sábado, 23 de marzo de 2024

Coraje y alegría: Exceso de celo

 

Sábado, 16 de marzo
ELOY, ELOY

Hay quien piensa que el poeta, cuando habla en verso, puede decir cualquier sinsentido, como la sibila de Cumas, y luego que cada uno lo interprete a su gusto. No diré yo que no, y eso explica el éxito de tantos poetas sibilinos, pero cuando habla en prosa, debe someterse a las mismas reglas del pensamiento lógico que el tendero de la esquina.

Eloy Sánchez Rosillo es entrevistado por Isabel Marina en el nuevo número de la revista Ítaca. En la última respuesta, habla de la muerte, cuya existencia niega en un poema: “Para unos, tras ella no hay nada, lo cual es mucho decir y demasiado saber, pues nadie ha vuelto a la vida después de morir para confirmar lo que tan categóricamente afirmaba cuando estaba vivo. Para otros, gracias a su fe, después de la muerte está la certeza absoluta de la vida eterna. Y para otros, en fin, entre los cuales me cuento, al otro lado de la puerta estrecha a la que me he referido está el misterio. Todo es posibilidad dentro de él. En ese sentido la muerte es la gran aventura de la vida. Tengo la intuición poderosa, la ilusión inmensa y el sueño maravilloso de un más allá, aunque no la certeza”.

            Muy respetables la fe de unos o la ilusión inmensa y el sueño maravilloso de otros, pero la crítica a los que creen que tras la muerte no hay nada resulta algo endeble. Ni un niño razonaría de esa manera. ¿O sea, admirado poeta, que para que tengamos claro que tras la muerte no hay nada hace falta que Schopenhauer, Nietzsche o Bertrand Russell vuelvan del más allá y se presenten en un congreso de filosofía o en un plató de televisión y allí nos expliquen que, una vez muertos, han andado rebuscando por un lado y por otro y no han encontrado nada?

            Eloy, Eloy, el que nadie vuelva de la muerte, el que a los pobres muertos, allá en su vida eterna o en ese misterio con el que tú sueñas, no les dejen ni siquiera utilizar el móvil una vez al año para comunicarse con sus seres queridos, ¿no es la prueba más irrefutable de que no hay nada tras ella?

            Vuelve a la materia la materia de la que estamos hechos y aquí quedan nuestras obras –Las meninas, el Quijote o los árboles que plantamos-- y queda, además, el amoroso recuerdo en el corazón de los que nos quisieron. Hay un más allá de la muerte, cierto, pero está en el más acá.

Domingo, 17 de marzo
NO ME GUSTA REGATEAR

Soy alérgico a muchas cosas, entre ellas a regatear. Hace unos cuantos domingos, en un puesto del Fontán, me encontré con un tomo editado por Garnier Hermanos, la editorial de París en que trabajaron los Machado y tantos autores modernistas. Me pidieron diez euros, me pareció caro, y además no iba a leerlo, y allí lo dejé. A pesar de que forma parte de la colección “Los mejores autores españoles” incluía dos novelas de A. R. Le Sage, el escritor francés del XVIII que saqueó la literatura española y al que tradujo el padre Isla. Luego me arrepentí, sobre todo cuando vi en Iberlibro que lo vendían a noventa euros, pero ya no estaba. Hoy aparece de nuevo y me piden cinco.

Vuelvo a casa tan contento, como quien hubiera hallado un tesoro. Y me encuentro al final con dos rarezas: un cuentecillo de Francisco Navarrete escrito sin utilizar la letra “a” y otro “compuesto en equívocos burlescos” que parece preludiar el surrealismo. Y la novela de Le Sage El bachiller de Salamanca se lee con tanto gusto como cualquiera de las novelas picarescas españolas.

No me gusta regatear, pero el azar parece que regatea por mí.

Lunes, 18 de marzo
DESCATALOGADO

Enrique Bueres coordina, en el Antiguo Instituto de Gijón, una charla sobre la poesía en los medios de comunicación. Participan Ignacio Elguero y Antonio Lucas, dos veteranos periodistas de voz muy seductoramente radiofónica. Sonrío melancólicamente ante alguna alusión.

