sábado, 27 de septiembre de 2025

La rueda de la fortuna: Puñales en la espalda

 

Sábado, 20 de septiembre
TOMO NOTA

Mientras miro caer la lluvia, en la melancolía del anochecer, pienso que ayer fue el último día del verano. Un hermoso día. Por la tarde, en un jardín de Las Caldas, nuestro refugio cuando nos expulsaron del convento de Valdediós, donde cada año celebrábamos un encuentro poético, nos reunimos en torno a Xuan Bello, presente en su poesía y también en imagen: una gran fotografía tomada precisamente ante el acebo en que la colocaron. Atendió, muy complacido, a los versos que se leyeron en su honor y a tantos gratos recuerdos como allí se evocaron. Al final, cuando los asistentes se desplazaron a otra parte del jardín para charlar y disfrutar de la grata merienda, se quedó solo, frente al lento crepúsculo. Yo recordé la rima de Bécquer, sonreí y me acerqué a saludarle.

            ---¡Menos mal que todo ha salido bien, Xuan! Hasta el último momento me temí lo peor.

            ---¿Y por qué?

            ---Como inauguraste las lecturas de Valdediós, allá por el año 2002, y estuviste en la más reciente, de este mismo año, se me ocurrió que sería una buena idea terminar el verano leyendo tus versos, y los de los amigos, en este mismo lugar. Y regalar un pequeño libro a los asistentes, como es costumbre. Dicho y hecho, ya me conoces. En seguida, me puse a prepararlo todo, con la ayuda de Martín Caicoya y de los editores de Impronta. No caí en la cuenta de que tú ya no mandas en tu obra. Ahora está en manos de un agente riguroso, que no perdona una, y que hizo todo lo posible para que no fuera posible El vuelo de la celebración.

            ---¡No me digas!

            ---Yo temía que acabara prohibiéndonos la reproducción de tus poemas, aunque fuera una edición no venal. Tenía un plan B para ese caso, pero por suerte no hizo falta emplearlo. Y todo salió de la más emocionante manera. Respiro aliviado. Y tomo nota.

            ---Si te refieres a quien yo me imagino, un buen amigo de los dos, no se lo tengas en cuenta, seguro que lo ha hecho con buena intención.

            ---Seguro. Carmen Balcells no lo habría hecho mejor.

            Mientras escribo, tengo a mi lado el gran retrato de Xuan frente al acebo del jardín. Al terminar el acto, al que no asistió nadie de su familia, los organizadores me dijeron: “¿Quieres llevártelo? A fin de cuentas, tú eres el más cercano a él de los que estamos aquí. Seguro que queda en buenas manos”.

            Seguro. La promoción editorial otros la harán mejor que yo, que nunca he formado parte de ese negociado, pero hay otras maneras de hacer buen uso de la literatura, otras maneras que no tienen que ver con la intención –muy respetable-- de hacer dinero con la literatura.

Domingo, 22 de septiembre
DE MOMENTO

De momento, no me puedo quejar. Cada día me trae un rato de felicidad y no he perdido la capacidad de olvidar pronto los malos ratos ni de pasar página tras los inevitables conflictos.

            Como me gusta hacer recuentos, compruebo que son más los que me quieren bien que los que me quieren mal –no tengo en cuenta los damnificados por mis reseñas, a los que por lo general no conozco personalmente— y que suelen ser más infundadas las razones de estos que las de aquellos.

             No he participado nunca del relumbrón del éxito, que siempre avillana un poco, pero tampoco he sentido la amargura del fracaso o los mordiscos del resentimiento.

Para desesperación de mis editores, siempre he pensado que vender mucho es una vulgaridad y me he esforzado todo lo posible por no incurrir en ella.

            Respeto a los mercaderes, pero yo no he nacido con esa vocación.

Lunes, 22 de septiembre
DEJARSE ACARICIAR

El rato de felicidad de hoy, fiesta local que trastroca las costumbres, y además un día lluvioso y desapacible, ha sido la película de Fernando Colomo Las delicias del jardín, un divertimento escrito y protagonizado por un padre y un hijo.

Un entretenimiento intrascendente, dirán algunos. Una travesura inteligente, digo yo. Viene bien dejarse acariciar de vez en cuando. Bastantes bofetadas nos dan Trump y Netanyahu.

