domingo, 17 de diciembre de 2017

Acción de gracias: Un robo y otros cuentos


Sábado, 9 de diciembre
LA VERDAD DE LAS MENTIRAS

Soy tan rutinario que hasta tengo un día para los debates religiosos: el sábado, herencia quizá de mis imaginarios antepasados judíos.
            Para mí no hay religiones verdaderas y falsas. Todas son verdaderas, incluso las creadas por falsarios para hacer negocio a costa de los más ingenuos.
            Lo que las convierte en verdaderas no es su adecuación a realidades del trasmundo, sino el que alguien crea en ellas.
            Importa poco que haya un Dios o varios dioses o ninguno. Zeus o el Dios de los cristianos dejan de existir cuando nadie cree en ellos; y vuelven de nuevo a la vida en cuanto alguien los invoca con fe.
            Las creencias modifican la realidad, crean realidad.
             La Virgen no pierde el tiempo apareciéndose a quienes no creen en ella.
            (Voy anotando las ideas que me parecen más interesantes entre las que surgen a lo largo del debate.)
            La verdad de una religión está en su éxito. Solo son verdaderas las religiones que triunfan: eso demuestra que tienen de su parte a Dios.
            Cristo no es más importante que Apolonio de Tiana, otro taumaturgo de su tiempo, porque hiciera más milagros (le gana Apolonio), sino porque sus seguidores fueron creciendo a lo largo de los siglos hasta llenar el mundo y los del segundo desaparecieron.
            Cristo es un invento de los cristianos, no al revés. Sin ellos no es más que un pobre hombre, uno de tanto iluminados de su tiempo.
            En el siglo II los cristianos eran como los nihilistas en la Rusia del siglo XIX, unos hombres –según el espléndido comienzo del Discurso verdadero de Celso– “sin patria ni tradiciones, asociados entre sí contra todas las instituciones religiosas y civiles, perseguidos por la justicia, universalmente cubiertos de infamia, pero autojustificándose con la común execración”.
            Esa secta, una especie de carcoma que iba destruyendo los fundamentos mismos de la sociedad romana, que no respetaba la ley, podía haber desaparecido como tantos otros cultos durante el derrumbe del imperio, pero supo metamorfosearse a tiempo para ocupar su lugar. Triunfó, como el bolchevismo en Rusia y dejó de ser una fuerza antisistema para convertirse en el Sistema, en el nuevo imperio que aspiraba al dominio universal.
            Leemos admirados diversos pasajes del discurso de Celso, llenos de buen sentido e inteligencia.
             ––¿Y cómo ha llegado ese texto hasta nosotros? ¿Cómo no lo destruyeron los cristianos una vez que ocuparon todos los resortes del poder?
            ––No ha llegado.
            ––¿Es un apócrifo entonces? Podía haberlo escrito Savater antes de haberse convertido en un fanático nacionalista español.
            ––No, no. Hasta donde sabemos este discurso verdadero es verdadero. Uno de los padres de la iglesia (luego tildado de herético), Orígenes, se dedicó a refutarlo y en su réplica incluyó abundantes citas del texto original. Su Contra Celso ha salvado a Celso. Yo siempre he creído que para perdurar en la historia nada como contar con buenos y abundantes detractores. Se llama discurso verdadero contra los cristianos, pero igualmente va contra los judíos, ya que por entonces todavía no era fácil distinguir entre unos y otros. Así comenta el Génesis: “Dios habría fabricado con sus propias manos un hombre, habría soplado sobre él, habría sacado una mujer de sus costillas, les habría dado unos mandamientos, y una serpiente que contra ellos se había erguido contra ellos triunfó: buena fábula para las viejas, narración donde contra toda piedad se hace de Dios un personaje tan pobre desde el comienzo que se muestra incapaz de hacerse obedecer por el único hombre que él mismo había formado”.
            Dios existe, pero no tiene manos ni pies, piedra ni palo para castigar: su poder son los fanáticos que creen en él. Por eso Apolo soporta las burlas con bastante más paciencia que Jehová o que Alá.


