domingo, 21 de enero de 2018

Acción de gracias: Las orejas del lobo


Sábado, 13 de enero
MALA NOCHE Y BUENOS PROPÓSITOS

Hay dos clases de problemas: los importantes y los de los demás.
            Anoche pasé una mala noche: sudores, fiebres, la gripe –que siempre había sido respetuosa conmigo– en todo su esplendor.
            ¿A quién llamar? ¿A quién molestar? No sabía qué hacer, así que no hice nada, y al final me quedé dormido. Me desperté algo más tarde de lo habitual y con la sensación de que lo peor había pasado.
            Vivir solo es lo mejor del mundo cuando se tiene salud; cuando no se tiene… Me sobró tiempo, en esa noche insomne, para hacer recuento de amigos. Me di cuenta de que no tengo ningún hombro en el que reposar la cabeza, ningún paño de lágrimas. Soy demasiado orgulloso para las exhibiciones de debilidad. Lo mío es dar consejos, debatir, tener razón, nunca reconocerme necesitado de afecto o de unas palabras de ánimo.
            Lo que a mí más me gustaría, cuando necesito ayuda, es no tener que pedirla. Que lo demás lo adivinaran y la ofrecieran como una ocurrencia suya.
            Ese era yo hasta la pasada noche. Un hombre que creía que la buena salud y la suerte le iban a durar toda la vida.
            La gripe no es solo una enfermedad. Es también una metafísica. A mí me ha hecho ver el mundo de otra manera. Me ha llenado de buenos propósitos.
             Soy demasiado egoísta para seguir mostrándome tan egoísta. A partir de ahora, voy a procurar mostrarme más tierno y sensible con los demás.
            Juan Gil-Albert decía que era difícil envejecer sin un poco de gloria o un poco de amor. Yo, la verdad, y aunque me esté mal el decirlo, gloria tengo toda la que necesito (como soy más orgulloso que vanidoso, aunque finja lo contrario, el aplauso externo los homenajes, municipales o no, los necesito poco), pero amor…
            El amor tampoco lo necesito demasiado, si he de ser sincero. ¿Y para qué voy a fingir si estoy hablando solo? Salvo cuando estoy enfermo y necesito mimos; luego, si te he visto, no me acuerdo.
            ¿Cambiaré a partir de ahora? No estoy demasiado seguro. Los buenos propósitos que hacemos cuando nos encontramos en el fondo de un pozo, los olvidamos de inmediato cuando de un salto nos vemos fuera y bajo el esplendor del cielo. Y yo, hasta ahora, siempre he sido buen saltarín. A ver si consigo conservar la agilidad al menos algunos años más.


Domingo, 14 de enero
QUÉ PASÓ EN SIRACUSA

Cuando era niño, siempre estaba disponible para la aventura. Y no había día en que no se presentara. ¿En qué momento dejó de hacerlo? Pasó el tiempo, demasiado tiempo, y he dejado de lamentarlo. Ahora lo que más sentiría es que apareciera. He aprendido a taponar con la costumbre las grietas del mundo. Pero a veces…
            Tomaba un café, como cada tarde, en mi rincón habitual de Los Prados, garabateando unas cuantas ocurrencias (el libro que había llegado conmigo había dejado de interesarme a las pocas páginas), cuando de pronto una joven sonriente se me acercó sorteando las mesas.
            ––Me alegra encontrarle aquí.
            Parecía conocerme, pero a mí su cara no me sonaba de nada; quizá fuera una antigua alumna.
            ––¿Puedo sentarme un momento? Gracias. Tengo muy pocas personas en las que confiar y usted es una de ellas, yo diría que la única. Le estoy muy agradecida.
            Y antes de que yo pudiera hacer nada por impedirlo, se me acercó y me dio un beso. Aquello comenzó a ponerme de mal humor.
            ––Perdona, pero no recuerdo su nombre. ¿Está segura de que no me confunde con otra persona?
            ––¡Siempre tan bromista! Nos conocimos en Siracusa, hace ahora un año. Yo salí de casa dando un portazo, acababa de reñir con mi novio, y usted pasaba por allí y chocamos y estuvimos a punto de ir los dos al suelo. Como soy española, me pareció una buena señal aquel encontronazo con otro español. Acabamos tomando algo en una terraza frente a la catedral y luego… Noto que se ruboriza. Seguro que ya lo recuerda todo.
            ––¡No recuerdo nada!
            ––Si he de serle sincera, no se debe del todo a la casualidad este encuentro de ahora. Quería encontrarle. Leyéndole, no resulta difícil. He vuelvo con mi novio de entonces, que es muy celoso pero adorable. Cuando yo le conocí estudiaba y trabajaba como guía turístico. Ahora da clases de italiano aquí en Oviedo, donde yo también trabajo. Es muy siciliano de película en apariencia, pero en realidad incapaz de matar una mosca. Está obsesionado con lo que pasó aquel día en que lo dejé. Nos reconciliamos al día siguiente, así que tampoco pudo pasar gran cosa. Pero fue la única noche que no hemos estado juntos desde que nos conocimos. El que viniéramos a Asturias, el que le reconociera leyendo el periódico, puede ser una gran suerte o lo contrario. ¿Y si le da por pensar que todo fue una artimaña mía para que siguiéramos cerca? Por eso he pensado que mejor encontrarnos los tres y que le vea y que le diga que no pasó nada y que le haga sentirse un poco ridículo sintiendo celos, a sus treinta años, de alguien que tiene por lo menos setenta, aunque sospecha que yo tengo cierta debilidad por los hombres mayores.
            ––¡Qué absurdo! Yo no recuerdo nada porque no pasó nada, no pienso participar en ningún encuentro.
            ––Pues Salvatore por las buenas es muy bueno, pero como se le crucen los cables… Un profesor mío, en Catania, tuvo que pedir urgentemente el traslado a Milán.


