domingo, 26 de noviembre de 2017

Acción de gracias: Peter Pan


Domingo, 19 de noviembre
TODAVÍA NO

Mientras tomo un café antes de ir al cine, leo una entrevista con Carlos Pumares, crítico cinematográfico: “En la mayoría de las ciudades del mundo ya no hay cines. Esto se ha terminado. Los festivales son el último refugio”. ¿Cuántas ciudades sin cine conocerá este hombre? Quizá se refería solo al centro de las ciudades. Pero parece que no: “Se acaba lo de ir al cine, mirar la cartelera, ir a comprar las entradas antes, si son numeradas”.
            Carlos Pumares tiene pocos más años que yo. ¿A qué edad deja uno de ver la realidad real para refugiarse en la realidad virtual de sus prejuicios? Como él está viejo y hace tiempo que ha dejado de ir al cine, salvo en los festivales –donde le reservan una butaca y le regalan galletitas (eso dice en la entrevista)–, piensa que todo el mundo hace lo mismo, que han cerrado las salas. Le bastaría con mirar la cartelera en cualquier periódico, con darse una vuelta por cualquier centro comercial…
            Me aterra pensar que pronto seré como él, que me convertiré en un cruzado del “cualquier tiempo pasado fue mejor”: los jóvenes no leen, ya no se escriben cartas, los libros están a punto de desaparecer, cada vez se cometen más faltas de ortografía, la gente ya no charla cara a cara, sino a través del teléfono, etc., etc.
            De momento, tomo mis precauciones. Un día al mes –el segundo domingo, salvo si estoy de viaje, que entonces queda para el domingo siguiente– hago limpieza general: escribo en el papel una serie de cosas sobre las que estoy completamente seguro y las pongo en cuestión. Compruebo su firmeza, busco pruebas, comprobaciones externas; como si se tratara de hipótesis científicas, rechazo todas las que no sean falsables. No me libro así de prejuicios, pero los disminuyo bastante.
            Me gusta estar en posesión de la verdad, cierto, pero en la verdad verdadera, no en la que me conviene, y por eso agradezco que me señalen cualquier error; rectifico con gusto y de inmediato.
            A Pérez-Reverte siempre le he tenido por un articulista tosco y sin matices, “políticamente incorrecto” (como todo el mundo en este país) y por un novelista populachero, un guionista de tebeos y películas de serie B. Hoy, antes de hacer cola para comprar la entrada y entrar a ver Liga de la justicia, me da por leer su artículo en XL Semanal, “Recogiendo el guante”, y compruebo que es espléndido, una pequeña obra maestra, con su inicio costumbrista (la comida en casa Lucio), la habitual crítica de  un error lingüístico, el alarde de erudición y el final metaliterario, como de soneto de Lope.
            No me queda más remedio que rectificar. Pérez-Reverte es un gran articulista, al menos cuando no se sube al púlpito y se convierte en una especie de Prada filibustero. ¿Será también un buen novelista? Tendré que releer alguna obra suya sin prejuicios.
            ¡Qué poco me queda para ser un Carlos Pumares, en el peor sentido de la palabra! Pero todavía no, todavía no…


Lunes, 20 de noviembre
EL CLUB DE LA LUCHA

“Las generaciones –afirma Schopenhauer, afirma Nietzsche y afirmo yo– son herméticas, aparte de antropófagas entre sí. Cada una es como un insulto para las demás. Este es un mundo competitivo en el que nos estorbamos los unos a los otros. Los jóvenes de veinte desearían que la jubilación llegase a los treinta años; los viejos de setenta, a los noventa: todavía se consideran muy útiles. De ahí que estemos siempre en guerra, contra los que nos preceden, porque ocupan el sitio que desearíamos ocupar nosotros, y contra los que nos siguen porque están impacientes por ocupar nuestro sitio”.


