lunes, 23 de diciembre de 2013

A buen entendedor: Un error necesario


Domingo, 15 de diciembre
REGALOS

Una de esas mañanas luminosas en las que el mundo parece estar bien hecho. Dejo a un lado el mercadillo de Campillín, con su amontonamiento de trastos viejos y de enigmáticas lenguas y de vidas difíciles, y camino por la solitaria parte alta del empinado parque entre los oros del otoño; al fondo, erguida sobre los tejados, sin poder competir con los esbeltos árboles, la torre de la catedral.
            Me dejo acariciar por el sol tibio y busco el camino más largo para volver a casa. De pronto, sin que me dé yo cuenta, el ritmo de mis pasos se acompasa al ritmo del endecasílabo:
            Tengo en las manos todo lo que tuve / y todo lo que quise y no fue mío,
un amor, una casa, un monte, un río, / un cielo muy azul sin una nube.
            Estoy ahora donde nunca estuve / y en el cansado espejo un rostro espío / y le miro llorar mientras yo río / y un frío mortal hasta mi pecho sube.
            Te miro a ti mirarme enamorada / y me sé Dios, el Dios en quien no creo, / un Dios vuelto a ser hombre y sombra y lodo.
            Todo lo tengo entre mis manos, nada / que valga lo que el sueño y el deseo. / Porque la nada vale más que todo.
            Llego a casa, enciendo el ordenador, escribo los versos. “Contad si son catorce y está hecho” me digo con Lope. ¿Tienen algún mérito los versos que se escriben solos? Si lo tienen, no es mío. Yo me limito a recibirlos como un regalo más de este domingo de otoño en que el mundo parece estar bien hecho.


Lunes, 16 de diciembre
LOS PELIGROS DE INTERNET

Hay quienes toman todas las precauciones posibles para proteger su intimidad, pero ni aun así consiguen que le interese a nadie.

Martes, 17 de diciembre
ESTAR DE MÁS

Leo un artículo titulado “La paranoia, un mal menor”. Y recuerdo un libro de Carlos Castilla del Pino, El delirio, un error necesario. Preferimos pensar que nos espían, que nos persiguen porque eso nos resulta más consolador que reconocer la verdad. Que somos insignificantes, que no interesamos a nadie, que no hay quien se preocupa de nosotros.
            Pero yo no soy capaz, como mi buen amigo José Luis Piquero y tanta otra buena gente, de engañarme viendo en Facebook a un Gran Hermano que lee todos los mensajes privados que envío e incluso aquellos de los que me arrepiento y borro antes de enviar.
            Todavía, no. Pero acabaré así, me temo. Envejecer es estar de más. Y qué consolador pensar que Alguien, en la omnipresente red, no nos pierde de vista.

Miércoles, 18 de diciembre
INEVITABLE

Resulta inevitable que los demás siempre nos defrauden. Se empeñan en hacer lo que a ellos les interesa hacer y no lo que a nosotros nos interesa que hagan.


