Domingo, 3 de marzo
QUERER Y NO QUERER
“¡Tú no has querido nunca a nadie!”, me reprochan en una de
esas riñas que yo procuro siempre evitar. Lo mío son las trifulcas literarias,
que siempre me relajan, no las sentimentales, que me deprimen bastante, supongo
que como a todo el mundo.
“Mejor me
hubiera ido si eso fuera verdad”, pienso recordando tantos malos momentos.
¿Mejor me
hubiera ido? No estoy yo muy seguro. Creo que podría vivir sin que nadie me
quisiera, pero nunca he podido vivir sin nadie a quien querer.
Lunes, 4 de marzo
UN TRIUNFADOR
Presenta Álvaro Valverde su exitoso El cuarto del siroco en la librería Cervantes y a la memoria me
vienen aquellos primeros ochenta en que nos conocimos, La nueva poesía española
estaba entonces representada en Extremadura por él, Ángel Campos Pámpano y
Diego Doncel, ansiosos por saltar las lindes regionales.
Recuerdo un
encuentro en Montánchez al que invitaron, dentro sus estrategias de promoción,
a Abelardo Linares y a Felipe Benítez Reyes. En seguida se formaron dos bandos.
Por un lado estaban los llamados “poetas de la experiencia” y por otro los
experimentales o conceptuales o vaya usted a saber, que en aquel congresillo
encabezaba Aníbal Núñez.
Había otro
Núñez, Felipe, que leyó unos disparatados poemas de los que Abelardo y yo, y no
recuerdo si también Benítez Reyes, nos reímos bastante. La polémica literaria
casi se convirtió en enfrentamiento personal.
Álvaro
Valverde, que quería estar a bien con unos y con otros, se sintió ninguneado
por los andaluces y se marchó a mitad
del encuentro sin despedirse de nadie. Luego, de los tres jóvenes mosqueteros,
ha sido quien mejor ha gestionado su carrera literaria. Ángel Campos Pámpano –con
quien la vida no fue demasiado justa– se dedicó más a la traducción, a las
relaciones con Portugal y a la gestión cultural; a mí su poesía siempre me
interesó poco. Diego Doncel, que tuvo sus premios y sus incursiones en la
novela, nunca logró asentarse, aunque es posible que todavía ande preparando
nuevos asaltos al esquivo prestigio. Álvaro Valverde siguió el camino que se
había trazado inteligentemente, cultivando las mejores relaciones, esquivando
escollos y polémicas. ¿Premios? Sí, pero el Loewe, que hace que hablen de uno
en los programas televisivos de máxima audiencia, según se ocupó de
recordarnos. ¿Editoriales? Tusquets, donde publican los grandes, aunque le hagan
a uno esperar mucho. Y a no llevarse mal con nadie y a hablar bien de Gamoneda
y de Trapiello, que nunca se sabe.
Las luchas
de los ochenta han quedado atrás. También aquella su poesía primera,
borrosamente del lado oscuro. Su poesía de madurez, muy literaria, muy de línea
clara, muy basada en referencias culturales, entremezcladas con las
autobiográficas, sigue la línea de lo que en los tiempos de Montánchez detestaba.
Se le ve
feliz con el éxito de su libro. Incluso tiene la deferencia de agradecerme que
no lo haya reseñado. La verdad es que lo hice, pero luego preferí no enviarla
al periódico. Todo lo bueno que yo decía del libro ya lo habían dicho otros, y
en términos más entusiastas. El autor solo tendría ojos para los pequeños
reparos. Preferí ahorrarle esa molestia. ¿Será verdad que me voy ablandando con
el tiempo?
Al final de
la presentación, vuelvo a conectar el teléfono y veo que tengo una llamada
perdida de Abelardo Linares. Mientras recordábamos aquellas discusiones
ochenteras, resulta que se le ocurre llamarme a uno de los más activos
polemistas de entonces. Me alegra la coincidencia.
Han pasado más
de treinta años y no ha pasado el tiempo. Aquí seguimos los tres y cada uno
donde quería estar: Álvaro Valverde, admirado y respetado por tirios y troyanos,
con una biblioteca con su nombre; Abelardo Linares, editando a velocidad de
crucero, y ya no solo poesía, ni fundamentalmente poesía, sino a esos autores
olvidados que gracias en buena parte a él han regresado a la actualidad y en
más de un caso le han dado la vuelta a la historia literaria, y yo, que sigo
siendo como entonces una especie de antisistema del sistema literario, el niño
del cuento que grita “el rey está desnudo” cuando algún nombre importante
(Gimferrer no es el único, pero sí mi monstruo favorito) publica un nuevo
bodrio y nos da gato por liebre con la bendición de los suplementos culturales.