Martes, 12 de diciembre
HAY COSAS QUE NUNCA CAMBIAN

Por estas fechas, hace exactamente ochenta años, comenzaron a aparecer en el ABC de Sevilla, fragmentos del diario privado de Manuel Azaña. Querían ser un arma más, un arma letal, contra los republicanos. En ellos, el presidente de la República hablaba con total sinceridad de sus correligionarios, y sus impresiones no siempre eran favorables. Al contrario de lo que posteriormente ocurriría con las agendas de otro político –el consejero catalán Jordi Turull– esos papeles no habían sido requisados por la policía y filtrados después a la prensa afín. Habían sido obtenidos de manera más rocambolesca.   Tras el comienzo de la guerra, Cipriano Rivas Cherif fue nombrado cónsul en  Ginebra; su cuñado, el presidente de la República, le pidió que llevara con él, para preservarlos mejor, los nueve cuadernos en que había ido dejando constancia casi diaria de su actividad pública desde que comenzaron sus responsabilidades políticas. Pretendía que sirvieran de base para la redacción de unas futuras memorias, que no tendría tiempo de escribir.
            No fue una decisión muy acertada. En Ginebra, se encontraba destinado un joven diplomático, Antonio Espinosa San Martín, que en un principio se mantuvo fiel a la República, al contrario que la mayoría de sus compañeros, pero que en seguida se dio cuenta de que no había tomado la mejor opción. No podía, sin embargo, desertar sin más y volver a la zona llamada nacional. Allí le tenían por un traidor. Nadie le había obligado a tomar la decisión que tomó y a firmar incluso la destitución de quien había sido su jefe. Tenía que hacerse perdonar, no podía volver con las manos vacías.
            Mientras fingía entusiasmo republicano, acumulaba el botín que le serviría de salvaconducto: una carta de Fernando de los Ríos, notas de los depósitos de dinero en los bancos suizos, un recibo del pago de diez mil francos a un periodista del Journal de Genève, informaciones sobre una compra de armas en la que había intervenido los anarquistas… ¿Sería suficiente? El joven y ambicioso diplomático no estaba del todo seguro.
            Una tarde se encontró casualmente con que el cónsul estaba leyendo a un puñado de escogidos amigos un cuaderno manuscrito de cubierta negra, imitando a piel, conteras y lomo de amarillo, y de vez en cuando interrumpía la lectura para deshacerse en elogios de la clara prosa y la aguda inteligencia del autor, su cuñado, don Manuel Azaña.
             De inmediato supo lo que tenía que hacer. Esos cuadernos ni siquiera se guardaban en la caja fuerte. Cuando descubrieron el hurto, Rivas Cherif creyó que faltaban dos tomos, pero en realidad Espinosa San Martín se llevó tres.
            Los cuadernos fueron entregados a Nicolás Franco, quien se apresuró a pasárselos al Generalísimo y este a un periodista de su confianza, Joaquín Arrarás, que de inmediato comenzó a publicarlos, troceados y adecuadamente comentados, en el ABC de Sevilla.
            Como prólogo, se le pidió a un reputado grafólogo que analizara la letra, “temblona, vacilante y tortuosa”, de Azaña: mostraba un carácter sádico, rencoroso, tortuoso, a un impotente y a un afeminado, a un auténtico monstruo, en una palabra.     Esos fragmentos se reunieron luego en un tomo, Memorias íntimas de Azaña, que durante muchos años fue el único testimonio de los cuadernos robados, que se creían perdidos para siempre, como el discurso de Celso se salvó en la prosa condenatoria de Orígenes.
            Reaparecieron de la manera más inesperada posible. José María Aznar, por entonces liberal y azañista de pro, desveló en una entrevista que los estaba leyendo. Se los había pasado su ministra de cultura, Esperanza Aguirre. La familia de Azaña reclamó de inmediato esos bienes robados. Esperanza Aguirre dijo que se los había entregado Carmen Franco, quien los había encontrado en la biblioteca familiar.
            No sé por qué me ha venido hoy a la cabeza esta historia. O sí lo sé. Hay cosas que nunca cambian. Pero si aquellos patriotas ganaron la guerra no fue precisamente por las indiscreciones de Azaña sobre el pésimo gusto artístico de Fernando de los Ríos o las tosquedades de Indalecio Prieto, sino por otras razones más contundentes. Tampoco ahora, sea cual sea el resultado de esta otra discordia entre españoles, me parece a mí que van a tener mucho que ver las indiscretas revelaciones que se encuentren en papeles incautados por la policía y de inmediato exhibidos en la prensa afín como botín de guerra.


