sábado, 2 de octubre de 2021

Elogio de la cordura: El fútbol o la vida

 

Sábado, 25 de septiembre
TÚ TAMBIÉN

“Toda buena acción acaba recibiendo su merecido”, leí alguna vez en alguna parte. Y estos días tengo la ocasión de comprobar su gran verdad. La gratitud por un favor dura lo que dura la esperanza de recibir nuevos favores. “Al maestro, cuchillada”, afirma otro apotegma que suele cumplirse a rajatabla. Para no pensar en la trivial miseria cotidiana, ando dándole vueltas en las horas de insomnio a una pieza teatral, a una tragedia a la manera unamuniana, en la que los protagonistas sean el conde Ciano y Mussolini. Releo para ello el diario del primero. Termina el 8 de febrero de 1943, tres días después de haber sido destituido como ministro de Asuntos Exteriores, con su visita al palacio Venecia para despedirse del Duce: “Me invitó a que fuese a verle con frecuencia. ‘Hasta todos los días’. La despedida ha sido cordial. De esto estoy muy contento, porque a Mussolini le quiero, le quiero mucho, y la cosa que más ha de faltarme será el contacto con él”. El diario termina con esa declaración de amor, pero empieza con unas palabras fechadas el 23 de diciembre de ese mismo año: “Dentro de pocos días un tribunal de comparsas hará pública una sentencia que está ya decidida por Mussolini, bajo la influencia de un círculo de prostitutas y tiralevitas que desde hace algunos años apesta la vida política italiana y que ha llevado al país al abismo. Acepto con serenidad mi inicuo destino”. Sería fusilado en Verona dos semanas después.

            Alterno la lectura del diario con la memorias de Dino Alfieri, que fue embajador en Berlín durante los años en que Galeazzo Ciano era ministro. A su suegro Mussolini debía Ciano su rápida y exitosa carrera política. “Durante los primeros años y durante mucho tiempo, Mussolini demostró a Ciano estimación, confianza y simpatía. Después de que Ciano le había puesto al corriente de los asuntos del día, según acostumbraba a hacer todas las mañanas, el Duce le retenía a su lado para hablarle de varias cosas; y a menudo le mandaba llamar por la tarde al palacio Venecia para comentar con él lo acontecimientos internacionales más recientes, para ponerle al corriente de sus proyectos y para consultarle sobre los cambios en los altos cargos del Estado y del partido”. Le quería como a un hijo y sin duda pensaba en él como su sucesor. Pero a Ciano aquella situación de privilegio se le subió a la cabeza y pronto comenzó a intervenir en asuntos ajenos a su competencia y a criticar en privado las decisiones de Mussolini, a quien seguía adulando en público. Mussolini se enteraba de todo, pero nunca le llamó la atención. Se limitó a ir dejándole fuera de su círculo de confianza. Y Ciano, en lugar de tratar de recuperar esa confianza, fue sintiéndose cada vez más ofendido y acentuando las críticas. Hasta que llegó la sesión del Gran Consejo, el 24 de julio. En ella Ciano vota la proposición que serviría de pretexto al rey para la destitución de Mussolini.  Y cuando este, tras ser liberado por los alemanes, le tiene en sus manos no aceptará las súplicas de su hija, de sus nietos, para librarlo del fusilamiento. La traición de quien había sido su favorito abrió una herida imposible de cerrar de otra manera.

            No escribiré esa obra, pero entretengo el insomnio imaginando un último encuentro entre los dos, tras la sesión del Gran Consejo y antes de que Mussolini visite al rey y sea detenido. “¿Tú también, hijo mío?”, le pregunta dolido aquel trágico fantoche que así quiso emular una vez más a Julio César.

Domingo, 26 de septiembre
SABOR A MÍ

Solo veo cine en el cine y al cine voy siempre dispuesto a dejarme engatusar, divertir, emocionar, conmover. Y las películas que prefiero, aunque hablen de mundos muy distantes, son aquellas que tienen “sabor a mí”. El protagonista de Cry Macho tiene más de noventa años y a esa edad es capaz de derribar a un contrincante de un puñetazo, de escapar en coche a la persecución de la policía, de cumplir un difícil encargo, de enamorar y enamorarse. Mientras suena el bolero de Los Panchos yo pienso también “en esa compañera / que me esperaba y que quizá me espera”. Todavía me faltan algunos años para llegar a esa edad –veinte para ser exactos-- y ya no creo ser capaz de hacer nada de eso. Pero no importa la inverosimilitud del casting: sin Clint Eastwood como protagonista (el guion anduvo rodando por ahí desde 1970), la película sería otra cosa. Vemos su rostro anciano y a su trasluz el de Harry el sucio y el de todos los sucesivos héroes y antihéroes que fue.

            Algo de Lázaro de Tormes y de Huckleberry Finn tiene el protagonista infantil de Cry Macho, reflexión sobre la paternidad biológica y la verdadera, ese tema que ahora me trae a mal traer; enésima historia de frontera y road movie, una ración de melancólica felicidad.

            Envejecer así, como este viejo vaquero, y al final poder decir sin lágrimas, como en el soneto de Guillén, “embiste, / justa fatalidad. El muro cano / va a imponerme su ley, no su accidente”.

 

Lunes, 27 de septiembre
MALA COSA

Tener el síndrome de Casandra: veía venir la desdicha y no podía hacer nada por evitarla. 

Martes, 28 de septiembre
LA CAÍDA DE ÍCARO

Vivimos en una burbuja, en una pompa de jabón. Rueda irisada,  vuela y vuela. Somos conscientes de su fragilidad, pero creemos –o queremos creer-- que es para siempre. Y de pronto, cuando la creíamos eterna, estalla.

            Acaba de estallar. ¿Qué será de mí?

