domingo, 12 de diciembre de 2010

Al otro lado: Parece que estoy solo

Viernes, 3 de diciembre
UNOS OJOS NEGROS VI

Soy muy realista, pero creo que la realidad tiene grietas por las que uno puede colarse hasta otra realidad. Anoche, cansado de no poder dormir, cerca ya de la madrugada, salí a dar una vuelta. Caminaba a pasos rápidos, para espantar el frío, por el parque de San Julián de los Prados, que está al lado de mi casa, cuando me sorprendió una luz entre la hierba, cerca de uno de los bancos, como si alguien hubiera dejado una linterna en el suelo. Era una especie de trampilla abierta por la que descendía una escalera hacia un interior muy iluminado. No lo pensé dos veces y comencé a descender. La escalera de caracol daba vueltas y más vueltas alrededor de sí misma. Parecía interminable, como si se fuera alargando a medida que yo descendía. Cuando ya estaba decidido a desistir y a iniciar el fatigoso ascenso, ante mí apareció un jardín. No un jardín subterráneo: sobre los laureles y los naranjos se abría el cielo más azul que yo haya visto nunca. En un banco muy similar al que había arriba, donde comenzaba la escalera, encontré un libro abierto y vuelto boca abajo, como si algún lector hubiera tenido que dejarlo allí apresuradamente. Era un volumen de la colección Austral que yo conocía muy bien: los Poemas arabigoandaluces traducidos por Emilio García Gómez. Me senté y me puse a releer aquellos versos que, en muchos casos, casi me sabía de memoria: “Cuando el día se alejaba moribundo llegó la noche llena de juventud”. Luego, no sé por qué, recordé el final de un soneto de Borges: “Pienso también en esa compañera / que me esperaba y que quizá me espera”.


Se estaba bien allí. “¿Por qué para ser feliz / es preciso no saberlo?”, se preguntaba Pessoa. Yo he aprendido a tomar conciencia de la felicidad en el presente. Era feliz en aquel jardín tan cerca de mi casa, en otro mundo. Cerré un momento los ojos y, al abrirlos, tenía a mi lado una anciana que se me había acercado sin que yo me diera cuenta. Llevaba cofia blanca y sayas negras, como las ancianas de los cuentos, y su rostro me era vagamente familiar. “¿Sería tan amable de devolverme el libro?”, me dijo. “Es de mi nieto, que siempre está leyendo. Acabará loco, como don Quijote”. “No he acabado loco, abuela”, le respondo. Se alejó con el libro en las manos, sonriente, y yo la seguí en medio de un raro silencio: no se oía ni el trinar de un pájaro, ni el susurro de las hojas en la brisa o del agua en la fuente de mármol que había en el centro de una glorieta. No sé cómo los perdí de vista. A ella y al jardín. Estaba en un sótano mal iluminado; en una esquina, una húmeda escalera de caracol ascendía hasta perderse en la oscuridad. Subí por ella, cansinamente, parecía que no iba acabarse nunca. A la memoria me vino una anotación de Marilyn Monroe en sus cuadernos secretos: “Cuando lo único que deseo es morir”. Levanté la trampilla. Había comenzado a amanecer. El perfil de la ciudad, con la torre de la catedral en lo alto, se perfilaba en un cielo lechoso. Un perro madrugador comenzó a ladrarme. Al final de la cadena que lo sujetaba había una sonrisa apaciguadora y unos ojos muy negros. Recordé a Manuel Machado: “Unos ojos negros vi / desde entonces en el mundo / todo el negro para mí”. “Muy temprano para pasear sin perro”, dijo. Y yo pensé: “Muy tarde para que te vea por primera vez”. Dejamos el perro en su casa y fuimos a la mía. Le conté de dónde venía. Me miraba sonriente, sin mostrar ninguna extrañeza. “Tampoco sé si tú eres de verdad o no”, dije. Desde entonces en el mundo nada es negro para mí.


Sábado, 4 de diciembre
PERO NUNCA LO DIRÉ

Entre las frases que siempre repito, están unos versos de Rafael Montesinos “Me muero porque me quieran, / pero nunca lo diré”. A mí, en cambio, que me quieran me importa poco; me conformo con que, quien yo quiero, se deje querer.