Lunes, 15 de enero
SAN PABLO Y YO

Viendo un documental de National Geographic sobre la construcción de la catedral de San Pablo, se me ocurrió pensar que podría considerarse como un símbolo de mi vida, de cualquier vida.
            Es obra de la tenacidad y del ingenio. Los suelos arcillosos no podían sostener semejante edificio, los arcos se vinieron abajo varias veces, no había manera de levantar la inmensa cúpula que debía superar a la de San Pedro en Roma… Chistopher Wren se pasó la mayor parte de su vida tratando de hacer realidad su sueño, convirtiendo cada fracaso en un reto a superar, cambiando una y otra vez su proyecto inicial precisamente para que se pareciera más al que siempre había soñado.
            ¿Qué importan los trampantojos, las falsas ventanas. los arbotantes ocultos, la fea estructura de ladrillo que sostiene la esbelta linterna?
            Conseguir que tu vida sea una obra de arte, asombro del tiempo, que la oscuridad y las caídas contribuyan a realzar la perfección final del resultado: ese debería ser el empeño.
            En estas megalomanías me entretengo mientras veo la televisión antes de irme a la cama.


Miércoles, 17 de enero
NO HAY CASO

––¿Y no estás ya cansado de esa polémica en torno a la nonata Fundación Ángel González que un día sí y otro también mancha los periódicos asturianos? ¿No crees que ya huele un poco?
            ––Huele, no: apesta. Y tan cansado estoy que, en cuanto la veo venir, paso página.
            ––¿Y no cree que la razón, como siempre, está entre unos y otros, que nadie la tiene del todo?
            ––No, no lo creo. Como mi opinión puede ser parcial, le he pasado un amplio dossier del asunto a un conocido que es abogado del Estado y experto jurista, además de buen lector de poesía. Conocía el asunto de referencias; al estudiarlo, se ha quedado sorprendido. “No hay caso –me dijo–, no hay conflicto. El testamento reconoce una heredera y nadie ha impugnado ese testamento (podían haberlo hecho sus sobrinos o esos otros familiares que al parecer existen); por lo tanto es válido a todos los efectos y no hay nada más que hablar. Veamos ahora que pasa con la polémica Fundación. Por razones en las que no vamos a entrar, parte de los patronos nombrados por el poeta dimitieron de su cargo. Ante eso, lo más lógico es que la heredera universal y presidenta de la Fundación nombre otros patronos y la ponga en marcha. Nadie ha discutido esa capacidad suya. Pero hay otra opción: si, como ella ha afirmado varias veces, crear una Fundación no era deseo verdadero del poeta, sino que le fue “impuesta”, puede disolverla. Nadie ha mostrado la más mínima intención de oponerse a cualquiera de las dos opciones. No hay, pues, ningún conflicto en relación con la herencia del poeta”.
            ––La heredera habla de unos derechos de autor cobrados indebidamente.
            ––Si tiene constancia y pruebas de ello, debe denunciarlo, pero no en los periódicos, sino en el lugar correspondiente. Esto no lo dijo mi amigo, lo digo yo y cualquiera con dos dedos de frente.
            ––Y si todo está tan claro, si nadie discute los derechos de la heredera, ¿a qué vienen todas estas polémicas?
            ––A que la heredera, extralimitándose en su papel, quiere controlar no solo los derechos de autor del poeta, sino también quiénes pueden ser admiradores suyos y quiénes no, quiénes han sido de verdad amigos y quiénes mienten al afirmarlo. Ignora que, para leer a un escritor, admirarle, estudiarle, no hace falta pedir permiso a nadie. Y que el cobro de los derechos de autor no va acompañado del derecho a decidir quiénes deben participar en un homenaje a él dedicado y quiénes no.
            ––¿Y qué crees que busca con esas declaraciones permanente ofensivas?
            ––Yo no entro en las intenciones ajenas. Por mi parte, el asunto ha terminado. Quedémonos con la poesía de Ángel González y hagamos un esfuerzo por olvidar ciertas grimosas, pringosas, penosas circunstancias que tratan de oscurecerla en los últimos años. De ciertos espectáculos, propios de la televisión basura, conviene no formar parte.


