Sábado, 14 de mayo
WAGNER EN LOS PRADOS
“La inmensidad nos lleva en su seno. Habitamos el todo lejano”. En medio del barullo del centro comercial, leo a André Comte-Sponville, que habla del alma del ateísmo y de una espiritualidad sin Dios: “Es lo que todo el mundo puede experimentar, por la noche, al mirar las estrellas. Solo es necesario un poco de atención y silencio. Basta con que la noche sea negra y clara, que no encontremos en el campo, que levantemos la cabeza, que nos tomemos tiempo para mirar, para contemplar, para quedarnos callados… La oscuridad, que nos aleja de lo más próximo, nos abre a lo más lejano. No podemos ver a cien pasos. Y sin embargo vemos, a simple vista, lo que se encuentra a miles de millones de kilómetros”.
Estoy en el Caffè di Roma, como todos los sábados y como a mí me gusta estar, solo entre la gente, pero acabo de escuchar a Eva Maria Westbroek y a Jonas Kaufmann, a los gemelos Siglinda y Sigmundo, que descubren su amor y tras arrancar la mágica espada Nothung se adentran en el bosque primaveral. He llorado, escuchándolos, de felicidad. El amor que ellos tienen yo también lo tuve y lo he perdido. ¿Lo he perdido? La música me lo trae de nuevo y yo me dejo acariciar por ella. Ahora, mientras espero que comience el segundo acto de Die Walküre, que James Levine dirige en Nueva York, leo El alma del ateísmo, de André Comte-Sponville: “¿Que se trata de una experiencia banal, una experiencia familiar? Sí, pero no menos turbadora cuando consentimos sumergirnos, abandonarnos y perdernos en ella. El mundo es nuestro lugar; el cielo, nuestro horizonte, y la eternidad, nuestro presente. Esto me hace sentir más emoción que la Biblia o el Corán. Y me sorprende más que los milagros, si creyera en ellos. Andar sobre las aguas, ¡qué fruslería al lado del universo!”. O al lado de este simple café que me tomo en Los Prados en medio del barullo familiar y suburbial del fin de semana, a la espera de que el telón se alce de nuevo en el Lincoln Center y yo esté allí, sin dejar de estar aquí, mudo testigo del prodigio.
Domingo, 15 de mayo
DESEO SIN POSESIÓN
Salgo del cine, después de ver Midnight in Paris, impaciente por llegar a casa, encender el ordenador y comprarme unos billetes de avión. La última película de Woody Allen no pasa de ser una agradable nadería, pero como spot publicitario no tiene precio. No me extraña que todas las ciudades quieran que ruede en ellas. ¡Cuánta nostalgia de París, ya en la inicial colección de postales!
Nunca he vivido en París, solo he pasado por ella. Quizá por eso nunca me defrauda. Leo “El París que yo viví”, de Alfredo Bryce Echenique, en el último Cuadernos Hispanoamericanos: “Cuando a fines de octubre de 1980, abandoné París rumbo a una pequeña ciudad del sur de Francia, al cabo de casi tres lustros de Ciudad Luz, sentí que había logrado realizar el sueño de muchos, muchísimos parisinos”. Y recuerda una canción: “Pobre gente de París, / que no vive muy feliz…”
Nunca he vivido más que unos pocos días en ninguno de los lugares que más amo, nunca he vivido con quien quiero, con quienes he querido, más que unos pocos días, a veces unas horas. Como cantaba un cantante cubano, citando a Campoamor, es mejor deseo sin posesión que posesión sin deseo. Me gusta de vez en cuando, muy de vez en cuando, pasar unos días contigo en París o en Pontevedra (si es contigo –siempre igual, aunque siempre diferente— cualquier lugar es el paraíso). Pero también me gusta ir solo y dejarme mimar por la ciudad y fantasear con que al final me ocurra lo mismo que al protagonista de la película de Woody Allen, esa grata ensoñación de un cineasta que alguna vez tuvo talento y que ahora alquila al mejor postor los restos de su inteligencia.
Lunes, 16 de mayo
MEA CULPA
En un suplemento dominical encuentro un artículo de divulgación sobre el arte de discrepar sin discutir: “La clave está en el impacto emocional de nuestras palabras, no en su contenido. No es el desacuerdo lo que nos hace discutir. Es el sentirnos ofendidos, atacados, menospreciados, o cualquier otro sentimiento que se desprenda de la manera en que nos hablan”.