Jueves, 19 de diciembre
CAMINITO DE AVILÉS

“Pero es que a ti nada te gusta más que llevar la contraria”, me dice mi amigo Ángel mientras, en una oscura tarde de perros, me lleva hacia Avilés a una lectura poética minuciosamente organizada por mi amiga Marian Suárez.
            ––Te equivocas. Hay algo que me gusta todavía más: que me lleven la contraria. Así no tengo la mala conciencia de ser yo quien inicia el debate. Porque a la gente eso de que intenten demostrarle que no tiene razón no suele hacerles demasiada gracia.
            ––Especialmente si te empeñas en tenerla siempre tú.
            ––Pues ahora me empeño en todo lo contrario.
            –-No te creo.
            ––Ya sabes que soy un hombre de obsesiones. Antes creía que a los sesenta años dejaba de aprenderse y me angustiaba llegar a esa edad. Ahora que la he rebasado me aterroriza otra idea, la de que llega un momento en que el cerebro pierde toda flexibilidad, es incapaz de cambiar de ideas, los datos de la realidad dejan de afectarle. Es una obsesión bien fundamentada. La pongo a prueba con toda la gente de más edad que yo que conozco. No importa que sean personas activas, brillantes, de muy varios saberes, como mi admirado José Manuel Feito. “Es que hubo un tiempo –me dice tras discrepar yo de un poema suyo contra la llamada “memoria histórica”, esto es, contra la “moda” de enterrar dignamente a los familiares vilmente asesinados– en que ser rojo estaba mal visto, era peligroso. Pero es que ahora hemos pasado al extremo contrario. Ahora lo que no se puede decir públicamente sin que te insulten es que eres de derechas. Y vamos a ver, ¿cómo no va a tener uno todo el derecho del mundo a ser de derechas como otros lo tienen a ser de izquierdas?”. Al principio creí que bromeaba. Luego vi que hablaba en serio y yo le mencioné el gobierno que tenemos, Abc y La Razón, ciertas tertulias televisivas… Pero la siguiente vez que nos encontramos volvió a salir el tema y volvió a repetir la misma falacia: que ahora la gente de derechas  vive tan perseguida como en tiempos de Franco quienes eran de izquierda. Más pronto o más tarde todos nos volvemos invulnerables a la realidad y al rigor de la argumentación, amigo Ángel. Por eso yo ahora, cuando discuto con alguien, presto mucha atención a lo dice, trato de ver si tiene razón y, si la tiene, nada me alegra más que rectificar. Respiro aliviado cuando compruebo que todavía soy capaz de cambiar y reconocer mis errores.
            ––Pues yo no te he visto hacerlo nunca.
            ––Bueno, tampoco es algo que ocurra muy a menudo. Pero ocurre.
            ––Entonces supongo que le pedirás disculpas a Rodrigo Olay por haber sacado su nombre a relucir con motivo del Adonais.
            ––Hombre, no, todavía no he llegado al extremo de fingir que estoy equivocado para rectificar y demostrarme así que aún tengo vida intelectual.
            ––También andas discutiendo en otro blog con José Luis Piquero. ¿Cuántas discusiones eres capaz de mantener a la vez?
            ––No muchas, tres o cuatro. Eso en la vida real no es posible, pero en Internet sí. Es como jugar varias partidas de ajedrez al mismo tiempo. Me divierte. Además en el mundo virtual tienes la ventaja de que, si haces sangre a tu contrincante, la sangre no te salpica.
            ––Creo que José Mateos y Piquero presentaban Internet como una amenaza, como un mundo en el que estamos continuamente vigilados, un riesgo para nuestra intimidad. No entiendo que no estuvieras de acuerdo. No me negarás que lo tuyo, a veces, es discutir por discutir.
            ––Es que una cosa es el aprovechamiento de los “big data”, de los muchos datos que se almacenan en Internet, para fines comerciales o de otro tipo, y otra la intrusión en la intimidad. Yo reservo hoteles con cierta frecuencia en determinadas ciudades y, como consecuencia de ellos, me llega publicidad con descuentos hoteleros. Pero todo es automático. Nadie hay al otro lado, en el centro de la Red, diciendo “hombre, este García Martín ya se va otra vez a Venecia, qué andará maquinando por allí, nada bueno, seguro”. A mí, la verdad, del espionaje que pueda hacer el gobierno norteamericano de mi correo privado me preocupo poco. Claro que puede violarse el secreto de las comunicaciones, pero lo mismo en Internet que en el correo ordinario.
            ––O sea, que a ti no te preocuparía que tu intimidad estuviera expuesta a la vista de todos.
            ––En absoluto. Yo no soy Belén Esteban, y bien que lo siento. En mi caso, nadie se tomaría la molestia de mirar.


Viernes, 20 de diciembre
PASEOS

“Nadie sabe quién es Elena Ferrante” se lee en la solapa de Un mal nombre, segunda entrega del tríptico napolitano que comenzó con La amiga estupenda. No sé si el misterio sobre la autora añade algún interés a esta fascinante historia sobre dos amigas y el Nápoles de los años sesenta. Yo me la imagino como su personaje, Elena Greco, Lenù, la amiga que marcha a estudiar a Pisa y acaba escribiendo una novela, quizá esta que estamos leyendo. Antes de irse, da un paseo que es una despedida de su ciudad: “Crucé la via Garibaldi, subí por los Tribunales y en la piazza Dante tomé un autobús. Fui hasta el Vomero, primero pasé por la via Scarlatti, luego por Villa Santarella. Después bajé en el funicular hasta la piazza Amedeo”. Y yo la sigo en ese paseo y me detengo un rato en el mercadillo junto al Castel Capuano y luego entro a admirar una vez más el Caravaggio del Pio Monte della Misericordia y compro libros en Porta dell’Alba… También yo recorro las calles apacibles y burguesas del Vomero y luego desciendo en el funicular hasta la piazza Amedeo, la única plaza vertical del mundo.
            Sigo siendo el niño solitario que, en cuanto puede, se escapa de casa en busca de aventuras. En las novelas, en las películas, me gusta acompañar a los personajes en su deambular por las ciudades que amo. Y no perdono el más mínimo error topográfico. Antes de llegar por primera vez a Lisboa, Nápoles o Venecia, ya me sabía el plano de esas ciudades de memoria. Para estar en ellas no necesito estar en ellas. Parece que estoy siempre en el mismo lugar y estoy siempre practicando mi deporte favorito: dar la vuelta al mundo en ochenta sueños.