 

Martes, 23 de septiembre
OTRO FINAL

“No has escrito nada sobre Antonio Rivero Taravillo”, me reprocha un amigo. La nueva costumbre se ha convertido en obligación: cuando muere un escritor conocido, las redes sociales se llenan de lamentos, de evocaciones, de fotos compartidas. Es otra forma de dar el pésame.

            Con Rivero Taravillo –yo siempre le llamé así-- entré en contacto en los años noventa cuando él trabajaba en una librería inglesa de Sevilla y publicaba sus primeras colaboraciones en el suplemento “La mirada”, de El Diario de Andalucía, que dirigía José Luna Borge. Yo le animé a reunir aquellas primeras colaboraciones en el libro Las ciudades del hombre que editó en Gijón. La sugerente cubierta fue idea mía: una imagen de las cúpulas de Buenos Aires que yo había encontrado en el mercadillo de San Telmo. Luego dirigió durante un tiempo la Casa del Libro de Sevilla y en ella organizó la presentación de algún libro mío. Cuando le despidieron de ese puesto, no por ser mal director, sino por todo lo contrario: por prestar más atención a las editoriales literarias que a best sellers y libros de autoayuda, decidió dedicarse profesionalmente a la literatura. E hizo bien: tenía talento y capacidad de trabajo. Colaboró con asiduidad en la revista Clarín. Yo recuerdo especialmente algunas de sus páginas viajeras, sus memorables traducciones poéticas, su biografía de Cernuda. De Cernuda vino a hablar a Castropol, donde el poeta situó uno de sus relatos “En la costa de Santiniebla”; le acompañaba, Ángel Yanguas, el sobrino de Cernuda. Él mismo nos fue dejando constancia de su enfermedad a través de Facebook y era desolador ver las huellas del cáncer en su rostro. Parecía al final que lo había vencido y en su último libro de poemas, que se publicó también en Gijón, dejó constancia de su lucha.

            Me enteré de su muerte, ocurrida el 19 de septiembre, cuando en el jardín de Las Caldas celebrábamos la obra de Xuan Bello. Eran casi coetáneos: uno había nacido en 1963, el otro en 1965. Seguí la carrera de los dos desde sus inicios hasta el final. Pero con Xuan compartí también charlas y viajes y desengaños personales. Dos heridas, pero una más profunda y a traición que la otra. Y dos recordatorios de lo que nos espera no sabemos dónde, ni el día ni la hora.

            Queda la obra, queda el ejemplo. Los dos murieron con la pluma, o con el ordenador en la mano. Xuan Bello publicó dos días antes su último artículo, que no sabíamos que sería el último, y de Rivero Taravillo nos llegará dentro de muy poco su última biografía, la dedicada a Álvaro Cunqueiro. Como Horacio, los dos pueden proclamar con orgullo: “Non omnis moriar”. Han muerto, pero siguen vivos. 

Miércoles, 24 de septiembre
DISTRACCIONES DE LA CENSURA

Para visitar librerías de viejo, no necesito salir de casa. Está tan llena de sorpresas como cualquier librería. Hoy, buscando otra cosa, encuentro tres amarillentos ejemplares de Sí, el suplemento literario del diario Arriba, que no recuerdo haber visto nunca. Son de 1943. Uno de ellos está dedicado monográficamente a “crónicas literarias de autores jóvenes”.

Me sorprende el título de la que firma Luis Ponce de León: “Sodoma and Gomorra, Ltd. Society”. Habla de Inglaterra, la Inglaterra de 1943, un país que ha renunciado “a la limpieza, autenticidad y energía de vivir” y, cuando eso ocurre, cuando un país “toma partido resueltamente por lo morboso, en su arte o en sus costumbres, le ha llegado sin duda la hora de buscar heredero”.

Es fácil imaginarse cuál sería el heredero en el que pensaba Ponce de León: la Alemania nazi. Lo que no podríamos imaginarnos es el motivo de esa descalificación moral de Inglaterra: la película Rebeca, que por entonces se estrena en España: “Rebeca es una criatura morbosa y despreciable. Rebeca no tiene hijos; engaña a su marido con señoritos de una vulgaridad brutal; se suicida por no morirse y, para que nada falte, frecuenta Lesbos en compañía de su ama de llaves, como insinúan con cierta delicadeza unas escenas que serían por demás inadmisibles, y que a bastantes espectadores han hecho pensar en las distracciones de la censura”. 

