LO QUE NUNCA DIJE A NADIE
Todos tenemos secretos que nos avergüenzan y que más pronto
o más tarde acaban saliendo a la luz. Mi problema, si puede llamarse así,
comenzó allá por 1971 o 1972. Yo había comenzado entonces a estudiar Filosofía
y Letras y tenía una compañera guineana que se llamaba Juanita Johny Lele.
Siempre debía insistir con los profesores en que su nombre era Juanita y no
Juana. “Tiene usted por nombre un hipocorístico”, le dijo Carlos Clavería y
recuerdo que esa fue la primera vez que oí tan curiosa palabra para aplicarse a
un diminutivo familiar.
Fue Juanita quien me llevó a
aquella reunión en un piso de Pumarín, al lado mismo del desaparecido cine
Paladium, tan escandalosamente famoso entonces por sus atrevimientos de arte y
ensayo. Allí conocí a una médium, que me pareció una farsante (tendría pronto problemas
con la policía), y allí me ocurrió por primera vez el extraño fenómeno del que
nunca he hablado con nadie, salvo con mi psiquiatra: mientras aquella mujer
ponía los ojos en blanco y fingía entrar en trance, yo sentí una especie de
mareo y luego empecé a pronunciar palabras con una voz que no era la mía.
No recordaba luego lo que dije,
pero Juanita tomó notas. Hablaba en portugués, lengua que yo entonces no sabía
–ella sí--, y lo que Juanita apuntó poco después descubriría que eran versos de
Álvaro de Campos, el heterónimo de Fernando Pessoa.
Por entonces preparaba yo para
Gustavo Bueno un trabajo sobre Estanislao Sánchez Calvo, el filósofo avilesino
amigo de Clarín, y me parecía que lo que me había ocurrido tenía que ver con
los fenómenos analizados en su libro Filosofía de lo maravilloso positivo.
Traté de comentar con Bueno lo que me había ocurrido, pero él no me hizo ningún
caso. Yo tampoco le di mayor importancia, pero el fenómeno se repitió pocos
años después.
Oía voces, diferentes voces, que
me dictaban lo que parecían unas veces versos y otros relatos de alguna
minuciosa peripecia personal. Dudé entre visitar a un psiquiatra o limitarme a
escribir lo que escuchaba con miedo y con asombro.
No solo lo transcribí, sino que
también lo publiqué en una revista a la que di el nombre de Jugar con fuego.
El fuego con el que jugaba era el de la locura.
Por entonces comenzó a ponerse de
moda en España la figura de Fernando Pessoa y todo el mundo pensó que yo era un
imitador suyo. Me aterraba pensar que podía tratarse de un tipo de
esquizofrenia. Pero, si lo era, nada tenía que ver con la que escindía al
doctor Jekyll de mister Hyde. Todo pasaba en mi cabeza y de la cabeza al papel,
sin repercusión en la vida cotidiana.
Solo podía notar aquel extraño fenómeno quien estuviera muy cerca de mí y yo
siempre he procurado que nadie esté demasiado cerca. Juanita, con la que
entonces me veía a menudo y que conocía el secreto, me dijo una vez: “Eres el
bazar de las sorpresas”, recordando el título en español de una maravillosa
película de Erst Lubitsch, The Shop around the Corner.
La mitad de
lo que he escrito no lo he escrito yo, lo han escrito otros a través de mí.
Quizá soy menos un escritor que un caso clínico. Este es uno de esos secretos
que hasta ahora no había contado a nadie. Hay otros, que más pronto o más tarde
acabarán saliendo a la luz para llenarme de vergüenza: “Tras el vecino cortés /
y el educado tendero, / tras la señora que reza / y el hombre que bebe obseso,
/ hay siempre una clave privada, / hay siempre un secreto perverso”.
Mejor
descubrir esos secretos más o menos perversos uno mismo antes de que lo hagan
otros para escándalo del hipócrita lector, mon semblable, mon frere,
como dirían Baudelaire y Gil de Biedma.
VIVÍ SIN HABER VIVIDO
Viví sin haber vivido
y ahora que el sueño se acaba
no tendré sorpresa alguna
al encontrarme la nada.
El que despierta de un sueño
lamenta lo que ha perdido
ignora que todo es sueño
y que nunca lo ha tenido.
No me dejes tú también
ausencia que me acompaña,
contigo estoy menos solo,
tú sabes lo que me pasa.