Sábado, 21 de diciembre
EL OJO DE DIOS

Yo también, como cualquier persona, tengo mis paranoias y mis consoladoras fantasías. Cuando era niño, creía en Dios, un Dios que lo veía todo y que nunca dejaba de observarme. Ahora creo en la posteridad. Vivo como si, después de mi muerte, un futuro Ian Gibson fuera a escribir mi biografía en dos tomos de más de mil páginas cada uno, vivo como si mis más mínimos secretos fueran a quedar un día al descubierto. Y por eso me esfuerzo en no hacer nada que pueda avergonzarme. Y por eso agradezco los elogios, pero no los necesito. A mi manera de entender la vanidad los únicos elogios que le interesan son los que pueda recibir dentro de cien, doscientos o mil años.
            La paranoia, un mal menor; el delirio, un error necesario. Pero yo tengo la suerte de que mi paranoia y mi delirio molestan poco (o eso creo) y me ayudan a ser mejor. Y además no hay desengaño posible, nunca tendré ocasión de comprobar lo equivocado que estaba (en caso de que lo estuviera, que no creo).


10 comentarios:

  1. Interesantísima entrada, como de costumbre. Y unos mínimos detalles, por discutir algo (o no):

    1) Como decía alguien, me parece que era Woody Allen, que uno tenga manía persecutoria no significa que no le persigan.

    2) "Se empeñan en hacer lo que a ellos les interesa hacer y no lo que a nosotros nos interesa que hagan". ¿Por qué no, mejor, "se empeñan en hacer lo que a ellos les gusta hacer y no lo que a nosotros nos gustaría que hicieran? Como decía JRJ, "es lo mismo y no es lo mismo".

    3) Uno, modestamente, también intenta no hacer nada que pueda avergonzarle. Pero no por la posteridad, que allá se las entienda, sino porque no le gusta avergonzarse de sí mismo; es una sensación poco grata.

    Y felices fiestas.

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  2. Gracias, Anónimo. Y está bien la variante, pero a mí me gusta más la versión original.

    JLGM

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  3. Ni te quiero ni te odio.
    Sólo quiero que comprendas
    que eres uno más de tantos
    que yo nunca conociera.

    Podría ser un cantar popular, pero es la letra de una canción de María Jiménez titulada "Se acabó". Mi memoria graba lo que le viene en gana y esta vez registró esto. Pero sí: la indiferencia de la persona amada es lo peor que hay. Si nos odia, por lo menos piensa en nosotros.

    Y con esto doy por terminada mi participación durante este 2013 en este blog. Mis mejores deseos en 2014 para García Martín y también para toda la peña seguidora.

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  4. Leí en su día "El delirio, un error necesario". Me ayudó mucho a comprender mejor la enfermedad de un buen amigo que también lo es tuyo. Pero me temo que lo que decíamos Mateos y yo no tiene nada de delirante. No se trata sólo de que te envíen un par de ofertas de hoteles. Naturalmente, no les interesan tus gustos o tus opiniones porque estén interesados en ti (o en mí) como personas. Les interesa saber todo lo que hace cualquier ciudadano. Y no lo hacen porque se aburran. Se llama control. Se llama vigilancia. Se llama tutela. Y esto no es pánico conspiranoico, no se trata de creer que nos fumigan con chemtrails y esas chorradas. Quizá no sea un problema para ti aquí y ahora (por el momento), pero para muchos ciudadanos de otros países es la diferencia entre la libertad o la cárcel. Dices tan tranquilo que lo mismo puede violarse el correo electrónico que el postal. ¿Es que te parece de recibo que violen tu correo postal, que abran tus cartas? ¿No quedamos en que eso era delito en un país civilizado?

