domingo, 9 de agosto de 2020

Sosastris, Melquiades y el rey que rabió




Esta historia que os voy a contar ocurrió hace mucho, mucho tiempo, en un país remoto de cuyo nombre no quiero acordarme.
            En ese país había un rey, un burro y un niño. El rey era viejo, muy viejo, y se pasaba el día contando las monedas de oro que tenía guardadas en una habitación y no se preocupaba para nada de sus súbditos, que pasaban hambre cuando las cosechas eran malas, pero que nunca echaban la culpa de sus desdichas al rey, sino a su primer ministro.
            El primer ministro se llamaba Sosastris y era listo, muy listo, pero era un burro. Un burro de los que rebuznan y tienen largas orejas y acarrean leña de un lado a otro.
            El tercer personaje de esta historia se llamaba Melquiades, tenía casi cuatro años y era un poco trasto, pero de buen corazón y todo lo suyo lo repartía con los otros niños..
            Un día el rey se quedó dormido mientras contaba sus monedas. Al despertar dio un grito y toda la servidumbre de palacio acudió a ver qué pasaba.
            ---¡He tenido una pesadilla! Que me traigan una silla.
            Le trajeron una silla muy incómoda, porque era toda de oro, pero es que un rey no puede sentarse en una silla cualquiera.
            ----Os diré lo que he soñado y que tanto me ha alterado.
            Todos los cortesanos le rodearon, aparentemente con mucho interés, pero solo aparentemente.
            ----Lo que sueñe el viejo loco nos importa más bien poco –pensaban.
            A aquel rey no le quería nadie porque no se preocupaba por nadie, solo por contar sus monedas de oro.
            ----Soñé que iba a ser destronado, que todos de mí se han cansado.
            ----Es un sueño, majestad, no es ninguna realidad.
            ----¿Quién ha dicho esa simpleza? ¡Que le corten la cabeza!
            Aquel rey no soportaba que le contradijeran. Se llevaron al que había hablado, pero no le cortaron la cabeza, porque en aquel reino el verdugo era también peluquero y prefería cortar el pelo.
            ----A cepillo o a tijera, como el cliente quiera.
            Sosastris, que estaba arreglando los asuntos de gobierno, vino al trote en cuanto se enteré del enfado real.
            ----¿Qué ocurre, mi señor? ¿Qué os causa tanto dolor?
            ----¡Sosastris, eres un burro! ¡Contigo siempre me aburro!
            ----¿Queréis que os cuente un cuento? ¿El del dragón y el jumento!
            ----¡Buen jumento estás tú hecho! ¡Así te caigas del techo!
            El rey se había caído una vez del techo del palacio, a donde había subido para recoger una moneda de oro que le había robado una urraca, y desde entonces esa era su maldición favorita.
            ----Perdón, perdón, majestad. Soy un pollino, en verdad.
            ----Mientras dormía como un leño, soñé que un niño pequeño, se acercaba a mi palacio caminando muy despacio. A un lado y a otro miraba. ¡Yo sé bien lo que buscaba! Buscaba mi gran tesoro, aquel que cagó el moro. A mi guardia quise llamar, pero no podía ni hablar. Desperté muy tembloroso, como quien ha visto un oso. En torno a mí no había nada, salvo granos de granada y un poco de la sandía que me comí el otro día.
            Sesostris, que aunque era un burro era un sabio, dijo:
            ----Calma, calma, majestad. Los sueños no son verdad. Por favor, yo os lo imploro, volvamos donde el tesoro.
            Fueron todos a la cámara del tesoro y la encontraron vacía.
            ----No era como tú me dices por tocarme las narices. Mi sueño era verdad. ¡Soy pobre de solemnidad!
            Sosastris, discretamente, llamó al jefe de la guardia.
            ----Ya sé que te gusta robar a este viejo carcamal, pero esta vez te has pasado. ¡Devuelve lo que has robado!