Martes, 21 de noviembre
LAS TRAMPAS DE LA MEMORIA

¿En qué convierte un comunista de toda la vida cuando deja de serlo? En un anticomunista de toda la vida.
            La de Francisco Félix Montiel fue muy larga, duró casi un siglo. Cuando murió, en 2005, era el último superviviente de las cortes republicanas.
            Se acaban de publicar sus memorias, Los almendros de Urci. Montiel fue comunista durante doce años, entre 1936 y 1948, pero si hemos de creer lo que nos cuenta no sabe bien por qué tanto tiempo, ya que desde el principio entró con mal pie, se negó a acatar directrices y en varias ocasiones intentaron quitarlo de en medio sus presuntos camaradas por medios expeditivos.
            A uno de esos intentos de asesinato se refiere más de una vez en sus memorias. Estamos en marzo de 1939. Él es uno de los comunistas que en Madrid (donde era director de los servicios de propaganda) se enfrentaron a Casado cuando se rebeló contra el gobierno de Negrín. Al triunfar el golpe, tuvo que esconderse “en la residencia modesta de un camarada que era empleado de un hospital”. Veamos lo que ocurrió a continuación: “Me dijeron que vendrían a buscarme al día siguiente para llevarme a otro lugar más seguro todavía. Y llegó la camioneta, muy temprano por la mañana. El dueño de la casa tenía prisa por llegar a tiempo a su trabajo. Y salió primero. Los de la camioneta lo confundieron conmigo, se lo llevaron y lo dejaron muerto en un descampado”.
            Páginas adelante, en conversación con un sobrino del asesinado, vuelve a contar la historia: “La tarde anterior había venido uno de los camaradas que estaban en el secreto para avisarme que al día siguiente, muy temprano –fijamos la hora exacta: las cinco y media–, vendría a recogerme un camión que había podido ser sustraído del ejército –los únicos vehículos que podían circular– y en el que varios comunistas responsables íbamos a viajar a Valencia… para embarcar después con destino a Francia… Tu tío Miguel tenía que salir casi a la misma hora para dirigirse al hospital donde trabajaba como enfermero. Quisimos evitar que alguien pudiera vernos juntos en la calle, y el acuerdo fue que él saliera después de mí. Sin embargo, me entretuve ordenando papeles, recogiendo ropa y dejando unos encargos a tu tía. Miguel se impacientó, y me dijo: ‘No te preocupes, me voy delante’. Nos despedimos y se fue. El camión me debía esperar a la vuelta de la casa, en la esquina siguiente; esas eran las instrucciones. Cuando salí, llegué al lugar previsto y el camión no estaba. Volví a la casa. Fue una sorpresa para tu tía, que ya se creía liberada del riesgo de tenerme alojado. Pero la sorpresa más grande, naturalmente, la tragedia para la pobre Teresa, fue cuando pasado un largo rato vinieron a comunicarle el macabro hallazgo”.
            Un poco inverosímil la anécdota. ¿Después de ser derrotados por Casado los comunistas son capaces de apoderarse de un camión militar para tratar de eliminar a uno de los suyos, no sabemos muy bien por qué? ¿Habiéndose fijado con exactitud la hora en que debía ser recogido, el bueno de Montiel se entretiene en ordenar papeles, hacer las maletas y encargándole no se sabe qué cosas a la dueña de la casa?
            No solo resulta difícil de creer lo que nos cuenta el comunista arrepentido Montiel, también sabemos que es mentira. El editor de las memorias –Jerónimo Molina Cano– incluye como apéndice el escrito que Montiel presentó en 1939 informando del desarrollo del golpe casadista. Ahí leemos que a él le buscaron refugio en una casa en la que estuvo tres días, hasta que pudo salir por sus propios medios para llegar hasta Valencia. “Una casa muy poco adecuada –añade–, pues al dueño lo habían paseado”.
            No es la única interesada mentira en que pillamos al memorialista. En mayo de 1938, viajó a la URSS con otros camaradas. La patria del socialismo le desilusionó y fue el único que no se dedicó a elogiarla a su regreso –según nos cuenta–, lo que sentaría muy mal en el partido. Como ilustración a sus memorias, encontramos, sin embargo, una primera página del diario Unidad, del 30 de julio de 1938, donde en grandes titulares el camarada Montiel declara que “la clase obrera de la URSS tiene asegurada una vida libre y confortable”.
            Pero lo peor fue lo que ocurrió en Murcia entre septiembre y octubre de 1936: los asesinatos judiciales y extrajudiciales de elementos derechistas alentados desde el diario Nuestra Lucha, órgano de las Juventudes Socialistas Unificadas a cuyo frente estaba Montiel. En sus memorias pasa muy por encima de ese episodio. Dice que, aprovechando su ausencia, alguien coló un artículo animando a esas ejecuciones. Él se enfadó mucho, tanto, que abandonó la dirección del periódico. Pero no fue un artículo, fueron varios, una campaña organizada como tal (se dieron incluso nombres de quintacolumnistas) y esa campaña no cesó hasta que Montiel, diputado del partido socialista, pero ya criptocomunista, no perdió el control del periódico. Por cierto, cuando Montiel se pasó al partido comunista lo hizo con armas y bagajes, esto es, conservando su acta de diputado.
            Volvió a España en los años sesenta, protegido por Fraga y se pasó medio siglo arremetiendo contra las dobleces y las mentiras comunistas desde su tribuna predilecta, el ABC (su ideólogo favorito, Gonzalo Fernández de la Mora). Sabía de qué hablaba, sin duda.