––¿Y no te
deprime un poco que la mayoría de los jóvenes poetas a los que apoyabas con
alguna palmada en el hombro y muchas pataditas hayan triunfado y sean ahora más
importantes que tú?, me pregunta maliciosamente Miguel Floriano.
––No me
deprime nada, y la verdad es que estoy orgulloso de ellos, aunque lo disimule
bastante bien.
Por cierto,
Álvaro Valverde no es el único que me agradece que no me ocupe de su obra.
Martín López-Vega, la última vez que estuvo en Lisboa, me compró la espléndida
edición (solo por fuera) que Eduardo Pitta ha preparado de la poesía de António
Botto. Cuando me la entregó un domingo en el Fontán, me dijo, medio en serio,
medio en broma: “Te la regalo con una condición: que no reseñes mi próximo
libro”.
Martes, 5 de marzo
AÑOS, LIBROS, VIDA
Debo de ser la única persona del mundo que está encantada de
tener la edad que tiene. Cada año que se va sumando lo veo aún como un regalo,
no como una carga. ¿Por cuánto tiempo?
Miércoles, 6 de marzo
NEGOCIO SEGURO
Uno de los capítulos del libro autobiográfico de Ida Vitale,
Shakespeare Palace, se titula “De un
plagio autorizado”, pero no habla de ningún plagio, sino de todo lo contrario.
Colabora
ella en la revista El Correo del Libro,
García Márquez acaba de publicar Crónica
de una muerte anunciada y el director le encarga que le solicite unos
folios donde explique cómo ha escrito su novela.
Ida Vitale,
por medio de amigos, logra contactar con el famoso autor y este le dice que
escriba ella esas páginas que él las firmará. Y así fue: en El Correo del Libro hay un artículo
firmado por García Márquez que escribió Ida Vitale. Se trata de un texto
apócrifo, no de un plagio, pero Ida Vitale, premio Cervantes después de los 95
años, ya no está para muchas precisiones.
¿Es el
único apócrifo que circula por ahí? No, pero al contrario que ocurre con los
políticos, se trata de una práctica vergonzante entre los escritores. Yo creo que
debería regularizarse y convertirse en remunerada costumbre.
A partir de
un cierto momento, lo que importa de un escritor no es el texto, sino la firma.
Yo recuerdo el estupor con que leía, después de haber admirado El señor presidente, los artículos de
Miguel Ángel Asturias, ya premio Nobel, en el ABC. Eran planos y sin gracia
ninguna.
“¿Los habrá
escrito él?”, me preguntaba. Probablemente no, pero no había tenido mucho tino
al escoger colaborador. Ahora sospecho que, si los hubiera escrito otro, serían
mejores.
Miguel
Ángel Asturias es autor de uno de los libros más vergonzosos que conozco, Rumanía, su nueva imagen, de 1964, en el
que canta a la Rumanía de Ceaucescu con prosa que parece copiada directamente
de los folletos propagandísticos del régimen.
Pero mejor
no hablar de esos trapicheos, de esa puesta del escritor al servicio de las
peores causas (siempre habrá Miguel Ángeles Asturias, siempre habrá Mario Vargas
Llosas), sino de un proyecto utilísimo: una agencia que facilita textos de
circunstancias al escritor de éxito, tan solicitado.
Un ejemplo,
le dan el premio Cervantes a Francisco Brines o a cualquier otro ilustre valetudinario.
De todas partes le solicitan entrevistas, él pide que le envíen las preguntas por
escrito y no le cuesta demasiado responderlas (siempre dice lo mismo: que si la
poesía no tiene público, sino lectores y etc., etc.), pero qué ocurre si le
piden una tercera para ABC, un artículo sobre Walt Whitman en el
segundo centenario de su nacimiento o su opinión sobre los toros (es gran
aficionado). Una agencia –la que yo pienso crear– resolvería de inmediato el
problema. Los honorarios se repartirían a partes iguales y todos contentos.
¿Que a Ida
Vitale le solicitan un artículo sobre Juan Ramón Jiménez para Babelia o a Antonio Gamoneda otro sobre
el lenguaje de la poesía para El Cultural?