Miércoles, 13 de diciembre
¿QUÉ FUE DEL LADRÓN?

De los diarios robados de Azaña se publicaron veintidós entregas en los diarios de la zona nacional; de las revelaciones de cierta agenda, creo que se van a publicar bastantes menos. Comienza el juicio a los expresidentes de la Junta Andaluza y otras serán las noticias de primera página.
            La Marca España está quedando hecha unos zorros. Yo prefiero dejar a un lado el guirigay de la actualidad  y entretenerme con la novela de la historia. ¿Qué sería de Antonio Espinosa San Martín, el ladrón de los cuadernos de Azaña? Parece que se salvó por poco de la Comisión de Responsabilidades; por un voto. Franco, como Roma, no pagaba traidores. Despreció a Pérez de Ayala, que se pasó la guerra adulándole, que se ofreció para escribir un libro laudatorio, que quiso rendirle personalmente pleitesía. Espinosa San Martín fue destinado a Fez y luego lo más lejos posible, a Sidney. Su carrera diplomática tardó en despegar: fue encargado de negocios en Caracas, consejero en Washington y cónsul general en Nueva York. Murió en 1968, cuando su hermano era ministro de Hacienda. ¿Pensaría alguna vez en los cuadernos que había robado? Yo me lo imagino hojeando, poco antes de morir, el tomo de la editorial Oasis en que se publicaron por primera vez los diarios y recordando la voz de Rivas Cherif leyendo aquellas páginas. Y en lo muy otra que hubiera sido su vida si el chisgarabís del cuñadísimo hubiera guardado los cuadernos que tan imprudentemente le fueron confiados en la caja fuerte.


Jueves, 14 de diciembre
EL ROMPECABEZAS INCOMPLETO

Releo un cuento de Emilia Pardo Bazán publicado en Blanco y Negro a comienzos de enero de 1899. Se titula “El rompecabezas”. Habla de un niño, Eloy, al que los Reyes le regalan un rompecabezas geográfico, el mapa de España, que su madre, viuda reciente, había logrado adquirir por módico precio; así aprendería jugando, piensa la buena señora. El niño,  al tratar de unir la piezas que forman España, de pronto se detiene: “Mamá, el juguete está incompleto. Falta aquí mucha España. No encuentro la isla de Cuba. Ni a Puerto Rico… ¡Falta España!”
            La madre, con los ojos llenos de lágrimas, reponde: “Acierta el rompecabezas. Esas tierras ya no son España. Allí murió tu padre”.
            No dijo nada Eloy, pero con un manotazo rechazó el regalo de Reyes.


Viernes, 15 de diciembre
CUANDO NO SE QUIERE

Qué razón tenía Freud. Cuando no se quiere hablar de una cosa, al final acaba uno no hablando de otra cosa.


36 comentarios:

  1. “Dios existe, pero no tiene manos ni pies, piedra ni palo para castigar: su poder son los fanáticos que creen en él”.

    Dicho así parece que todo creyente es fanático. Y quizá sea cierto, pero entonces habría que aplicar ese principio a cualquier dogma. Y eso incluye el partidismo político (que tampoco admite “burlas” del oponente).

    Por eso yo no creo en ningún dios: ni con la cruz al hombro ni con el maletín en la mano (aunque algunos cargan ambas cosas, para mejorar el rendimiento…)

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    1. Los incultos y frágiles solemos creer porque no sabemos enfrentarnos a la muerte...Ni a la vida.

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    2. No solo creen los incultos y los frágiles (aunque esto último quizá lo seamos todos).

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    3. Martín, ante la soberbia de la intelectualidad oficial solo cabe la ironía. Yo creo en Dios y tan palurdo no seré su he cursado dos carreras de grado superior y he dedicado seis años al conservatorio. Lo curioso es que según pasa el tiempo me reconozco con más intensidad en mis creencias y comprendo menos al agnóstico, cuya superioridad le exige pagar el tributo de la displicencia. Siempre pensé que no debe ser más inteligente quien no está dispuesto a admitir que su inteligencia es muy limitada para comprender lo que humanamente se nos escapa. Acabo de tener una nieta y cuando la tengo en brazos no me admiro precisamente de las maravillas de la naturaleza, sino del poder que alguien otorga a un miserable útero para que un miserable semen lo fecunde.

