domingo, 8 de abril de 2012

Razón de más: Los segundos, los minutos, las horas


Domingo, 1 de abril
CAMINO DE FRANCIA

En una esquina solitaria del pueblo, junto al arroyo que discurre apacible por las páginas de tantos de sus libros, me sorprende la casona de Itzea como una estampa antigua coloreada a mano. Cuando Baroja vino por primera vez a verla, hace ahora cien años, era una ruina en la que de vez en cuando se refugiaban mendigos y vagabundos. En el pueblo la llamaban “la casa de las brujas”.


            Todo el mundo se dirige hacia la iglesia, endomingado y feliz, con las palmas o el laurel en la mano. ¿Todo el mundo? Siento de pronto una mirada fija en mí. Hay un gato blanco y negro en un extremo del caserón, bajo el amplio alero. Sin prisa, señorial, se acerca a saludarme. No tiene que esforzarse en saltar el muro que rodea la fachada principal. Para eso está la gatera. Se detiene a una cortés distancia y se me queda mirando, como tratando de reconocerme. Luego vuelve al interior. Me lo imagino acurrucado y ronroneante en la biblioteca o tomando el sol entre las rosas del jardín.
            A un lado de la casa discurre el camino de Francia. Como el aterrado novelista aquel día del verano de 1936, yo también lo emprendo a pie. Recuerdo que hace años, en el verano de 1982, volviendo de Italia, entré en España cruzando el puente internacional –gendarmes de una parte, guardia civil de otra– cargado con una bolsa llena de libros. Ahora, más ligero de equipaje, con solo la rama de laurel que acaban de bendecir en la alta iglesia de San Esteban –su torre cuadrada recortándose sobre la Peña de Aya–, cruzo a pie una frontera invisible. A un lado y otro, sobre los mismos árboles, bajo el mismo intenso cielo azul, los mismos pájaros cantan idéntica canción. Y yo pienso que así me gustaría cruzar todas las fronteras, especialmente la última.

Lunes, 2 de abril
FIELMENTE

En Ainoa, la iglesia, el frontón y el cementerio toman juntos, espalda contra espalda, el sol de primavera. En lo alto, al fondo, vigila el monte sagrado de Larrun, como escribe Baroja, o Le Rhune, como aquí se le conoce. Me gusta creer que los muertos siguen al lado de los vivos y que también se apasionan y hacen sus apuestas en los partidos más disputados. Dentro de la iglesia, varias galerías de madera, a manera de palcos, parecen convertirla en un teatro, y tras el altar mayor, el cielo abovedado no está cubierto de estrellas sino de doradas flores de lis. Este mundo y el otro son un único mundo.
            Junto a la iglesia de la Santa Cruz, en lo alto de Oloron, hay un antiguo cementerio, medio abandonado, que se asoma sobre la ciudad. En uno de los panteones, el de la familia Candau-Dufourcq, junto a las lápidas llenas de títulos rimbombantes, hay otra más pequeña que dice: “En mémoire de Jéanne / qui a fidèlement servi / notre famille plus de quarante ans”. La dulce Juana sirvió fielmente a la familia durante más de cuarenta años y no se imagina un paraíso mejor que seguir sirviéndola fielmente durante toda la eternidad.


Martes, 3 de abril
MI MANERA DE SER VANIDOSO

Subrayo unas líneas en el libro que Mainer acaba de dedicar a Baroja: “Pero la casona de Itzea fue siempre bastante más que un lugar de veraneo familiar, adornada con las pautas del estilo hidalgo que prevalecía en la época. Desde hacía bastante tiempo, los escritores reconocidos consideraban su vivienda como una escenificación de su relieve social y cultural; a menudo, también como una suerte de teatro de la memoria que atesoraba y exhibía recuerdos personales, objetos adquiridos en viajes, retratos de sus maestros e inspiradores o motivos vinculados a su propia obra”.
            En Cambo-les-Bains encuentro otro “teatro de la memoria” bastante más espectacular que el de Baroja: la Villa Arnaga, de Edmond Rostand. Baroja la conoció y, como era de esperar, le gustó poco: la biblioteca era de pacotilla, importaba el mobiliario y la decoración, no los libros, y el aparatoso jardín francés que la precedía se quedaba pequeño comparado con la vanidad de su dueño.


