sábado, 9 de marzo de 2013

Nada personal: Un tiempo de mentira


Sábado, 2 de marzo
SECRETOS

“No me gustan los secretos”, “Pues a mí sí, no podría vivir sin ellos”. El diálogo estaba en un novelón de mucha venta que hojeé un momento mientras compraba el periódico en el quiosco del Atrio. Yo no sé si podría vivir sin secretos, pero lo que sí sé es que no podría escribir. No hablo de otra cosa.
            Probablemente muchos de mis recuerdos sean imaginarios y la verdad esté en las fantasías. Esta mañana, revolviendo entre viejos papeles en busca de unas cartas de Gil de Biedma que me pidió un amigo (meros acuses de recibo de mis primeros libros), me encontré con un anillo hacía tiempo olvidado. No entiendo ni poco ni mucho de joyas, así que no sé cuál será su precio, pero es bonito y llamativo, muy art nouveau, con serpientes entrelazadas y una rutilante esmeralda. Quizá sea falso y lo utilizaran para el atrezzo en alguna representación teatral.
            Llegó a mis manos de manera curiosa. Cuando comencé a estudiar en Oviedo, viví un tiempo en un piso de Ciudad Naranco con otros dos amigos y una persona más que ya ocupaba una habitación al alquilárnoslo a nosotros en septiembre. Era joven, pero a mí, que aún no había cumplido los veinte, me parecía mayor; tendría treinta y pocos años. Iba siempre muy elegante, con corbata, y apenas teníamos trato con él. Estudiantes aplicados, no hacíamos juergas en el piso, no dábamos motivo de queja. El otro inquilino jamás recibía visitas. Su habitación tenía llave y siempre la dejaba bien cerrada al marcharse. Un día se le olvidó, yo estaba solo en casa y no pude resistirme a la tentación de echar una ojeada. La cama, una mesa, un pequeño armario, una estantería con algunos libros. No había nada extraño, parecía la habitación ocasional de un estudiante más. Oí ruido en la puerta de la calle y salí de inmediato. Justo a tiempo. Era nuestro compañero de piso. Me saludó amablemente, como siempre hacía, y se encerró en su cuarto. Un día desapareció sin decir nada a nadie. No nos enteramos hasta que la dueña pasó a buscarle porque se retrasaba en el pago del alquiler. La habitación estaba vacía. No había dejado más rastro de su paso que un sobre encima de la mesa; en su interior, el importe de la mensualidad que debía. Algo más había dejado: el anillo de las serpientes y la esmeralda. Lo encontré yo, semioculto bajo la mesa, y me lo guardé en el bolsillo sin decir nada. Me parecía un buen pretexto para tratar de encontrar a su dueño y seguir en contacto con él; me sentía de algún modo atraído por aquel elegante personaje.
Por entonces hablaron los periódicos de hurtos en diversas joyerías. ¿Sería el ladrón el inquilino desaparecido? ¿Me tomarían por cómplice si venían a registrar el piso de Ciudad Naranco y me encontraban el anillo? Me asusté un poco y acabé guardándolo entre mis papeles en la casa de Avilés. Esto debió de ocurrir hacia 1970, hace más de cuarenta años. De los amigos de aquel tiempo, apenas si de vez en cuando me encuentro con Bernardino e Ismael Serna, pero no creo que a ninguno de ellos les hablara del anillo, aunque quizá recuerden el caso del ladrón de joyas. Era tan hábil que los joyeros decidieron, como cuando se trataba de Carmen Polo, la mujer del Caudillo, crear un fondo común para compensar las pérdidas.
Ahora en mi vida no ocurre nada, todos los días son iguales, pero por entonces cada día era una aventura, el mundo estaba por descubrir. Pronto me olvidé del anillo. Esta mañana en que acabo de descubrirlo, lo pongo sobre la mesa de la cafetería del Atrio y lo miro como un talismán. Quizá debería llevarlo a que lo tasaran. Solo así sabría si es una de las joyas robadas o quincallería.
A cierta edad uno comienza a no distinguir bien entre lo vivido y lo soñado. O a no querer distinguirlo. Miro el anillo, sonrío y de un manotazo trato de apartar de mi mente una historia que nunca he contado a nadie.
Tengo muchos secretos que es mejor que sigan siendo secretos. ¿De qué iba a escribir yo si no los  tuviera?