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    4. Ni el útero ni el semen tienen nada de "miserable".

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    5. En el contexto de mi teoría religiosa no son más que un pobre líquido que moja un feo sólido.

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    6. No voy a discutir de cuestiones estéticas, pero dice muy poco de su creencia en Dios despreciar su obra.

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    7. Caray, no me quiere entender.Precisamente porque son obra de Dios de por sí solos no serían nada. Lo que sostengo es que a la naturaleza la hace maravillosa Dios.

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    8. Pero, don Miguel (a ver cómo sale vostè del trance del 21-D), eso de la credulidad religiosa lo hay que abordar desde dos puntos de vista: el de quienes creen en la transcendencia y hasta en un Ente sobrenatural que todo lo determina, y quienes están dispuestos a tragar con un Creador iracundo y manazas (mire en qué queda su omnisciencia, que ensayó a crear al hombre y le salió rana: haberlo previsto..., o haber sido menos sádico con los pobrecitos predeterminados e incapaces de torcer la mano a una voluntad previsora que los habría nacido ya crucificados -ellos también-, porque así lo habría dispuesto el que Era y todo era capaz de prever).
      En el primer caso, nada que objetar, ya que acepto el argumento de lo rudimentario que un cerebro que no da para lucubraciones tan elevadas.
      Pero afirmar que no hay que ser bobo para creerse todas las patrañas irrisorias (no tanto, que llevaron a lo hoguera y a las mazmorras a multitud) del Antiguo Testamento y la crónica milagrera que nos han tratado de inculcar desde pequeños..., ya es pasarse en el optimismo.
      Lo que se trata de decir aquí es que muchísimos que se dicen cristianos no creen ni por el forro en esa doctrina, -esa que contravienen cada día-, y que la inercia de las rutinas sociales y frecuentemente el rédito que sacan o pretenden sacar si se manifiestan creyentes de la secta oficial, es lo que les mueve a aparentar lo que no creen. Si hiciéramos una encuesta entre los que se dicen católicos practicantes comprobaríamos hasta qué punto desconfían de los dogmas y preceptos por los que se persiguió (y eventualmente liquidó) a mucho librepensador pillado a destiempo. Un simple barniz de superstición difusa y un dejarse llevar por la corriente de lo tradicional es lo que creo que hay. Y en el Vaticano seguro que abundan los ateos más radicales: si sabrá el cocinero lo que se asa en los fogones...

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  2. No, no se deduce que todo creyente es fanático. Y se puede ser fanático de un partido político o de un equipo de fútbol, por supuesto.

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  3. No se puede demostrar que Dios no exista, a menos que creamos que sólo existe lo que nosotros sabemos que existe. La religión es una cosa aparte, eso sí existe, es evidente. La falsa y la verdadera.

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    1. No hay que demostrar que Dios no existe, como no hay que demostrar que no existen los habitantes de la Luna. Quien tiene que demostrarlo es quien afirme que existe.

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  4. De acuerdo. No puedo demostrar que existe y tampoco puedo demostrar que en la luna hay habitantes.

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  5. Miguel el Entrerriano18 de diciembre de 2017, 16:43

    "San Martín" tiene resonancias libertarias, pero el Espinosa San Martín que aquí se cita parece solo un pionero de esa figura tan extendida que acá llaman "chorizo" y en otros sitios "chorro". Siempre ubicuos allá donde se dan dictaduras (que, de hecho, son principalmente para eso, para el expolio).

    En cuanto a dios, o a Dios, me parece que creen en él bastantes menos de los que lo afirman. Algunos piensan que creer en dios es emitir la verbalización "yo creo en dios", pero ni hablar. El gran escritor y filósofo George Santayana explicó muy bien lo que él llamaba "animal faith". Si una gacela en la sabana cree que ronda un león hambriento, su creencia tendrá consecuencias, la huida o la búsqueda de refugio. Si un viandante cree que se acerca un vehículo a gran velocidad, su creencia tendrá consecuencias, en principio, abstenerse de cruzar la calle (suicidas aparte). Si la supuesta creencia carece de consecuencias pertinentes, no se puede sostener que tal creencia exista.