            Pero Rostand fue feliz viviendo en este museo, sin consultar jamás el reloj, despreocupado de todo, dándole al tiempo su tiempo. No lo fue tanto su mujer, la poetisa Rosemonde Gérard, que añoraba el ajetreo de París.
            Yo también me aburriría pronto en esta ciudad balneario y, antes que en ninguna otra parte, en el lujoso retiro de Arnaga. Yo para estar solo, gozosamente solo, no necesito estar solo, ni para estar acompañado estar acompañado. Donde me encuentre a gusto, a la sombra de un árbol, en la mesa de un café, en el bullicio del mercado o en la fresca penumbra de una vieja iglesia allí está mi casa y está el centro del mundo.
            Mi domicilio, ese al que me llegan las cartas, no es más que una parte de mi casa, la más insignificante. Solo los mínimos aposentos privados del palacio en que vivo, de mi particular –y envidiable–  “teatro de la memoria”: todos los lugares que he soñado, leído, paseado, amado.
            Ni Itzea ni Arnaga quiero para mí, ni siquiera el inmenso Château de Hautefort, donde vivió Bertran de Born, el trovador y señor feudal al que Dante invitó a pasar la eternidad en otro lugar bastante menos confortable: el infierno. Yo prefiero andar errante sin nada que me sujete a ningún lugar. Y no dejar otro recuerdo que un puñado de libros perdidos en cualquier biblioteca. Y que quien los abra me encuentre entero, vivo para siempre, a resguardo del ultraje de los años.
Cada uno tiene su manera de ser vanidoso.  

Miércoles, 4 de abril
CASA Y JARDÍN

Llego a una ciudad desconocida con la misma impaciencia con que tomo en mis manos un libro nuevo. Dejo el equipaje en el hotel, cerca de la estación, y de inmediato me pongo a recorrer las calles sin otro guía que el azar. Cruzo un puente, poco después me encuentro con otro. Dos ríos, que confluyen un poco más allá, rodean un barrio medieval de empinadas callejuelas. Me gusta perderme, fatigarme, dar vueltas y más vueltas, entrar en las iglesias que me salen al paso, subir a torres y terrazas para contemplar el revuelto caserío, admirar el color del mercado y la música de las conversaciones en una lengua que no entiendo o que apenas entiendo.
            Me gusta luego armarme de planos y guías, o solo del portátil, y en un café tranquilo, después de oscurecer, tratar de poner orden en todo lo que he visto, armar el rompecabezas.


            Oloron Sainte-Marie, un nombre doble para lo que, hasta el siglo XIX fueron dos ciudades, dependientes en su origen de vizconde y obispo. Abrazada por el Aspe y el Ossau se alza Oleron. Sainte-Marie surgió al otro lado del Aspe, junto al camino de Santiago. Dos ciudades, pero cuatro barrios: el mercado de Oleron, en el margen derecho del Ossou, dio origen al Quartier Notre-Dame, dominado por una esbelta iglesia neogótica y al que se trasladó el nuevo ayuntamiento; la llegada del ferrocarril motivó otra ampliación de la ciudad, el Quartier de la Gare.
            Colinas, ríos, laberintos y la siempre protectora sombra de los Pirineos. Me siento bien en esta ciudad géminis, tortuosa y enrevesada y transparente como yo. Si yo quisiera imitar a Baroja y a Rostand, aquí encontraría mi casa ideal. Está en la Rue Labarraque, pero a ella se puede llegar también descendiendo desde lo alto del Quartier Sainte-Croix por el zigzagueante Chemin de Bellevue, que algo tiene de napolitano. A la entrada, a la derecha, están las caballerizas, y junto a ellas un inmenso magnolio. La huerta y el jardín se encuentran en un plano menos elevado; al jardín se desciende por una rampa o por una escalera de caracol construida en el interior de uno de los contrafuertes que sostienen la terraza posterior y el edificio. Nunca había visto una escalera así: parece que va a continuar hasta otro jardín en el centro de la Tierra.


Pero ¿qué haría yo con este inmenso caserón y sus huertas y jardines desde los que se escucha el murmullo incesante del río? Acabaría aburriéndome: demasiada casa para un hombre solo. Pero como me gusta ser muy preciso en mis fantasías, llamo al teléfono de la inmobiliaria para saber el precio, calculo el servicio que necesitaría (lo puedo contratar por semanas o por meses, incluso por días, solo el tiempo que pasara aquí) y los gastos generales. Luego, antes de dormirme, me divierto haciendo la lista de invitados para la fiesta de inauguración. Cuando ya la tengo hecha, caigo en la cuenta de que no me gustan las fiestas.
            No compraré esta casa de Oleron, pero estoy seguro de que no dejaré de volver a pasear por sus jardines una y otra vez, de asomarme a las altas ventanas de la mansarda para contemplar el cementerio y la iglesia de la Sainte-Croix. Disfrutaré de ella, de eso también estoy seguro, bastante más, y con menos preocupaciones, que si fuera de mi propiedad.