Domingo, 3 de marzo
UN ASUNDO REAL

Soy hombre de obsesiones. Por más que no quiera pensar en ciertas cosas, todo me habla de ellas. La película de Nicolaj Arcel que veo este domingo, por ejemplo. Cuenta un episodio de la historia de Dinamarca en el siglo XVIII. Hay un rey tontorrón, una reina maltratada, una camarilla que maneja al monarca de acuerdo con sus intereses y un médico ilustrado que acaba ganándose la confianza del monarca y el amor de la reina y aprovecha ambas cosas para promulgar leyes justas que mejoren la vida del pueblo.
            Hoy los reyes, afortunadamente, no gobiernan. Pero reinan. Y son tan irresponsables como entonces y pueden hacer lo que les dé la gana sin que nadie les pida cuentas. Pueden convertir su real casa en refugio de hampones, pueden financiar con dinero público sus vicios privados. Y mientras, quienes están en el secreto se lucran y se callan, y los periodistas inventan elogiosas patrañas.
            Me va a costar dormir esta noche. ¿Qué dirán de mí, que dirán de nosotros las generaciones futuras? ¿Que hemos sido cómplices de tanta mentira institucional? ¿Que fingíamos por conveniencia no saber nada del club de los negocios raros que se ha ido formando fuera del alcance de votos y de jueces?
            Abro al azar una antología poética, para que los versos me ayuden a tener buenos sueños, y me encuentro con un poema de Machado: “Fue un tiempo de mentira, de infamia. A España toda, / la malherida España, de carnaval vestida, / nos la pusieron pobre y escuálida y beoda, / para que no acertara la mano con la herida”.
            Está visto que haga lo que haga, mire dónde mire, todo me habla de lo mismo.


Miércoles, 6 de marzo
CON LA VERDAD

Yo creía, como la mayoría de los españoles, que Juan Carlos de Borbón era un estadista ejemplar y Hugo Chávez un pintoresco fantoche con ínfulas de salvapatrias. Eso es lo que me habían hecho creer los medios de comunicación de mi país, tanto los de la derecha como los de la izquierda. Pero vi por la televisión cubana, en  directo, el famoso por qué no te callas. Y escuché la respuesta de Chávez a aquella impertinencia que se convirtió en asunto de Estado por la indiscreción de los micrófonos. Daniel Ortega, que estaba en el uso de la palabra, cedió parte de su tiempo para la réplica. Chávez, el locuaz Chávez, se limitó a citar a uno de los héroes de la independencia: “Con la verdad ni ofendo ni temo”.
            Con la verdad ofendió a muchos y muchos le temieron y se alegraron con su enfermedad y desearon su muerte.
            Pero muerto está más vivo que nunca y nadie podrá mandarle callar.


Jueves, 7 de marzo
PARTE DE UNA HISTORIA

Llamaron tres veces a la puerta. Era la señal convenida. Bajé rápidamente por la escalera de piedra y me encontré en la playa. Aún no había amanecido. Se veían a lo lejos las luces del barco, que parecía inmóvil, a pesar de que el mar estaba algo agitado. Esperé un rato, que a mi impaciencia le pareció demasiado largo, a que llegaran los demás y finalmente me decidí a subir yo solo a la barca. Remé hasta la embarcación. Por una escala que se balanceaba en uno de los costados, subí a bordo. Yo entonces tenía poco más de veinte años. Como si me estuvieran esperando, nada más poner el pie en cubierta comenzó la maniobra de levar anclas. Pregunté por el capitán, pero nadie me hizo caso. Los marineros se movían con rapidez, cada uno a lo suyo, y parecía como si no entendieran mi idioma. Los días siguientes tuvieron esa textura especial que caracteriza a los sueños. Como si fuera invisible, nadie me hacía caso. El mar estaba tranquilo, los días de verano eran largos e inacabables y en las noches claras brillaban todas las estrellas.
            (Estábamos en la Piazzetta un lento atardecer de verano; de las terrazas ascendía un rumor de conversaciones; había gente paseando y algunos se acercaron hasta la terraza, junto a la torre del reloj, para ver ponerse el sol sobre la isla de Ischia.)
            Cómo pasé del barco al calabozo no lo recuerdo bien. Sé que hicimos escala en Génova, que nos emborrachamos de tugurio y tugurio, que empezamos una pelea con los invitados a una boda y que cuando llegó la policía todos los marineros lograron escapar menos yo.
            Compartí el calabozo con un puñado de vagabundos malolientes. Estuve tres días allí encerrado y al tercero me dejaron fuera sin ninguna explicación. Yo no tenía dinero ni trabajo y me dediqué a vagabundear, a fingir que pedía limosna y a malvivir de algún pequeño hurto. Todavía era verano y dormir al aire libre no suponía ningún problema.
            (Apenas si conocía a mi interlocutor. Muy moreno, bien parecido, descuidadamente vestido. Había bebido algo y se notaba que le gustaba hablar. A los demás nos gustaba escuchar, sobre todo a mí, que al volver al hotel, tomaba nota de todo: quería escribir un libro sobre el variopinto paisanaje de Capri.)