Los amores que yo tuve
y los que nunca he tenido
ahora son la misma cosa
que se resiste al olvido.
La verdad de lo que siento
ni a mí mismo me la digo,
que no sé guardar secretos
y en seguida los repito.
De noche, muy lentamente,
subí por una escalera,
y cuando llegaba al cielo
tan solo el infierno era.
Me dices que me comprendes
y yo te comprendo a ti.
No has dejado de quererme:
te has cansado de mentir.
Está la noche tan clara
que si te miro a los ojos
puede leer lo que guardas
bien escondido en el fondo.
Mírame, mírame bien,
soy el que tanto te quiere,
el mismo que marcha lejos
tan solo para no verte.
En la mitad del camino
tropecé con una piedra
y al levantarme del suelo
no había camino ni piedra.
Existe lo que no existe
como existe esa mirada
que me deja sin aliento
aunque no me dice nada.
Vuelvo a casa por la noche
y nadie me espera en ella,
salgo todas las mañanas
y nadie me aguarda fuera.
LA ARITMÉTICA DEL CORAZÓN
Uno y uno no son dos,
que son nadie y son ninguno
si se trata de tú y yo.
Mil amores no son nada,
mucho mejor mil y uno,
ese que siempre me falta.
Tu soledad y la mía
hacen dos soledades
y ninguna compañía.
PARA UN EPITAFIO
1934-2020
Nos dejó, como todos, para siempre,
pero nunca se fue de nuestro lado.
Sonríe con la luz de cada día,
con cada corazón enamorado
y sigue respondiendo a quien le llama
porque nunca se muere quien nos ama.
No me puedo creer eso de la médium y que empezases a recitar Álvaro de Campos, a quien no conocías.
ResponderEliminarSobre G. Bueno, era característico su mal humor. No hacía caso a nadie. A mi me dio Filosofia de la Religion, ya en 4, y la única vez que hablo conmigo fue para decirme que "no sacase el revólver.
Yo sí me lo creo. Pessoa ya estaba buscando a su sucesor.
ResponderEliminarJesús, yo no soy tan pessoano, aunque el autor del blog si. Escribía mucho, y hay que rebuscar para encontrar las pepitas de oro, que las hay.
ResponderEliminarEntre el alcoholismo y la esquizofrenia, Pessoa fue lo suficientemente inteligente para sobrevivir en sus heteronimos
No es un caso tan raro. Cuando yo tenía 16 años, cursando Bachill, escribí una cosa que decía:
ResponderEliminarComme un vol de gerfauts hors du charnier natal
fatigués de porter leurs misères hautaines
De Palos de Moguer routiers et capitaines
partaient ivres d'un rêve...
Como lengua extranjera yo estudiaba inglés, como todos. Le di los versos a Miss Finley, que era mi profe, y le dije: "¿Sabe qué puede ser esto que me vino ayer a la cabeza"?
Me miró de arriba abajo como sopesando la clase de respuesta que merecía y al final me largó un "No me gusta que me tomen el pelo".
- No era mi intención, señorita. Se me ocurrió ayer y no tengo ni idea de lo que quiere decir, pero me ha gustado sobre todo eso de "misères hautaines", aunque no lo he oído nunca ni sé lo que es.
- Vuelve a tu sitio, Germán, y olvidemos que esta conversación tuvo lugar. (Esto me lo dijo medio en inglés, this talk did exist.
Obedecí, y al cabo de un rato levanté la mirada hacia la tarima, sobre todo por sus piernas, y me di cuenta de que me observaba a intervalos con aire de prevención o de espanto.
Tardé todavía cuatro años en enterarme de lo que había escrito, o de lo que habían escrito para mí, o en mí, en un pentecostés inextricable. Con los años, fui sabiendo de otros casos. (Mejor fuí sabiendo, pero está prohibido).
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMe lo creo todo porque de hecho a mí me pasó algo parecido.
ResponderEliminarRafael Baldaya es un heterónimo (no el más conocido) de Pessoa. Supongo que el comentarista que dice llamarse así lo habrá adoptado. Si no, sería mucha casualidad...
ResponderEliminarSi se oyen voces de vez en cuando, son acúfenos.
ResponderEliminarSi se oyen con gran frecuencia y suelen ser reprobatorias, entonces puede ser una Revelación, o incluso la Revelación.