Jueves, 25 de septiembre
LISTAS NEGRAS

Soy muy de listas negras y la más negra de todas es aquella en la que incluyo al subgrupo, en mi caso no demasiado numeroso, afortunadamente, de los amigos que te clavan un puñal en la espalda.

            ---No seas rencoroso, Martín.

---Lo soy bastante, Xuan.

---Recuerda los versos de Botas, que a mí me gusta repetir: “Algunas veces / ponemos dulces máscaras a aquellos / que están en nuestras vidas / para seguir queriéndolos”. 


 

 

13 comentarios:

  1. José Luis García Martín miente. Cuando en su diario de hoy comenta la lectura homenaje a Xuan Bello que organizó en un práu a las afueras de Oviedo, afirma, con respecto al librito que se entregó a los asistentes, que yo hice “todo lo posible para que no fuera posible”. Cuando José Luis García Martín me envió las pruebas del libro, le dije (está por escrito): 1) Que había dos poemas que aparecían en castellano y no en asturiano sin razón aparente ni explicación alguna. 2) Que hubiera tenido más sentido, creía, que todos los poemas de Xuan fueran juntos (mera sugerencia). 3) Que se notaba que era una de esas cosas que él hace más preocupado por hacerlas rápido que por hacerlas bien. En ningún momento insinué censura de ningún tipo. Él me respondió que lo pagaba él (curioso razonamiento). Lo único que añadí, pues, fue que el copyright debía ser “Herederas” y no “Herederos de Xuan Bello” porque Xuan solo tiene herederas. Ah; y que seguro que a Abelardo Linares le encantaría el argumento de que como él paga tiene derecho a hacer la chapuza que quiera, cuando luego le encanta dar lecciones de edición a todo el mundo reseña tras reseña. ¿Dónde está eso de hacer todo lo posible para que no fuera posible el librito de marras? Miente, miente o alucina, o miente y alucina, José Luis García Martín. Él sabrá por qué.

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  2. Señores, esto se ha salido de madre, no hace bien a nadie y solo provoca desbarres que son incontrolables y tergiversan todas las buenas intenciones que se les suponen. Por el bien de las amistades y por el bien de la buena memoria de Xuan dejad que el agua se serene y celebremos los bellos homenajes como el que se celebró en el jardín de Las Caldas que tanto bien hace a Xuan y su memoria.

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    1. ¿A qué señores te refieres, amigo Juan Antonio? Yo no veo que haya que serenar nada. Han pasado los tiempos felices en que estos comentarios eran un guirigay (que si Cataluña, que si la Gran Encerrona con pretexto sanitario), ahora reina el silencio.
      Cuando el autor del comentario anterior sin firma, que me imagino que será de mi antiguo amigo Martín López-Vega enumera todas esas recomendaciones (que nadie le había pedido, por cierto: ni colabora ni es el editor) sobre un librito que se iba a entregar el día 19 de septiembre a los asistentes a un homenaje a Xuan Bello, olvida decir que pidió más de una vez que se le enviaran esas pruebas dando a entender (o eso entendí yo, pude equivocarme) que nada se podía publicar de Xuan Bello sin su autorización. Por otra parte, cuando él comenzó a enviar consejos no solicitados, el librito ya entraba en imprenta. Quizá yo no me expliqué bien. Di por sentado que sabía que la prisa no era un capricho, sino consecuencia del destino de la publicación, a modo de programa de un concierto: no tiene sentido que se publique semanas después del concierto. El acto se celebró como estaba previsto, el libro --en el que colaboran diecisiete autores, además de Xuan-- ya está agotado. Hace el número 24 de una serie que se inauguró con la participación de Xuan Bello en 2002 y que es la primera vez que oigo calificar de chapuza: puedo asegurar que Impronta se esmeró como siempre en la edición, aunque esta vez, como homenaje, no cobrara por su trabajo.

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    2. Lo que digo, Martín, es la respuesta no solo a lo que se dice en tu blog, sino a las verdaderas barbaridades que se han vertido en la red de Facebook. Por eso, esa alusión a la serenidad. Desde luego es incomprensible. por todo lo que dices, la contundencia en las palabras de López -Vega.

