domingo, 23 de abril de 2017

Sin trampa ni cartón: De ahorros y retornos


Sábado, 15 de abril
TRAUMAS DE INFANCIA

La Semana Santa nunca me ha resultado simpática, pero no por motivos religiosos. Me fascinan las historias de extraterrestres, aparecidos, milagros, sábanas santas y demás parafernalia. Lo que nos hace humanos es precisamente la capacidad de inventar quimeras y luego ser capaces de morir y de matar por ellas.
            A mí las procesiones nunca me han molestado, al contrario que a mi amigo José Luis Piquero (claro que él vive en Andalucía). Si la Semana Santa despierta en mí malos recuerdos es porque, cuando yo era adolescente, no había cine ni música, estaba prohibido divertirse (cosa que nunca me ha interesado mucho, la verdad), no había clase (cosa que sí me divertía) y además cerraban la biblioteca pública durante durante un tiempo que se me hacía interminable. Entonces solo se podía sacar un libro al día; para el fin de semana yo dejaba los más voluminosos (novelones de Galdós o Tolstoi), pero un libro que me durara tanto tiempo como duraba la Semana Santa no lo había.
            Y yo  no tenía dinero para comprar nada ni conocía a nadie que me pudiera prestar la lectura que me interesaba. O sea que la Semana Santa era para mí verdaderamente un tiempo de ayuno y abstinencia. Con qué alegría esperaba yo que el presunto muerto resucitara y todo volviera a la normalidad.
            Algo del resquemor de entonces me llega todavía ahora que tengo casi todos los libros del mundo a mi alcance. Pero guarde el trabajo que guarde para estas fechas, siempre me sigue sobrando tiempo.
            ¿Y por qué no aprovechas para ir de vacaciones a algún sitio?, me preguntan. Pero si hay algo que detesto tanto o más que la Semana Santa son las vacaciones. Otro trauma de infancia, de cuando pasaba los veranos en el pueblo y en seguida se me acababa todo lo que había llevado para leer. Desde que pude tomar decisiones por mi cuenta no he ido jamás de vacaciones a ninguna parte. Solo de pensar en ir de vacaciones ya me pongo de mal humor. Todos mis viajes son de trabajo. Para poder pasar unos días fuera de casa, aunque sea en Venecia, necesito inventarme un pretexto laboral. Afortunadamente tengo mucha imaginación y si me apetece ir a un sitio (siempre a una ciudad, soy alérgico a la naturaleza sin aditivos) no tardo ni un minuto en encontrar un buen pretexto.



Lunes, 17 de abril
AHORRA O NUNCA

De pronto me vuelve la vieja angustia del tiempo de Semana Santa. Estoy trabajando tranquilamente en mi despacho del Milán y se me ocurre consultar un libro que sé que tengo desde hace tiempo. Lo busco, no lo encuentro (algo menos habitual de lo que podría pensarse al conocer mi despacho y mi casa) y no me importa porque también lo tienen en la Biblioteca de la Facultad: en ella no hay problemas para encontrar nada. Me sorprende que no esté abierta. Y entonces caigo en la cuenta de que, aunque es lunes y solo es fiesta en Avilés y Cataluña, la Universidad está cerrada a cal y canto, dicen que para ahorrar. ¿Para ahorrar? ¿Y por qué no la cierran el resto del curso y nos apuntamos todos a la universidad a distancia?
            Nuestras cabezas dirigentes parecen haber olvidado que una universidad no es una guardería, que aunque no haya clases los centros tienen que estar abiertos (sobre todo las bibliotecas) porque profesores y alumnos siguen con su trabajo. Pero, en fin, hay que ahorrar (y a la vez a unos cuantos profesores mayores de sesenta años se les paga para que se queden en casa y no trabajen).
            Afortunadamente, la Semana Santa de ahora no es como la de antes, ya no cierra el país para que todos nos dediquemos a llorar la muerte de Cristo. No cierra el país, aunque cierre la Universidad de Oviedo durante una semana de fraile, o sea, de bastante más de siete días. (El libro que buscaba lo encontré digitalizado en Google Books.)


