sábado, 17 de mayo de 2025

Al servicio de quien me quiera: Lo que hubiera querido ser

 

Sábado, 10 de mayo
NO ME QUEJO

Si uno vive lo suficiente, más pronto o más tarde llega el momento de la descatalogación, de no ser tenido en cuenta. Yo casi no lo noto, esa es la ventaja de no haber sido tenido nunca demasiado en cuenta.


Domingo, 11 de mayo
UN REPROCHE

---Llevas toda la vida escribiendo sobre tu vida, pero qué poco cuentas de tu vida.

            --¿Tú crees?

            ---Prefieres contar los secretos de los demás a los propios.

            ---Es posible, pero no porque los míos escondan nada ignominioso, sino porque me parece que carecen de interés.

            ---Yo creo que, al contrario, lo haces para que pensemos que tu vida tiene mucho interés.

            ---Es posible. Yo nunca hablo de mi familia, que no tiene la culpa de que yo sea escritor, ni de enfermedades, que ya voy teniendo edad de que comiencen a dar la tabarra, aunque de momento, afortunadamente, no tienen demasiada prisa. Y de mis amigos hablo solo si son escritores y de sus actividades literarias, no de otro tipo.

            ---Hablas mucho de libros. Y de política cada vez más.

            ---Cada vez menos. No me gusta referirme a la política menuda, al navajeo nuestro de cada día; lo que sí me gusta es hablar de historia, de la de ayer y de la que va haciéndose ante nuestros ojos.

            ---Dices que eres de izquierda, pero tienes muchos amigos en la derecha, incluso en la extrema derecha.

            ---Yo tengo pocos amigos en cualquier parte. Y algún buen amigo hasta en el infierno.

Lunes, 12 de mayo
DEJAR DE ADMIRAR

Queremos sin motivo y dejamos de querer por el mismo motivo. O de admirar.

            ¿A cuántos escritores he de dejado de admirar yo? El primero de todos, Vicente Aleixandre. Recibió muy generosamente mi primer libro –bueno, lo hacía con los libros de todos--, incluso le sugirió a Carlos Bousoño que pasara a saludarle, y yo muy poco después le vi como un poeta vacuo, retórico, artificioso. Y lo sigo viendo. Lo que un tiempo me deslumbró, Sombra del paraíso, por ejemplo, se me cae de las manos. Con Bousoño me pasó lo mismo, aunque en este caso hay una explicación: a partir de cierto momento, a partir más o menos de sus cincuenta años, Bousoño no escribió nada que valiera la pena y además se dedicó minuciosamente a retocar y estropear lo anterior.

No solo me pasó con los poetas (qué horror todo el último Sender, un poco como el Mendoza de los últimos veinte o treinta años), por supuesto, aunque sí especialmente con ellos. ¿Cómo voy a quejarme yo de ir perdiendo los admiradores del principio?

Me pagan con la misma moneda. Y además, como me gusta repetir, a mí con el éxito me pasa lo mismo que con la música y el chocolate, que me gustan, pero que puedo prescindir perfectamente de ellos.

Martes, 13 de mayo
¿SABÉIS DE QUIÉN HABLO?

Tenía la costumbre de escribir todos los días y, cuando no tenía nada que decir, escribía un poema.

Miércoles, 14 de mayo
UN POEMA

Por la mañana, escribí unos versos y por la tarde los llevé a la tertulia, cosa que no suelo hacer, para que por una vez fuera yo la víctima de la “trituradora” habitual.

Un fracaso. No porque el poema resista cualquier crítica, sino porque el arte del feroz escalpelo no parece estar al alcance de mis pacientes contertulios. Alguno quiere y no puede, como José Luis Piquero. “¡Ese poema ya lo has escrito antes y mejor!”, afirma. “Bueno --replico yo--, mientras el que lo ha escrito antes y mejor no sea otro, todo va bien”.

            En el poema, un poeta menor, del que ya nadie recuerda el nombre, se dirige a un lector futuro. El tiempo no es más que una mancha en la negra eternidad que se borrará con el tiempo. Eso pienso yo. Eso quise dar a entender. El poema dice así:

“Puede ser que no sepas que yo existo, / tampoco yo del todo estoy seguro, / pero a quién puedo hablar en esta hora / en que el mundo parece estar vacío / y en la noche sideral los astros / miran sin ver, como nos mira Dios. / Lector que abres un libro y te sorprendes / con palabras tan solo para ti, / yo ya no soy ni acaso he sido nunca, / tú tampoco serás ni acaso eres. / Lo que deja de ser jamás ha sido. / La historia universal se escribe sobre arena, / sopla un tiempo muy frío donde nunca amanece / y palabras sin nadie se alejan con el viento / y te ciegan los ojos”.