Sonrío algo avergonzado al recordar el incidente del jueves en la galería de Guillermina Caicoya. Me convocaron para una mesa redonda en torno a “El cuerpo” y yo acepté porque uno de los participantes iba a ser una persona “cuyo cuerpo es su instrumento de trabajo”, una prostituta, y sentía cierta morbosa curiosidad. Pero, con muy buen criterio, decidió no acudir y yo tuve que aburrirme escuchando el interminable currículum de un presunto artista que también trabaja con su cuerpo y que practica el arte de la provocación. Al final, en el coloquio, dije no sé que banalidad y él lo tomó como un insulto. Ahora me doy cuenta de que tenía toda la razón al sentirse ofendido. El tono le hizo adivinar lo que yo pensaba: que sus tediosas, y a ratos asquerosas, provocaciones tenían con el arte la misma relación que los bufones con la pintura de Velázquez. En mi intervención me había limitado a leer tres maravillosos poemas de Esto es mi cuerpo, el libro de González Iglesias. El presunto artista me gritó: “Pues yo también podría decir que con esos poemas tuyos me limpio el culo”. Yo ponía cara de ingenuo y de no saber a qué venían aquellos exabruptos en respuesta a unas palabras banales (claro que también ayudó el lenguaje no verbal: cuando llevaba media hora glosando su currículum, abrí un libro y fingí concentrar en él toda mi atención). Qué hipócrita soy. En realidad, había conseguido exactamente lo que pretendía.
Sigo leyendo: “Quienes tienen dominio sobre la palabra adecuada no ofenden a nadie. Y no obstante dicen la verdad. Sus palabras son claras pero nunca violentas… Dicen lo que quieren decir evitando siempre humillar al interlocutor”. Es exactamente mi caso. Yo siempre procuro no ofender a nadie, salvo que quiera hacerlo.
Miércoles, 18 de mayo
CUIDAR AL PERSONAJE
Mientras espero, en la librería Cervantes, que llegue la hora de presentar Campo de los patos, la revista de Antón García, hojeo las novedades. Por primera vez, leo en una contraportada, se publican los Cuentos completos de Borges en un único volumen. ¿Los cuentos completos? Basta ver el índice para darse cuenta de que faltan “La intrusa”, “El evangelio según Marcos”, todos los que incluye El informe de Brodie, salvo el que da título al conjunto. No pocos –como se dice en el prólogo, que también falta, a propósito de los relatos juveniles de Kipling —“son lacónicas obras maestras”. Y añade: “Alguna vez pensé que lo que ha concebido y ejecutado un muchacho genial puede ser imitado sin inmodestia por un hombre en las lindes de la vejez, que conoce el oficio”.
Naturalmente los amigos que me acompañan quedan admirados de mi erudición. “Pues Manuel Rodríguez Rivero, al mencionar este libro el sábado pasado no aludió a que faltara nada”, me dice uno. “No me extraña –le respondo yo—, con tantos libros cada semana no es que no tenga tiempo de leerlos (y eso explica que elogiara tanto la última novela de Marías), sino que a veces ni siquiera tiene tiempo de hojearlos, como les ha ocurrido a los editores de Lumen”.
Me callo que hace días que he recibido estos Cuentos completos y los he comparado con El informe de Brodie y que, poco antes de venir, he releído el prólogo a esa recopilación. Mi alarde de erudición estaba minuciosamente preparado. Hay que cuidar el personaje.
Jueves, 19 de mayo
Cuando llego a la cafetería de costumbre, me dice la camarera: “Su amiga Elena ha pasado por aquí y le espera en la plaza de la Escandalera ”. “Pues que espere sentada”, pienso yo. Anda ahora muy entusiasmada con eso del 15-M y la democracia real. “¡Vamos a hacer aquí una revolución, como en Túnez!”, repite. Yo, que soy menos ingenuo y más pragmático, pienso que al perro flaco todo se le vuelven pulgas y que este botellón sin botellón era lo que nos faltaba para que la derecha que se avecina pueda proclamar dentro de poco una vez más aquello de “desarmado y cautivo el ejército rojo, las tropas nacionales han alcanzado sus últimos objetivos”.
--Tú lo que eres es un conservador, aunque te dices de izquierda.
--Un conservador, sí, pero solo de lo que merece ser conservado.
--Tú defiendes esta democracia de pacotilla al servicio de los mercados.
--Pues ya me dirás en qué época de la historia de España o en qué país hubo o hay una democracia que fuera menos de pacotilla.