            ----Robar, yo no robo nada, salvo a veces la soldada. Y es que este viejo loco nos paga nada o muy poco. Os juro que no fui yo el que todo se llevó.
            En la plaza que había delante del palacio comenzó a oírse un gran alboroto.
            ---¿Pero qué tumulto es ese? ¿Es que ahora quieren mi cese?
            Sosastris se asomó al gran balcón desde el que rey daba sus discursos, que siempre eran muy aplaudidos, y volvió extrañado.
            ----No comprendo lo que pasa, pero todos ríen sin tasa, como si en este día les tocara la lotería.
            ----¡Imposible, imposible! Tal cosa es increíble. Siempre es a mí a quien toca aquí. Por algo yo soy el rey, no la mula ni el buey.
            Un cortesano, que había salido a ver qué pasaba, volvió muy alborotado.
            ----Hay un niño pequeño que con gesto risueño a todo el que lo necesita le da una monedita. “Para que compres pan”, le dice a cualquier patán. “Para que compres vino”, le dice al peregrino. “Cómprate una baldeadora”, le dice al bebé que llora.
            ---¿Y cómo logró reunir lo que intenta repartir? El padre ¿a qué se dedica? ¿Tiene acaso una botica?  ¿Convierte el oro en plomo? ¡Pues ya me dirá cómo!
            ----El padre, señor, es poeta. Hacer versos es su meta.
            ----¿Y cómo es rico con eso? ¡Que no me la dé con queso! ¡Que me traigan al instante, a ese padre y a su infante!
            ----Señor, ¿qué queréis de mí? Solo soy un infeliz.
            ----Quiero, quiero, mi dinero.
            ---Pues yo, señor, soy poeta y no tengo una peseta.
            ----Vuestro hijo lo reparte a todos con mucho arte.
            Se oyó entonces un gran alboroto. La muchedumbre rompió las puertas del palacio y los guardia y los cortesanos huyeron aterrados, salvo Sosastris, que no tenía miedo a nada y se escondió tras una cortina a ver en qué paraba aquello. El rey se quedó solo. Al frente de la multitud iba un niño pequeño.
            ----Tú mi tesoro has robado. ¡Eres ladrón consumado!
            ----Yo soy un niño decente y no le robo a la gente.
            ----¿Y de dónde sacas, monicaco, lo que das si no eres caco?
            ----De un sueño que he tenido cuando estaba más dormido. Y al despertar de mi sueño se me quedaba pequeño mi cuarto con tanto oro.
            ----Ese era mi tesoro, que yo perdí en otro sueño. Devuélvelo, pequeño. No me hagas enfadar.
            ---No tengo nada que dar, que todo lo he repartido. El dinero que has perdido no era tuyo mi señor, os lo juro por mi honor, era de toda la gente que ya estaba impaciente por no tener que comer.
            ---¡Y yo que tengo que ver!
            ---Era vuestra obligación que tuvieran su ración. Hacer a todos felices y no tocarles las narices.
            De detrás de las cortinas salió entonces Sasostris, el primer ministro, que aunque era un burro era un sabio.
            ---Qué razón tiene este niño --dijo haciendo un guiño a los guardias armados.
            ----¿Por qué estáis tan callados? ¿No veis que miente? ¡Detened a esta gente!
            “Viva el rey, viva el rey”, comenzó a gritar la multitud. El rey cerró los ojos complacido.
            ----Sigo siendo el rey, siempre triunfa la ley.
            Pero cuando abrió los ojos, vio que la multitud alzaba en hombros al pequeño Melquiades y lo llevaba hasta el trono.
            “¡Soy el rey, soy el rey!”, gritaba el antiguo rey. Y un mendigo que pasaba sonrió mientras miraba.
---¡Y yo soy Napoleón!
            ---Te concedo mi perdón --le dijo el niño pequeño siempre, siempre tan risueño--. Mala cosa es la avaricia y el que con ella se envicia, no puede ser rey, señor, os lo juro por mi honor. Idos a las islas griegas a que os den algunas friegas. O quizá a Santo Domingo para que os pongan el mingo, que es cosa bastante fea que en una cárcel se os vea.
            Y aquí se acaba la historia, guardadla en vuestra memoria.