    La creencia en un dios punitivo o premiador, si es genuina, tendrá consecuencias en la vida del que cree. Si no tiene ninguna, como es el caso mayoritario, la (falsa) creencia es una mera verbalización y se limita al flatus vocis "creo en dios", vacuo, gratuito. No cree en dios quien así actúa. Solo emite una secuencia de fonemas que puede tener ciertas funciones sociales accesorias y adventicias. Pero de creer en dios, nada. Pura filfa.

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    1. Con cuánta seguridad reparten algunos certificados de creencia, o de incredulidad. Ustedes no saben lo que creen; en realidad, saben muy poco o nada de sí mismos. Quien sí sabe de la intimidad de cada uno de ustedes soy yo, perdón, Yo, que para eso lo soy, perdón, Lo soy. Decía Eliot que "la humildad es interminable"; debe ser por eso, por miedo a meterse en algo que no tiene término, por lo que algunos la mantienen tan lejos.

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  6. Lo que cree la creencia puede ser falso o verdadero, pero la creencia es cierta. Está ahí. Si no crees en algo, no puedes sentirlo. Hace muchos años, no se sentía que la tierra era redonda.

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    1. Miguel el Entrerriano19 de diciembre de 2017, 11:36

      Por descontado, Jesús, que una cosa es el contenido de la creencia y otra el hecho de tenerla. Pero en cuanto al hecho mismo de tenerla, no se certifica por la simple afirmación "Yo creo que...".

      Si usted me dice que cree con toda convicción, que su casa está ardiendo, pero veo que no se mueve de la sala (y sé que no es un suicida), tengo todos los motivos para creer que su creencia es falsa. Por lo tanto, pensaré que usted miente o, más sencillamente, que se confunde y se autoengaña. No basta con una conducta verbal para garantizar que se cree. No basta con afirmar "Yo creo" para que la creencia exista. Hacen falta otras pruebas y conductas. "Sentirlo", como usted indica, podría ser una de esas conductas. Pero es muy evanescente. No me hago idea de cómo sería sentir que la tierra es redonda.

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  7. ¿Un útero no sería nada si no lo hubiera hecho Dios, Igriega Iceta (quien quiera que seas)? Qué cosas. Es algo tan prodigioso que toda vía no se ha logrado encontrar un sustituto para la reproducción humana. Me asombra la mente humana: ¿o sea que un hermoso crepúsculo solo es hermoso si lo ha hecho Dios?. En fin, cada uno razona a su manera.

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  8. Quien cree en Dios ve su mano en todo. Y eso ni se puede argumentar ni se puede negar con la pobre razón humana. Claro que para ello hace falta humildad y considerarse muy poca cosa, idea que muchos no soportan porque se creen hitos y protagonistas del universo. Yo desde hace muchos años ya no me tomo la molestia de razonar a los inteligentes y he preferido instalarme en el reino de los tontos, que es como ir comprando poco a poco acciones y acudir a todas las ampliaciones de capital para que el día de la muerte pueda uno comprar el billete.

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    1. Con esa filfa de razón humana es con la que usted nos argumenta, don Miguel; si tanto desconfía de ella aplíquese el cuento. Y no tomarse la molestia de "razonar" con los inteligentes es lo cómodo; en realidad lo que quiso siempre el embaucador del alma: una grey de borregos a sus pies.
      Sus acciones valen lo que el papel en que están impresas; lo malo es que cuando vaya a reclamar comprobará que la ventanilla estará cerrada.
      Lo que no iba a hacer un hipotético Dios es negar al ser humano la facultad de entenderlo, o de dar ventaja -por cultura o avatares de la Historia- a unos sobre los otros.
      Y aquí conviene diferenciar entre quien llega a creer en la posibilidad de un Dios difuso, inconcreto (que muchos identifican con el propio universo) y quienes aceptan una religión determinada, articulada en torno a preceptos y mandamientos de aberrante irracionalidad.
      ¿Que millones de gente cree en esas patrañas? Pues por lo mismo que multitud de amiseriados vota a PP: pura ignorancia, anquilosis cerebral.