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  3. Algo me han contado de esos comentarios en Facebook, pero como no aparecen en mi Facebook no he tenido la curiosidad de leerlos. Quizá deberías hacer lo mismo y seleccionar tus lecturas, amigo Juan Antonio.

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  4. Caro José Luis, alias “Martín”:
    Hace treinta años que nos conocemos y por eso sigue resultándome extraño que, si algo te sienta mal, en vez de llamarme y hablarlo prefieras mentir y difamarme en público. Precisamente por conocerte hace treinta años ya no debería extrañarme, pero lo sigue haciendo. Por eso, cuando leí tus mentiras, decidí llamarte y preguntarte qué pasaba. Con valentía y amistad, primero me colgaste y luego no sé si me bloqueaste o apagaste el teléfono, de modo que decidí contestarte, tal y como tú habías hecho, en público, que no es lo que prefiero, pero a lo que me obligas, porque no es justo que mientas y me difames y quedes impune.
    Mientes y sigues mintiendo y tú mismo te delatas. Resulta que ya no hice todo lo posible para evitar que saliera tu librito, sino que pedí “más de una vez” que se me enviaran pruebas. Como entiendo que, a tu edad, la memoria es frágil, te recuerdo la conversación, telefónica en este caso. Me contaste que preparabas el homenaje, que habías enviado el índice a la familia para su aprobación (algo que no necesitabas, pero que sin duda era de buen gusto hacer) y quedaste, tú mismo, en enviármelo a mí inmediatamente para que lo viera con ellas. No hacía falta, porque nadie va a decirte nunca que no puedas hacer algo, pero como por una vez parecía que querías hacer la cosas bien, pues adelante. Nunca me lo enviaste (tampoco le llegó nunca a la familia) y lo dejé estar; como te conozco hace treinta años, imaginaba que te daría rabia tener que hacerlo y no le di la menor importancia; así eres tú y tus infantilismos es mejor dejarlos ir. Tampoco te dije que me hubiera gustado que hubieras contado conmigo; pero bueno, era tu homenaje y tú tienes tus cosas y ya está. Pero te lo digo ahora, como amigo me hubiera encantado estar.
    Unos días más tarde, vimos (creo que en Facebook o similar) que José Luis Piquero comentaba que estaba escribiendo un texto para un homenaje a Xuan. Por curiosidad, le pregunté qué homenaje era ese, y me dijo que era el tuyo. De nuevo por curiosidad te pregunté que si me podías enviar las pruebas, sin ningún ánimo censor, solo porque tenía ganas de verlo y como sé que el libro tiene cero distribución la única forma de hacerlo era si me las enviabas. Lo hiciste de forma antipática, ahora entiendo que porque viste un sentido en mi petición que no existía. Te hice una sugerencia (que los poemas de Xuan fueran juntos) y que me parecía un poco chapucero poner dos de los poemas en castellano. No hiciste caso y no tenías por qué hacerlo y me parece bien, aunque en el segundo caso me sigue pareciendo un error. Me respondiste airado que lo pagabas tú y que eras la última vez que te metías y que a partir de entonces yo sería “dueño y señor”. ¿Dueño y señor de qué, Martín? ¿Qué paranoia rara te traes en la cabeza? Ante eso, no di continuidad a ninguna de las dos recomendaciones y simplemente te recordé que Xuan tiene “herederas” y no “herederos”. Fin. ¿Dónde está ese supuesto “hacer todo lo posible para que no pudiera salir”? Tus acusaciones y tus mentiras caen por su propio peso. Sigo pensando que hay algo de chapuza en el resultado, culpa no de los editores materiales, sino del organizador del conjunto y responsable, que eres tú. Pero como hace treinta años que te conozco, y corregí muchas pruebas de tus libros y de tus ediciones de otros libros, tampoco eso me sorprende. Es marca de la casa: presumes de hacer las cosas rápido, y cierto es; quizás fuera mejor poder presumir de hacerlas bien, sobre todo con lo que te gusta dar lecciones a diestro y siniestro.