           

21 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Falta el capítulo del elefante de Bostwana, que lo retrata perfectamente. ¿Que le habría hecho ese animal, a miles de kms. para pagar un dineral por matarlo?

    ResponderEliminar
  3. Genial! menos mal que los reyes de verdad son ejemplo de honestidad!
    :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Menos mal que los Reyes son los padres, diría yo.

      Eliminar
  4. La monarquía del rey que contaba monedas de oro, como las otras, no tiene nada a su favor. Es anticuada, irracional, arbitraria e irrisoria: el cargo de Jefe del Estado lo ostenta un sujeto... ¡por motivos genéticos! Hablando en plata, por razones reproductivas, seminales, y no intelectuales o éticas, ni por solvencia demostrada.

    Con todo, este no es el asunto fundamental, por si no se habían fijado. El verdadero problema está en que si en el país del rey "que no se preocupaba por nadie" se sometiera a referéndum la forma legal del Estado, monarquía o república, ganaría por gran mayoría la "solución" monárquica. Porque toda una enorme legión de sub-periodistas, tertulianos, comentaristas, propagandistas, pelotas de toda laya y ciudadanos que renunciaron al uso del cerebro, llevan larguíiiiisimos años preparando y manipulando a la población para sacralizar al rey que cuenta monedas sin cesar y no se preocupa por nadie, salvo por sí mismo. Y eso que, para el cuentamonedas, los ciudadanos no son más que materia engañable, manipulable y, en definitiva, ordeñable y expoliable. No digamos las fieras de África, meros blancos para abatir y luego mostrar como trofeos, cuadrúpedos de ínfimo valor evolutivo, ya que la cúspide de la Creación es el propio cuentamonedas, y lo es "por la gracia de Dios", que lo colocó allí por su inescrutable e irrevocable designio.

    Asúmanlo, amigos: están ustedes perdidos.

    ResponderEliminar
  5. La caza de un elefante, con una partida de escopeteros que literalmente lo acribillan, no es caza, es una matanza. No se quien puede sentirse orgulloso de ello.
    Con esto no participó en la semiherejia del ecologismo franciscano. El debate sobre si los animales tienen "alma" es antiguo.
    Solo entiendo que mates un animal para comertelo o en defensa propia (que incluye tus bienes y ganado)
    A estos "cazadores" yo les daría un cartucho, ahora enfrentarte al elefante, al búfalo o al rinoceronte. Si lo mata "chapoau", ya tienes para comer una temporada.

    ResponderEliminar
  6. Disculpa, Martin, abundó en lo que yo mismo escribo. Las partidas de caza, con perros y demás, acosando al animal durante horas y días, son una barbarie.
    Si quieres matar un corzo o un venado, lo tienes que hacer posiblemente, con paciencia, esperándolo donde acude a beber, camuflado, y sabiendo de donde viene el viento.
    El animal acosado suelta adrenalina en los músculos, casi ni es comestible.
    Si matas a un venado sin que se entere, esa carne es riquisima.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Los que matan animales de ese modo tan deshonroso que has descrito no matan para comer, son los que menos lo necesitan. Matan para probar las"berettas", para comprobar que están bien engrasadas y para hacerse fotos con los cadáveres abatidos de sus víctimas. Y sobre todo para exhibir ese mal gusto que consiste en decorar sus mansiones con cornamentas que "dialoguen" con las propias. (Perdón por el mal chiste machista)

      Eliminar
  7. MY DAFNE Y YO

    «Pensaba en ti, en mí, en mitad de la noche,
    lejos de los demás.
    ____________________¿Por qué tardaste tanto?».
    Eso es lo que decías.
    ______________________Sin tu ropa la luna,
    esmoquin de la luz, es por tu piel,
    envidia de lo blanco, manchándose de ti.
    Miro hacia atrás y una pantera duerme
    en tu vestido negro.
    _____________________«Mírala bien
    en esa rama. Que no lo toque nadie.
    Es hora de empezar».
    ______________________Y es así, tan sencillo.
    Pisas descalza por la tierra húmeda.
    Son tus talones dos satélites lunares.
    «¿Se te ocurre mejor manera de tocarla?».
    Puedo decir tus senos, pero no:
    son frutos que no caen de ningún árbol
    sino que se levantan —se levantan
    del barro, por ejemplo—, si corres, saltas
    y te persigo...
    _______________Tú y yo lo comprendemos:
    cada paso que das me lo sé de memoria.
    Hacía tantas noches que yo no estaba aquí
    escribiendo un poema que sea como un sueño.
    Por alguna razón, te acuerdas de Pessoa.
    No sé por qué. Tú has venido a decir:
    «Es muy difícil ver solo lo que es visible».
    Qué curiosas: tus huellas
    como flores cortadas del camino.
    «¿O son cáscaras de mis pies maduros?».
    Todo es verdad.
    _________________Casi de madrugada:
    «Conmigo a los olivos se les ven los pezones,
    si dejo de correr, me doy la vuelta
    y te hablo...»
    ______________—sudando—
    y no te callas, sudando las muchísimas
    bondades del aceite, bajo otro plenilunio.

