sábado, 10 de junio de 2023

En la retaguardia: A título personal

 

Sábado, 3 de junio
RETRATO ANÓNIMO

"Inteligente, justo, destemplado, difícil, imprevisto en sus reacciones. Sus palabras obedecían a una lógica implacable. Su carácter fácilmente irritable, al servicio de una mente aguda y ágil, descomponía al interlocutor, que si no reaccionaba era víctima de la más cruel de las heridas: aquellas que ofenden sin insultar y humillan por acertar". ¿Te reconoces, Martín?

Algo me reconozco, aunque me cueste reconocerlo. Lo que está claro es que quien ha escrito eso no me quiere bien, aunque crea conocerme bien.

—Te leo otra frase: "Le gustaba discutir y pelear para acabar saliéndose siempre con la suya?"

—¿Quién es el autor? ¿No me dirás que estás leyendo el último diario de Andrés Trapiello?

—Pues no, amigo Martín, no es tu querido Andrés quien te dedica esos piropos (yo creo que, en el fondo, lo son y seguro que a ti no te desagradan). Te dejo con la intriga.

Lunes, 5 de junio 
 NO ERA YO

Paso por la librería de viejo del centro Reto que está en la calle Bermúdez de Castro, muy cerca de mi casa, y allí encuentro, por tres euros, las memorias de Alfonso Armada de las que mi amigo Ángel me leyó unos párrafos que yo creí que hablaban de mí. "No compré el libro, yo no compro esa basura, allí te lo dejé por si te interesa", me dijo cuando me desveló el secreto.

Me interesa, y mucho. No sé cómo se me pudo pasar en su momento o tiempo después cuando estuve tan interesado en el gran trampantojo del 23-F. Todo estaba a la vista, pero no quisimos verlo. Confieso también que en un primer momento yo también me dejé engañar por el consensuado loor en honor del salvador de la democracia. Mi amigo Víctor Botas, no, y algo discutimos sobre eso.

Me alegra comprobar que el destinatario de esas palabras que yo creía destinadas a mí no era un cualquiera, sino quizá el personaje más ejemplar de estas memorias. Como buen barojiano, tengo desde hace años una deuda de gratitud con él. Cuando comenzó la guerra civil, Baroja se encontraba en Vera. Dos o tres días después del 18 de julio, un amigo le dijo: "Tengo noticias de que va a entrar en Lesaca una columna de requetés y soldados. Yo creo que sería interesante para usted verla". El médico de la localidad, que estaba en la casa, se ofreció a llevarles. Fueron hasta Almandoz y allí desde el balcón de una casa grande con un escudo en la fachada que tenía la imagen de un chino vieron pasar las columnas de requetés con sus boinas rojas. A Baroja le parecía estar viviendo una de las historias de Aviraneta. Al regreso, uno de los rebeldes reconoció a Baroja y comenzaron a insultarle. Les hicieron bajar del coche y les pusieron frente a un paredón. A punto estuvieron de fusilarles, pero lo pensaron mejor y los llevaron a la cárcel. A las dos de la mañana se presentó un comandante que, después de hacerles el saludo militar, les dio la mano. Era Carlos Martínez de Campos, entonces conde de Llovera, luego duque de la Torre, heredero del título que Isabel II había concedido al general Serrano, dos veces jefe del Estado español, su abuelo. "Estos señores están en libertad", le dijo en tono de mando al sargento de la Guardia Civil que le acompañaba. El sargento pidió la orden por escrito y el militar la escribió en la hoja de un cuaderno.

Carlos Martínez de Campos fue miembro de la Academia de la Lengua y de la Academia de la Historia y el primer encargado de la educación del príncipe Juan Carlos.

Miércoles, 7 de junio
UN PUNTO Y SEGUIDO

Giuseppe Tomasi di Lampedusa dijo de Stendhal que "había logrado resumir una noche de amor en un punto y coma". Al general Alfonso Armada le bastó un punto y seguido para decirnos, sin decirlo, quién estaba al mando en la intentona golpista del 23-F.

El 24 de febrero, a la 1.15 horas aproximadamente, abandona el congreso tras impedirle Tejero que pase al hemiciclo para proponerse como presidente de un Gobierno de Salvación Nacional. Se dirige al hotel Palace para informar a sus superiores: "Doy parte al general Gabeiras. Es la 1.20. A la 1.23 se pone en pantalla el mensaje del rey".

¿Por qué el mensaje, ya grabado, no se emitió antes? Porque era la solución de recambio por si fracasaba el golpe. Y fue Tejero, que no sabía de sutilezas constitucionales, quien lo hizo fracasar. Todo estaba a la vista, al menos desde ese 1983 en que Armada publicó su alegato Al servicio de la corona, y sin embargo fuimos incapaces de verlo. Mérito del sutil memorialista, quien, sin embargo, no dudó en llevar a la cubierta un "Gracias, Alfonso" puesto en boca de quien tanto le debía.

Por si alguien piensa que esa intervención en el congreso fue una ocurrencia suya, Armada deja claro lo que la expresión "a título personal" significa. Lo hace unas páginas antes, y el buen entendedor que entienda. Se refiere a una conversación con Adolfo Suárez en presencia del rey: "Era domingo y después de misa pasé al despacho de su Majestad. Hablamos de la legalización del Partido Comunista, y sobre la reunión que había celebrado el Consejo Superior del Ejército relativa a este tema. Por encargo de su majestad, y aunque lo presentase como si fuese curiosidad propia, 'a título personal' yo había ido a visitar a algunos tenientes generales que habían formado parte en la reunión. No creo que deba dar los nombres, pero la información que de aquella reunión presenté a su majestad era muy completa y estaba contrastada. Estoy seguro de que cuantos me informaron lo hicieron con la convicción de que, a pesar de visitarles 'a título personal', yo les preguntaba para trasladárselo al rey".

