domingo, 28 de diciembre de 2014

Nadie lo diría: No se habla de otra cosa


Sábado, 20 de diciembre
PASEO NOCTURNO

Ocurren a veces cosas que no se sabe luego cómo contar, o si contarlas siquiera, y que acaban borrosas y confundidas en el desván de la memoria, sin estar uno mismo seguro de si fueron verdad o solo un sueño. Paseaba yo por la orilla de la ría de Avilés, ya anochecido, antes de regresar a Oviedo, bajo una lluvia leve que acentuaba la melancolía del momento, cuando oí que una mujer me llamaba por mi nombre. Era joven, sonreía. Me detuve con cierto recelo. Sin dejar de sonreír, y sin darme más explicaciones, me invitó a acompañarla. Lo hice, no sé bien por qué, más intrigado que preocupado. Cuando llegamos al pantalán, cerca de donde estaba la antigua rula, al adivinar cuáles eran sus intenciones, busqué una excusa, tenía algo de prisa, me esperaban en Oviedo. Ella entonces me cogió de la mano, abrió, sin soltarme, el candado que impedía el paso, y me llevó hasta una de las embarcaciones allí amarradas. Siempre me ha gustado navegar, pero ¿a dónde íbamos a ir de noche bajo la lluvia? Me di cuenta entonces de que no estábamos solos. Alguien puso en marcha el motor y, antes de que pudiera darme cuenta, ya maniobrábamos para salir del embarcadero. “Es mi padre”, dijo ella y eso me tranquilizó un poco. “¿A dónde vamos?”, pregunté. Las luces de una y otra orilla se reflejaban en el agua; detrás de mí tenía al Niemeyer y a mi derecha la antigua playa de Samalandrán, que tantos recuerdos de mi infancia traía, y luego el promontorio del faro. Salimos al mar abierto, el piloto no decía ni una palabra, mi compañera las menos posibles y yo terminé también por callar, dejarme llevar y admirar el espectáculo. Navegamos un rato junto a la costa, frente a las playas de San Juan y Salinas y luego nos adentramos mar adentro, en la oscuridad sin estrellas. El mar, hasta entonces tranquilo, parecía comenzar a alborotarse, pero yo seguía sin tener miedo. Me acordé del poema de Cavafis, cuyos primeros versos había visto escritos esta misma tarde en el plato de una taza de café: “Cuando emprendas tu viaje a Ítaca / pide que el camino sea largo, / que sean muchas las mañanas de verano / en que llegues con placer y alegría / a puertos nunca vistos”. Pero habíamos iniciado la vuelta, el viaje no iba a ser muy largo. Me dejaron en el puerto a tiempo justo para tomar el último tren de regreso a Oviedo. El piloto, que tenía el rostro tópicamente curtido y canosa la rala barba, se despidió dándome la mano y sin decir palabra. La joven me besó por sorpresa en los labios y luego, en el dorso de mi mano, con un rotulador de tinta roja escribió un número de teléfono y dibujó un corazón.
            Me he lavado cuidadosamente las manos al llegar a casa, sin anotarlo en ninguna parte. Fue una experiencia extraña, no diría yo que desagradable, una aventura en una vida plana en la que cualquier cosa que se salga de la rutina es una aventura. Pero no me gustaría repetirla. No me gustan las cosas que no comprendo.
            La verdad es que todavía recuerdo de memoria el número que escribió en mi mano. Pero no voy a llamar, por supuesto. O quizá sí. Pero solo para tratar de encontrar una explicación a lo ocurrido.


Domingo, 21 de diciembre
ÁRBOL Y SILVIA

El otoño ha jugado a asustarnos disfrazado de invierno y el invierno llega travestido de otoño. En el Campillín un árbol deja caer la lluvia de oro de sus hojas alfombrando el suelo. Todo el que pasa por su lado se detiene con admiración. Yo también y entonces suena el teléfono y es una amiga a la que hacía tiempo que no veía y que me está buscando entre el gentío dominical del mercadillo. Antes de que cuelgue el teléfono, ya está junto a mí, bajo las ramas doradas. Mientras escucho las peripecias de su aventuras allá en la selva colombiana noto que el árbol se acerca más e inclina su copa, como no queriéndose perder ni una de las palabras de Silvia Ugidos.


Lunes, 22 de diciembre
PEDREA REPUBLICANA

“Aunque no juegues a la lotería, como republicano parece que te ha tocado el gordo”, me dice un amigo.
            “¿El gordo? Sigue tranquilo en palacio atento a sus negocios”, replico yo siguiendo la broma, pero sin bromear demasiado. “Apenas la pedrea, pero por algo se empieza”.


Martes, 23 de diciembre
INVITACIÓN DE ÚLTIMA HORA

La soledad está llena de trampas. Por eso yo, que vivo solo, detesto la soledad. El mundo se rige en ella por otras leyes. Esta noche, como me ocurre a menudo, no tenía ganas de volver a casa, donde nadie me espera y me fui a dar una vuelta por los locales habituales en busca de compañía. No la encontré, o la encontré, pero no demasiado a mi gusto y regresé solo, algo más tarde de lo habitual. Mientras esperaba en el interminable semáforo de General Elorza y entretenía el tiempo componiendo un haiku, como siempre hago (“La noche y yo / en la ciudad vacía / tan ateridos”), un coche se detiene y una cara vagamente familiar, a la que no acabo de reconocer, se asoma a la ventanilla.
            –-¿Tan pronto vuelves a casa? Vente conmigo.
            No estaba tan desesperado como para aceptar la invitación. Pero al llegar a casa, a poco de abrir la puerta, me vino a la memoria quién era y lamenté no haberlo acompañado a donde quiera que fuese. Quizá al infierno, porque llevaba cerca de treinta años muerto.