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  9. 1. Hace años me dió mi padre (agnóstico de toda la vida) una buena recomendación para cuando me preguntasen si creo en Dios. Se trataba sencillamente de replicar "Dime qué entiendes por Dios, para que pueda responderte". Ah!! Ahí empezaba el crujir de dientes de los creyentes. "Bueno, pues verás, el Ser Supremo, el Principio Creador de todo, el Origen, el Hacedor..." Y es que, claro, una vez abandonado por simplista y pueril el dios personal, el Viejo Barbudo (más colérico que bondadoso), sólo quedan descripciones hiper genéricas tan válidas para la Teología como para la Física. Porque el Ser Supremo puede ser el Universo; el Principio Creador puede ser la evolución estelar; el Origen puede ser el Big Bang; el Hacedor puede ser la Mecánica Celeste y sus leyes. Recordemos al genio Laplace: "¿Dios? No he tenido necesidad de esa hipótesis". El creyente moderno, que está al tanto de todo esto y tiene aspiraciones de racionalidad, sabe que las Escrituras son una vieja obra literaria, ni siquiera unívoca, y busca alguna respuesta compatible con el conocimiento actual. Los demás, los atados a las Escrituras, continúan con sus Testamentos, antiguo y moderno, lo bastante inconsistentes como para dar lugar a dogmas tan dispares como el católico y el protestante.

    2. Observo que Erre + Erre desciende hoy al mundo animado desde las páginas del The Economist que regularmente habita. Aunque tampoco desciende mucho. Todavía no se ha enterado de que bastante gente no sabe lo que cree ni lo que piensa. Pero hombre, Erre, que usted ha leído a Platón! Un poco de mayéutica, un pequeño interrogatorio bien dirigido y se va a cerciorar de que no. No lo saben.

    3. Las opiniones de YGriega ponen de manifiesto, a mi juicio, las aberraciones y alteraciones perceptivas a que puede conducir el teísmo mal digerido. Las cataratas del Iguazú, las circunvalaciones cerebrales o las auroras boreales son espectaculares y fascinantes no por sí mismas, a quién se le ocurre, sino porque son obra de Dios. Grado y nivel de delirio simplemente SUBLIMES.

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    1. Demetrio, lo que hace falta es mantener esta ironía hasta el final y en ese momento justo mirar para arriba y pegar un buen corte de mangas. Usted seguro que será capaz, siguiendo los dictados de la razón. Aunque la mayoría suele notar humedad en los tobillos y opta dignamente por la "Vía Forcadell".Tenga usted en cuenta que si existe le perdonará todo y no lo enviara a Estremera.

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    2. Hay, en efecto, gente que tiene una idea muy vaga acerca de sus propias opiniones o creencias. El Sócrates de Platón, sin embargo, no pretendía, al contrario que usted, ser propietario único de la verdad y golpear con ella en las cabezas de quienes, para su mal, no se sometieran. Se tenía por heredero del oficio de su madre, partera (de ahí lo de mayéutica), y su propósito no era, así lo dijo, avasallar a nadie, ya que él creía saber únicamente que nada sabía, sino sólo ayudar a cada cual a que diera a luz por sí mismo sus propias verdades. No me parece su caso: manifiesta usted una agresiva seguridad/superioridad que es todo lo contrario del talante socrático. En verdad, a quien me recuerda es más bien a alguno de los sofistas con quienes a menudo le tocó discutir.

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  10. Se siente lo que se sabe, supongo. En que yo mienta cuando digo creo en Dios, porque me conviene, es algo común, o por divertirse, como el pastorcito de viene el lobo, hasta que se le acabó la diversión. // En mi religión, cuestión de fe, Dios = 0. ¿existe o no existe el 0?

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    1. ¡Bravo, Castellano! Estás sumergido en el problema de la existencia. Sí, existe el 0, cero. Es la clase de todas las clases equipotentes con la clase vacía. Y la clase vacía es la clase V tal que la sentencia "x pertenece a V" es falsa para todo x. Pero ¿existen las clases? Cuando en la mesa hay tres manzanas, ¿hay, además de ellas, una cuarta cosa que es el conjunto de las tres manzanas? Ese es el asunto, Castellano. La clave del cero y a lo mejor la clave de Dios. Existencia y lógica. Mente y materia.