            ---Ahora ya no es como en los años ochenta y noventa, no hay referentes claros. Entonces todos estábamos atentos a lo que decían Luis Antonio de Villena, José Luis García Martín o el crítico ese tan perverso de Sevilla, ¿cómo se llamaba? Ah, sí, Miguel García-Posada. Una reseña suya hacia temblar el escalafón. Yo mismo fui uno de los damnificados de García Martin.

            Llega un momento en que uno, aunque siga publicando una reseña semanal como entonces, se convierte en un fantasma, alguien que habla, pero no se le oye.

            ---Ya me tienen por descatalogado –le digo a Dalia Alonso--. A mi edad ya solo se puede ser presidente de Estados Unidos o rey de Inglaterra.


Martes, 19 de marzo
RECUERDOS Y OLVIDOS
 

El primero en felicitarme, en este día de San José, es Amancio Prada, siempre tan gentil; la última, ya de noche, Dionisia García.

---Hoy es un día además muy especial para mí. Cumplo años, pero a esta edad ya es mejor no decir cuántos.

---No hace falta que lo digas, Dionisia. Está en la historia de la literatura. Naciste el mismo año que José Ángel Valente y Jaime Gil de Biedma. Y cuando me llamaste, por uno de esos raros misterios del azar, estaba leyendo un poema tuyo que se titula precisamente “Llamada”.

---Está en la revista Centauros, es el último que he publicado. “Pide permiso y ven” le digo a un ser querido cuando leo un libro hermoso que me gustaría que compartiéramos.

Pero en la nada no hay permisos, pienso yo recordando al bueno de Sánchez Rosillo.

A pesar de que no tengo motivos para quejarme, de que la vida me trata, como siempre lo ha hecho, mejor de lo que merezco, me voy a la cama con cierta amargura. ¿Cómo celebra el día del padre quien no tiene padre ni hijos? “Tienes más hijos de los que te imaginas. Y todos libres, como tú”, me dice Amancio Prada. Es posible, pero ninguno se ha acordado de mí en este día. Yo sí me he acordado de ellos.

 

Miércoles, 20 de marzo
CON GAZIEL

Francisco Fuster recopila algunos artículos de Gaziel, el admirable periodista catalán, perdidos en las hemerotecas. En uno de ellos arremete contra Pío Baroja, incapaz de crear personajes que se nos queden en la memoria. Años después, cuando José García Mercadal reproduce esa crítica en Baroja en el banquillo, rectifica. La crudeza de su opinión, dice, “no fue debida a falta de admiración por la obra barojiana, sino a todo lo contrario, a eso que los franceses llaman un trop de zèle. Quería yo tanto, ya entonces, a Baroja, literariamente hablando, que no me contentaba con lo que él era, y por eso me atreví a indicarle un tanto ásperamente cómo debía ser, para que fuese mejor todavía”.

            La verdad es que eso mismo podría decir yo de mis asperezas con autores de los que me he venido ocupando desde hace cuarenta años. Los más inteligentes entendieron ese “exceso de celo” y no se lo tomaron demasiado a mal. Otros, los menos, se lo tomaron tan a mal que hasta me prohibieron, entre amenazas, volver a pronunciar su nombre.

            Siempre he tratado de no meterme con nadie que no mereciera la pena, pero todos cometemos de vez en cuando algún error.

Jueves, 21 de marzo
TIEMPO SIN TIEMPO

Mientras en este gracianesco Día Mundial de la Poesía, poetas de toda clase y condición leían sus versos ante entusiastas o sufridos auditorios, yo me he acercado hasta la iglesia de Santa Eulalia, en Coya, y allí, acompañado de cipreses y del roble centenario, al que cariñosamente llaman el roblón (pero su esbelta gracia no se corresponde del todo con el aumentativo), me he sentido durante un tiempo sin tiempo como los bienaventurados en ese edén que la religión promete.

            Fue un sorbo de eternidad. Solo un sorbo. No me quejo. A nada más podemos aspirar los humanos.

Viernes, 22 de marzo
LAMENTO DE BÉCQUER

¡Podrá no haber poesía, pero siempre habrá poetas!



 

 

 

 

 

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