Jueves, 15 de mayo
SÍ ME QUEJO

Mis amigos se ríen cuando les cuento que lo que me habría gustado ser no es un Vargas Llosa, con su nobel y su preysler, ni siquiera Fernando Pessoa (que un tiempo sí), sino Trump o León XIV, pero yo hablo muy en serio. El poder tiene mala prensa, pero es imprescindible para tratar de mejorar el mundo.

            Hablo de estas cosas con mi psicoanalista. Hace tiempo que no le visitaba. No sé si me toma en serio o en broma, pero me sigue la corriente.

            ---Y si tuvieras que elegir entre los dos, ¿cuál preferirías?

            ---Pues no sé. Uno tiene más poder, pero el cargo del otro es a perpetuidad.

            ---¿Y de verdad crees que Trump intenta mejorar el mundo?

            ---Por supuesto, aunque lo que él entiende por mejorar no sea lo que yo entiendo. En los pasaportes de antes, se decía que eran válidos para todos los países, menos para la Unión Soviética y sus satélites. Ahora, cuando Trump pone y quita aranceles según su capricho, queda claro cuáles son sus países satélites, los que lloriquean y no son capaces de responder con medidas semejantes.

            ---Te veo más en el papel de Papa que yendo de un país a otro para hacer buenos negocios. Pero yo creía que estabas de acuerdo con la vida que has llevado, sin grandes ambiciones y sin grandes preocupaciones.

            ---Estaba, pero ya no estoy. Creo que he sido demasiado cobarde, que me he conformado con poco.

            ---Ser feliz, hasta dónde se puede ser feliz en este mundo, ¿es conformarse con poco?

            ---A veces pienso que me he dejado llevar por la comodidad y escribí lo que quise, publiqué cuando quise, pero jamás me esforcé en promocionar mis libros, no adulé a quién debía adular, y así me fue. Lo que publica cualquier mindundi tiene más eco que lo que publico yo.

            ---¿Y desde cuándo te preocupa eso?

            ---Desde que me estoy haciendo viejo y comienzo a sospechar que, si mis contemporáneos no me hacen ningún caso, la posteridad, según su costumbre, me va a hacer bastante menos.

            ---Consuélate pensando que por mucho que te esforzaras en promocionarte, por mucho que te arrimaras a quien conviene arrimarse, nunca llegarías a ser un Trump, que hace bailar al mundo en torno suyo, ni un León XIV. Todo lo más, qué sé yo, un Jordi Gracia o un César Antonio Molina, por no mencionar a ese Raúl Zurita que tanto le gusta a tu amigo Abelardo Linares, y para ese viaje no hacen falta muchas alforjas.

Viernes, 16 de mayo
OTRO CENTENARIO

En el revuelto batiburrillo de mi biblioteca, donde casi nunca encuentro lo que busco y a menudo encuentro lo que estaba buscando sin saber que lo buscaba, aparece de pronto un libro de Sara Suárez Solís con la siguiente dedicatoria: “A José Luis García Martín, misógino convicto y confeso, con la más cariñosa mala intención de una feminista que le admira y quiere”.

Está fechada en 1992. ¿Era yo un misógino “convicto y confeso” en esa fecha? Es posible. Afortunadamente los años nos hacen cambiar, y no siempre para mal.

En 2025 se cumple el centenario, no solo de Ángel González, sino también de esa mujer extraordinaria que fue mi profesora de literatura en aquellos tiempos mágicos del Carreño Miranda. Fue a ella a quien oí por primera vea hablar de Luis Cernuda. Un compañero de clase llevaba ese apellido. “¿No será usted pariente del poeta que acaba de morir en México?”, le preguntó. No, no lo era, pero con ese motivo nos leyó unos versos de Cernuda, que yo no olvidaría desde entonces. Como no he olvidado el poema de Li Po que nos dictó en la versión de Marcela de Juan: “¿Cuánto podrá durar para nosotros / el disfrute del oro, la posesión del jade? / Cien años cuanto más: ese es el término / de la esperanza máxima”.

            Cuando murió Sara, mi admirada profesora y querida compañera, tenía la edad que yo tengo. Ha pasado un cuarto de siglo. No sé si se hablará mucho o poco de ella en este centenario, pero la  biblioteca municipal de mi barrio lleva su nombre. Una hermosa manera de ser recordado. 


 

 

 

 

1 comentario:

  1. Bonito recuerdo de Sara Suárez Solís. Está bien recordar a las personas que, de un modo u otro, fueron importantes en nuestras vidas

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