            Una mañana, al despertarme en un banco del parque, me encontré con unos ojos fijos en mí. Era un caballero de unos cincuenta años, bien trajeado. “¿Busca usted trabajo? Tengo algo que ofrecerle. Le espero esta tarde, a las cinco. Pero antes procure asearse un poco”. Y me alargó una tarjeta y unos billetes. Los conté. Una pequeña fortuna. Alquilé una habitación en un hostal cercano al puerto, compré algo de ropa. A la hora en punto estaba en la dirección que indicaba la tarjeta, un caserón que más bien parecía un palacio. No tuve necesidad de llamar. Un mayordomo uniformado, como yo solo había visto en las películas, abrió la puerta y me invitó a pasar. Al fondo del patio, había una gran escalera. Me llevó hasta una habitación de la planta baja, con ventanas al jardín, y me pidió que esperara. En seguida apareció una mujer mayor, que se me quedó un rato mirando y luego me abrazó emocionada. “Eres tú, eres tú, hijo mío, no tengo ninguna duda”. Lloraba y me besaba. Detrás de ella vi al hombre que me había encontrado en el parque. Sonreía.
            La mujer se sintió desfallecer. Estuvo a punto de caer al suelo. La sostuvimos entre el hombre y yo, llegaron luego varias doncellas que la hicieron beber su medicina y la llevaron a acostar.
            Fingí ser el hijo de aquella pobre mujer durante poco más de tres meses; luego ella murió. No sé a quien fue a parar su fortuna, que al parecer era considerable. Yo no me puedo quejar del dinero que me dieron. Lo suficiente para andar por el mundo unos cuantos años sin preocupaciones. Pasé una temporada en Roma, luego bajé hasta Nápoles. Seguramente conoce usted la leyenda de aquel alemán que llegó hasta esta isla con el propósito de almorzar y visitar el palacio de Tiberio y la Gruta Azul y acabó quedándose cuarenta años. Pues a mí me pasó lo mismo; ya llevo veinte.


Viernes, 8 de marzo
NI OFENDO NI TEMO

“Con la verdad ni ofendo ni temo” dijo Chavez citando a Artigas. Pero nada ofende más que la verdad y mucho tiene que temer el que se atreve a decirla en voz alta. Mejor callar y taparse las narices si algo huele a podrido en Dinamarca. Es lo que yo hago.


14 comentarios:

  1. F. (pertinaz pero no le importa)10 de marzo de 2013, 9:59

    Siempre te he oído, Kutz, preciarte de ser hombre que piensa por sí mismo y que procura no dejarse impresionar con las sugestiones interesadas de los demás. En el caso de la monarquía española, personificada en el rey Juan Carlos, no has sido precoz en la perspicacia ni has sabido detectar a tiempo las evidencias: el Borbón es el heredero de Franco y forma parte de una trama -urdida a muchas bandas- para que tras la muerte del dictador los resortes de poder quedaran en las mismas manos de antes. Es cierto que puntuales acontecimientos -de lectura menos unívoca de lo que algunos gustarían- han contribuido a maquillar, edulcorar, hacer menos patente el invento, pero lo que se cimenta sobre el barro de la ignominia no suele alcanzar la altura de la decencia, aunque tarden en caer por tierra los mamparos y los andamios que diligentes paniaguados habían logrado mantener en pie. Y parece que en esas estamos en España.
    El rey Cristián de Dinamarca -a diferencia del "nuestro"-, pese a su despotismo y evidente desvarío, tuvo el atenuante de prestar oídos al doctor Struensee, que era un ilustrado y portavoz convencido de las ideas de progreso que empezaban a abrirse paso en la Europa absolutista, y puso en la calle a los mangoneadores del clero y de la nobleza cuasi feudal. Me parece que el rey que nos cae más cerca ha tenido y tiene un comportamiento diametralmente opuesto y, pese a la imagen que nos vienen procurando los medios cortesanos, está más cerca del oscurantismo religioso y de los potentados del dinero que del noble deseo de elevar a su pueblo por encima de la mugre en que malvive.
    Bienvenido pues, Martín, al club de los desengañados. Para avanzar en la saludable catarsis, haría falta que te emplearas a fondo en la censura de lo que ha llegado a ser el PSOE, esperpento atroz de lo que no debe ser un partido de izquierda, concretamente socialista. Si me apuras, es más evidente la impostura en este caso que en el del monarca campechano.
    Que,por cierto, tiene en la plana mayor de ese partido a algunos de los más esforzados monárquicos de nuevo cuño. Para vergüenza suya y escarnio de esta mal llamada democracia.

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  2. No se trata de que el monarca fuera mejor o peor político, sino de algo peor. Es posible que sea un Roldán. Si es así,y si los políticos que nos han gobernado lo sabían, me siento estafado por ellos y los considero cómplices. Espero que alguien se atreva a llegar hasta el fondo del asunto. Garzón se atrevería. Por eso le echo de menos.

    JLGM

    El caso se parece al de los cardenales que encubrieron a los curas pederastas.

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  3. Excelente tus textos. Me ha gustado encontrar algo sensato sobre Chavez, tan desconocido y tan duramente juzgado (sobre todo en EEUU y Europa) por los mismos que lo desconocen.
    Me ha sorprendido también la coincidencia de que esta mañana temprano, aquí en Córdoba (Argentina), yendo a la Universidad, al oír en la radio del auto las cada vez más tristes noticias de la querida España, me vinieran inmediatamente a la memoria los versos del grande, entrañable Don Antonio: esos que justamente ahora encuentro en tu blog...
    Un cordial saludo. Muchos aquí apreciamos y admiramos al ahora conciudadano nuestro Baltazar Garzón.

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  4. Me alegra encontrar ese buen eco argentino, un país al que me gustaría volver (solo conozco Buenos Aires).
    Un abrazo

    JLGM

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  5. José Luis, ánimo, si no Garzón ya aparecerá otro. ¿Podría ser Gómez Bermúdez?
    Respecto a pactos de transición y demás , debo haber vivido en otro país a mediados de los 70 porque me cuesta entender ciertos comentarios sobre la realidad española de entonces ¿qué correlación de fuerzas había en aquella época para pretender otra alternativa a lo que hubo?¿ Hemos olvidado que la mayoría de la sociedad española no apoyaba a partidos republicanos o de izquierdas?. En la Univiersidad Complutense de la que era alumno en aquellos años la mayoría de los estudiantes visitaba el bar con más frecuencias que las manifestaciones de oposición al franquismo- aunque la bebida pueda generar daños colaterales los riesgos de oponerse al régimen podían ser más dañinos.
    Javier

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  6. Yo sigo confiando en los jueces, Javier. Al final podrá más en algunos de ellos la profesionalidad y el sentido del deber que las presiones de un signo o de otro.