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  5. En fin. Ya que estoy, un par de cosas más. Subrayar que al acto que organizaste “no acudió nadie de la familia” es de mala persona. Qué sabes tú de cómo cada uno afronta el duelo y por qué nadie tendría que darte a ti explicaciones de nada. Deberías, primero, entender que es otra nota injusta por tu parte, y pedir perdón. Y la otra: esa acusación vil acerca de la “intención -muy respetable- de hacer dinero con la literatura”. Otra vez un comentario de mala persona. Aquí nadie intenta hacer dinero: solo que la obra de Xuan tenga la difusión que merece. Como albacea de Víctor Botas (buena suerte a quien busque sus libros) quizás podrías aprender algo.
    Pero la clave, como cualquier lector inteligente habrá descubierto ya, está justo antes, cuando alguien te ofrece llevarte el retrato de Xuan porque “tú eres el más cercano a él de los que estamos aquí”, a lo que te respondes a ti mismo: “Seguro”. Xuan era mi amigo, vivimos juntos y nos contamos juntos muchas cosas que quedan para nosotros. Y sé que tenía más amigos con los que vivió y disfrutó y sufrió. Y eso me hace alegrarme por él. Para ti parece que se trata solo de una competición: tú eras el más cercano y, como delatan tus notas de todos estos días, te creías con el derecho de ser quien decidiera sobre su obra. Y de ese modo has decidido que en su pérdida horrible, que aún intentamos superar, el protagonista eres tú porque no te han dado lo que crees que era tuyo. Sin importarte hacer sufrir a la gente que tenía cerca, llegando incluso a contar que un amigo tuyo acosaba a una familiar suya sin decir quién es tu amigo pero dando el nombre de ella e incluso las claves para que todo el mundo la encuentre en la obra de Xuan.
    Xuan y yo pasamos muchas y muchas horas hablando y tú eras uno de los temas más habituales. Nos esforzamos mucho por entender tus taras, sobre todo tu incapacidad para la amistad, nos ayudamos mucho el uno al otro a no mandarte definitivamente a la mierda cada vez que nos tratabas mal. Xuan sufrió mucho, sufrió literal y no figuradamente mucho por tu forma de tratarlo. Quizás debería transcribir esas charlas reales y no esas imaginarias que tú te traes ahora con él.
    Llámame, Martín, y arreglemos esto. Deja que cada uno viva su luto como mejor pueda y te dije y te reitero que nos importa contar contigo a la hora de ver lo que se hará con su obra. Ni siquiera me duele que me llames “antiguo amigo” porque amigos no hemos sido nunca, aunque muchos lo hayamos intentado, porque tú no sabes. Pero siempre te he admirado y respetado y agradecido y querido y por eso estoy dispuesto a perdonarte una vez más, si eres capaz de admitir tus mentiras y de explicarte a ti mismo el porqué de esas mentiras y de tu comportamiento de estas semanas.
    Y Juan Antonio Millón y demás: meteos en vuestras cosas.
    Te quiere,
    Martín
    Martín López-Vega (no firmé mi primer comentario porque como tu blog tiene censura previa y hay que entrar con una cuenta de Google pensé que lo haría automáticamente; mis disculpas).

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  6. Por mi parte, amigo Martín, disculpa por los malentendidos. Y paso página.

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  7. Por otra parte, quizá sería mejor que borraras los comentarios, para no exponer cuestiones privadas a la curiosidad pública. Dirás que mi diario... Pero mi diario -donde no se menciona al afectado-- no es estrictamente confesional, es más bien literatura basada en hechos reales.

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  8. Amigo Martín I: disculpas aceptadas una vez que rectifiques tus acusaciones en el mismo medio en el que aparecieron: el periódico. Una vez hecho eso, pelillos a la mar y por mí sin ningún problema (al contrario, feliz de hacerlo) en borrar estos comentarios. Un abrazo, Martín L-V.

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  9. Pues entonces me temo que las disculpas se quedarán sin aceptar y que permanecerán los comentarios, que yo no comentaré, por supuesto, ni haré aclaraciones. Al menos, lo de que yo paso página sigue siendo válido.

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  10. Entonces, Martín, no es que queden sin aceptar; es que no son disculpas. No me sirve que me insultes y me difames y quieras pasar página sin rectificar. Y la excusa de que el diario es literatura cuéntasela a otro; en tu caso solo es la coartada para caricaturizar, mentir y difamar y así parecer más listo que nadie. Si lo fueras como crees no necesitarías trucos tan bajos. Allá tú.

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