    Todo es cierto.

    «¿Por qué tardaste tanto?». Eso es lo que decías.

    Sé lo que estás pensando. No quiero abrir los ojos.

    ResponderEliminar
  8. Para mí no hace una gran diferencia que el venado se entere o no se entere de que va a morir. Sé que no es delito (todavía) matar a un mamífero superior dotado de sensibilidad y cerebro similares a los correspondientes humanos. A mí me parece indigno y repugnante matar tan bellos animales como no sea en defensa propia o por supervivencia.

    Por suerte, la sensibilidad ante la barbarie contra los animales se extiende con rapidez, y además no es tan nueva como algunos creen. El gran Francisco de Quevedo, maestro de tantas cosas, escribió este bellísimo soneto, quizás el primer poema proteccionista-ecologista en castellano:

    A un caballero que con perros y cazas de montería ocupaba su vida

    Primero va seguida de los perros,
    vana, tu edad, que de sus pies, la fiera;
    deja que el corzo habite la ribera,
    y los arroyos, la espadaña y berros.

    Quieres en ti mostrar que los destierros
    no son castigos ya de ley severa;
    el ciervo, empero, sin tu envidia muera;
    muera de viejo el oso por los cerros.

    ¿Qué afrenta has recibido del venado,
    que le sigues con ansia de ofendido?
    Perdona al monte al pueblo que ha criado.

    El pelo de Acteón, endurecido
    en su frente, te advierte tu pecado:
    oye, porque no brames, su bramido.

    Hay aquí versos conmovedores, memorables, que todo cazador debería decirse a sí mismo antes de partir a su correría o razzia:

    ""¿Qué afrenta has recibido del venado,
    que le sigues con ansia de ofendido?""

    Y la ingenua y trágica exhortación:

    ""Perdona al monte al pueblo que ha criado."" (!!!) Esa visión de la Naturaleza como Pueblo engendrado en el monte y por el monte.

    Me parece un soneto deslumbrante, inolvidable.

    Pero me temo que los cazadores, áulicos o plebeyos, no leen demasiado a Quevedo. No saben lo que se pierden. No saben la cantidad de sonetos hermosos que cabrían en una sola mañana de masacre animal.

    ResponderEliminar
  9. Alejandro, Bagheera siempre tarda. Tiene otras cosas que hacer. Pero, al final, ahí está, en una rama, protegiendo a Mowgli.

    ResponderEliminar
  10. Susana, que el animal sea bello o no, no importa. Las serpientes son preciosas.
    El "homo sapiens", nosotros, hemos sabido sobrevivir gracias a la caza y al fuego. Se da prácticamente en todas las culturas. Comiendo mejillones y bigaros de la playa, no íbamos muy lejos.
    La cultura paleolítica, las cuevas de Altamira, Tito Bustillo, etc. ,nos muestran cazadores. El desarrollo de la ciencia y la tecnología también lo demuestran. No es tan fácil hacer una flecha o una lanza.
    Gracias a eso estamos aquí.

    ResponderEliminar
  11. Y efectivamente, Quevedo lo ha escrito. La montería es una barbarie.
    Un venado, un ciervo, a ti no te hacen nada. Bueno, alguno me comería. Si hay diferencia entre cazar uno de estos animales (tan bellos) por acoso o de un flechazo sorprendido. Mucha.
    El jabalí no es bello, ¿lo cazamos por feo, Susana?