También estaba seguro de que quienes le autorizaron para entrar en el congreso con su propuesta de un gobierno de concentración "a título personal" lo hacían con la convicción de que se trataba de un encargo del rey, que allá estaba en la Zarzuela impaciente por ver si salía bien. Solo cuando fracasó se decidió a llamar al orden a sus subordinados, que se habían sublevado contra el gobierno, pero que seguían estando —Milans del Bosch no menos que Armada— a sus órdenes.

Jueves, 8 de junio
PRÍNCIPE Y CICLISTA

No me resisto a la tentación de contar un "simpático" incidente que Armada refiere en sus memorias. Allá por 1955, cuando la educación de Juan Carlos de Borbón estaba a cargo de Carlos Martínez Campos, duque de la Torre, cuyo carácter parece que algo tenía que ver conmigo, fueron de excursión al Castillo de la Mota. Martínez Campos iba solo con el chófer en su vehículo porque tenía que leer unas novelas presentadas al premio Fastenrath, del que era jurado. El príncipe y Armada iban detrás en el Mercedes de Emilio García Conde. Al príncipe le gustaba conducir y se puso al volante. "En Olmedo estaba cerrado un paso a nivel. Al levantarse la barrera y arrancar, la aleta delantera del Mercedes dio un pequeño golpe a un ciclista y lo derribó. No fue nada. El muchacho se rompió un poco el pantalón sin otras consecuencias. Emilio resolvió el problema dándole unos billetes al ciclista 'para que arreglase una rueda y se comprase un pantalón nuevo'. Aquel quedó encantado por la generosidad. Ni se enteró de que el conductor del vehículo era el príncipe".

En el castillo se celebraba un curso de la Sección Femenina. La visita del príncipe resultó todo un éxito, aunque algo agobiante: "Materialmente se lo comían. Las mujeres son temibles cuando se excitan, y aquel día estaban realmente entusiasmadas". En la comida posterior, el príncipe contó al duque, como una anécdota divertida más, su percance con el ciclista. El duque no dijo nada, pero al final de la comida le dijo a Armada en un aparte: "Busca al herido, que te devuelva el dinero (que es de Emilio) y da parte del accidente a la Guardia Civil". Parece que el joven no era tan joven ni se había rasgado solo el pantalón, según reconoce Armada, que le intenta quitarle importancia al hecho. "Haz lo que te digo y calla. ¿No os dais cuenta de las consecuencias si se le gangrena? El príncipe se viene conmigo". No encontraron al herido (quizá ni lo buscaron). Y Armada añade a continuación: "A los pocos días enviaron a su Alteza Real el carnet de conducir. El ministro de Obras Públicas se lo mandó al general". O sea, que el joven príncipe al que tanto le gustaba la velocidad ni siquiera tenía carnet de conducir.

Unos años después ya podía cometer al volante todas las imprudencias que le diera la gana. ¿Que atropellaba a un ciclista? Pues ahí te pudras, hijo mío, que yo soy inviolable de acuerdo con la Constitución.

¡Y pensar que todavía quedan catedráticos de Derecho Constitucional que siguen apoyando esa bárbara interpretación, que va contra la letra y el espíritu de la llamada Carta Magna! Que santa Lucía les conserve la vista.

Por supuesto, Carlos Martínez Campos, con quien no me molesta en absoluto que me confundieran, duró poco como encargado de la educación del príncipe. Y así nos salió.



9 comentarios:


  1. "Blog del escritor José Luis García Martín", reza el subtítulo de este blog. Yo creo que su dueño debería cambiarlo por el de "Blog del historiador José Luis García Martín".

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  2. Ya se echaba de menos tu cuchara en este guiso, Pablo. Tu opinión es, una vez más, como el garbanzo viudo en la sopa del pobre. En fin, vivir para ver.

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    1. Para guisos, los que haces tú con las palabras:

      "Se arrodilló la luz de la pantalla
      como un pisapapeles de las sombras,
      desnudándose el blanco del vestido,
      tu piel inexcusable, aquel olor
      a sombra y palomitas por el suelo;
      con una contundente dentellada
      tus piernas color luna y estirándose,
      y mis dedos saltando como peces".

      (Dios te pille confesado).

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  3. Alejandro, Alejandro, no entres al trapo. Deja que nuestro "Pablo Morales" se cueza en su propia salsa.

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    1. Lérida no entra al trapo, Lérida provoca. Es masoquista, le gustan las bofetadas recibidas en público. Viene aquí para darse a conocer, ante el antólogo de la poesía actual JLGM, como gran poeta de la generación de los vates cuarentañeros. Imagino que le habrá incluso enviado sus libros, que son muy divertidos. En ellos se encuentran versos geniales como éstos:

      "Y es el atardecer igual que un puñetazo
      que rompe la mandíbula del cielo."

      O éste:

      "son muy pocas las lluvias que caen más de dos veces".

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  4. ¿Y quién se cree a pie juntillas a Armada? No es cuestión de fe aceptar que fue al congreso con permiso de sus superiores. Los hechos son los hechos, otra cosa las interpretaciones.

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  5. Tu a pie juntillas, y lo que interesa deducir.
    Mientes porque no sabes. Vuelvo a Aida La fuente, la niña muerta a los pies del Naranco.

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  6. Maestro: (JLGM, por supuesto). ¿Has leído el retrato perfil que hace Felipe Benítez Reyes de Juan Luis Panero en el último número de "Tinta Libre"?

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