--¡Yo no estoy dispuesta a que nos bajen el sueldo o a que nos suban la edad de jubilación solo porque lo pidan los mercados!
--Pues yo sí, si la alternativa es que los intereses de la deuda suban tanto que no podamos pagarlos, el país vaya a la bancarrota y en consecuencia no se baje el sueldo a los funcionarios y no se congelen las pensiones, sino que deje de pagar a funcionarios y pensionistas.
--¡Nosotros queremos que las cosas sean de otra manera! ¡Que la Universidad sea gratuita! ¡Que haya trabajo de calidad para todos y que ningún licenciado tenga que ganarse la vida como camarero!
--Quieres que la Universidad sea gratuita. Muy bien. Eso quiere decir que los profesores no cobrarían sueldo, las limpiadoras tampoco, ni por supuesto los arquitectos ni los trabajadores que construyen los edificios, ni la compañía eléctrica ni…
--¿Qué tonterías dices? Claro que todos cobrarían, y un sueldo digno.
--Entonces tú no quieres que la Universidad sea gratuita, lo que quiere es que su coste, cada vez más elevado, no lo asuman, ni en todo ni en parte, quienes se matriculan en ella, sino todos los contribuyentes. Que la cajera del supermercado ceda una parte de su sueldo para que los hijos de los banqueros y de los especuladores inmobiliarios puedan estudiar gratis si les da por ir a una universidad pública.
--¡Tú no conoces la vida real! ¡Yo quiero una democracia que me garantice trabajo para todos y no cualquier trabajo!
--¿Y quién no quiere eso? Lo que está en cuestión es el método para conseguirlo. Si conoces alguno, si los de la democracia real (más bien deberían llamarse “democracia ideal”, la real, con todas las imperfecciones de la realidad, es la que tenemos) conocen alguno que nos lo expliquen. Seguro que ganan el Nobel de economía del próximo año.
--¿Y tú qué pretendes que, estando como estamos, no hagamos nada?
--Que cada uno haga lo que crea conveniente, ir a votar o no, manifestarse o no, pedir la luna o no. Pero que tenga en cuenta el fundamente básico de cualquier teoría política: “Si las cosas están mal, lo primero que hay que hacer es procurar no ponerlas peor, aunque sea con la mejor intención del mundo”.
Gracias por la totalidad de estas entradas, que son espléndidas, y en particular por la referente al famoso 15-M, de una sensatez rara por estos pagos. Habrá que ver en qué para el asunto; pero ciertamente una aportación así es del todo necesaria. He copiado la entrada en un foro de antiguos alumnos en que participo, y donde las opiniones están, mayoritaria y al parecer acríticamente, en favor de los acampados y sus reivindicaciones. Espero que haga pensar, como me ha hecho pensar a mí mismo. Gracias.
ResponderEliminarMe encantaría conocer ese foro ¿hay alguna manera de poder acceder a él?
ResponderEliminarGracias por el interés; pero se refiere únicamente a los antiguos alumnos que decía. Con todo, no faltan (por ejemplo, éste mismo) lugares para la discusión pública de ideas. Y son del todo necesarios; las seguridades acríticas, azules o rojas, son incómodamente abundantes.
ResponderEliminar¿Y usted acepta que le llamen "poeta", sin que un reflejo de ese pragmatismo del que parece alardear le suba a la garganta y grite, exento de su control: "¿ Poeta yo? Pero si soy un simple funcionario..."
ResponderEliminarQue decepción, Martín, qué criterio tan pedestre, sobrado de un posibilismo castrante y desmovilizador...
Y vive dios que no me levanto de este árido suelo que me toca pisar desde que nací.
Claro, eso le pasa por no leer (o no saber interpretar) nada de Marx and other (¡Je,je,je... Seamos serios, señor F., déjese de demagogias y de diatribas panfletarias).
Claro, claro, claro, están en riesgo las nóminas de los servidores del estado, de los pensionistas, de los pilotos de los Phantom, de los "profesores" de Religión...
¿Y acepta usted que le llamen poeta, Martín?
Ya sé que hacer poesía no está reñido con la lucidez y con la procura racional de la intendencia, pero que se considere -irrefutablemente- capaz de discernir "lo que es digno de ser conservado...".
"Botellón sin botellón"..., qué desfachatez hablar así. ¿Y se precia usted de conocer a los jóvenes, de saber cuáles son sus necesidades y cuál es su dignidad pisoteada?
He acudido estos días a la plaza de mi pueblo y he salido confortado y agradecido de lo que he visto y oído.