Martes, 18 de abril
SUGERENCIAS AL DIRECTOR

El estreno del documental Un lugar propicio a la felicidad no resultó tan incómodo como me esperaba, aunque el mediometraje de Marciano Martín Manuel sí respondiera con creces a mis expectativas.
             Fue como si no hablara de mí y como si no estuviéramos en un estreno, sino en una sesión de trabajo. Me entretuve anotando las sugerencias que haría para el montaje definitivo: 1/ eliminar unos quince minutos, de modo que no supere la media hora, 2/ un tratamiento distinto de las abundantes fotografías (no colocarlas sobre un marco de hojas u de otro tipo, sino que ocupen toda la pantalla y darles vida y movimiento acercándonos a uno u otro detalle), 3/ eliminar la cabeza del protagonista niño  que bailotea sobre la imagen de la fuente de la Pista, 4/ ponerles voz a los haikus que aparecen acompañados de los dibujos de Alicia Varela (uno de los mejores momentos del documental), 5/ volver a grabar ciertas intervenciones en que el protagonista comete algún error (habla del premio Ángel González en lugar del Emilio Alarcos).
            Todo lo anoté minuciosamente. Espero que el director y guionista tenga en cuenta algunas –si no todas– de estas observaciones en el montaje definitivo. El estreno en Avilés no fue más que un emocionante preestreno para amigos y familiares que, si me perdonan a mí mis defectos, con más razón se los perdonaron –salvo algún poeta joven que aún no ha aprendido a disimular– al laborioso y esforzado documental.


Miércoles, 19 de abril
ENCUENTROS Y DESENCUENTROS

Miro a un lado y a otro de la gran mesa del comedor de gala y le digo al poeta Constantino Molina, que se sienta a mi lado: “Aquí hay por lo menos diez escritores de cuyos últimos libros he hablado y no demasiado bien. Tendré que tener cuidado de que no me pongan nada raro en la bebida. Allá está Bonet, ahí enfrente Javier Gomá…”
            Aunque la mesa es ancha y yo hablaba casi al oído de mi acompañante, el director de la fundación March enseguida notó que me refería a él: “¿Eres José Luis?”, dijo. Y yo, temiéndome lo peor: “Sí, sí, luego al final si te parece hablamos”.
            Y hablé con él y con Sergio Vila-Sanjuán, que me confesó que había encargado la reseña sobre El arte de quedarse solo para el suplemento de La Vanguardia antes de leer lo que yo había escrito sobre su última novela:  “Te voy a ser sincero: si lo hubiera leído, no la habría encargado. Dudé mucho en publicarla y, si al final me decidí, fue por el autor, Miguel Barrero, no por ti”. Pero estas cosas me las dijo sonriendo.
            Javier Gomá estaba muy al tanto de lo que había escrito sobre él. Y no es de extrañar, cuando los elogios son unánimes (el propio Alfredo Martínez, jefe de Protocolo, me dijo que había leído su último libro, La imagen de tu vida, mientras volvía del viaje a Japón con los reyes y que le había entusiasmado), que destaque quien pone algún reparo. Y no un reparo minúsculo: todo el razonamiento del autor, toda su filosofía, parte de un sofisma que, a mi entender, sirve para encubrir un axioma de carácter religioso.
            “Te agradezco la atención que me has dedicado, pero te puedo desmontar fácilmente tus reparos”, me dice con su mejor sonrisa. Habla tan bien como escribe y se nota que está acostumbrado a deslumbrar a los interlocutores. “Confundes ejemplo y ejemplaridad”, me dice, “Cuando quieras lo debatimos, en público o en privado”. “Mejor en público, en privado cada uno habla para sí mismo, en público hay personas ajenas a las que convencer”, le respondo. Pero de sobra sé que esa ocasión no llegará.
            Veo dar vueltas, solitario, desentendiéndose de unos y de otros, a un envejecido Pere Gimferrer. Le leo desde 1970, cuando compré su libro Poemas 1963-1969, publicado en la colección Ocnos. Desde entonces creo que he leído todo lo que ha publicado y que he hablado por escrito de la mayoría, o la totalidad, de sus libros de versos (y de algunos otros).
            Como más de una vez he dicho que toda su poesía que vale la pena está en ese volumen de hace casi medio siglo, no sé si le alegrará mucho que me presente. Lo hago, sin embargo. Me mira un momento y luego, como si llevara una ficha preparada, se pone a enumerar todo lo que he dicho de su poesía.
            ––De Rapsodia –concluye– no hablaste del todo mal, hubo algún poema que te gustó. También te gustaron varios de No en mis días. El poema con el que más te ensañaste le entusiasma a Caballero Bonald (y yo no pude por menos de añadir: “No me extraña”), pero tenías razón en lo del traghetto a la Academia, aunque hay dos traghettos cercanos, pero no en que con lo de “ridi, pagliaccio, e la giubba infarina”; no me refería a la ópera de Leoncavallo sino a un artículo de Haro Teglen que la citaba refiriéndose a Chávez; de ahí lo de “vivimos una noche de cariátides, / solemne, pero bufa y sanguinaria”. En mi poesía es muy importante la crítica política, aunque tú no sepas verlo.
            Cuando termina de leerme la ficha de sus reparos a mis críticas, se aleja sin despedirse. A mí me alegra de haberle dado ocasión de decirme todos los reproches que guardaba, en algunos casos desde hace veinte o treinta años. Es un genio, algo descacharrado, pero un genio.
            Me doy la vuelta y veo que Xuan Bello (que se mueve por estos salones como el más consumado palaciego, aunque asiste por primera vez) aprovecha un instante en que el rey parece quedarse solo para acercarse a él y decirle: “Perdone, señor, tengo un recado para usted. Me ha encargado Graciano García que le diga que le quiere mucho”. El rey sonríe y responde: “Yo también le tengo mucho cariño. Y le estoy muy agradecido. Siempre me está enviando citas, por si me pueden ser útiles para mis discursos, y también poemas”.



