sábado, 31 de mayo de 2025

Al servicio de quien me quiera: Se me rompe el corazón

 

 

Viernes, 23  de mayo
CENTENARIO AMIGO

Como me temía, en el homenaje a Ángel González en el que participo esta tarde antes de la tertulia, más nutrida de lo habitual, se habla de las noches etílicas en las que el poeta aguantaba más que nadie y era el último en retirarse.

A mí siempre me han indignado esos elogios en los que, si no el José Luis Piquero o el Miguel Munárriz de entonces, cualquier cantamañanas de ayer o de hoy le podría superar. “No le gustaba hablar de literatura”, dice alguno de los que le conocieron. No le gustaría hablar contigo –pienso yo--, porque conmigo habló mucho de literatura, aunque más de la ajena que de la propia. No en vano nos conocimos en un cursillo suyo en torno a poesía de posguerra, allá por 1976 o 1977, en el que acabamos debatiendo largo rato, primero al final de la clase y luego en el pasillo, sobre la importancia del postismo y de Carlos Edmundo de Ory, que él negaba.

Recuerdo bien cómo denostaba a unos poetas y defendía a otros en el premio Emilio Alarcos. A él en buena parte, se debe que los dos primeros galardonados fueran dos buenos amigos míos, Martín López-Vega y Javier Almuzara, que lo obtuvieron no por ser amigos míos, sino a pesar de serlo.

Tras que el premio inicial fuera para un joven contertulio, lo que me costó algún insulto en las redes de los detractores habituales, le rogué a Almuzara que no se presentara, por si acaso. Prometió que no lo haría. Por eso me fastidió bastante ver un libro suyo entre los finalistas. Y me sorprendió más que Ángel González lo destacara desde el principio como su favorito. Hubo alguna reticencia. Yo no dije nada a favor, pero tampoco en contra (no podría, pero me habría gustado). Y al final ganó y hubo otro escándalo entre las mediocridades de costumbre.

“¡Tanto ir de justiciero por la vida y luego, como un García Montero cualquiera, en cuanto puede les da los premios a sus amigos!”, fue lo más amable que se dijo de mí. Fueron premiados después otros poetas de mayor o menor renombre, casi ninguno de mi gusto (tuve que disimular, con lo mal que se me da eso, cuando me tocó presentarlos), pero mis dos favoritos siguen siendo los dos primeros, aunque López-Vega (“otra gente / parece preferir ahora Vicente”) no ha dejado de dar algunos discutibles tumbos (esto no se lo diría a él, que es bastante susceptible); Almuzara me parece que ha ido creciendo con más coherencia.

Ángel González tenía buen ojo critico y acertó al señalarlos a los dos. Pero también tenía sus manías personales. Una vez, al abrir la plica, resultó que el ganador era un poeta que conocía y detestaba y de inmediato dijo, no sé si en serio o en broma: “¡Cerremos la plica y volvamos a votar de nuevo!”. Yo, talibán del rigor, grité indignado y no se volvió a hablar del asunto.

Todos tenemos muchas caras y la que me mostró a mí Ángel González nada tenía que ver con la que vieron sus compañeros de farra. Mi admiración no era acrítica y por eso, creo, la valoraba más. Cuando el escándalo en Vetusta porque no le dieron el premio Príncipe de Asturias, que sus amigos creían tener atado y bien atado (falló uno de esos amigos, que no lo era tanto), en los Cuadernos de Óliver nos burlamos un poco de esa beatería y, como Juan Cueto dijo que el premio se lo habían dado a un poeta andaluz de esos que solo saben cantar al crepúsculo, parodiamos los muchos poemas que Ángel González le dedica al crepúsculo entremezclando alguno suyo con otros apócrifos que parecían suyos. Algún intrigante de cierto grupito de turiferarios fue con el cuento al poeta para tratar de malquistarnos. “No me importan esas bromas; si son inteligentes, yo las veo como un homenaje”, respondió. Y lo eran. Las burlas eran contra quienes trataban de llevarlo en andas o bajo palio.

Domingo, 25 de mayo
HE APRENDIDO

Me pasan para que lo dedique, Mudanza, un libro mío de 2004 que compila los versos escritos durante los treinta años anteriores. Como epílogo, trae unos aforismos que no había vuelto a leer (no suelo releer lo ya publicado). Uno de ellos dice: “Escribo poesía porque no sé cantar. Ni llorar”. A cantar aún no he aprendido, pero sí a llorar. 

Lunes, 26 de mayo
POR QUÉ CRECE

Oigo lamentarse a los pirómanos que la alimentan que cada vez crece más la hoguera del antisemitismo. Tienen toda la razón: crece y crece. Y siento tener que decirlo, pero incluso a mí –que siempre he fantaseado con mis orígenes conversos, que siempre he creído que buena parte de lo mejor de mí mismo viene de mi herencia criptojudía-- me resulta cada vez más difícil resistirme a ella. Quienes perpetran la nueva matanza de los inocentes no son una pandilla de incontrolados sino el gobierno de Israel, el único estado judío del mundo y apoyado por más del ochenta por ciento de sus ciudadanos. No apoyan más a Putin y nadie se queja de las sanciones a Rusia ni de la creciente y agresiva  rusofobia. ¿Para cuando las sanciones a Israel y el envío a esa otra Ucrania, más ferozmente y más completamente invadida, de fuerzas de apoyo y del más moderno armamento?