Se busca en Internet lo que han dicho sobre el asunto, se mejora un poquito y
en menos de una hora tenemos dos o tres folios dignos.
Y no hace
falta ser un escritor importante, todos tenemos compromisos. Recuerdo que a
Víctor Botas le pidió un prólogo cierto poetastro ovetense y él no supo decir
que no. Acabó encargándoselo, y pagándoselo (era más bien tacaño, así que la
cosa no le hizo ninguna gracia) a un entonces joven contertulio, Antón García.
Una agencia
que despache pregones de fiestas, discursos de agradecimiento, artículos en la
muerte de tal o cual personaje, respuestas a cuestionarios varios y otras
pejigueras que acechan al escritor de alguna fama sería de gran utilidad, un
negocio seguro. Los textos podrían ir personalizados (resultarían más caros) o
en un esquema general, con sus citas y sus gracias, que luego cada uno debería
completar.
¿Un engaño,
una estafa? En absoluto, como no es una estafa que el ministro correspondiente
o el presidente de tal o cual autonomía firme un texto que ha escrito otro al
comienzo de un lujoso catálogo o al frente de las actas de un congreso.
Y por otra
parte da igual quien los escriba porque, como ya dije, esos textos de
circunstancias casi nunca los lee nadie.
Y si
alguien los lee –como yo los artículos de Miguel Ángel Asturias o las memorias
de Ida Vitale o los poemas últimos de no diré quién– casi mejor que los escriba
otro para que no avergüencen demasiado al autor.
Jueves, 7 de marzo
MISTERIO ACLARADO
Estoy ante el Ayuntamiento, en una concentración para apoyar
la huelga feminista de mañana, cuando suena el móvil. Es para invitarme a
presentar el próximo día 20 a
García Montero, que viene para hablar del exilio y León Felipe. Luego la
conversación sigue por otros derroteros. “¿Te gustaron las flores?”, “¿Me las
enviaste tú?”, “Yo no digo que te las enviara, pregunto si te gustaron las
flores que recibiste el día de San Valentín”, “¿Lo viste en Facebook?”, “¡Ni
tengo ni pienso tenerlo!”. Tampoco lee el periódico en que yo hablaba de ello,
ilustrado con un ramo en la papelera. “Me gustaron. Y me intrigó no saber quién
las enviaba”, “Pues no lo vas a saber. Alguien que te quiere”.
Viernes, 8 de marzo
EN LA TERTULIA
––Un escritor es un triunfador cuando le conocen los que no
le han leído ni piensan leerle nunca.
––No, eso
es un escritor famoso, no un triunfador. Basta con participar en Gran Hermano,
como Lucía Etxevarría, que no es precisamente una triunfadora.
––Ni
famosa. Yo no he oído hablar de ella.
––La fama
televisiva dura poco. Hay demasiada competencia.
––A veces
dura más que la literaria.
––Un
escritor es un triunfador cuando todo el mundo se siente obligado a comprar sus
libros y a intentar leerlos, aunque luego nunca lo consiga.
––¿Cervantes?
––Yo
pensaba en el Benet de los buenos tiempos, pero vale como el más perfecto
ejemplo.
Sí, un poco diplomático --por modestia-- se está volviendo tu humor, porque no sé qué joven poeta de tu círculo de ayer es hoy más importante que tú. Y lo de triunfar: si hay que hacer el trabajo de caerle bien a todo el mundo, triunfar no debe de ser muy grato. Es como si el triunfo fuese más fruto de favores que del trabajo en sí.
ResponderEliminarEsa es tu opinión, Jesús, que yo agradezco. Por cierto, atendiendo a una petición tuya, por fin este sábado reseño un libro de tu admirado Karmelo C. Iribarren.
ResponderEliminarTambien era castellano el
ResponderEliminarfiel escudero Sancho.
Flanqueado por él y el señor Miguel, camina entre zarzas Alonsin Martín.
Ya que el amable anónimo, amigo Martín, nombra a don Miguel (de Cervantes), he sospechado que lo pondrás como don Quijote a Lope de Vega, pero el hecho, tu crítica de mi admirado poeta, ya lo espero con impaciencia. Hasta el sábado
ResponderEliminarNo nombro a don Miguel sino al señor Miguel, que con usted, noblote Sancho, flanquea a Alonso Martín.