Miércoles, 22 de noviembre
QUÉ CURIOSO

Me acusan a menudo de escribir demasiado, o de publicar demasiados libros, pero nunca quienes tienen la costumbre de leerme ni quienes suelen comprar mis libros.


Jueves, 23 de noviembre
METAFICCIÓN

La Red de Investigación sobre Metaficción en el Ámbito Hispánico –vaya nombre– celebra estos días un congreso en la Universidad de Valladolid. Sorprendentemente me dedican una de las comunicaciones, pero no hablan de mí ni como poeta ni como diarista, sino como usuario de Facebook. La autora, Carmen Morán Rodríguez, ha tenido la amabilidad de enviarme previamente su texto.
             Siempre resulta algo incómodo leer lo que escriben de uno, acierten o no (sobre todo si aciertan); lo que a mí me gusta es hablar, aunque sea bien, de los demás.
            Los motivos recurrentes en mis actualizaciones de Facebook serían “las escaleras, los espejos, los gatos, las ventanas, los anuncios publicitarios y los collages formados por los restos de afiches en las paredes, las pintadas callejeras y las esculturas clásicas. Su recurrencia los eleva de meras imágenes a auténticos emblemas”.
            De todo lo que dice, yo me quedo con la cita de Bill Shankly, el entrenador escocés del Liverpool, que le sirve de cierre: “Algunos dicen que el fútbol es una cuestión de vida o muerte. Tonterías, es algo mucho más importante que eso”. 
            También para mí, según Carmen Morán, la literatura sería algo mucho más importante que una mera cuestión de vida o muerte.


Viernes, 24 de noviembre
LA MISMA EDAD

Mis contertulios habituales comenzaron teniendo la edad de mis hermanos pequeños, luego la de mis hijos; ahora tienen la edad de mis nietos. Pero yo, con mi complejo de Peter Pan, sigo creyendo que somos más o menos de la misma edad.





15 comentarios:

  1. Las galletas fueron un reconocimiento espontáneo de los trabajadores, según cuenta en la entrevista. Excelente premio, por cierto: nutritivo (no una impersonal estatuilla que acumula polvo) y sincero, que a nada compromete.

    Pumares es un erudito en su campo. Y además ejerce como crítico, es decir: exagera lo que sabe para que no se note tanto lo que ignora, aunque sepa mucho. Como una forma de subrayar (y asentar) su propia voz.

    Me pregunto qué sentirían los bibliófilos si las librerías clásicas (esas en las que “da gusto perderse”) desaparecieran en su totalidad del centro de las ciudades. Sustituidas por la única y “funcionarial” opción del Carrefour en las afueras. En la cual se puede optar entre el último superventas o un libro de recetas (si es que no son la misma cosa), mientras suena en bucle la publicidad de un quitamanchas. Pues con el cine (y su ritual) pasa lo mismo, creo yo.

    Quien no se conforma es porque sí quiere. Es decir: porque ama (aunque exagere algo) lo suyo.


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    1. Me encanta que me pongas ese reparo, Bonifacio. Así me das ocasión de lucirme. Las librerías clásicas, como cualquier otro negocio, viven de los clientes, no de las subvenciones (eso, los festivales). Desaparecen muchas, las que no son capaces de adaptarse a los tiempos y porque la literatura llega también de otros modos que el libro clásico a la gente. Siguen quedando las necesarias. Lo mismo pasa con las salas de cine: hubo un tiempo en que había un cine en cada barrio, pero entonces las películas solo podían verse en el cine. Ahora hay menos salas, pero mucho mejores que antes. No se estrenan menos películas en Oviedo a la semana que hace treinta años ni peores. Antes era de una en una (salvo en los minicines:: y qué deplorables eran los Clarín, en un bajo y con una sala con columnas), ahora son en dos centros comerciales, la versión actual del ágora de los clásicos, sobre todo en invierno. En esas confortables salas no solo puede verse cine, sino el mejor teatro y la mejor ópera en directo. Cualquier tiempo pasado no fue mejor. Carlos Pumares no sabe de lo que habla: el que el solo vaya al cine cuando le invitan a algún festival no quiere decir que no siga habiendo estrenos (muchas veces fascinantes) en las salas de cine, en esas en que hay que comprar la entrada y, si no se hacen muchas colas, es porque la entrada puede comprarse también por Internet.
      En fin, que me alegro de que me hagan esta pregunta. E insisto: qué terrible es hacerse viejo, desconectar del mundo, pero seguir pontificando.