Jueves, 20 de abril
RETORNO A MAX AUB

En la sede del Cervantes, Juan Manuel Bonet inaugura una exposición sobre Max Aub comisariada por Juan Marqués. Más Aub fue un autor que me interesó mucho un tiempo. Recuerdo que en 1969 le dediqué uno de mis primeros artículos: “Breve noticia de Max Aub con motivo de su vuelta a España”. Por entonces era un escritor mitológico, como tantos exiliados, al que admirábamos sin poder leerlo. Me fascinaban sus juegos, como el de aquel pintor apócrifo, que engañó a tantos. Se me ocurre ahora que el modelo de  Jugar con fuego no fue Pessoa, al que conocí más tarde, sino Max Aub. Luego me resultó un escritor esforzado y trabajoso y me fui desentendiendo de él. Ahora en esta exposición descubro otra de sus bromas, las falsas noticias de El correo de Euclides, y vuelve a entusiasmarme.



13 comentarios:

  1. Debe ser "ponerleS voz a los haikus".

    (Este comentario no es para publicar.)

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    1. Una de las cosas que más me sorprende de este blog es el hecho de que sea muy raro que alguno de sus lectores vea las muchas erratas que suele haber en él (o quizás las ven y no se atrevan - como yo - a decírselo a su autor, dado su mal carácter y su escasa propensión a reconocer sus errores). Buscando información sobre diversos escritores en las antiguas páginas de este blog, me he dado cuenta de que hace años venía por aquí un corrector de erratas severo (por no decir pedante) que soltaba puntualmente cada semana la lista correspondiente sin miramientos (por no decir con mala leche). Ignoro por qué desapareció, pero si yo fuera José Luis García Martín me hubiera granjeado su amistad para que me hiciera el favor de leer y corregir en privado mis textos antes de ser publicados.