    ResponderEliminar
  12. Hablando de animales..., ¿qué me dicen de esa multitud de jóvenes que les ha dado por imitar a los lemmings de Noruega? Como se sabe, estos roedores, en un momento dado del año, son presa de un extraño impulso que los mueve a marchar en formación cerrada y a arrojarse por la escarpa de los fiordos. Un suicidio inexplicable.
    Acabo de visionar un vídeo de una aglomeración de jóvenes que la noche del sábado pasado se hacinaban en una angosta calle de Ribadesella de Asturias. Gritaban y trasegaban sin que se apreciara mascarilla alguna, ya no sujeta de las orejas y caída sobre el pecho, como cirujano que fuma un cigarrillo en el vestuario del quirófano tras una laboriosa operación, sino que la ausencia de aquellas era total.
    Este comportamiento simiesco, gregario e irresponsable está demasiado extendido entre los más jóvenes como para que se lo considere poco definitorio de los usos y costumbres de ese segmento de edad. Sencillamente sobrecogedor, al poner en evidencia lo que el neoliberalismo -desde hace unas décadas- ha sido capaz de hacer con el divino tesoro.

    PS.- En vista de esta tragicomedia, no puedo dejar de recordar los aspavientos y críticas furibundas que se hacían en este blog contra las medidas restrictivas del Gobierno en los primeros - y por ello desconcertantes- momentos de la irrupcion de la pandemia; cómo se denigraba a los que atentaban contra la razón (?) y hasta contra las libertades individuales.
    Pero a estos censores rigurosos se les olvidaba lo principal: que este nuestro es un pueblo inculto, individualista, que se preocupa poco por la salud de los demás y que ha hecho de sentar el culo en la terraza de un café un rito ya imprescindible en su vivencia cotidiana, aunque tenga que apretujarse -espalda con espalda, que la separación de los dos metros parece cosa a discreción de bastantes hosteleros- con el parroquiano de la mesa vecina.
    Así que menos criticar a epidemiólogos y políticos y a aplicarse más al conocimiento de la sociedad en la que le ha tocado vivir a uno. La mía, muy negligente en esto de precaverse del jodido coronavirus.
    Buen verano y a mejorar.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pedro de Zárate y Lumo11 de agosto de 2020, 19:28

      Puede que usted acierte, monseñor F, sobre los rasgos gregarios y suicidas de buena parte de la juventud ibérica.

      Pero yerra el tiro en lo que concierne a ciertas posturas mantenidas en este blog. Aquí nunca se ha defendido que cada cual haga lo que le venga en gana. Se ha arremetido contra las medidas absurdas y estúpidas, tales como obligar a enmascararse para pasear por un bosque o por una pista entre cultivos en un medio rural. O por un parque apenas transitado. En otros países han sido menos papistas, y hoy tienen unos porcentajes de contagios menos preocupantes. Muy juiciosas no han debido ser las que usted llama "medidas restrictivas del Gobierno" puesto que estamos volviendo al punto de partida. O sea, menos libertades, más restricciones, más absurdas, pero más contagios que nadie. La Italia arrasada de los primeros días vive hoy mucho más tranquila. Arremeta usted contra los lemmings, no me parece mal, pero no diga disparates. Si "nuestro" pueblo es inculto e individualista ¿para qué coño existe la policía, sino para meter en cintura a los incultos egoístas? ¿O existe quizás para sacar dinero en multas al que pasea sin mascarilla (y sin perro) por mitad de un pinar o de un robledal?
      Seguimos sin enterarnos. O sea, que aparte de incultos, incívicos e individualistas a lo mejor somos un poco recalcitrantes.

      Eliminar
    2. Aparte, sire, de que se haya cometido errores y desajustes en las primeras semanas de eclosión del morbo chino (¿por qué no darle gentilicio al bicho si en el 18 del pasado siglo se denominó "española" a una gripe que puso una gallina en Kansas, que uno es patriota y, llegado el caso, vengativo?), lo que es explicable por lo novedoso y alarmante del caso, lo cierto es que el brote parecía que estaba controlado. Las restricciones innecesarias y las medidas cautelares impuestas está claro que, pese a hipotéticamente abusivas, NO favorecían la propagación del virus sino lo contrario. Llámelo, sire, matar moscas a cañonazos, pero bien muertas quedaban dichas moscas. Aquí, en las Asturias de Oviedo, pasaban semanas sin que se contabilizaran caso nuevos de contagios. Qué cosa, vos: abiertas las compuertas del intercambio de cuerpos y mercancías, expeditas las fronteras, levantada la veda de bares y cafés, además de esos mataderos de nuestra juventud que llaman lugares de ocio nocturno o bares de copas con bailongo..., qué cosa, vos -repito- que la enfermedad se ha vuelto a disparar y la Asturias redimida se halla en estos momentos montada en una gráfica muy preocupante. Y eso no depende de las, juiciosas o no, medidas restrictivas adoptadas por el Gobierno en el pasado. ¿O sí?
      ¿Que qué hace la policía en esta coyuntura? Pues, según ella, verse desbordada por tanto incumplimiento, tanta transgresión, tanto sabotaje de cierto gremio que vive del vicio juvenil y que protesta airado (el caso amenaza con ir a los juzgados) porque le parece propio de carmelitas cerrar el negocio a las dos de la madrugada (!). Y con la que está cayendo.
      Leía esta mañana en un periódico que los alcaldes de los municipios costeros orientales hacían una llamada angustiosa a quien competa, porque se consideraban desbordados por los multitudinarios "botellones" nocturnos que se están dando. En otra página se daba cuenta de la indignada respuesta del gremio hostelero ante las medidas que está tomando la Administración y que les afectan, conjurándose para llevar su protesta a los juzgados. Esta es la España real, no hay otra.