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    2. Ay Hermógenes, en esto de Dios y los números soy como un niño que curiosea el cuarto de los mayores. Lo de las tres manzanas sí te lo entendí. Inteligencia, Intuición y Instinto. Un cuarto elemento a las tres manzanas en relación, y cuando hay esta relación el conocimiento es completo, o por lo menos abarca un poco más. En cuanto a Sócrates me temo que está diciendo que lo sabe todo. ¿Todo es equipotente con Nada? José Luis García Martín dice saberlo todo, que es una manera de decir que nada sabe. No sé. Dudas.

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  11. Mi seudónimo me parece tan respetable como cualquier otro de los que aquí se encuentran y no por ser incluso más cómicos y estrafalarios le despiertan a usted ironía.

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  12. A mí todos los pseudónimos me parecen igualmente ridículos. En el debate intelectual entre adultos lo primero que debería cada uno hacer, por cortesía, es dar su nombre. Lo de esconderse está bien cuando uno busca sexo virtual o cosas así.

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    1. Pues usted contesta sabiendo que lo excepcional aquí es que alguien opine con su nombre.

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    2. Contesto, sí, pero no renuncio a hacer pedagogía y a poner de relieve lo ridículo y poco respetable que resulta opinar sin hacerse responsable de lo que se opina. (Ocultar el nombre vale para protegerse cuando se revelan grandes secretos que el gobierno quiere ocultar, pero en otros casos...)

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  13. Lo más gracioso de usted, don Erre, es que "tozudez" y "posesión de la verdad" sólo son aplicables a las insistencias ajenas. A la insistencia de usted le debe corresponder una categoría más excelsa, tal vez "Defensa a Ultranza de la Verdad/Economist". Y sin embargo, será casualidad, es usted quien se autodenomina "Erre que Erre". Jugadas del subconsciente.

    Ygriega, la "vía Forcadell" es una dignísima y racional vía para evitar ser arbitrariamente encerrada por el capricho de un gobernante corrupto y embustero. Y disculpe que le haya escrito "circunvalaciones" por "circunvoluciones". Debía estar pensando en los rodeos de algunos para evitar verdades dolorosas.

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    1. Se equivoca, una vez más: mi firma es una broma, producto de una sugerencia del propio JLGM. Le han llamado, que yo sepa, muchas cosas, pero lo de "Subconsciente" me parece que es la primera vez.

      Y no, mire, yo no defiendo "a ultranza" ninguna verdad, ni la del Economist ni la de Freedom House bi la de Polity IV ni la del Global Democracy Index, a quienes también he citado (vea los comentarios a la entrada anterior de este mismo blog). Simplemente, apoyo lo que digo en datos de conocimiento público; porque, al contrario que usted y su infinita humildad, no pretendo que se acepten mis afirmaciones sólo porque yo las hago, porque uno lo vale, estilo L'Oréal. Eso se lo dejo a usted, y a otros, que no es el único.

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    2. Demetrio, de un plumazo ha calificado usted de imbéciles a los millones de personas que a lo largo de la historia han entregado su vida para defender sus ideales. Según usted hay que abjurar y renegar en cuanto la cosa se complica. Y, por favor, no me diferencia entre gobiernos corruptos y legítimos, porque para quien transgrede la ley todos son corruptos.
      Lo que ocurre es que en la época actual la ideología es un estorbo y hay que abrazar el pragmatismo para vivir cómodamente a la pata la llana.

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  14. Sí, en datos de conocimiento público procedentes de medios que son juez y parte, como The Economist. Se parece mucho al criterio de las Agencias de Calificación de Riesgos, que calificaban de "extrema solidez" la situación de XXXBrothers dos días antes de quebrar. Pero a usted eso le da igual. Lo que importa es que suene bien e importante, de postín, plan FMI & Co.

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    1. Ya le expliqué que en su rechazo a lo que diga The Economist coincide usted milimétricamente con Berlusconi, quien, como el semanario inglés denunciase sus manejos, lo (des)calificó de tan diversas como divertidas maneras. De los demás medios que cité ya ni habla, que la ceguera voluntaria, como es sabido, es uno de los recursos mejores de la intolerancia. Y, por supuesto, de aportar datos que desmientan a los que yo aporto, ni hablar: es sólo porque usté lo vale, y no hay más que decir, ni usté lo dirá así le maten. Bueno, juzgue quien lea.

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  15. Tampoco será mala idea felicitar las Navidades a todos los contertulios.

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