvia el amo.
Y el gato orondo
tras la ventana.



EPITAFIO DE TRISCA

(Colette)

Mientras dure mi vida sigues viva,
aunque ya solo en sueños sienta
tu pequeño cuerpo en el regazo
y el ronroneo con que conmemoras
el milagro de ser y de estar juntas.

5 comentarios:

  1. Felino y retozón, al acecho -como suele- el amigo "Almu". ¿Será ella la esquiva "Trisca-Ugidos" triscando entre la fronda?

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  2. "Los gatos/ andan en verso", qué bien visto (y oído). ¡Guau!, quiero decir, ¡miau!

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  3. Le leeré estos versos a K. Seguro que le gustan.

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  4. He llegado hasta aquí guíada por los gatos. A pesar de la antigüedad de la entrada, no he podido evitar hacer este comentario para decirte que comparto contigo esta devoción inmensa por los felinos y por la poesía. Y ya que estaba, me he hecho seguidora de tu blog; seguro que encuentro otras muchas cosas interesantes en Arcadia.

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  5. Me alegra comprobar que los gatos, además de buena suerte, me traen nuevos lectores. Gracias.

    JLGM

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