Domingo, 5 de diciembre
EL BUEN DISCÍPULO

Coincido en el café dominical del Fontán con Cristian y con López-Vega. Martín, a la vez que me entrega los últimos libros de la editorial que dirige, Vaso Roto, y me habla de sus múltiples y políglotas proyectos, aprovecha para discrepar de todo lo que digo. Cristian, en cambio, me escucha como si yo fuera la literatura en persona.
“Ha leído tu diario de hoy –me dice—. Ya veo que sigues con la misma fórmula: primero cuentas lo que te cuenta alguien que te encuentras en el tren o en la biblioteca de Avilés, luego citas unos párrafos del libro que estás leyendo y más adelante aprovechas para meterte con un amigo o con el Gamoneda de turno. ¡Así cualquiera escribe diez libros al año! ¿En la antología de Renacimiento incluyes nuevos poemas? Aunque me temo que no se diferenciarían mucho de los anteriores. ¿No te cansa ya la formulilla del monólogo dramático?”.
“Hace diez años, Martín López-Vega era como tú; esperemos que dentro de diez años seas tú como él”, le digo luego a Cristian cuando paseamos por el Campillín. “A mí me parece que López-Vega habla en broma cuando se mete contigo”, me dice. “Un poco en broma y algo en serio. Cuando vuelve por la tertulia siempre da la impresión de que quiere ser califa en lugar del califa y, como no lo consigue, nos mira un poco por encima del hombro. Pero a mí no me parece mal que deje de hacerme caso y se dedique a desbarrar por cuenta propia. Todo lo contrario. Mal maestro el que no se esfuerza en conseguir que sus alumnos le superen. Claro que yo práctico el doble juego: hago todo lo posible para que lleguen hasta donde yo estoy, pero cuando llegan allí yo procuro estar un poco más allá. Tampoco hay que ponérselo demasiado fácil”.


Lunes, 6 de diciembre
DEVOCIONES

Entre los libros de su editorial que ayer me pasó López-Vega hay uno de Clara Janés que anuncia, como gran reclamo, la inclusión de unas cartas de Antonio Gamoneda. Ella le había indicado que esos poemas son “lo más irracional que he escrito”. Y el ilustre vate saca de inmediato su veta de lúcido teórico: “Sin punto y aparte, urgentemente, te pido que no vuelvas a utilizar la palabra ‘irracional’, torpemente acuñada, en su día, por Bousoño, creo. La antinomia ‘racional-irracional’ es estrictamente zoológica. Otra cosa es la ‘locura’ que puede ser humana y hasta divina”.
Qué suerte tiene el bueno de Gamoneda, que solo ha detectado comportamientos irracionales en el reino animal, nunca entre políticos, ni entre enamorados, ni siquiera entre conductores en medio de un atasco o de una discusión de tráfico.
Los poemas de Variables ocultas –afirma Clara Janés— son el tipo de texto “que hago para tranquilizarme cuando no puedo escribir y me digo: es solo para mí, así que salga lo que salga. Luego, como ahora, aparece alguien que te pide un libro”. Afortunadamente ese alguien no fue Martín López-Vega, sino Jeannette L. Clariond (la dueña de la editorial que él no dirige del todo, desafortunadamente), que un día le dijo: “Quiero hacer contigo un libro especial, como el que hizo Gamoneda con Juan Carlos Mestre”. Y aquí está ese libro especial: “Entre el amigo y el amado se heló la noche y su blancura no fue la de aparición” (fin de la cita y del poema).
A mí la Clara Janés que más me gusta es la menos algodonosa. La de Sendas de Rumanía, por ejemplo, que cuenta un viaje mezclando verso prosa, a la manera de Basho y sus Sendas de Oku. Lo malo es que ese viaje estuvo financiado por Ceaucescu y para no perderse en el puro lirismo nos cuenta en la nota preliminar que utilizó los informes “objetivos y científicos” que las instituciones rumanas le proporcionaban. Nos narra incluso un encuentro con el gran líder, admirable en su sencillez, y manifiesta su asombro ante el comunismo humanista rumano “y la naturalidad con que se vive en el país y lo bien adaptado que está a la idiosincrasia peculiar del pueblo”.
Pero nada hay que reprocharle a la poetisa: ni es la única que admiró a Ceaucescu ni es la única que se pasma ante Gamoneda. Desde que leí sus Sendas de Rumanía me han quedado en la memoria los versos de Zaharía Stancu: “En mí una estrella herida se enciende con tristeza / y el alazán relincha desde la noche oscura”.



Martes, 7 de diciembre
CITAS

Qué razón tiene mi amigo López-Vega. Siempre cuento lo mismo, siempre repito las mismas citas. Cuando las cosas van mal, unos versos de Vicente Gaos: “La vida es dura / y no hay consuelo. / Saca el pañuelo / literatura”. Y, cuando me arrepiento de estar solo, Ibsen: “El hombre más fuerte es el que está más solo”. O Gastón Baquer: “Parece que estoy solo, pero llevo conmigo un mundo de fantasmas”.