Miércoles, 24 de diciembre
EL GUARDIÁN DE LOS SECRETOS

Abro al azar una vieja edición de las máximas de La Rochefoucauld: "Exageraba sus defectos para disimularlos mejor".
            Sonrío. Es técnica que conozco bien y que utilizo con frecuencia. Presumo de contarlo todo, de ser la persona más indiscreta del mundo y pocos han dejado de caer en esa trampa. Siempre que en un grupo se habla de cualquier cosa delante de mí, escucho la misma gracia: "Cuidado que está García Martín y luego lo cuenta en su diario". Siempre que algún amigo está a punto de hacerme cualquier tediosa confidencia, oigo las mismas palabras: "Te lo cuento si me prometes que no vas a decir luego nada en tu diario". Yo no le prometo nada, a ver si hay suerte, pero me lo cuenta igual.
            Como si yo no tuviera otra cosa que hacer que andar por ahí tomando nota de las vacuas tonterías o triviales miserias que escucho. Me divierte esa imagen de persona con el corazón al desnudo y que dice siempre lo que piensa, le perjudique o no. La realidad es más bien la contraria, pero no seré yo quien desmienta esa imagen. De lo que no quiero hablar, o no me conviene, no hablo nunca.
            Soy el mejor guardián de mis secretos. Y de los ajenos, si creo que deben ser guardados. Cosa que rara vez ocurre, por cierto, especialmente si afectan a las intrigas y escaramuzas del medio literario y yo tengo constacia de su veracidad. Jamás divulgo bulos. Eso lo dejo para El País y otros diarios más o menos serios cuando afectan al independentismo catalán, Venezuela o los líderes de Podemos.


Jueves, 25 de diciembre
NO HABLO DE POLÍTICA

Después de pasear por el solitario parque de Ferrera, recién amanecido, subo hasta la torre del palacio, a la que tantas veces soñé en asomarme cuando niño, y contemplo Avilés desperezándose a mi alrededor. Me gusta está sensación de estar por encima de los demás. No sé qué diría un psiconalista. ¿Afán de mando? La verdad es que mandar me gusta tanto como obececer: nada. (Bueno, tampoco hay que pasarse de hipócrita: lo cierto es que mandar me gusta un poco más).
            Juego a hacerme una entrevista, encaramado allí, como otros se hacen un selfie. Una entrevista agresiva, de las que a mí me gustan.
            ---¿Qué hace un republicano como tú adulando a Felipe de Borbón y participando, un año sí y otro también, de jurado en lo premios Príncipe de Asturias?
            ---Siempre he dicho que Felipe de Borbón sería un excelente presidente de la República; también podrá ser un buen rey si hace limpieza en casa.
            ---¿Y tú crees que será capaz de hacerla?
            ---Si los españoles ayudan y votan en las próximas elecciones a los partidos que estén dispuestos a ello, desde luego. Yo solo votaré a quienes vayan a seguir el ejemplo del parlamento catalán y quieran una comisión de investigación sobre los negocios del anterior jefe del Estado.
            ---¿Y no crees que esa comisión pueda llevarse a tu admirado Felipe por delante? ¿No crees que acabe en un proceso constituyente?
            ---Lo primero no lo deseo, lo segundo lo espero. Felipe de Borbón no es todavía más que un rey interino, lo será a todos los efectos cuando le avale una nueva constitución votada por todos los españoles. Pero hoy es Navidad. ¿Te parece un momento adecuado para hablar de estas cosas? Yo no hablo de política en estas fechas ni, a ser posible, en ninguna otra.




4 comentarios:

  1. Don Martín, soy un vecino de Valliniello y la actual rechifla de barrio. Trabajo a turnos en Aceralia (disculpe si no le concreto el taller) y me temo que mi mujer me la pega en ausencia mía. Ya sabe usted lo zumbona que es la gente por allí, la sangre que hacen del cornudo (quiera Dios que esa suerte me sea ajena), que no te dicen nada a la cara pero que sueltan indirectas y risitas de complicidad cuando te ven en el bar, en el Alimerka, hasta en el portal de casa... No hay duda: me están diciendo que E. me la pega. El más explícito fue un vecino del edificio, que vino a trabajar a la siderúrgica desde Sotoserrano, y que llegó a preguntarme (con cara poker) que por qué mi mujer visitaba tanto el pantalán, que si teníamos pensado comprar una lancha o qué. Él sabe que soy de Cabezuela y que no sé nadar, y que me da miedo acercarme mismamente al borde del malecón, que... Así que más claro agua: vivo mosqueado y me da aquel andar por ahí indagando, que se vea que he hecho caso de la indirectas tan malvadas ellas. Yo, la verdad, no es que le tenga mucho aquel a E.. (además llevo querida desde hace mas de quince años y debe de saber algo), pero soy muy hombre y no quiero que me coronen así como así.
    De modo que si usted no tiene inconveniente, le doy los datos de como es mi E.: alta, de poca carne en las nalgas pero muy desarrollada del pecho; rubia del frasco, algo varicosa y con acné de jovencita. Al reírse se le nota una mella en los molares; no es antipática pero simpática tampoco.
    Con estos datos tiene usted suficiente para confirmarme o no en mis sospechas (fundadísimas). No tiene más que decirme usted un SI o un NO, y yo entenderé que se refiere a si coincide el aspecto de la mujer que le llevó a usted a la ría con los que le acabo de facilitar,
    Muchísimas gracias anticipadas y Feliz Año Nuevo, don Martín.

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  2. Qué precioso el ginkgo.
    Pacho

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