Usted lo despacha llamándolo "botellón sin botellón". Que dios le conserve la vista para que no confunda las sombras solipsistas de su ego con la vida que brujulea bajo este sol de injusticia.
"Botellón sin botellón..." Y se dice poeta.
Qué idea más rara tiene del poeta el señor F.
ResponderEliminarUn poeta es una persona como las demás que además escribe poemas. Eso no le impide tener sentido común, huir del rebaño y pensar por su cuenta.
Admito que puedo estar equivocado, pero a mí me parece que ese movimiento sin partido es interesante sociológicamente, por lo menos tan interesante como la audiencia millonaria que consigue Belén Esteban. Los periódicos hablaron de una encuesta que le daba como la tercera más votada si se presentaba a las elecciones. Su programa se parecía sospechosamente al de los acampados: ¡Acabar con el paro! ¡Una vivienda digna para todos los españoles! ¡Eliminar la corrupción! (Lo que no decía era lo que había que hacer para conseguirlo).
Pero en esta cuestiones ideológicas mejor no tratar de convencer a nadie.
Me limito a recordar que de buenas intenciones está el infierno lleno.
Y los que sabemos algo de historia sabemos en qué terminan los intentos de hacer una política sin partidos, de crear un movimiento y no un partido político. Todavía somos muchos los que recordamos el Movimiento Nacional.
En fin, gracias por leerme y por discrepar.
JLGM
¿Huír del rebaño, dice? ¿No estarán más en el redil quienes no alcanzan a intuir que existan alternativas a este modelo de sociedad que "nos" hemos dado, incapaz de dar satisfacción a las necesidad (de todo tipo) del hombre del siglo XXI?
ResponderEliminar¿O es usted de los que niegan la evolución de las cosas?
¿Le parece poca contradicción que la generación (europea) mejor preparada de todos los tiempos tenga que conformarse con sub-empleos tales como de repartidor de pizza por tres meses?
¿Le parece aventurero levantarse contra la dictadura de los Poderes económicos, que nos tiranizan y que hacen tabla rasa de derechos, constituciones, normativas legales y un largo etcétera de atropellos?
Se ve que no a leído (y menos firmado) los documentos en que plasmaban sus reivindicaciones, todas ellas de una extremada racionalidad y mesura. Yo sí me he tomado la molestia de ambas cosas y le aseguro que, pese a la indigna debacle electoral (¡Vivan las caenas!), no me arrepiento.
Tenga usted en cuenta que lo que son estériles e inoperantes son los "movimientos" que surgen de la ocurrencia o del voluntarismo de una camarilla. Pero si son expresión de una realidad económico-social dada, recogen en sus velas el viento de la Historia: no son las ideologías y las superestructuras teóricas las que determinan el acontecer, sino que aquellas devienen de un estado de cosas real previo.
Tan real como la náusea que crece, inasumible por ciudadanos íntegros y pagados de su dignidad.
Yo sí he leído con calma los escritos de los jóvenes acampados y le aseguro que no hallé nada surrealista ni carente de sentido.
Más surrealista me parece que una multitud de damnificados por el Sistema entregue su voto y su confianza a los que representan la facción de quienes los estafan.
O de quienes -sin echar un vistazo a los manuales de Historia- creen que las cosas han de discurrir necesariamente por los caminos trillados.
Y sí, creo que a un poeta no debiera ser necesario explicarle estas cosas.
Claro que Pemán, Manuel Machado o el Borges filovideliano también eran poetas.
Pero yo sé lo que me estoy diciendo.
Salud.
Seré breve: por muy mal que estén las cosas, siempre pueden ponerse peor, así que hay que andarse con tiento.
ResponderEliminarClaro que también pueden mejorarse, y algunos estamos en ello sin necesidad de hacer ninguna sentada (algo heroico en una dictadura, mero espectáculo en democracia). Pero yo tengo demasiados años para creer que enumerar los problemas más obvios (los que todo el mundo, expertos y no expertos, conoce) equivalga a solucionarlos. Otro sistema es posible, cierto, pero para llegar a él no hay más camino que ir poco a poco, poniendo parches, votando a quien nos parece más válido y dejándole de votar si no cumple, etc, etc. Uno es demasiado viejo para creer en soluciones mágicas, en remedios radicales. Yo creo más en las democracias imperfectas que en los salvapatrias. En fin, siempre digo que la España con la que yo me encontré cuando cumplí veinte años era bastante peor que el país con que se encuentran los que ahora cumplen veinte años, y que en esa mejoría algo hemos tenido que ver los que tenemos mi edad. Y yo sigo esforzándome en mejorarlo (aunque suene vanidoso y se note poco).