    JLGM

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  7. Puede que no hubiese otra alternativa que aceptar lo que se concedía, Javier, puede; pero transcurridos treinta y cinco años del trágala, duele constatar que estamos como al principio: nada ha sido construido sino en arenas movedizas y hay motivos para pensar que hemos dormido un mal sueño. La carcoma no ha dejado un puntal sano y -lo peor- no se ha hecho NADA para rescatar al pueblo de la ignorancia secular (que no es contradictorio con que la máquina de troquelar títulos académicos haya funcionado a toda marcha), de modo que la sorprendente falta de tono en la respuesta popular es consecuencia de la postración moral a que nos han avocado.
    Que la Iglesia Católica -con su negra trayectoria- tenga los inauditos privilegios que tiene, acrecentados hace poco con las medidas tomadas por Zapatero, que le inyectó más recursos en la servil esperanza de calmar su voracidad implacable; o constatar cómo se usa la represión político-policial para tratar de ahogar las demandas más razonables; o ver aún la vigencia de los símbolos del franquismo, nos hace a muchos tener la sensación de que hemos sido víctimas de una estafa. Y todo ello sin referise a la corrupción que lo empuerca todo.
    Si no se puede destituir a un jefe de Estado corrupto; si se llega al gobierno con mentiras y no existe la posibilidad democrática de pedir cuentas a los falsarios, que se consideran legitimados por lo obtenido con falsedad; si la oligarquía financiera tiene comiendo de su mano a los partidos mayoritarios; si todavía vemos campantes numerosos símbolos del franquismo; si la Justicia nos sobrecoge con tanta frecuencia..., que me diga Javier si no estamos inmersos en algo insufrible. Y que muchos asimilamos a la dictadura.

















    a los pies de los caballos

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  8. Amigo Robespierre, si cosideramos que la situación actual es similar a la que se vivía en la dictadura franquista caemos en la tentación de banalizar la maldad de aquella. En los años 70- que no fueron los peores- se pasaba verdadero miedo.En mi opinión la situación actual es mucho mejor en todos los aspectos aunque lo peor de la actual es la falta de actividad económica en sectores productivos con futuro y , por tanto, la falta de empleo.
    Javier

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  9. Me parece, Javier, que eres otro que se deja embaucar por el sonsonete de las palabras. Porque Franco no es el inventor de la dictadura y, dentro de la maldad de este sistema, existen grados -en la brutalidad física, en la obscenidad de la puesta en escena, en la mayor o menor inteligencia de LOS dictadores (recalco el "los" porque jamás los dictadores fueron elementos determinantes por sí solo, sino que son la punta de lanza de intereses de ciertos colectivos)-, sin dejar de ser dictaduras por ello.
    ¿Aceptarías que la dictadura de Primo de Rivera (esa que describen muchos historiadores como un período de gran desarrollo de la productividad, de las obras públicas, de incluso cierta mejoría del bienestar (?) social? Y todo ello sin fusilamientos masivos ni vesánicos comportamientos del dictador ni de sus conmilitones... ¿Hubo o no hubo diferencias entre la dictadura de Primo de Rivera y la de Franco? Si admites que las ha habido, ¿dejas por ello de reconocer que ambas fueron dictaduras?
    Porque lo definitorio de una dictadura es la falta de respeto de los derechos humanos. Es decir: si a la sociedad se le priva ARBITRARIAMENTE del ejercicio de alguno de ellos (no importa si pocos o muchos), la tiranía está servida. Otros la llamarán dictadura, o régimen "autoritario, pero no totalitario" (como los distinguidos numerarios de la Academia de la Historia califican al terror de Franco, en su sesudo Diccionario Biográfico), o "movimiento regenerador", o... Qué más da; palabras, artilugios semánticos, triquiñuelas verbales para disimular lo sustancial: que una oligarquía domina a la inmensa mayoría, concediendo lo mínimo imprescindible para que el asunto funcione. Y llegado el caso, si la protesta pasa de cierto umbral..., sacan los tanques a la calle. Así ha sido siempre y así continúa siéndolo en nuestros días.
    Pero para ser consciente de ello hay que tener criterio propio, que no consiste en la iluminación espontánea de nadie, sino que hay que ser receptivo a saberes los ajenos, elaborándolos e incorporándolos a nuestro bagaje intelectual, huyendo de los lugares comunes y de los estereotipos interesados.
    Y, ya te lo he dicho, Javier: tú y yo nunca vamos a estar de acuerdo porque partimos de concepciones ideológicas diversas. No se trata de diferencias de matiz, sino de conceptos que están en la base de la mentalidad de cada cual.
    Y no hay que tener miedo a las palabras y, si se dicta, hay que decir que existe dictadura.
    Del uso fraudulento e impropio de las palabras, de su perversión en definitiva, da fe el hecho de que, aquí y ahora, un ultraderechista se autodenomine como "liberal" (casi todos los ultraderechistas que conozco se reconocen como "liberales. O que una potencia agresora se nos quiera presentar como paladín de la libertad mundial. O que unos desvergonzados oportunistas se reclamen socialistas... A qué seguir: ejemplos, mil.
    Que te conste, Javier, que se es virgen o desflorada; lo mismo puta la ginetera que la cocotte; asesino por un muerto que por diez mil; tirano por arrasar a sangre y fuego o por que te nieguen la libre lectura de Amadís.
    Y