Jueves, 5 de abril
BE-M  PLATZ

“Lo que abandonamos nos abandona” escuché decir una vez y por eso yo, siempre que puedo, siempre que paso por estas tierras, me detengo en Bayona, aunque solo sea un momento. Aquí, en 1808, y no en el Cádiz de 1812, se promulgó la primera constitución española, y la más liberal. Si no tengo tiempo para más, me llego hasta la placita ajardinada que hay entre la catedral y la biblioteca, deambulo un poco por las viejas rúas, tomo un café bajo los soportales, tan avilesinos, de la Rue du Port Neuf, y luego me llego hasta la punta del Baluarte, donde se juntan los dos ríos, el manso Nive y el áspero l’Adourd.
            Me gusta entrar en la biblioteca y abrir un libro al azar y dejar que lo leído me acompañe luego como música de fondo. Esta vez fueron unos versos de Bertrand de Born, vizconde de Hautefort que terminó su vida en el Císter: “Be-m platz lo gais temps de pascor, / que fai fuolhas e flors venir…”. Sigo en mi castellano: “Me gusta el alegre tiempo de la pascua / que todo lo llena de hojas y flores / y mucho me agrada oír la alegría / de damas y pájaros en bosque y jardín”.


Viernes, 6 de abril
NO TAN RÁPIDO

Vite, vite, il court, le temps de la vie. Rápido, rápido –como en la canción que oí cantar en Hendaya mientras la tarde, sin perder nada de su claridad, se desangraba sobre el Golfo de Vizcaya–, rápido, rápido, corre el tiempo de mi vida.
Vite, vite, tout se précipite, les secondes, les minutes, les heures. Rápido, rápido, corro hacia el precipicio, y arrastro conmigo todo lo que amo.
Vite, vite, s’enfuit le temps, les secondes, les minutes, les heures. Rápido, rápido, huyo con el tiempo, los segundos, los minutos, las horas.
Pero no tan rápido que no pueda detenerme un momento, hacer recuento de todo lo que he visto, de todo lo que cada día (y son ya veintidós mil trescientos sesenta y uno) me regala por el simple hecho de estar vivo y decir simplemente: gracias.


13 comentarios:

  1. "Donde me encuentre a gusto, a la sombra de un árbol, en la mesa de un café, en el bullicio del mercado o en la fresca penumbra de una vieja iglesia allí está mi casa y está el centro del mundo".

    Venía rumiando esa idea desde hace tiempo, con una aproximación tangencial: "Mi patria es mi memoria", pero me ha dado forma lo que he leído. No hacen falta las Itzeas.

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  2. Un caso curioso el suyo Sr. Martín. Le considero una persona culta, inteligente y autor de interesantes poemas y aforismos. Aparte de su faceta de crítico en la cual da palos según lo considere (esas mini-tangánas literarias me resultan muy divertidas). Lo que no entiendo es su empeño es publicar este diario en el conocido periodico regional. Es aboslutamente aburrido, narcisista y vacuo. Bueno supongo que nadie es perfecto.

    Fdo: Mario Vergas Llosa.

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  3. Una curiosa manera la suya de utilizar la lógica, estimado "Vergas Llosa". Lo que no debería entender es el empeño del conocido diario regional en publicar este diario "absolutamente aburrido, narcisista y vacuo" (y encima pagar por publicarlo). El que yo, o cualquier otro narcisista, se empeña en publicarlo me parece perfectamente comprensible. Hablar de uno mismo resultará aburrido para los demás pero es el deporte favorito de la mayoría de la gente.

    JLGM

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  4. El suplemento de ese periodico regional me parece lamentable. Con lo cual el criterio de su contenido me parece penoso. Por supuesto es mi opinión de tuercebotas. Usted no necesita el dinero que le reporta la publicación de esos diarios de ficción. Realmente quizás no me expresé bien, sería deseable una mayor autocritica sobre esa parte de su producción literaria. Además usted mismo me responde:

    "Hablar de uno mismo resultará aburrido para los demás"

    ¿Aspira sinceramente a aburrir a los lectores? No me lo creo de verdad.

    Dicho lo cual acabo esperando haber expresado mi opinión de una forma correcta y educada.