EliminarTodavía no....?
Ya sé que te referiste al Entrerriano, buen anónimo. Que hable él, que al buen callar lo llaman Sancho.
EliminarLa mejor historia que Benet urdió a lo largo de su vida fue real, enrollarse con Emma Cohen. No todo los escritores pueden decir lo mismo. ;-)
ResponderEliminarA aquella monísima, que hoy es todo lo contrario, siempre le gustaron los feos,pues Fernan Gomez era igual de desagradable que Benet.
EliminarYo, que soy coetáneo de Martín, no estoy tan indiferente como él ante el paso de los años, la merma física que llevo experimentando desde hace unos meses es notoria y paulatina. Y lo peor es que preludia la mental, para la que no vale ni el Omeprazol ni los antibióticos (ni los fotos)
ResponderEliminarDe momento, y gracias a que la edad no me inunda de prejuicios, acabo de leer la última entrega de JM de Prada. No la recomendaría porque la urdimbre de la trama parece ideada por un adolescente, si bien la prosa resulta a veces (solo a veces) aceptable.
Habrá que interesarse por AMM, que hoy mismo presenta su nueva novela. Con toda seguridad, no decepcionará.
Pues si los prejuicios te evitan leer las últimas novelas de Juan Manuel de Prada (mejor prosista que razonador o fabulador), pues entonces no son tan malos, Marcos.
EliminarRegresa Martín a uno de sus leitmotiv, el éxito, el triunfo y el triunfador. Pero el tema es complejo porque entreteje conceptos que ni siquiera son cercanos.
ResponderEliminar1 Popularidad, difusión, audiencia TV
2 Plata en la cuenta, poder económico
3 Aceptación por el establishment (antes "fuerzas vivas")
4 Aportes al bienestar y progreso de la Humanidad
5 Consenso de los colegas
El futbolista Ronaldo es un triunfador según 1 y 2, pero no según los otros criterios. Aportó poco al bienestar de la Humanidad, como no sean unos ratos de diversión ante la TV. Don Amancio el textil seguramente triunfó según 1, 2 y 3, pero no ha hecho grandes aportes al bienestar de los humanos, en particular a sus empleados, a los que paga mucho menos de lo que le hacen ganar. Mozart y Beethoven seguramente triunfaron según 4 y 5, pero no según 1, 2, 3. Julio Iglesias, al contrario, validó 1, 2, 3, pero no 4 y 5, según creo.
William Bradford Shockley inventó el transistor, que democratizó la Alta Fidelidad e hizo posibles las comunicaciones generalizadas, el mundo hiperconectado que disfrutamos o sufrimos. Y no lo conoce casi nadie, ni siquiera muchos universitarios. Según 4 y 5 arrasó, fue un triunfador indiscutible. Pero cualquier vedette del Gran Hermano es mucho más popular.
Savater, Azúa y algunos otros pelmas triunfaron según 3, caben pocas dudas, lo que les asegura la presencia en El País y casi nada más.
García Lorca, Miguel Hernández son triunfadores, sobre todo, post-mortem. Nunca conocerán la dimensión de su triunfo. Por lo cual, solo impropiamente se les puede calificar de triunfadores: no existen.
García Lorca ya fue un triunfador en vida.
EliminarCierto, Martín, pero no de la colosal dimensión que alcanzaría después de su trágico destino, y en buena medida a causa de él. Todo tiene grados y niveles en esta vida.
EliminarEstimado Miguel, la fama que a mi me interesa dura cien, doscientos o mil años, por lo que forzosamente ha de ser póstuma.
EliminarComprendido, Martín. Te interesa una fama que no puedes disfrutar ahora, salvo con la incierta imaginación, pues no es del todo seguro que la alcances; y que no podrás disfrutar entonces, puesto que ya no existirás.
EliminarPero no hay motivo de inquietud. Me parece escasa la probabilidad de que la civilización o la cultura, tal como las conocemos, perduren en tiempos tan dilatados. Bastante gloria y privilegio es disfrutar hoy de tu diario y de los amigos presentes.
¡Ah, la fama del "eterno enamorado"! ¡Del adolescente perpetuo! Que, antes de ser herido por el vil rechazo, prefiere confiarles a los dioses la dulzura de su amor para que sean ellos los que se encarguen de hacerlo llegar hasta el amado.
ResponderEliminarLe comprendo perfectamente. ;-)