      Eliminar
  13. Si lo que se ha entendido es que hay que respetar sólo a los animales bellos, o que hay que respetar a los animales porque son bellos, entonces es que me he explicado mal.
    Yo creo que los mamíferos superiores deben ser respetados por el valor de su existencia, por la propia dignidad que les confiere un cerebro y una sensibilidad tan cercanos a los del propio ser humano. Creo que Quevedo lo entendía bien. No es que esa dignidad sea "inherente" al animal. Es inherente al desarrollo de la cultura y de la civilización humana. Por eso cada vez más personas rechazan las "fiestas" taurinas.
    La percepción de la "belleza" de un animal debe ser muy subjetiva. A mí un jabalí me parece bello, como me lo parece un cocodrilo o una serpiente, incluso muchas arañas. Y creo que si el jabalí a alguien le parece feo debe ser por proximidad con el cerdo como animal doméstico.
    Y por cierto, no fue como cazadores-recolectores como los humanos medraron. En el Paleolítico eran solo unas hordas vagabundas, huidizas y poco organizadas. Es precisamente la agricultura desarrollada en el Neolítico la que permite la gran expansión humana. Precisamente los vegetales, maíz, mijo, trigo, arroz y otros cultivos. Los vegetales y no los animales sustentaron la gran expansión de las civilizaciones, Mesopotamia, Egipto, Creta, etc.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muy cierto, Susana, la primera explosión demográfica, la fundación de ciudades y la consiguiente sedentarización se debió a la agricultura neolítica. Un cazador -aún hoy- es el estereotipo del hombre solitario, independiente, que se busca la vida al acecho y en silencio.

      Eliminar
  14. Discrepo en parte, Susana, con maiz,mijo, trigo, ¿arroz?, hace falta una técnica superior. No sólo de pan vive el hombre.
    La caza siguió ocupando un lugar importante, y perfeccionándose. ¿Que pasaba con una sequía, con una plaga, etc? Se morían de hambre miles de personas. La Biblia lo cuenta.

    ResponderEliminar
  15. Hola F. Bien, yo los botellones los prohibiría de raíz. No sabes si están consumiendo alcohol o porros menores de edad (o tabaco). No comprendo esa tolerancia. En todas partes esta prohibido consumir alcohol en la calle.
    Con coronavirus y sin el.

    ResponderEliminar
  16. He hablado del franciscanismo, Susana. Es un debate teológico. No se quien hablo de antropocentrismo, hace mucho tiempo que he dejado la universidad.
    Si puedo comentarte alguna lectura. Se afirmaba que los animales no son capaces de un comportamiento altruista, no se sacrifican por los demás, como hacen algunos humanos. Recuerda, "altruismo".
    Leí un artículo haciendo referencia a la "fumigación de ratas" en las alcantarillas de Nueva York. El operador fumigaba y las ratas huían como fuese. Al cabo de un tiempo ya conocía a algunas. Se fijó en una, grande y vieja, que ya se quedaba rezagada. Un día, al fumigar, esa rata se volvió hacia el, sola, haciéndole frente, levantada sobre las patas de atrás y enseñándole los dientes.
    Al operador le extrañó el comportamiento. La mató y la llevó a examinar. Era ciega. Se estaba sacrificando por las demás.

    ResponderEliminar