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  10. He querido decir: "¿Aceptarías que fue una dictadura "lo" de Primo de Rivera?"

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  11. Pero con las ideas no pasa como con las cerezas- Ferlosio dixit- que metes la mano en un cesto y salen en racimo. Las ideas surgen una a una y sobre temas cocretos; lo contrario es ideología- un cuerpo de creencias dogmático y sin fisuras- . Por tanto, si hablamos de ideas y no de ideologías - amigo Robespierre- unas veces podríamos conincidir y en otras no.¿ Qué es, por tanto ,eso de las mentalidades distintas?
    Bueno , no soy de ninguna academia o congregación ideológica, pero creo que es un hecho contrastado que el régimen que surge con el golpe de Estado de Franco es una dictadura de carácter totalitario que, afortunadamente, no tiene nada que ver con lo que vivimos- y a veces padecemos- ahora.
    Javier

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  12. Pues claro que las ideas se engarzan las unas con las otras: ¿qué es si no la "asociación de ideas"? De ese engarce están compuestos los pensamientos. Y las ideologías. ¿Acaso se concibe una ideología sin ideas que la conformen? Si hasta salta a la vista la etimología común...
    ¿Cómo que una ideología tiene que ser dogmática y sin fisuras? Las ideologías son dinámicas y están sometidas a mutaciones, según las nuevas ideas modulan o sustituyen a las antiguas, dándose el caso de verdaderos giros copernicanos en la manera de pensar. Son optativas, de modo que un reaccionario y un progresista -ante determinados hechos- llegan a conclusiones ideológicas opuestas, puesto que parten de ideas previas que han tenido un proceso de conformación diferente, tanto por estímulos ambientales (familia, clase social, estatus, religión...) como por idiosincrasia, sin desdeñar el determinante genético, a veces determinante.
    Mamar doctrina desde la cuna; formar piña con la familia (y con los intereses familiares); dejarse guiar por quienes tienen ascendiente sobre nosotros; frecuentar ambientes gregarios; disponer o no de fortuna..., son elementos generalmente determinantes a la hora de adscribirse a una ideología determinada. Sólo si se posee la cualidad de la independencia de juicio (cosa harto difícil, por los determinantes que he dicho) se estará en condiciones de aproximarse al pensamiento RAZONABLE.
    Lo que acabo de decir no tiene nada que ver con la (mala) digestión de textos filosóficos; para mí las "ideas" no se invocan referidas a Platón ni a nada por el estilo: apelo al sentido común y a la necesaria observación de los fenómenos que nos envuelven. Pero ya sé que, ni con estas: siempre habrá recalcitrantes intratables.

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  13. Si hubiese suprimido (pasa por no revisar lo que se escribe) algún "determinante", no hubiese pasado nada. Pero total qué más da, para qué me voy a esmerar si no me vas ha hacer puto caso, Javier.
    Sos como un cilicio (ahora se dirá "picana") que te pegás a mis sesos. Preguntá al nuevo boss qué cosa es dictadura: él te lo explicará mejor que yo y te regalará una estampita de Nuestra Señora de Luján. Omnes extra.

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  14. ¡Cómo no le voy a hacer caso, Robspierre! Hasta estoy de acuerdo con usted en lo de la influencia de la genética.
    Respecto a la ideología como algo monolítico y cerrado me remito a mi propia experiencia con gentes que trato a diario y para las que los suyos- a los que votan con los ojos cerrado- son los buenos y los otros son los corruptos,mentirosos, y viceversa.También tengo oído que militar en un partido es como entrar en una confesión religiosa y me acuerdo de los tiempos lejanos en los que se hablaba del centralismo democrático ¡qué desfachatez!
    Javier

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