JLGM
Manifiesto de los acampados en la Puerta del Sol
ResponderEliminarDEMOCRACIA REAL ¡YA!
Nadie os obligó a ser políticos. Ninguno de nosotros os pidió que sirvierais al país. Fue vuestra decisión, libre y soberana, así que no vamos a bajar el listón de nuestra exigencia, al contrario, vamos a incrementarlo como nunca antes lo habíamos hecho y vamos a convertir nuestra determinación en el motor de una revolución pacífica que no podréis ni soñar en detener.
Nosotros sustentamos la nación con nuestro trabajo y sostenemos al estado con nuestros impuestos. Nosotros parimos los hijos, los educamos para que continúen manteniendo la nación cuando les llegue el turno y los alojamos en nuestras casas más tiempo del necesario para su vuelo. Y vosotros no habéis hecho vuestra parte del trabajo.
Ahora no tenemos pan para alimentar a muchos de los nuestros. Ahora una generación entera mejor preparada que ninguna otra antes está agonizando sin futuro. Por vuestra culpa.
Ahora lo sabemos: con vuestra hambre de prebendas y vuestra medrosa intemperancia habéis vendido nuestro país y nos habéis vendido a nosotros. Lo peor es que también queréis que paguemos la factura de vuestras pavorosas componendas.
Nosotros cuidamos de los ancianos, mantenemos el ritmo económico del país y hacemos que el progreso sea una realidad para todos inventando internet, descubriendo los principios activos de los medicamentos, aportando ayuda para paliar cualquier desgracia colectiva, viajando a lugares remotos para llevar consuelo o conocimientos, creando los puestos de trabajo y limpiando el chapapote mental con que vuestra negligencia nos roba vidas, haciendas y esperanzas.
Somos nosotros los que morimos por vuestras decisiones, demasiadas veces equivocadas: y es que nosotros ponemos los muertos en los accidentes, en los atentados, en las guerras y en las catástrofes. Vosotros solo nos miráis desde arriba, insaciables, pidiendo más y más y más.
Ahora, cuando las cosas van mal, así sea individual o colectivamente, seguimos siendo nosotros los que apechugamos para salir del hoyo que vosotros cavasteis. Y de paso os sacamos también a vosotros, ingratos, que encima sonreís y os ponéis la medallita que solo es de la masa, de la gente, de la muchedumbre. De la ciudadanía. Nuestra. Y ya hemos llegado al final de nuestro aguante.
Hasta hoy os hemos pedido poco, muy poco. Solamente que no metierais mano en la caja, que no anduvieseis a la gresca por una silla apenas unos centímetros más alta que la otra, que conocierais y respetarais la Constitución, que entendierais nuestras necesidades como sociedad, que fuerais demócratas en el más estricto sentido de la palabra y que protegierais a los más frágiles de entre nosotros. Los servidores públicos sois vosotros y estáis a nuestra disposición, pero lo olvidasteis hace décadas y vendisteis muy barato nuestras vidas, nuestras haciendas, nuestras esperanzas.
Os pedimos muchas veces que nos respetarais como a iguales, que dejarais de perder el tiempo en nimias controversias sobre el tamaño de vuestros egos, enormes por demás. Os gritamos que fuerais más constructivos, capaces y tolerantes, que no dierais tan mal ejemplo a todos los que os hemos estado mirando, atónitos.
Ha llegado el momento de recordaros algo muy importante: este país es nuestro, no vuestro. Y os lo vamos a hacer saber con cuanta determinación y esfuerzos sean necesarios.
Ha llegado el momento. Vamos a recuperar nuestras vidas, nuestras haciendas y, por encima de todo, nuestras esperanzas y nunca más volveréis a robárnoslas.
Ha llegado el momento. Somos más y cada uno de nosotros vale más que todos vosotros juntos porque a nosotros nos mueve la confianza en el nuevo tiempo al que pertenecemos y no vuestro miedo a perder un tiempo que ya murió.
Ha llegado el momento. Vamos a recuperar la sociedad de una nación a la que queremos más que vosotros, con más sensatez y mejores capacidades. Una sociedad que sabe lo que
quiere, cómo lo quiere y cuándo lo quiere; una sociedad segura de sí y que sabe bien lo que no quiere: a vosotros.
Esto es una demagogia.
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