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    2. Pues tampoco era un reparo personal, sólo un símil entre cine y librerías. Pero te haré uno: creo que charlar en un café (aunque sea virtual) es cuestión de compartir (o departir) y no de “lucirse”, pero tú mismo.

      Lo de Pumares no es la edad, siempre fue protestón y exagerado, forma parte de su personaje. Le recuerdo hace décadas quejándose en su programa de radio hasta de las tortillas de patata de los bares, que según él “ya no se hacían como antes y como es debido”. Supongo que ahora le daría un síncope con las prefabricadas que venden en los supermercados…

      Pero de cine sabe mucho (como tú de literatura) y da gusto escucharle.

      Por cierto, estoy ansioso porque estrenen La forma del agua, de Guillermo del Toro. Justo ahora que el gobierno va a subir el recibo de la luz con la excusa de la sequía para “deslucirnos” un poquito más a todos.

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  2. Johann Sebastian Mastropiero27 de noviembre de 2017, 12:07

    "Las generaciones –afirma Schopenhauer, afirma Nietzsche y afirmo yo..."

    Nunca he entendido muy bien el concepto de generación. ¿Dónde comienza y dónde acaba una generación? ¿Qué es lo que hace que una generación acabe y comience otra? ¿O hay una cada año? Para Ortega se da una cada 15 años. Pero ¿15 años contando a partir de qué año? ¿Y por qué cada 15 y no cada 14 o 16?

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  3. POEMA A CEREZALES

    Los dones del otoño, Cerezales,
    pareciera que ya no están contigo;
    con tu ya familiar torpeza opacas
    hasta la tierna luz y contaminas
    la silenciosa gloria del paisaje.
    Incapaz de dejar de ser tú mismo,
    preso de apresurada petulancia,
    recalcitrante en tu discurso añejo,
    desprecias la riqueza menos obvia
    pero más consistente.
    ¿Qué fue de los cerezos que florecen
    con los primeros fríos de noviembre?

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    1. Gracias por el detalle. Lo de la "recalcintrancia", si el término puede valer, se debe sólo a que uno cree modestamente tener razón, y razones; y piensa además que los, llamémosles así, expletivos, no lo son, y no pueden (ni se proponen) convencer de nada, sólo intimidar. Y uno, a estas alturas, es poco intimidable, qué le vamos a hacer.

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    2. Eres bueno y lo sabes, zoilín. Y se te roconoce en esta casa. Pero te pasa como a Borges, que no distinguía bien entre caballeros y rufianes.
      Beso.

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    3. Lo difícil es distinguir entre Tardás y Higgins.

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  4. Jajajajaja..., será por la melena de Higgins y la del "Tardás". Yo diría que H. se parece más al Albiol.

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  5. Pues claro, Mastropiero, hay una generación cada año, y me quedo corto, ya que una generación es el conjunto de todos los que han nacido en la misma fecha, aproximadamente, y nace gente sin parar, una riada. Concepto elástico donde los haya. Luego, si a muchos de esos coetáneos les da por tener actitudes y preocupaciones parecidas, pues a lo mejor tenemos una "generación literaria", o musical, o filosófica. (Ya, ya sé que lo sabías, Johann).

    Los expletivos, don Erre, puede que no sean muy significantes, pero sirven para hacer la escritura animada en vez de un puro muermo. En eso de creer que se tiene razón y que se tienen razones está usted muy acompañado, créame. Y existe el derecho a criticar a Venezuela, cómo no, seguro que no se está haciendo allí todo bien. Pero cuando la murga y matraca venezolana (precisamente venezolana, no bielorrusa o argentina) coincide casualmente con la consigna de la TV del Régimen, entonces hay un alto riesgo de ser, en vez de un Erre que Erre, un Arre que Arre.