Jueves, 18 de enero
EN CAPRI

Veo el documental de Mary Beard sobre Calígula, o sobre Patucos, como le llama ella (su nombre es un diminutivo del calzado de los soldados romanos, que sus padres le pusieron ya de niño, como a una especie de mascota del regimiento) y no puedo por menos de sentir simpatía por ese símbolo del mal. En realidad, un desdichado joven que fue asesinado a los veinticuatro años y cuya historia nos fue contada por sus enemigos.
            Me lo imagino en Capri, al cuidado de quien había mandado matar a su padre y a la mayor parte de su familia. ¿Qué sentiría al caminar junto a Tiberio por aquellas abruptas soledades?
            Calígula quería ser adorado como un dios, pero era solo un pobre hombre. Un niño asustado. Como yo, como tú, como todos.


Viernes, 19 de enero
NINGUNA PRISA

“La meta es el olvido”, me repito con Borges a menudo. Pero yo, que soy poco ambicioso, no tengo ninguna prisa por llegar a la meta.




29 comentarios:

  1. "Soy demasiado egoísta para seguir mostrándome tan egoísta".

    "He aprendido a taponar con la costumbre las grietas del mundo".

    "10" Y "10". Veinte: "negro", par y "pasa".

    Gracias. ;-)

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  3. Higgins (el que confía en que segundas censuras iban a ser demasiadas)21 de enero de 2018, 14:43

    ¿Zafiedad, a las resultas nuestro pacato José Luis García Martín? Con ese cuento le iba usted al señor de nuestro mejor buscón o a quien no tenía empacho en describir las profusas cargadas del buen Sancho. No cito a Apollinaire, que desmerece al lado de estos dos.
    ¿Se dará el caso de que la mención de los olores corporales sea para Martín un tabú literario digno de censura, esa que, por otra parte, tan poco acostumbra, dicho sea en elogio suyo?
    Desafío a este buen hombre a que dé publicidad a ese cuentillo censurado y que tenga la flema suficiente para esperar a que alguien imparcial (a quien o quienes emplazó desde ahora) dé su opinión sobre él. Y que diga si JLGM ha sido justo o gazmoño en este caso.

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  4. Efectivamente, aparte de los estragos obvios que conlleva, la enfermedad tiene el riesgo sicológico de llegar a idealizarla. El cual oscila entre el síndrome de Munchausen (causar la enfermedad adrede para ser el centro de atención) y el de Estocolmo (buscarle el lado bueno cuando no se puede nada contra ella).

    Es cierto que hay personas que, al sufrir algún síndrome grave, se replantean su existencia y logran sacar alguna consecuencia positiva. Pero la enfermedad “humaniza” en el mismo sentido que un dardo narcótico convierte un fiero tigre en un gatito. Más tierno y más seguro, sin duda. Y hasta le puedes tirar de los bigotes, tumbado e indefenso boca arriba. Pero no es eso lo que nos imaginamos cuando pensamos en un tigre. Ni lo que nos gusta imaginar, tampoco.

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  5. Enhorabuena, como siempre, y muchas gracias.