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  5. Piquero, amigo, qué fácil me lo pones. Es como jugar al ajedrez con un niño. Hay que empezar distinguiendo entre el uso y el abuso; estar en contra de lo segundo no supone estar en contra de lo primero. Se pueden cometer delitos en Internet violando el correo, descubriendo las claves de tu tarjeta bancaria, etc., todo eso que vemos cada día en los periódicos. También se puede intervenir el teléfono, violar la correspondencia, incluso analizar tu basura para descubrir datos sobre ti. Y yo, como no podía ser de otra manera, estoy en contra de todos los delitos, los de Internet y los de fuera de Internet, y ante medios nuevos hay que tomar precauciones nuevas. Pero eso no tiene nada que ver con lo que estamos hablando. Esa paranoia de que hay alguien que vigila uno a uno a los millones de usuarios de Facebook, por ejemplo. ¿No te das cuenta de que tal cosa es imposible? Lo que hay es un aprovechamiento publicitario de los datos de Facebook o de Google (empresas que cuestan muchísimo dinero y que dan un servicio gratuito: las financia la publicidad). Unos determinados programas guardan las preferencias de cada usuario para enviarles la publicidad más de acorde con sus intereses. Pero no las guardan nominalmente: esto es lo que le interesa a José Luis Piquero, esto es lo que le interesa a José Luis García Martín, sino en grandes bloques: hay treinta mil usuarios que han tecleado la búsqueda de hoteles en Roma pues a esos treinta mil se le envía la información publicitaria de hoteles en Roma o de vuelos baratos. Mis preferencias individuales solo interesan porque no son individuales, porque hay miles y miles de individuos que buscan lo mismo que yo (es necesario que la publicidad llegue a mucha gente porque solo es efectiva en un mínimo porcentaje).
    En fin, ya sé que te estoy tratando como a un niño. Disculpa. Pero ten en cuenta que muchos doctos incurren en el mismo error. Confundir lo que gracias a Internet se conoce de los gustos estadísticos de la población (a un veinte por ciento le gusta esto, la comida china, por ejemplo, y así podemos enviarles publicidad de restaurantes chinos, que sería inútil en quien la detesta) con conocer los gustos de un individuo concreto y sus costumbres. Eso cuesta muchísimo dinero y solo se hace (ilegalmente o con dudosa legalidad) cuando eres presidente de un gobierno o terrorista buscado internacionalmente u opositor en un país dictatorial. Tu vida, tío, no interesa a nadie allá en California o donde tengan sus sedes Facebook y Google. Ni la mía tampoco. Y bien que lo siento. A mí también me consolaría, como a ti y a tantos, pensar que hay alguien día y noche pegado a un ordenador leyendo mi correo privado, incluso el que me arrepiento y no envío (como te equivocó un titular de El País que no respondía exactamente al contenido de la noticia). Qué maravilla. Pero mi capacidad delirante no llega a tanto.
    Feliz Navidad, amigo Piquero. Y si vienes por Asturias no dejes de llamarme para debatir un rato estas cuestiones. Ya sabes que eres, desde hace años, uno de mis interlocutores favoritos.

    JLGM

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  6. No te preocupes. Ya estoy acostumbrado a que me trates como a un niño. A mí y a cualquiera que te lleve la contraria. Es ese paternalismo tuyo que ya creo imposible de extirpar. Es un viejo recurso dialéctico para hacer de menos al adversario. En EEUU lo enseñan como estrategia en las clases de debate.
    Sé también que mi vida (mi personalidad y mis gustos y mis afanes y mis afectos) no le interesan a nadie en California o en Quantico. Pero es innegable que nuestra privacidad está en entredicho. Y que nosotros mismos la hemos entregado. Lo que considerarías inaceptable (que abran tus cartas postales) hoy es moneda corriente -no sólo para compañías comerciales- en tus comunicaciones electrónicas. ¿Esto te parece conspiranoico o se corresponde con lo que han publicado todos los periódicos? Lo que me interesa reiterar es que en tu caso no tiene consecuencias (tu amor por la literatura y los viajes es una afición inofensiva), pero hay muchos países en los que se persigue de este modo a los disidentes. ¿Qué es lo primero que coarta y vigila una dictadura que se precie? Internet, lo que escribes, tus correos, etc. Que tú teclees algo sobre París no llama la atención de nadie. En China puede suponer tu detención. ¿No lo has pensado?
    Tienes la tendencia a analizar el mundo desde tu cómoda posición en el mundo. Retrocede dos pasos para tener algo de perspectiva.
    Por lo demás, espero verte estas fiestas y charlar un rato de todo un poco.
    Feliz Navidad, tío (me ha encantado cuando me has llamado "tío" en tu respuesta. Me gusta que te acanalles un poquito, hombre, que parecía que te habían hecho un traje de hojalata, tan tieso).

