Sábado, 10 de mayo
NO ME QUEJO
Si uno vive lo suficiente,
más pronto o más tarde llega el momento de la descatalogación, de no ser tenido
en cuenta. Yo casi no lo noto, esa es la ventaja de no haber sido tenido nunca
demasiado en cuenta.
Domingo, 11 de mayo
UN REPROCHE
---Llevas toda la vida
escribiendo sobre tu vida, pero qué poco cuentas de tu vida.
--¿Tú crees?
---Prefieres contar los secretos de los demás a los
propios.
---Es posible, pero no porque los míos escondan nada
ignominioso, sino porque me parece que carecen de interés.
---Yo creo que, al contrario, lo haces para que pensemos
que tu vida tiene mucho interés.
---Es posible. Yo nunca hablo de mi familia, que no tiene
la culpa de que yo sea escritor, ni de enfermedades, que ya voy teniendo edad
de que comiencen a dar la tabarra, aunque de momento, afortunadamente, no
tienen demasiada prisa. Y de mis amigos hablo solo si son escritores y de sus
actividades literarias, no de otro tipo.
---Hablas mucho de libros. Y de política cada vez más.
---Cada vez menos. No me gusta referirme a la política
menuda, al navajeo nuestro de cada día; lo que sí me gusta es hablar de
historia, de la de ayer y de la que va haciéndose ante nuestros ojos.
---Dices que eres de izquierda, pero tienes muchos amigos
en la derecha, incluso en la extrema derecha.
---Yo tengo pocos amigos en cualquier parte. Y algún buen amigo hasta en el infierno.
Lunes, 12 de mayo
DEJAR DE ADMIRAR
Queremos sin motivo y dejamos
de querer por el mismo motivo. O de admirar.
¿A cuántos escritores he de dejado de admirar yo? El
primero de todos, Vicente Aleixandre. Recibió muy generosamente mi primer libro
–bueno, lo hacía con los libros de todos--, incluso le sugirió a Carlos Bousoño
que pasara a saludarle, y yo muy poco después le vi como un poeta vacuo,
retórico, artificioso. Y lo sigo viendo. Lo que un tiempo me deslumbró, Sombra
del paraíso, por ejemplo, se me cae de las manos. Con Bousoño me pasó lo
mismo, aunque en este caso hay una explicación: a partir de cierto momento, a
partir más o menos de sus cincuenta años, Bousoño no escribió nada que valiera
la pena y además se dedicó minuciosamente a retocar y estropear lo anterior.
No
solo me pasó con los poetas (qué horror todo el último Sender, un poco como el
Mendoza de los últimos veinte o treinta años), por supuesto, aunque sí
especialmente con ellos. ¿Cómo voy a quejarme yo de ir perdiendo los admiradores
del principio?
Me pagan con la misma moneda. Y además, como me gusta repetir, a mí con el éxito me pasa lo mismo que con la música y el chocolate, que me gustan, pero que puedo prescindir perfectamente de ellos.
Martes, 13 de mayo
¿SABÉIS DE QUIÉN
HABLO?
Tenía la costumbre de
escribir todos los días y, cuando no tenía nada que decir, escribía un poema.
Miércoles, 14 de mayo
UN POEMA
Por la mañana, escribí unos
versos y por la tarde los llevé a la tertulia, cosa que no suelo hacer, para
que por una vez fuera yo la víctima de la “trituradora” habitual.
Un
fracaso. No porque el poema resista cualquier crítica, sino porque el arte del
feroz escalpelo no parece estar al alcance de mis pacientes contertulios.
Alguno quiere y no puede, como José Luis Piquero. “¡Ese poema ya lo has escrito
antes y mejor!”, afirma. “Bueno --replico yo--, mientras el que lo ha escrito
antes y mejor no sea otro, todo va bien”.
En el poema, un poeta menor, del que ya nadie recuerda el
nombre, se dirige a un lector futuro. El tiempo no es más que una mancha en la
negra eternidad que se borrará con el tiempo. Eso pienso yo. Eso quise dar a
entender. El poema dice así:
“Puede ser que no sepas que yo existo, / tampoco yo del todo estoy seguro, / pero a quién puedo hablar en esta hora / en que el mundo parece estar vacío / y en la noche sideral los astros / miran sin ver, como nos mira Dios. / Lector que abres un libro y te sorprendes / con palabras tan solo para ti, / yo ya no soy ni acaso he sido nunca, / tú tampoco serás ni acaso eres. / Lo que deja de ser jamás ha sido. / La historia universal se escribe sobre arena, / sopla un tiempo muy frío donde nunca amanece / y palabras sin nadie se alejan con el viento / y te ciegan los ojos”.