      En el texto de esta semana hay muchas erratas y gordas. Algunos ejemplos (no todos, porque algunas necesitarían explicaciones):

      se me ocurre consultar un libro que tengo que sé que tengo desde hace tiempo.
      en ella no hay problemas para encontrar nada. La encuentro cerrada
      me esperaba. aunque
      un marco de hojas u de otro tipo
      de la mayoría, o la totalidad, sus libros de versos
      Caballero Bonald (Y yo no pude
      a Chavez
      A mí me alegra de haberle dado ocasión
      aunque asiste por primera vez) [¿asiste a qué?]

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  2. Esa es la norma que se aprende en los libros, pero yo espontáneamente lo escribo sin concordancia: sospecho que es una tendencia del español contemporáneo; creo que ya se refieren a ella en algunas gramáticas.

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  3. Exitosa y triste,
    en el recuerdo se superponen los rostros.
    Mi corazón devastado en las tinieblas.
    Esa llama de nieve...

    (María Taibo)

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    1. Gracias, María,
      dulce música de campanas.
      Y es un rezo al decirlo en voz baja:
      María, María, María...,
      de los cerezos ataibada.

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  4. Para María Taibo

    Sin trío no hay
    tristeza que cobije
    Amores hay posibles
    despejan las tinieblas
    Beatriz Casares

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  5. Respuesta a Paseante: Esas observaciones son muy útiles y yo siempre las agradezco. Es el trabajo del corrector. Antes los había siempre en los periódicos, ahora prescinden de ellos y se nota. El escritor o el periodista ha de entregar su trabajo con un plazo fijo y esos descuidos son bastante habituales. Señalar una errata o un lapsus nunca ofende: es siempre algo que agradecer. Facilita además el trabajo para cuando el diario aparezca en libro.

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  6. Una cosa que me fascina de usted, se lo confieso, es esa sanísima ausencia, en su personalidad, de lo que suelen llamarse "respetos humanos". Usted se codea con los grandes nombres de la poesía, por ejemplo, Pere Gimferre, y les planta en sus mismas narices lo que opina de sus obras, aunque se trate de una pésima opinión, después de haberlo dicho previamente por escrito, en alguna reseña crítica. Esa capacidad suya, que parece ejercer de un modo natural y sin hacerse ninguna violencia, está muy poco extendida, creo yo que por desgracia. Algún sinsabor le habrá traído, pero qué maravilla es esa de no sentirse oprimido y agobiado por el gran peso de la fama del gurú. Y es que el gurú siempre suele ser, como usted decía hace poco, "humano, demasiado humano". Que los dioses le conserven por muchos años su aplomo indoblegable.

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    1. Quien no pide favores suele gozar de cierta libertad.

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    2. Hablando de respetos humanos y semanas santas, yo opino, al contrario que José Mª Valverde y muchos otros, que lo mejor de la Iglesia Católica son el clero y las monjas. El vulgo católico (practicantes y no practicantes) es muchas veces de un gregarismo repugnante. En este sentido, los demás cristianos nos dan mil vueltas. (En otros tiempos, mis correligionarios me harían el favor de quemarme para limpiar tanta "blasfemia").

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  7. ¿Y dónde compra su ropa este amante de los centros comerciales? Porque en EL CORTE INGLÉS las princidependientas necesitan libro de instrucciones. ¡Cuidado con dejar en el suelo la mercancía, ante los ofendidos ojos de la zapatera! Hará que un pie te crezca más que otro para que jamás te lleves sus zapatos pintiparados.

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  8. Demetrio Cárdenas27 de abril de 2017, 17:19

    Estoy interesado en ver el documental "Un lugar propicio a la felicidad". ¿Se sabe ya qué difusión y circulación va a tener? ¿Se mantendrá en el ámbito privado?
    Gracias a quien corresponda.

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    1. No es de ámbito privado: se ha estrenado en Avilés y en Plasencia y se están negociando los derechos de exhibición en diversos canales televisivos.
      Es un documental frustrado. Ganaría mucho con algunos cortes.

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