Miércoles, 29 de septiembre
TAN INTELIGENTE

Era tan inteligente que hasta era capaz de darse cuenta de lo poco inteligente que era en los asuntos verdaderamente importantes.

º

Jueves, 30 de septiembre
MALA SUERTE

“Procura que tu felicidad no dependa de nadie más que de ti mismo”. Buen consejo, amigo Epicuro ¿Pero cómo conseguirlo si uno tiene la mala suerte de no ser Dios?

Viernes, 1 de octubre
PRÓRROGA

Lo más emocionante de muchos partidos suele ser la prórroga. Es lo que ocurre con el nuevo libro de Carlos Marzal, Nunca fuimos más felices, que tiene por excusa al fútbol, pero que es “un libro de amor: de amor a mi hijo, de amor al fútbol, de amor a las cosas, de amor a la vida”.

            La prórroga tiene dos partes, cara y cruz. En la primera, se nos describe una comida con amigos, la mayor parte escritores, que tuvo lugar el 1 de mayo de 2017. Fue una celebración feliz. Marzal –que es un escritor que ama la divagación y el circunloquio-- no nos ahorra ningún pormenor: la excursión previa por la sierra de la Calderona, el apetitivo (con su teoría correspondiente), el menú y su catálogo de arroces, la variedad de bebidas. Llegamos a impacientarnos un poco ante tanta demorada insistencia y complacido irse por las ramas, pero el autor quiere que quede claro que aquella tarde del 1 de mayo de 2017 estaban todos “en la cresta de la felicidad, o, mejor dicho, en la meseta de la felicidad (en una cresta mesetaria, un fenómeno de la geografía física que existe en mi escritura, en mi gratitud), porque éramos felices de forma sostenida, entre amigos, junto al fuego”.

            Y en un instante, la catástrofe. El hijo de Carlos Marzal –once años entonces-- le pide al poeta Antonio Cabrera que salga con él al patio a jugar un poco a la pelota. Al cabo de un par de minutos, volvió a entrar: “Papá, sal, que Antonio se ha caído y se ha hecho daño”.

            Lo que ocurrió después se nos cuenta en la parte segunda de esta prórroga, escrita con estoica serenidad, sin énfasis melodramático, pero que no se puede leer sin lágrimas en los ojos: “Antonio salió de su casa en  La Vall aquel uno de mayo y no volvió a jamás a pisarla. Cuando digo nunca más, hay que leer y entender eso: nunca más. Nunca más entre sus objetos, entre sus libros tal y como los había dispuesto. Nunca más frente al paisaje que asoma desde sus ventanas. Nunca más en su sillón frente a su flexo de lectura, de los que habló en algún poema. Nunca más al lado de todo lo que queramos añadir. Nunca más”.

Murió dos años después, el 17 de junio de 2019. Un traspiés, una caída aparentemente trivial, un mal golpe en la cabeza y se despertó prisionero en la carcasa de un cuerpo inerte.

Antonio Cabrera era también ornitólogo, amaba el vuelo y hasta el último instante no dejó de volar, amar, soñar, de darnos una lección de serenidad. Cierro Nunca fuimos más felices y abro Tierra en el cielo, su colección de haikus sobre aves. El titulado “Grulla” dice así: “Volar, volar. / Darle al atardecer / su flecha triste”.



7 comentarios:

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  3. Terrible.. Ciano.. Mussolini.. Como bruto y j cesar
    Gracias por su diario
    Mayor Thompson

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  4. La parte final del comentario, memorable. Se aleja del nivel de baja tertulia que, en mi opinión, se desparrama en numerosas ocasiones por aquí.

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  5. La fatalidad espera en el momento más inesperado.
    Sin embargo, si el libro de Carlos Marzal va de futbol y de vida, bien podías habernos hecho una pequeña crónica del tiempo reglamentario. (Así dicen, aunque la prórroga también es reglamentaria).
    Lamentable mala suerte la de Antonio Cabrera.
    Salud. Victor Menéndez

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  6. A pesar de su fascismo y de su vida de aristócrata, Ciano era un personaje complejo, con al menos un par de cualidades que lo situaban muy por encima de Mussolini. Primero, inteligencia para comprender (aunque tardó) que la alianza con Alemania y la participación en la guerra llevaban a Italia al desastre y a la destrucción; segundo, valentía para actuar en consecuencia, intentando sacar a su país de la nefasta alianza y firmar una paz por separado; y finalmente apoyando la destitución de Mussolini, lo que le llevó a caer en desgracia y a morir fusilado a los cuarenta años. Mussolini ni siquiera tiene el coraje de conmutar la pena de muerte de su antes muy querido Galeazzo en consideración a su propia hija Edda Ciano. Según se dice, por no desairar a Hitler, aunque su propia decepción y su rencor tendrían su peso.
    Sentimientos matizados y cambiantes, admiraciones que evolucionan hacia la decepción y el miedo, amor y resentimiento entre esposos nada fieles... ¿Lamentó Edda, sin ambivalencia, la ejecución de Galeazzo?
    Cualquiera sabe. Fino y agudo tiene que ser el escritor que recoja fielmente, en un drama, la relación entre ellos, Ciano, Edda, Mussolini, los nietos...

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  7. Desconocía, por desgracia, no ya la poesía, sino la mera existencia del poeta Antonio Cabrera. Me ha agradado mucho el poema sobre los narcisos, se encuentra fácilmente en la Red y trata no tanto de los narcisos como del contraste entre la mirada culta, resabiada y contaminada y la mirada fresca y espontánea. Lo dice él tan, tan bien...
    Y tiene que desaparecer, joven, este señor tan lúcido, tan especial, mientras persisten muchedumbres de maulas dañinos. Como decía Brassens "Dieu, s'il existe, il exagère".

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