Recordad a Osvaldo do Mauro, fundador de la Igreja dos Santos Réprobos Remorsos.
Recéteme algo para los acúfenos que llevo padeciendo desde hace diez años gracias a una de las muchísimas carencias de la arrogante medicina. Cuando alguien me contesta que también tiene un "pitidito" le recuerdo que el sonido se mide en decibelios, y que por tanto no será igual soportar 5db que 17db. En fin, yo también, o incluso más que tú en todo.
Eliminar(En la página "Todo a diecisiete")
ResponderEliminarKafka, Pessoa,
con un blog cada uno
¿qué escribirían?
Suenan en mi cabeza
ResponderEliminarvoces extrañas.
Dios? Madre? La conciencia?
Soy sólo yo quien habla.
No me conozco.
Supongo que no habláis en serio, "El caso del señor Valdemar" es un gran cuento de Poe.
ResponderEliminarA mi me encanta la literatura gótica, pero es fantasia
Yo si hablo en serio, Víctor, aunque no puedo demostrar nada. Una vez escribí un poema, a vuela pluma, sin querer, y años más tarde descubrí que --no igual pero casi igual-- ya lo había escrito JRJ, del que no era muy asiduo lector. Tampoco lo he sido de Pessoa, pero la segunda mano que le hizo Víctor Botas a uno de sus poemas, es inolvidable. Y la que le hizo a uno de Li Po. Pero estoy mezclando. No es lo mismo que escribas un poema de otro, sin saberlo, a que lo hagas tuyo, lo reescribas a tu manera. Me temo que Martín conoce una y otra cosa.
EliminarSi Jesús, pero eso no es mesianismo. Seguramente es un recuerdo de tu infancia, alguien te lo recitó.
ResponderEliminarHostia, sin darme cuenta, al hablar del mesianismo, ya os puse el nivel "doctorando"
ResponderEliminarViajo al pasado y dejo una copia del Quijote en la mesa de Cervantes, cuando todavía no lo ha escrito. Él reconoce su estilo y sus ideas y cree que es un regalo de la divinidad, lo firma y lo publica, y hasta hoy.
ResponderEliminar¿Quién habría escrito el Quijote, entonces? Pues en ese caso no habría apropiación de lo ajeno ni revelación tampoco, aunque Cervantes creyese lo contrario.
Quizá la explicación estriba en que el Quijote (como cualquier obra) se empezó a escribir mucho antes de que Cervantes naciera, y se sigue escribiendo hoy en día, por ejemplo con la “traducción” reciente de Trapiello.
Pues toda obra de arte es una versión que también tiene algo de copia, como ocurre con las traducciones. Lo que pasa es que la parte que se copia (y no la que se versiona) es una copia de algo previo, a su vez, cuya fuente primigenia se perdió en el tiempo… Lo que no quita que la versión también pueda ser copiada luego como tal versión, imitando lo distintivo de su enfoque.
O sea, que al final se copia todo, pero no por ello todo es una copia. Pues en realidad, todo es copiable (y todo es copiado, de hecho, sobre todo cuando es bueno), pero, con cada nueva copia, el autor aporta algo distinto. Y por eso el verdadero plagio, más que en una copia (que también) consiste en firmar como si fuese tuya la copia (buena o mala, sutil o descarada) que hizo otro.
Víctor, esa es la explicación más lógica. Lo oyes en la infancia, conscientemente lo olvidas pero sigue ahí, en el sótano de la memoria, y sin querer un día sale a la superficie y crees que es algo nuevo y además tuyo, porque desconoces su procedencia. Yo prefiero, sin embargo, una explicación que no podría demostrar: JRJ no muere, simplemente sale de este mundo, donde deja atrás un poema que quiere perfeccionar y elige a un poeta, cualquier poeta, y lo utiliza para ese menester.
EliminarLo del viaje al futuro, recogiendo el cabo de Bonifacio pero por el lado contrario, también podría ser una indemostrable explicación. JRJ viaja al futuro, oye un poema y... Bueno, mucho calor estos días. Vapores en la cabeza.
Vapores saludables y salutíferos, Jesús, Bonifacio, Víctor... Este blog mejora mucho cuando se habla de literatura. Y gracias al anfitrión que nos invita.
EliminarAquí no hace calor. Se está de puta madre.
ResponderEliminarMesmerismo, me auto corrijo
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