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  7. Seguimos sin entendernos (iba a escribir "sigues sin entender nada", pero ya ves que aprendo diplomacia). Lo que pasa en China, dejémoslo de momento de lado. Allí está prohibido conectarse a Facebook, por ejemplo, pero yo tengo amigos chinos que saben saltarse esa barrera. Es difícil ponerle puertas al campo. Aquí no se habla de la violación de la privacidad por orden judicial o sin ella (ahí están los correos se Blesa siendo el hazmerreír de todos). Sino de si el uso habitual de Facebook o Google es un atentado contra nuestra intimidad. Y yo creo que no: la parte de mi intimidad que queda afectada es solo la que yo quiero que quede afectada. Se trata de un servicio no obligatorio, que tiene unos pros y unos contras, como todo en la vida. A nadie se obliga a participar en esos servicios. Son costosísimos de mantener, pero para el usuario resultan gratuitos. A cambio tengo que recibir publicidad; sin ella, no existirían. Esa publicidad, para ser efectiva, ha de ser sectorial. Y para dirigirla adecuadamente hay programas que detectan palabras en los mensajes (no personas que leen los mensajes) y de acuerdo con esos términos dirigen la publicidad. Eso es todo. Te lo explicaré todas las veces que haga falta, ya que soy muy torpe explicando las cosas (ves que sigo practicando la diplomacia). Otra cosa es que la cantidad de datos que se almacenan en Facebook y en otras redes sociales pueden utilizarse inadecuadamente. Y las leyes deben protegernos, y también debemos protegernos nosotros mismos: si yo no quiero que mi futuro jefe se entere de que me gusta el alcohol no debo subir demasiadas fotos de mis fiestas a la red, y menos en abierto.
    Datos nuestros ya hay muchos circulando por ahí, con o sin Internet. Es el riesgo de vivir en sociedad, haber estudiado y tener un expediente académico, haberse casado y haberse divorciado, haber tenido un pleito con un vecino... Siempre los detectives privados supieron aprovecharse de ello.
    Hablaremos. Feliz Navidad.

    JLGM

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  8. La navidad es un invento, como todo. Papa Noel o Santa Klaus, un remedo de Falstaff pasado por la publicidad del traje rojo de la Coca Cola. También sacado de leyendas boreales nórdicas o finlandesas que hablan de la personificación del Padre Invierno. La religión cristiana, sobre todo la católica, es una mezcla de derecho romano, filosofía griega o helenística neoplatónica, incluso con alguna reminiscencia gnóstica y espiritualidad de origen semítico judio ancentral, pero matizada por los egipcios, que eran los que verdaderamente creían en la inmortalidad del alma ( en Israel, había sectas bien acomodadas que negaban la inmortalidad, como los saduceos). El Príncipe Aliatar, como mensajero de los Reyes Magos, que nos llegan con camellos incluso a las asfaltadas ciudades cantábricas, nunca ha existido como asistente real de los tres sabios. Todo es sincretismo, adherencias tradicionales que dejan poso, mezcla como nunca de paganismo solsticial de muérdago y árboles escandinavos o celtas y el niño que trae luz infinita al mundo. Los Belenes fueron inventados por San Francisco de Asís. La navidad en sí es una gigantesca estrategia comercial de mercadotecnia consumista y tal, con lo que tiene de hipócrita, pero ¿ acaso no es bello acotar una parte festiva de nuestro peregrinar por este mundo, para intentar sembrar la luz, el entendimiento, la amistad, la solidaridad y el amor a los más necesitados ?
    Llega el frío, y tenemos que mirar para otro lado muchas veces en nuestro deambular por las calles. Hay mendigos y pobres. La cocina económica está a rebosar. Faltan familiares fallecidos en los hogares. Es época también de tristeza y reflexión, recogimiento. Pero sobre todo para los niños más pequeños, de ilusión e inocencia. Son las navidades, época agridulce donde las haya que a pesar de todo, si no existieran las habría que inventar del todo, pues el ser humano necesita también " espíritu navideño " como sinónimo de deponer toda arma, pensar en los demás, traer la luz a un mundo oscuro, vivir en familia o en amistad compañera, valores de cambio hacia una mayor fraternidad, un mayor entendimiento y amor. Feliz navidad a tod@s. Que nazca el niño interior en nuestros corazones, de nuevo. Para que se renueve nuestra naturaleza aferrada solo al desencanto.

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  9. José Luis, amigos
    Feliz Navidad
    Javier

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  10. Suscribo la opinión de Piquero en lo referido al "tío" de Martín. Memorable.

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