Me imagino que a los judíos que aún conservan un poco de humanidad en su corazón cada vez les resultará más difícil no avergonzarse de ser judíos. Y a los amigos del pueblo judío, entre los que siempre me he contado, seguir siéndolo. Me siento culpable, si no de la sangre tan cruel y tan estúpidamente derramada, de no ser capaz de hacer nada por impedirlo. Y se me rompe el corazón. 

Miércoles, 28 de mayo
LOS RENEGADOS

Trasteando en los sótanos del ordenador, me aparece el original de aquella serie de poemas sobre el crepúsculo atribuidos a Ángel González (y que expertos lectores, como José Manuel Benítez Ariza o José Cereijo, no fueron capaces de distinguir de los suyos esta tarde en la tertulia) y una fotografía que había olvidado por completo. En ella estoy yo, con otros judíos españoles, en la Sala del Recuerdo de Yad Vashem colocando una corona de flores, con el nombre de España, ante la Llama Eterna que conmemora a las víctimas del Holocausto. Recuerdo bien mi emoción de entonces y me imagino el dolor de aquellos millones de víctimas al enterarse de que sus descendientes ya no se distinguen de los que fueron sus verdugos.

            Lloré, ¿y quién no?, en la gruta dedicada a los niños, con sus cientos de velas reflejadas en espejos rotos, como temblorosas estrellas que no se apagan nunca, y me imagino a ese millón y medio de criaturas llenando las calles de Jerusalén y suplicando en vano: “¡Ni un niño asesinado más!”

            No hay mayor deshonra para una comunidad que ofender la memoria de sus antepasados, renegando de todo aquello que nos hace humanos para confundirse con los peores criminales.

Viernes, 30 de mayo
ANÓNIMO

Anda circulando por las redes sociales una “Variación anónima sobre un poema de Ángel González”. Dice así: “Después de haber lanzado entrambos trece bombas / y exterminado cientos de personas / (culpables o inocentes, poco importa: / tienen bula / de Naciones Unidas / para no distinguir unos de otros / siempre que vivan lejos de nosotros, en Libia, en Siria, en Irak o Persia / (para no hacer mención del campo de exterminio / antes llamado Gaza), / a Trump le dijo Netanyahu: / ---Bueno, ¿y ahora qué hacemos? / ---Chico, tú haz lo que quieras. / Yo me lavo las manos”.

Yo, antes de seguir haciéndola circular, la modifico un poco. Donde dice “trece” escribo “cientos”, donde dice “cientos” pongo “miles”. Donde pone “Trump” añadiría muchos otros nombres de ilustres líderes democráticos. Pero no hace falta. Están en la mente de todos y grabados con grandes letras en la historia universal de la infamia.


 

7 comentarios:

  1. Lo malo de las mentiras que cuentas, amigo, es que las sigues contando incluso cuando sabes la verdad. No me importa volver a explicarlo. Nunca dije que a Ángel no le gustara hablar de literatura. Hablábamos de literatura pero más de otros temas, porque con él se podía hablar de muchas cosas (a lo mejor contigo sólo podía de literatura). De lo que nunca hablamos fue de "mi" literatura.

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  2. El anterior comentario vuelto a escribir respetando las reglas de la cortesía:
    "Quizá me explique mal cuando dije que Ángel González no hablaba conmigo de poesía (o de literatura); lo que quería decir es que no hablábamos principalmente de literatura y nunca de mi poesía. Esto ya lo aclaré en la tertulia virtual del miércoles, pero tú no podías tener en cuenta esa aclaración el viernes anterior. Son los inconvenientes del diario que no permiten retocar lo escrito. Por eso repito ahora la aclaración para tus lectores, aunque ese tema carece de importancia comparado con otros asuntos que tratas esta semana, como lo que está pasando en Gaza"-

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  3. Muy bien, pues retiro lo de las mentiras. Lo malo es que si no protesto la versión que perdura es la falsa. En cuanto a los temas que tienen o no importancia, tú sabrás la importancia que tenía esa minucia de hablar o no de literatura, puesto que has sacado el tema y le has dedicado un espacio que merecían otros asuntos.

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  4. Cosa curiosa: mirando las dos fotos en las que figura usted portando una corona de flores da la impresión de que lleva encasquetado el kipá judío, pues el corte de pelo en el límite con el frontal parece trazado a lápiz o cortado en un arco virtuoso muy propio de los artesanos sombrereros. Su notable pigmentación y los cristales de alta graduación de los lentes terminan por hacer que evoquemos a un entregado rabino o a un erudito del Pentateuco. Pero tengo entendido que es usted natural de Oñate y eso no ayuda a sostener semejante sugestión. Y con los tiempos que corren..., casi mejor.

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  5. Pues sí llevaba la kipá. Y yo soy de Aldeanueva del Camino, junto a Hervás, donde se decía “judíos los más”.

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  6. Le debo una explicación, Martín, para no quedar por comentarista torpe de entendederas. El comentario que le hacía del kipá, que pensé aparente pero resultó real, fue consecuencia de no haber leído aquella parte de su entrega que hacía referencia a la truculenta y falaz rusofobia que nos quieren inocular por inconfesables (pero perfectamente adivinables) intereses, tan bastardos como potencialmente destructivos. En esa parte mencionaba tambiėn el conflicto moral que se plantea a tantos a quienes les cuesta separar la atroz causa sionista del judaísmo mundial. De haberlo leído, pues, hubiese sobrado la ocurrencia, pues el contexto lo habría de explicar todo. Disculpas.



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