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  6. Higgins, que cree en el deber ético de que sea recogida su réplica.21 de enero de 2018, 19:28

    Hombre..., aquí nos eclosiona un pudibundo Martín que tira la piedra pero oculta lo zafio. ¿Qué zafiedades serán esas que conmueven el paladar exquisito del buen Kurtz?
    Resultó que esta tarde -y en vista de esta salida de pata de banco de nuestro polígrafo- llevé a la tertulia de los colegas ( y son entendidos en la cosa estos colegas, os lo "prometo", tíos) el zafio microrrelato de referencia, que cuenta el mal pasar de un afiebrado inquilino que, en su desvalida situación cae en las garras de una gobernanta algo brutal y enamorada, brava y lubricante. Una nadería para los tiempos que nos corremos (si se puede decir). Pues resulta que mis doctos colegas se desternillaban con la anécdota, pero no por lo que ponía en letras el cuentista sino por el desplante melindroso del buen Martín. Uno, el más vitriólico y atravesado de todos ellos, me dijo achicando un ojo: ¿Será porque escribiste en el Café que te parecía mejor la obra poética de Almuzara?. Dije que no, que no rotundamente, que puede que no.
    Desafío, pues, a García Martín a que mantenga un día en candelabro el cuentillo de marras y -aquí y ahora mismo- convoco a los eventuales lectores a que juzguen si era o no zafio lo que en él se relataba.

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    1. Yo lo leí y confirmo que lo era. El verbo "cloquear" es grotesco (se usaba en los manuales antiguos de psicología), el olor a lejía, la situación descrita... fatal.

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    4. Vuelvo a eliminar comentarios. No es este lugar para polémicas "chorras", sino para decir algo (si algo que decir, a favor o en contra) sobre los semanales apuntes del diario.

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  7. Bobadas. No juzgo la calidad del relato, sino que su lugar adecuado sean estos comentarios. Publíquelo donde quiera (cree un blog, es gratis y sin censura) y santas pascuas. Y fin del debate sobre la cuestión. En mi casa mando yo: se aceptan todas las discrepancias, pero no todas las gratuitas ocurrencias.

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  8. No te sulfures, buen Martín, que no merece la pena; esto es un blog y qué van a ser bobadas: puro desbarre connatural a uno que es literario y que pretende no ser plasta. Para rigideces y carcundia, los que ya sabes; este es otra cosa y debieras procurar que no deje de ser lo que ya es.
    Me sorprende que tu ironía y sentido del humor no llegue tan arriba como pensaba... Y, coincidirás conmigo en que lo mal gustoso y zafio se redime en la palabra buena. Si reparamos en estiércol no plantaremos flores, y nada de su bella manera pierde Quevedo por bajar al rijo y la miseria de sus deformes criaturas, ni la pulcritud en el gesto de Cervantes desmerece porque nos haya hecho relato de las profusas cagadas del buen Sancho.
    Dedica tus sulfuros a esta etapa del Procés, pues peligra el alma del artista.
    Vale.

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  9. Disculpas por el doblete; había escrito una primera réplica y pensaba que no había hecho bien el mandado; así que -a la manera de Rossini, que si estaba acostado en un diván y se le caía al suelo una partitura, en lugar de levantarse a recogerla la reescribía desde el principio en el papel pautado que tenía al alcance de su mano, resultando diferencias entre ambas no sé si importantes- pues eso, que escribí dos veces la cosa aquella.

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  10. ¿Cuándo se hará aquí limpieza de anónimos? Normas básicas: no hablar con quien lleva puesta una máscara.

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    1. Toda persona, el griego lo recuerda, es una máscara.

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  11. Es un trabajo pendiente. A ver si un día de estos me decido. Pero algunos pseudónimos llevan tanto tiempo que son como de la casa.

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  12. Braulio Amate Bodilón22 de enero de 2018, 10:18

    Efectivamente: no es lo mismo un anónimo que un pseudónimo. El camarada Piquero admitirá que un nombre o un apellido, per se, no sacan del "anonimato"(y hago abstracción de la etimología del término, pues no puede ser anónimo quien tiene nómino). A los efectos, lo mismo da Fulgencio Raba Expósito que R., si el tipo aquel no tiene relevancia social. Un pseudónimo cumple de sobra con la función de identificar a un sujeto, para que se sepa que es el autor de lo que escribe.
    Pero en cuestión de cobardía lo mismo me da que alguien rubrique como "anónimo", con pseudónimo o con nombre auténtico pero irrelevante. Y a efectos de disimulo, no existe este cuando alguien adopta más de un pseudónimo pero le delata -y él lo sabe- el estilo exquisito, el fulgente vocablo, un sol por cabeza, en el pecho el oleaje de la Estigia (¿en quién estaré pensando?).