Jueves, 15 de mayo
SÍ ME QUEJO
Mis amigos se ríen cuando les
cuento que lo que me habría gustado ser no es un Vargas Llosa, con su nobel y
su preysler, ni siquiera Fernando Pessoa (que un tiempo sí), sino Trump o León
XIV, pero yo hablo muy en serio. El poder tiene mala prensa, pero es
imprescindible para tratar de mejorar el mundo.
Hablo de estas cosas con mi psicoanalista. Hace tiempo
que no le visitaba. No sé si me toma en serio o en broma, pero me sigue la
corriente.
---Y si tuvieras que elegir entre los dos, ¿cuál
preferirías?
---Pues no sé. Uno tiene más poder, pero el cargo del
otro es a perpetuidad.
---¿Y de verdad crees que Trump intenta mejorar el mundo?
---Por supuesto, aunque lo que él entiende por mejorar no
sea lo que yo entiendo. En los pasaportes de antes, se decía que eran válidos
para todos los países, menos para la Unión Soviética y sus satélites. Ahora,
cuando Trump pone y quita aranceles según su capricho, queda claro cuáles son
sus países satélites, los que lloriquean y no son capaces de responder con
medidas semejantes.
---Te veo más en el papel de Papa que yendo de un país a
otro para hacer buenos negocios. Pero yo creía que estabas de acuerdo con la
vida que has llevado, sin grandes ambiciones y sin grandes preocupaciones.
---Estaba, pero ya no estoy. Creo que he sido demasiado
cobarde, que me he conformado con poco.
---Ser feliz, hasta dónde se puede ser feliz en este
mundo, ¿es conformarse con poco?
---A veces pienso que me he dejado llevar por la
comodidad y escribí lo que quise, publiqué cuando quise, pero jamás me esforcé
en promocionar mis libros, no adulé a quién debía adular, y así me fue. Lo que
publica cualquier mindundi tiene más eco que lo que publico yo.
---¿Y desde cuándo te preocupa eso?
---Desde que me estoy haciendo viejo y comienzo a
sospechar que, si mis contemporáneos no me hacen ningún caso, la posteridad,
según su costumbre, me va a hacer bastante menos.
---Consuélate pensando que por mucho que te esforzaras en
promocionarte, por mucho que te arrimaras a quien conviene arrimarse, nunca
llegarías a ser un Trump, que hace bailar al mundo en torno suyo, ni un León
XIV. Todo lo más, qué sé yo, un Jordi Gracia o un César Antonio Molina, por no
mencionar a ese Raúl Zurita que tanto le gusta a tu amigo Abelardo Linares, y
para ese viaje no hacen falta muchas alforjas.
Viernes, 16 de mayo
OTRO CENTENARIO
En el revuelto batiburrillo
de mi biblioteca, donde casi nunca encuentro lo que busco y a menudo encuentro
lo que estaba buscando sin saber que lo buscaba, aparece de pronto un libro de
Sara Suárez Solís con la siguiente dedicatoria: “A José Luis García Martín,
misógino convicto y confeso, con la más cariñosa mala intención de una
feminista que le admira y quiere”.
Está
fechada en 1992. ¿Era yo un misógino “convicto y confeso” en esa fecha? Es
posible. Afortunadamente los años nos hacen cambiar, y no siempre para mal.
En
2025 se cumple el centenario, no solo de Ángel González, sino también de esa
mujer extraordinaria que fue mi profesora de literatura en aquellos tiempos
mágicos del Carreño Miranda. Fue a ella a quien oí por primera vea hablar de
Luis Cernuda. Un compañero de clase llevaba ese apellido. “¿No será usted
pariente del poeta que acaba de morir en México?”, le preguntó. No, no lo era,
pero con ese motivo nos leyó unos versos de Cernuda, que yo no olvidaría desde
entonces. Como no he olvidado el poema de Li Po que nos dictó en la versión de
Marcela de Juan: “¿Cuánto podrá durar para nosotros / el disfrute del oro, la
posesión del jade? / Cien años cuanto más: ese es el término / de la esperanza
máxima”.
Cuando murió Sara, mi admirada profesora y querida
compañera, tenía la edad que yo tengo. Ha pasado un cuarto de siglo. No sé si
se hablará mucho o poco de ella en este centenario, pero la biblioteca municipal de mi barrio lleva su
nombre. Una hermosa manera de ser recordado.
Bonito recuerdo de Sara Suárez Solís. Está bien recordar a las personas que, de un modo u otro, fueron importantes en nuestras vidas
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