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    1. Cuando DC habla del "Régimen", supongo que quiere insinuar el viejo mantra de algunos según el cual nada esencial ha cambiado entre nosotros desde los tiempos de Franco. Lo cual es de ese tipo de burradas, como la de la tierra plana y otras por el estilo, con las cuales algunos gustan de engañarse con mucha ingenuidad, aunque supongo que no con tanta que, si efectivamente, Dios no lo quiera, volviésemos a los tiempos del Ínclito, no advirtiesen bien la diferencia.

      Respecto a la "consigna de la TV del Régimen", las condenas a la Madurocracia no son cosa ni exclusiva, ni siquiera preferentemente, española: se las encuentra en todo Occidente, así como los reconocimientos a la oposición venezolana (el Premio Sájarov del Parlamento Europeo, bien reciente, ni siquiera es el último, por lo que yo sé). Así que el "Régimen" en cuestión deben ser las democracias occidentales en general, no sólo la española.

      Y, en efecto, hay quien las descalifica (cosa que ya ocurría en tiempos de Franco) prefiriéndoles paraísos como la Cuba de Castro, la China de Mao y otras, llamémosles así, fascinantes utopías. En fin, como suele decirse, hay gente pa tó.

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  6. Debiera don Erre frecuentar más el diccionario para ser objetivo y no proponer a capricho su definición de Régimen. Aunque se puede también identificar por sus singulares circunstancias: ÚNICA ex-dictadura del mundo que se niega a imputar a sus colaboradores y verdugos. Saldaron cuentas los terribles khémeres rojos, pagó el denostado estalinismo, purgaron los cómplices de Ceaucescu, pagaron los pinochetistas, ahora saldan aquellos de los "vuelos de la muerte" en Argentina. El Régimen español es definible como "aquel que se niega y obstaculiza que la dictadura purgue sus delitos". España, única y singular en el mundo. La jueza Servini viene recibiendo negativas y obstrucciones a la justicia desde hace muchos años. Y don Erre, arre que arre, sin enterarse de la singularidad.

    Sí, las menciones a Venezuela "se encuentran" en todos los países. Buscando lo bastante, se encuentran. Pero hablan también de Argentina, de Hungría, de Turquía, de la no-sanidad trumpiana, de los asesinatos en masa en África o en Indonesia. Sólo que los pelotas de la TV del Régimen, muy selectivos, se quedan con Venezuela.

    O sea, que era cierto: hay gente pa tó.

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    1. Está claro que DC se entera sólo de lo que quiere enterarse. Poniendo en el buscador "dictaduras impunidad", como yo acabo de hacerlo, podrá ver la cantidad y variedad de dictaduras a las que se acusa por eso mismo, por la impunidad en que han quedado sus actos. Sólo que eso, como no es útil a sus prejuicios, DC prefiere ignorarlo, aunque Ortega ya dejó claro en su día que "eso, confundir la utilidad con la verdad, es la definición de la mentira".

      Respecto a lo de "buscando lo bastante", es obvio que DC pretende insinuar, y supongo que también creer, que las críticas al régimen venezolano fuera de España son rarezas que sólo una rebusca tan paciente como intencionada puede encontrar. Sólo que ya puse aquí, en este mismo blog, referencias a la opinión que la situación venezolana merece a Reporteros sin Fronteras, Amnistía Internacional o la propia ONU, para no hablar de la Unión Europea.

      Pero, como ya dije, hay gente que sólo ve lo que quiere ver; y, lo que es más, lo que no quiere ver lo oculta o lo niega. Qué le vamos a hacer.

      (Y, por cierto, le digo lo mismo que repetidamente he dicho a F.: quien necesita apoyar sus afirmaciones no en hechos, pruebas o datos, sino en la descalificación personal del que piensa de otro modo -"Arre..."-, aunque crea otra cosa, sólo se descalifica a sí mismo).

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  7. No, don Erre, no es así de tosco mi proceder respecto a Vuestra Ilustrísima (o mejor dicho hacia los argumentos de V.I., que no es lo mismo). Hechos son los que se ponen en el tablero, o su ausencia. Luego, vienen en reata los juicios de valor.
    Ideología: ¿te sugiere algo esa palabra?
    A escribir de lo bueno, venga

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