    Fdo: Jaime Bukkake Haiku

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  5. Dos precisiones: mi diario no aparece en las páginas del suplemento de ese diario regional, sino los domingos en las páginas de cultura. Y es posible que a "Vergas" o a "Jaime" le parezca lamentable, pero no a la mayoría de los lectores asturianos.
    Segunda precisión: en mi frase, claro, hay ironía y algo de falsa modestia: hablar de uno mismo puede resultar "aburrido para los demás", pero yo me esfuerzo en que resulte lo menos posible, aunque no lo consiga para todos.
    Por lo demás: agradezco su opinión, desde luego, "correcta y educada".

    JLGM

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  6. Qué cosa mas ridícula decir (por enésima) de uno mismo que es vanidoso...

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  7. Completamente de acuerdo, Filemón. Pero quizá resulta todavía más ridículo decir por enésima vez de uno que no es vanidoso siéndolo.

    JLGM

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  8. Pero, señor Kurtz, esas cosas no deben decirse: ni que uno es vanidoso ni que no lo es, porque lo primero le dejaría a uno en ridículo (pues parecería que se jacta de serlo) y lo segundo es una bobada que lo aclare, porque nadie le demanda que se explique respecto a su propia autopercepción. Un literato ha de procurar prender el interés de los lectores por la enjundia de su producto intelectual, sin traer de continuo a colación si es sincero o deja de serlo, si se cree talentoso o mediocre... Pero que haga afirmación de su vanidad o de la ausencia de tal debilidad del espíritu parece que indicia de una especie de narcisismo que, créalo o no, siempre actúa en desdoro de quien tales chusquedades sostiene. Esas cosas han de ser los demás quienes las juzguen, porque -créame- saltan a la vista. Obrar como usted hace es algo parecido a una "provocación" de esas que suelen depararnos algunos -pretendidos o reales- famosos, con el evidente móvil de atraer la atención del público..., lo que se traduciría en mayor rendimiento crematístico.
    Pero si no se alcanza esa "genialidad" y no obstante se les imita en el afán de llamar la atención con boutades y salidas de pata de banco, careciendo del suficiente nivel de "calidad" que lo haga mínimamente explicable..., pues -y perdone la rudeza- resulta un poco ridículo y pretencioso: que no gana usted nada haciendo de "enfant terrible", siendo como es usted un modesto escritor.
    Se le digo sin ninguna acritud.

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  9. Completamente de acuerdo. Uno hace todo lo que puede por llamar la atención... y el público sigue empeñado en no prestarnos la menor atención. Ya he dicho más de una vez (todo lo he dicho más de una vez) que mi modelo a imitar es Belén Esteban, que nada me gustaría más que, como en su caso, cualquier tontería que yo dijera despertara el interés de millones de seguidores. Pero me temo que nunca lo voy a conseguir.

    JLGM

    JLGM

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  10. Está completamente de acuerdo, señor Kurtz, pero lo desmiente con su reticencia y su ironía de tono menor, cuando dice que envidia a ciertos analfabetos de la televisión... Suena a poco sincero y escasamente ingenioso que usted me responda de manera tan ligera. Al afirmar usted de propia iniciativa que hace todo lo que puede para llamar la atención, no pretende otra cosa sino que entendamos lo contrario: que es usted un honesto escritor que no usa de triquiñuelas para fijar la atención del lector con métodos espurios.
    Lo dicho: recurre al esperpento para hacer creíble lo contrario de lo que manifiesta, en la ilusa creencia de que trata con personas incapaces de discernir entre una burda maniobra de distracción -Geobbels ya había inventado la táctica de la autoinculpación para que hacer creíble los embustes que decía después-, y lo que de veras usted pretende. Legítimo y respetable, sin duda alguna, pero no tanto lo es que nos (me) trate como a menores.
    Sí es evidente que -como viene repitiendo- le gusta tener razón siempre. En este affaire de ahora le va a costar mantener el tipo ante jueces imparciales.

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  11. Me rindo. Contra el rigor argumentativo de Filemón no podría ni siquiera aquel otro Filemón, judio helenizado de Salónica, que tenía fama de irónico y por eso, cuando no quería que se supiese lo que pensaba, decia exactamente lo que pensaba para que sus interlocutores creyeran que pensaba lo contrario.

    JLGM

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  12. No me haga caso, Kurtz: pasa que ayer era el aniversario de la Segunda República y tenía uno que aguantarse en su indignación al enterarse por los periódicos de una nueva obscenidad del personaje que ostenta la Jefatura del Estado.
    Como al viejo playboy no puedo acceder, porque lo viene protegiendo un cordón de aduladores y arribistas desde que falleció su mentor, me he desahogado con usted, que no tiene toda la culpa de mi enfado aunque sí una pequeña parte de él.
    Le pido excusas por mis evidentes excesos.

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  13. Coincido plenamente en lo de la República y el playboy.

    JLGM

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