Miércoles, 8 de diciembre
EN LA ESTACIÓN

Antes de verte por primera vez ya había soñado muchas veces contigo. Me pasa siempre. Nunca ocurre nada en mi vida, nada digno de ser vivido, que no lo haya vivido primero en sueños.
Al bajar del tren, en aquella estación en la que nunca había estado, me sentí lleno de una rara paz, a pesar de que nunca me han gustado los lugares desconocidos y de que nunca hago nada por primera vez, si puedo evitarlo.
Nadie había venido a esperarme, a pesar de lo que me habían anunciado. Los pocos viajeros que descendieron allí, a los que tampoco había venido nadie a esperar, desaparecieron rápidamente (uno de ellos se volvió a mirarme). Fui hasta el bar, a pedir el teléfono para llamar un taxi. Pero estaba cerrado. Como no había nadie a quien preguntar, me puse a caminar por una calle de casas bajas, que parecía el decorado de alguna vieja película. Las puertas y ventanas estaban cerradas, nadie pisaba las aceras. Sin necesidad de preguntar, encontré el hotel en el que tenía reservada habitación. Debía ser el único hotel, o el único de una cierta categoría. Estaba cerca de la estación y en su fachada había desconchadas cariátides y otras muestras de la fantasiosa arquitectura de principios del XX. Dije mi nombre en recepción. Efectivamente, tenía habitación reservada y en el hall de columnas dóricas y recargadas lámparas había unos caballeros esperándome. Me acerqué a saludar, extrañado de encontrarlos allí y no en la estación. Pero había habido algún equívoco. Pensaban que llegaría en coche. Hacía años que los trenes no paraban en aquella pequeña ciudad, que había conocido mejores tiempos. La estación estaba cerrada. “Pues yo no fui el único que bajé”. Sonrieron. “Cosas de poeta”, debieron pensar.
Leí por la tarde mis poemas, me aplaudió cortésmente el escaso público y, tras una aburrida cena, me fui a dormir. “No debí haber aceptado la invitación”, me dije. Tardé en dormirme. Cuando desperté, comprobé que no estaba solo. Y no sé cómo adiviné que nunca volvería a estar solo, por muy solo que estuviera.

7 comentarios:

  1. Se nota la larga mano del Departamento de estado de los USA.
    Cuando Zapatero permaneció sentado en su silla (¿de tijera?) al paso de las águilas y de los fasces del Imperio; cuando en un rapto de honestidad sacó a las tropas españolas de la ciénaga iraquí, estaba lejos de conocer cuál es el talante que se gastan por aquellos pagos ante lo que ellos consideran desplante o menoscabo a su dignidad de potencia hegemónica.
    Ahora sabemos cuánto ha tenido que pagar para hacerse perdonar semejante osadía.
    Ahí están los ocultados vuelos de la CIA sobre cielo y tierra hispanos. Se sabe de las presiones del Gobierno sobre los magistrados que entendían en el caso del asesinato de Couso...
    Hoy me desayuno leyendo en El País que algunas corporaciones españolas fueron forzadas a abandonar sus negocios en Irán, porque no agradaba a los yankees que otro país soberano ejerciese su condición de tal.
    Pero lo que no se me pasó por la imaginación es que los miramientos y las cortapisas con respecto a los USA llegaran al punto de que se percibiese como impropio o temerario mentar las glándulas mamarias (¿colará así) de doña Sarah Palin, máxime siendo ella misma la que aparece en la prensa viéndosela bien ufana de sus escotados atributos. Además para decir que se los encuentra bellos.
    Lucubrando, caigo en pensar que quizá opere como determinante la conciencia de que -con la máxima probabilidad- los republicanos se van a hacer con la administración de aquella nación y no se puede descartar que la avispada dama de los citados atributos pase a desempeñar un cargo de la máxima importancia (apunta para vicepresidenta, dicen los entendidos).
    Ante tales expectativas, comprendo -a destiempo- que los medios informativos (y los intelectuales) han de tentarse la ropa antes de escribir algo que, aunque parezca inocuo a día de hoy con el liberal Obama en la Casa Blanca, bien pudiera ser fuente de conflicto o incluso de daños colaterales de incierta gravedad.
    Al fin y a la postre, poco le iba a suponer al Imperio hacer cerrar la boca a quien le perturba la (culpable) digestión.
    Casos así los vemos todos los días.
    Salud.

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  2. Esta melodía se acerca a sus relatos, a los sueños.
    De su amiga,
    a.r.

    http://www.youtube.com/watch?v=zD7_jgXkvyc

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  3. Como buen egoista ya lo creo que no te importa que te quieran, ni que te aprecien ni que se preocupen por tí... tú sólo a lo tuyo y a los tuyos.

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  4. Según un sondeo que publicaba el sábado pasado el New York Times, el Partido Demócrata remonta en las encuestas.
    Me parece que la esperanza de que los republicanos no nos hielen el corazón a todos empieza a verse reflejada en los matices más insospechados.
    Como en este blog.

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  5. Vaya, pues va a ser verdad que estás solo...

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  6. cuando haya leído un poco más, un día me acercaré a Ud. y le diré que soy el avis raris y su amiga admiradora que no se atrevía a hablarle.
    Espero que esté bien.
    Esta canción se la envío como otra cualquiera.
    http://www.youtube.com/watch?v=S_-pWX_xqZ4

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  7. ¿Raris avis? Qué raris...

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