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  13. Miguel el Entrerriano23 de enero de 2018, 0:51

    La enfermedad tiñe la realidad de tonalidades indecisas y desvaídas, y en la mirada de las personas más sinestésicas, como Juan Ramón Jiménez, pone coloraciones violáceas o amarillas que lo filtran todo y a todo le añaden su matiz. Y se tiende a traducir las melodías oídas al modo menor.

    Cuando el caso es grave, es decir, cuando se ven las orejas al lobo, o directamente nos vemos en la boca del lobo, entonces la enfermedad es un poderoso modelador del carácter y de la conducta, a la que puede imprimir golpes de timón que nunca lograrían las exhortaciones ni la guía espiritual, para quien crea en esa clase de influencias. Yo he vistos tacaños convertidos en manirrotos, esposos fieles mudados a libertinos -y viceversa-, iracundos venidos a mansos, cuando han sentido cerca del cuello, inesperadamente, los dientes de la que no perdona.

    Y para las vidas fracasadas, rotas o arrasadas por los dañinos, la enfermedad, sobre todo la grave, es siempre la promesa del final no lejano, de la interrupción del daño, del consolador olvido paulatino en las mentes donde aún sobrevivimos un poco, tal vez contra nuestro deseo.

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  14. Miguel el Entrerriano23 de enero de 2018, 1:04

    P.D.

    No puedo asegurar que Juan Ramón Jiménez gozase (o sufriese) de sinestesia. Pero de algunas de sus poesías, y sobre todo de sus páginas en prosa, me parece deducible que veía colores asociados a las palabras, a las voces, a las músicas.

    En cualquier caso, para mi gusto personal es el más grande poeta moderno de España, si es que esta clase de rankings y zonceras tiene algún sentido, que seguramente no. He precisado "moderno" porque pongo a Quevedo por encima de él si no se fija ninguna referencia temporal. E insisto: de España, y no "en español". Los sudamericanos, como Borges o Rubén Darío, van aparte y no entran en la liza.

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  15. Johann Sebastian Mastropiero23 de enero de 2018, 18:48

    No sea usted tan ingenuo Sr.Piquero: si JLGM no se decide a hacer una "limpieza de anónimos" es porque él mismo utiliza el procedimiento cuando le conviene. Pero ¡chitón! que podría leer esto y aprender que a veces su triquiñuela se ve a varias leguas a la redonda.

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  16. Qué bobada, dicho con todos los respetos para la persona que se esconde detrás de "Mastropiero". Piensa el cobardón que todos son de su condición.

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  17. Demetrio Cárdenas24 de enero de 2018, 12:55

    Es una desgracia muy grande lo que está ocurriendo con Ángel González tras su muerte.
    Que un hombre que escribió "que no intervenga el tiempo, que no tenga materia en que ensañarse" vea al tiempo ensañándose con su memoria de este modo.
    Aturde pensar que las herencias, los testamentos, las últimas voluntades y demás morralla de notaría puedan acumular poder suficiente para contaminar el recuerdo de un gran poeta.

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    1. Lo mejor es pensar en su obra y no pensar en sus alrededores. Yo me propongo hacerlo a partir de ahora. No entraré al trapo de ninguna provocación.

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  18. Acabo de leer que una de las teorías clásicas sobre el carácter irascible de Calígula, es que se debía justamente a que reaccionó así tras haber estado a punto de morir por una enfermedad. O sea, que pegó un “salto” un tanto brusco por su parte…

    De todos modos, aunque sí se le demonizó como un cliché y no fue ni el primer ni el último emperador de la antigüedad con megalomanía (sin contar alguno más moderno) no sé yo si encaja mucho en lo de “niño asustado”, tampoco…

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  19. Jose Luis, dicho con todo respeto, me parecen excesivos los ditirambos dirigidos a la catedral de San Pablo, edificio considerado unánimemente por los historiadores y críticos de arte como un barroco de segundo orden. Es como una enorme tarta nupcial que con la nata de Miguel Ángel, la fresa de Palladio y las guindas de Mansart pretendió asombrar, aunque solo abrió la bocas inglesas, tan proclives siempre a ensalzar lo suyo hasta la gloria, como los franceses. Solo que estos, con su románico, gótico, barroco y neoclásico tienen razones sobradas para mostrar su orgullo y exigir reconocimiento.
    En cuanto a las dificultades constructivas que sufrió Wren para su ejecución, si se aceptan en justicia durante unos minutos, ¿cuántas horas habría que dedicar a admirarnos con Santa Sofía, cuya cúpula es de un tamaño parecido a la de San Pablo, solo que levantada ¡12 siglos antes!?
    Como siempre, los americanos de la NG se embriagan de épica al narrar las gestas de sus antepasados británicos. Seguro que por El Prado no son capaces de expresar tanto deslumbramiento y prefieren otorgar el número 1 al Louvre y, por supuesto, a Rembrandt. Y seguro que a Haendel le atribuyen un nacimiento accidental en Alemania, en cuanto uno se descuida.

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    1. Amigo Jesús Cancio, yo en esas competencias no entro. Para mí la catedral de San Pablo es un hermoso prodigio, sin que eso sea desmerecer otros. A mí me da igual que el autor de un cuadro que admiro sea español o francés, y no admiro más un edificio por encontrarse en Madrid y no en París.

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  20. Andrea Cagliostro27 de enero de 2018, 2:24

    Yo creo que nos han metido en la cabeza con tal presión los valores de la emulación, la superación y la competición que ya no es posible pararse delante de una belleza y disfrutar con entrega sin clasificarla en la correspondiente lista de Pijoan o de los Top Ten. Es como si temiéramos y dijéramos, Sí, me entusiasma, pero me voy a contener, no sea que luego esté en el puesto 17 del hit parade y no lo merezca.
    Mi cultura es modesta, pero he viajado y he visto el Duomo de Milán, y Notre Dame, y la catedral preciosa de Pisa, y Colonia, y la de Santa María del Fiore (hablando de cúpulas, esta tiene un mérito especial). Aún así, me quedo boquiabierto cada vez que vuelvo a Londres y veo las formas y las dimensiones de Saint Paul's y creo que es lo que les pasa a casi todos los que la contemplan si no están ya muy carcomidos por la pedantería del erudito.
    Wren fue un genio universal del nivel de un Newton, un tipo que sabía matemáticas, geometría, física, astronomía, ingeniería... y todo un estilista como arquitecto, que dejó en Londres decenas de iglesias que llevan su sello inconfundible. Ningún refrito de NADIE. Inglés auténtico tan claro como la música de Purcell. Y qué desgracia tiene que ser ir al arte con la mentalidad de "el tercer mayor poeta", o "el segundo mejor novelista", o el "cuarto peor arquitecto" o el décimotercer sinfonista. Miren ustedes, señores, para eso, váyanse a la Bolsa, que estarán a su gusto y tampoco es pecado.
    Los ingleses han arramplado mucho y tienen sus museos llenos de rapiñas, como todos los grandes colonialistas, españoles incluidos. Pero han dado un Newton, un Watt, una máquina de vapor, una revolución industrial, un Parlamento ejemplar y una cabeza real por los suelos, qué le vamos a hacer. Y casi todo lo que se sabe de los átomos lo descubrieron cerebros angloamericanos. Otro qué le vamos a hacer. España ha tenido buenos artistas, pero por la época de Wren estaba ya haciendo caso a pies juntillas a Unamuno (antes de que naciera) en el QUE INVENTEN ELLOS.
    ¿Por qué será? Yo creo que tiene mucho que ver con las diferencias, y con la sangrienta disputa, entre Protestantismo y Catolicismo, pero esto que lo explique quien lo sepa mejor que yo. Seguro que don JLGM podría explicarlo muy bien.

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    1. Si usted ha viajado mucho ha adquirido criterio arquitectónico con pleno conocimiento de causa. Por eso no tiene inconveniente en reconocer que su cultura en este aspecto es modesta. Están muy bien los reconocimientos, suponen una terapia muy útil que yo práctico con frecuencia. Esa es la razón, llamada prudencia, por la que no me asomo a ningún foro a discutir con los que saben.
      Y no, no lleve usted el asunto por clasificaciones del hit parade del Pijoan o similares, la historia del arte la han escrito muchos, la hemos estudiado muchos mas y las discrepancias en cuanto a la valoración de las obras es muy escasa.El día que en este espacio se debata sobre escultura o literatura rusa, por poner un ejemplo, me quedaré callado. Y por eso no seré menos, se lo aseguro.

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